martes, 17 de diciembre de 2019

La España eterna, dogmática e incapaz de entender y respetar la diversidad de puntos de vista sin tirarse a la yugular de los disidentes que ven aspectos diversos de la misma realidad, ¡señor, qué cruz!

¿Rosalía por los suelos? El cartel de la Bienal de Flamenco de Sevilla, penúltima polémica jonda

La obra de la artista Lita Cabellut, que invitó a Rocío Molina a bailar sobre ella para "deconstruirla", suscita críticas del sector artístico y del flamenco



Bienal de Flamenco de Sevilla
Cartel de la XXI edición de la Bienal de Flamenco, obra de Lita Cabellut
El mundo del flamenco, a ratos hipersensible, ha vuelto a vivir esta semana una de sus sonadas polémicas con la presentación del cartel de la próxima Bienal de Sevilla, obra de la artista aragonesa Lita Cabellut con la colaboración de la bailaora Rocío Molina, que craqueló la obra bailando sobre ella.
Con el encargo de la Bienal, Cabellut (Huesca, 1961) concibió en su estudio en Holanda una figura femenina –en la que muchos han querido ver la efigie de la popular Rosalía– con una bata flamenca en rojo y negro, lo que representa para ella la "timidez y valentía al mismo tiempo" que caracterizan a la mujer flamenca.


Imagen "deconstruida"

Entonces, Cabellut decidió que su trabajo fuera "intervenido" por una artista del ámbito jondo. Se eligió a la bailaora Rocío Molina, que en la Fábrica de Artillería "deconstruyó" zapateando el lienzo como si se tratara de un escenario efímero, mientras gozaba del acompañamiento al cante de Juana la del Pipa. "Estas imágenes han dado la vuelta al mundo", celebra la organización de la Bienal, que en ediciones anteriores se anunció con el arte de autores como Joaquín Sáenz, Francisco Moreno Galván, Manuel Ángeles Ortiz, Emilio Sáenz, Rafael Alberti, Antonio Saura, Carlos Ortega, Juan Romero, Tato Olivas, Luis Gordillo, Juan Suárez, Antoni Tàpies, Carlos Saura, Ruvén Afanador, el colectivo de arte urbano compuesto por Suso33, Seleka, San y el Niño de las Pinturas, Guillermo Pérez Villalta, Rafael Canogar, Ricardo Cadenas o Pedro G. Romero.

Lita Cabellut creará la imagen del cartel de la próxima edición de La Bienal de Flamenco
Lita Cabellut
Las objeciones no se han hecho esperar, dentro y fuera de las redes sociales. Una experta en arte que prefiere mantenerse en el anonimato asegura que el error de la Bienal ha sido "entrar en la enorme operación de marketing" que hay detrás de Cabellut. "Vende muchísimo, su fama en Europa le abre muchas puertas, pero en el mundo del arte es irrelevante, ni siquiera se habla de ella", comenta. “En cuanto al cartel, ni fu ni fa. Y lo de craquelar una imagen… ¿No se han comido hace poco un plátano de 180.000 euros? ¿Quién decide hoy qué es arte y qué no?”  

¿Leyenda fabricada?

Parte de esta operación de imagen, en opinión de los más críticos, reside en las leyendas que se han esparcido en torno a la biografía de la artista, según las cuales sería hija de una prostituta gitana –y por tanto, gitana ella también–, que habría sido abandonada por su madre a muy temprana edad, para ingresar en un orfanato y posteriormente ser criada en adopción por una familia catalana. Lo desmintieron sus propias hermanas en una entrevista, y la propia Cabellut se vio obligada a matizar estos detalles, afirmando que únicamente "se sentía" gitana.

La Bienal de Flamenco presenta el cartel de su XXI edición, obra de Lita Cabellut
El cartel de la XXI edición de la Bienal
Aunque se reconoce poco autorizado para hablar de arte, el crítico flamenco Fermín Lobatón recuerda que "en su larga vida, el cartel de la Bienal se ha prestado a todo tipo de experimentaciones plásticas, fotográficas, instalaciones… La cita es muy buena anfitriona de la experimentación", explica. "Tampoco es muy extraña la relación del flamenco con las vanguardias, que viene de un siglo atrás. Se unen experimentación con experimentación. Rocío Molina siempre está buscando un reto nuevo, y esta creadora, de la que desconozco su trayectoria, parece que está en lo mismo. Lo que me sorprende, sin embargo, es que el flamenco ha acabado aceptando todo, su absoluta permeabilidad a estos experimentos".

Flamenco y provocación

Más ácido se muestra su compañero Manuel Martín Martín, para quien "el cartel de la Bienal 2020 es fiel reflejo de la crisis de la pintura de este tiempo, donde ya no se sabe qué es la pintura y/o cuál es el concepto destinado a contener el término flamenco. No hay contenido sensorial ni intelectual y desmonta la evidencia entre lo esencial y lo accidental, como si la autora quisiera representar la frivolidad frente a lo sustancial", asevera.
"A mi entender", prosigue Martín Martín, "lo percibo como una agresión que, al abordar conceptualmente la pintura para deconstruir la naturaleza de su ejercicio, traiciona al flamenco, del que cuestiona su naturaleza y al que coloca por fuera del contexto del arte. Construir desde la reconstrucción y romper las fronteras entre la obra de arte y la afición, pisoteando un lienzo como hizo Rocío Molina, le viene bien a la Bienal para incrementar obras para su galería, pero no es alcanzar nuevas metas creativas, sino provocar para que se hable más de la provocadora que del objeto de la obra. En síntesis, el arte tiene que ser provocativo para evolucionar, pero no tender a la provocación oportunista. El arte flamenco es provocación, pero no toda provocación es arte flamenco, lo diga Lita Cabellut o el alcalde Espadas, que están tan cerca del flamenco como El Fary de Manuel Torre".

Tiro al cartelista

Para el antecesor como cartelista de Cabellut, el sevillano Pedro G. Romero, "en la ciudad hay una especie de moda de que los carteles, buenos, malos y mediopensionistas, provoquen una reacción desmedida y den lugar a falsas polémicas", dice. "Gran parte de la culpa la tienen las instituciones con sus políticas erráticas, después de unos años 80 y 90 en los que Sevilla se puso un poco a la vanguardia del diseño de carteles en España. Ahora deberían hacer pedagogía al respecto, pero no se hace y eso da lugar a una especie de deporte local que es el tiro al cartelista".
Respecto a la obra de la aragonesa, cree que "tampoco es el peor de la historia de la Bienal, seguro que el mío era más feo. Aquí por lo menos hemos visto bailar a Rocío Molina. Lo que me sorprende es que Cabellut es una artista realmente mala, que todo el mundo ve como resultado de una campaña de promoción de un producto vacío. Sorprende que la Bienal haya caído en la trampa, da la sensación de que alguien los ha engañado".
"No es que sea malo, es que es ridículo, una banalización de las cuestiones artísticas", sentencia Romero. "Y en cuanto a lo de ser gitana, da igual que lo sea o no, la cuestión es que se pone en valor de forma espúrea, se convierte en objeto mercantil. Por otra parte, los supuestos críticos que han salido al paso no aguantarían ni un COU básico de Arte".

Y concluye: "Ahora parece que un cartel tiene que llamar la atención no sobre la Bienal o el Seff, sino sobre el propio cartel. Por otro lado, si vemos el que ha hecho [Albert] Oehlen para la plaza de toros de la Maestranza, es feo como él solo, pero al menos el autor tiene un prestigio".

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Para empezar  lo primero que salta per sé a la palestra, es que sobre gustos no hay nada escrito. Poner cánones a la estética o a la contraestética de cualquier manifestación pública del arte o del artificio, es una tarea bastante friki e inútil, porque en ese terreno no hay ni debe haber leyes ni códigos forzados. Es cierto que en la antigüedad clásica existían cánones y proporciones para el arte, pero también lo es que el mundo de hace más de dosmil años no es el mismo que el de ahora. Ha ido cambiando muchísimo, hasta ser ya irreconocible. 
Por fortuna hemos ido abriendo puertas en algunas cosas más que  en otras, pero al mismo tiempo hemos ido cerrando caminos también, que dejan inútiles las puertas abiertas por la evolución en aspectos tan imprescindibles como el derecho a la supervivencia digna y lo más sana posible. Evidentemente cuando ese factor de vida ha dejado de ser la sustancia de la vida humana misma, todo lo demás se queda como un poco vintage, descafeinado y con sacarina. Deja de tener peso cognitivo y se queda relegado a lo anecdótico. Entonces el perifollo, la parafernalia, el maquillaje, las uñas y pestañas postizas, las extensiones, los bisoñés, los implantes de todo, el tinte, el pelazo, el paripé del momento, la anécdota cobra carta de naturaleza obligatoria. Y ya da lo mismo a lo que se dediquen las criaturas artefactadas, porque lo único que se les valora es la iconografía, algo muy fácil de elaborar hasta en casa, con un buen equipo informático que se encargue de convertir en estrellas a simples efectos especiales, que seguramente en plan vis a vis no se parecen en nada a lo que se vende por ahí. Por ejemplo, se puede tener la voz de un gato pisado o de un grillo en agosto o de unas bisagras herrumbrosas, y por medio de la cibermagia y el cibersonido, acabar resultando el facsímil de María Callas en la playa de Castelldefells. Una pija de Vía Leyetana que no logra aprobar el ingreso en el Conservatorio, bien dirigida por un similitruquista en ese plan, podría  llegar a metabolizarse  'artísticamente' como gitana del Sacromonte pasada por el Tibidabo. Y colaría. Ya lo creo. Y la gente andaría loca por comprarle la producción y por encontrar una entrada para conciertos fabulosos donde nunca se sabrá si a lo que se asiste es a un concierto verdadero o a un derroche de tecno play back  digital fabuloso que ya no es un timo, sino un espectáculo multimedia de primera línea.

Todo depende en realidad de la mirada y del "motor" de la mirada, que es la proporción entre varios factores: sensibilidad natural o adquirida y remodelada por el medio social, cultura, lucidez, equilibrio hilemorfista entre materia y forma y una disposición personal y libre o condicionada por el entorno y la costumbre grupal para aceptar por completo, por partes o por encima, por compromiso, por postureo o porque donde va la gente va Vicente... Y de esos menesteres ya se encarga la publicidad, si los criterios están dudosos, si una no sabe a qué lado colocarse en cuestión criterios , para eso están la tele y sus corrillos llenos de "expertos y expertas" que viven de asesorar puntualmente y "normalizar" el descoloque de la peña circundante.  ¿Con qué garantías? Sólo con una: la persistencia machacona del mismo tema por extraño, feo o impresentable que pueda parecer al principio, las rarezas e insuficiencias tomadas como genialidades dan muchísimo juego en el mundo mágico-fake del birlibirloque. Incluso en los últimos años se ha acrecentado el tirón de subir a la cima de la popularidad lo más desagradable, lo más grosero, incluso lo más feo, lo que más escandaliza mientras  lo que en el pasado se dio en llamar "buen gusto" que a lo mejor tampoco era lo que aparentaba, pasó en un tris al archivo de lo inservible, como los trajes de chaqueta y los sombreritos de los años treinta y cuarenta del siglo XX. 

Ante ese panorama no tiene lógica escandalizarse porque una creativa artística como esta Lita Cabellut haya querido hacer una revisión gráfica del sistem in failure, para advertir a quienes lo quieran ver que el failure es el sistem. Y que una bailarina como Rocío Molina se haya atrevido a pisar fuerte sobre la imagen de un mundo fake, descompuesto por su propio desatino, donde nada es lo que parece, al menos la danza puede ser el grito qu eponga en evidencia la realidad cutre pero ensalzadísima de una voz enlatada y hueca, artificial maullido, que juega a las adivinanzas sin tener nada que adivinar y sí mucho que simular. 

Como ser humano de género femenino, los fenómenos como Rosalía me abochornan; el objeto funcionando como sujeto, el títere simulando una conciencia que no hay, porque si la hubiera el guiñol y el cuento chino en venta no sería necesario, me parece un verdadero insulto a la inteligencia. Y a la propia Rosalía, por supuesto, que si tuviese solo un poco de la lucidez que intenta aparentar, no estaría en un escaparate constante, ni alardeando de gastar millones en ropa y apariencia ya que su forma de vida está propiciando escandalosamente el mundo que trata de criticar con sus trac, tracs, su concepto de "la altura" si se vive como un simple robot generador de basura...para forrarse con la venta del alma a los infiernos. 

Teniendo en cuenta lo que hay y lo que no puede haber, me parece que ese cartel de Lita Cabellut y esa danza de Rocío Molina, tienen mucho que decir sobre lo que los barnices y purpurinas tratan de ocultar. 

Salvando las diferencias y los tiempos, el caso Rosalía recuerda al de 'Marisol' en los años cincuenta. Que con el tiempo, la experiencia y la lucidez, hoy es solo, y por fortuna, Pepa Flores. Con las diferencias de que Rosalía no es una niña de diez años y que ahora aquí hay una democracia y no una dictadura en el estado;  en realidad el cambio ha sido insuficiente y bastante fake también, en la sociedad española sigue habiendo el mismo clima borreguil que acepta sin más todo lo que le venden envuelto en el celofán de la misma y sempiterna manipulación que se apodera de los medios y maneja los miedos con la misma maestría impúdica de una dictadura maquillada de democracia nominal y formal para dar el pego por el mundo.

El arte verdadero no puede ser ciego ante la realidad. Si es real, siempre reflejará en su espejo, incluso sin proponérselo,  lo que las patrañas y máscaras de la inercia suelen ocultar para que nunca cambie el rumbo hacia la demoledora mediocridad.

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