viernes, 21 de noviembre de 2025

Así es, querido hermano Roberto R. Aramayo. Repetir sin parar los roles de Prometeo y Epimeteo, en plan "normalidad" de siglo en siglo y de milenio en milenio, no nos está ayudando a evolucionar ni como individuos ni como especie, sólo nos invita a involucionar en plan cangrejo histório/repetidor. Los resultados ahí están. Echemos un vistazo y reflexionemos. Somos una especie rarita. Por un lado el único modo de vivir en este estado preconsciente es el modelo animal que al mismo tiempo que nos permite experimentar una vida física, materializada, temporal y circunstancial nos impide la percepción minimalista del SER, que en realidad es el que crea la ESENCIA de la propia animalidad material. La base tangible de la vida física, química y biológica. Una especie de Paraíso lleno de posiblidades donde encontramos disponible el material que nos ofrece la evolución. Ahí se atasca el camino, porque a este mundo nunca traemos disponible ni consciente el CONOCIMIENTO. Nuestro vehículo animal/corporal no da para más. Sólo quienes consiguen despertar viendo y percibiendo con más amplitud y equilibrio el panorama general e individual, pueden ir ayudando a crear caminos nuevos, que no recurran a la repetición de los mismos errores a lo largo de milenios...La percepción que explica el Apocalipsis en este sentido, va mucho más allá del ámbito religioso y mitológico. Si seguimos vegetando como animales "espirtualizados" enganchados a las teorías repetitivas en formas distintas, pero con idéntica dirección, que no se pueden vivir ni conocer en plan animal cultural y científico, sino que requieren un despertar voluntario, individual, que permita una creación colectiva del Bien Común. O sea, coordinar y equilibrar desde la base humana, los dos aspectos enfrentados de Prometeo y Epimeteo, en vez de convertirse en la eterna división que ahora mismo, tras milenios percibiendo el problemón sin solucionarlo, está llevando a nuestra especie al finiquito. No es culpa ni castigo de ningún dios. Es la simple y compleja realidad caótica y visceral hasta la autodestrucción, de una humanidad confusa que tiene mucho más de animal que de humana. Con el más tremendo de los fallos: animalizar la inteligencia desde los instintos, en vez de humanizar los instintos primitivos desde el potencial más sano de la inteligencia. Intelego en latín, significa "COMPRENDER", "leer por dentro", hacer que el concimiento nos transforme desde la experiencia vital, idividual y compartida al mismo tiempo, que no es la rutina cacareante del saber sólo lo que nos cuentan y la teoría que van y vienen, nada más. Nuestra liberación sólo puede suceeder cuando "Comprendemos" y no sólo "entendemos"y "sabemos". Podemos hablar todos los idiomas del mundo y no comprender desde dentro a nadie de los que hablan. Podemos ser unos genios inventores, y como seres mediohumanos ser un peligro para la humanidad. Eso le pasó a Einstein, por ejemplo, con el descubrimiento de la energía nuclear. Y a los inventores del armamento. Y a los traficantes de armas. Y a los traficantes de plásticos, de ropa tóxica, de sustancias contaminantes, a quienes para divertirse dejan el medioambiente convertido en basurero. Y quienes para ser ricos montan guerras por todas partes porque las armas son la base de sus negocios. Si no despertamos en lo esencial, ni ciencia, ni religiones, ni ideologías ni genios del "saber" sin SER, nos van a solucionar el problemón, que en primer lugar, es nuestra popia especie, convencida por su EGO demoledor y contagioso, de que es el non plus ultra. ¿Qué hizo Buda cuando vio lo que había? Dejar el caos y centrarse en el Cosmos Interno que nos pone las gafas adecuadas para cambiar de verdad y para siempre el uso de la materia y la energía. Lo mismo hizo Jesús de Nazaret. Lo mismo hizo Rumi. Lo mismo hizo Gandhi. Lo mismo hizo Nelson Mandela. Lo mismo hizo Francisco de Asís. El verdadero cambio del mundo no es sólo material, sobre todo es HUMANO, tanto para bien como para mal. Ahí tenemos que elegir: entre el Bien Común del Nosotr@s y el aprovechateguismo terminator del ego con todas sus manifestaciones apocalípticas, o sea, no castigadoras, sino todo lo contrario: reveladoras de la enfermedad, tan poco humana como letalmente fatal , que consume este mundo desde que se puso en marcha a su bola, sin plantearse algo mejor. ¿La solución? Despertar por dentro para poder VER y contagiar AMOR sin fronteras ni máscaras: la verdadera Inteligencia Natural y la única medicina que puede curar y cambiar el demoledor panorama para siempre. El AMOR no mata. No hiere. No envidia. No agrede. No odia. No castiga. No roba. No engaña. No compite. Es limpio como el agua de su propio manantial. Como la mirada y la sonrisa de los bebés, pero con su doctorado creciente en humildad supraconsciente, frescura y comprensión. Por eso resucita. Reanima. Sana. Reconcilia. Comprende. Libera. Escucha. Acoge. Y sobre todo es el milagro diario sencillo y transformador SIEMPRE posible . Una vez descubierto y puesto en marcha no hay quien lo pare ni lo elimine...La verdadera Filosofía es el AMOR, capaz de comprender y de acoger también a quienes la odian porque no la comprenden aunque piensen que se la saben de memoria, como les pasa con la ciencia sin conciencia...Ains!!!!


20N | Día Mundial de la Filosofía

La IA en el Día Mundial de la Filosofía con Prometeo y Epimeteo

El mito de ambos hermanos, Prometeo y Epimeteo, resulta instructivo en la época que vivimos.
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El 20N de 1975 yo era un crío que, con diecisiete años, cursaba su primer año en la Complutense, tras decidir estudiar nada menos que filosofía. Este jueves, por cierto, es el Día Mundial de la Filosofía y, entre ambas efemérides, resulta mucho más importante recordar cuánto necesitamos la reflexión crítica, para meditar, por ejemplo, lo que supone la muerte de un dictador hace medio siglo. Las lecturas filosóficas nos hacen ver las cosas con perspectiva y además destilan un sano escepticismo, gracias al cual analizamos las cosas antes de asumirlas como dogmas inalterables que no admiten verse contrastadas con experiencias alternativas o nuevos datos. Hacen de nosotros Prometeos que anticipan lo que motiva sus decisiones, en lugar de actuar como Epimeteos, que solo piensan a posteriori.

Epimeteo fue quien, llevado por una malsana curiosidad, abrió la caja de Pandora, la cual no era ninguna mujer, sino un maléfico artefacto que arrasaba todo a su paso. Prometeo, en cambio, robó el fuego a los dioses para ponerlo al servicio del ser humano, rebelándose contra la tiranía de los poderosos. El mito de ambos hermanos resulta instructivo en la época que vivimos. En lugar de plantearnos para qué demonios queremos la IA o convertirla en una herramienta socialmente útil, nos lanzamos a utilizarla sin más, a tontas y a locas, contribuyendo a su adiestramiento y a ese lucrativo negocio que manejan muy pocas personas con un secretismo digno de mejor causa.

Su pretendida objetividad y neutralidad sirven como coartada para eludir todo tipo de responsabilidades. Cultivamos una frenética servidumbre voluntaria que nos hace vasallos del tecnofeudalismo. Todo intento de regular su implacable despliegue llega con retraso, dado el vertiginoso ritmo con que se desarrolla, llegando a hacer cosas que sus propios programadores no habían previsto. Nuestro ancestral anhelo de trascendencia, tantas veces alimentado y volcado en los mitos y las tradiciones religiosas, ha encontrado algo a lo que atribuir toda clase de atributos, como si se tratara de una nueva deidad. Además, también nos tienta mucho antropomorfizarla y darnos al decir que piensa, como si esto fuese lo más natural del mundo.

Solo falta que algún espécimen humano decida ceder su cuerpo a la IA, para que pueda también sentir y experimentar emociones. Ya no estaríamos ante un autómata humanoide, sino frente a una extraña simbiosis del ser humano con un sofisticado artefacto. El problema es cómo la IA nos está ya transformando, al moldear nuestras costumbres y hacernos más dóciles por delegar en ella buena parte de nuestras competencias, cuando no las propias decisiones, como si consultáramos a un oráculo que nos desvela nuestro destino.

Como señalábamos en un seminario del IFS-CSIC, la IA nos ofrece muchos atajos, pero quizá no debiéramos perder de vista que con ello nos perdemos el camino y que, como dijo Machado, se hace camino al andar. No es lo mismo coronar una cima subiendo a pie que con un teleférico, y la caminata nos hace disfrutar mucho más de cualquier meta que si llegamos a ella con una suerte de teletransporte. Agradezco a mis colegas Patrici Calvo, Domingo García Marzá, Concha Roldán y Astrid Wagner, entre otros, haberme dado pie para celebrar con estas líneas el Día Mundial de la Filosofía, que viene a coincidir este año con el cincuentenario de la muerte del sanguinario dictador Francisco Franco.

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