martes, 31 de marzo de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 31/03/2020 | Los de la cola, esenciales





Pues sí, es cierto. Ya lo dice la antigua y siempre nueva noticia: en el reino real que cambia , que se renueva en la esencia imperecedera y nunca acaba, los últimos son los primeros y viceversa. O sea, la cola se cuenta al revés. Basta con echar una mirada alrededor para comprobarlo, es lo más hermoso y reanimante que tienen los peores momentos de la historia humana. La verdad a tocateja. Que nos ofrece la posibilidad de despertar y comprobar lo que hay sin que nadie interfiera la percepción ni la distorsione con monsergas y rutinas de falsa seguridad ontológicamente imposible: "como siempre", "desde siempre", "para siempre", o "eso nunca", "jamás", "es imposible",  que mientras nos cuenta fantasmadas hollywoodenses con la banda sonora de Netflix, nos canta una nana letal para la conciencia individual y colectiva, donde no somos capaces de descubrir como el Segismundo calderoniano, que "todo en la vida (falsa) es sueño, y los sueños sueños son". Cuando se vive "ilusionados" estamos en esas. Hay que salir de la niebla del sueño ilusorio, despertar y comprobar in situ que "la ilusión" es la milonga paralizante que nos distrae y nos hace olvidar el sanísimo entusiasmo por la realidad, por verla como es y no como nos imaginamos que es o nos gustaría que fuese y la vamos relegando en manos ajenas: dadme un estado democrático, dadme equilibrio, justicia, aunque solo sea un trampantojo, un trabajo de esclavo feliz con lo suyo, salud, festejos, devociones, dogmas aseguradores del más allá, y de un bienestar solo material en el que yo soy una hormiga que, ideológico/dependiente, solo es carne de cañón y de matadero. Una hormiga sin derecho a conciencia ni a superar el destino que le han asignado los amos del hormiguero. No puede pararse en la fila mientras arrastra su aportación como puede, mientras en ese camino cualquier pie despistado de los gestores generales, pueda aplastarla al pasar sin siquiera darse cuenta.
El sueño se termina el día en que el hormiguero se ve asolado por una plaga infecta y letal provocada por los insecticidas del jardín: a los dueños les molestan tantos insectos, tantas hormigas eficaces pero exigentes, que se reproducen a demasiada velocidad, y amenazan con rebelarse y devorar los bancales de flores y frutos si no cambian las gestiones del jardín globalizado, cosa que ni siquiera cabe en las cabezas pensantes del sistem in failure. ¿Quién iba a imaginarse que la evolución era algo más que una hipótesis de Drarwin e incluso que las laboriosas y obedientes hormigas acabarían siendo seres humanos? Qué locura, pordiós! Hormigas que se autogestionan, que tienen ideas y proyectos, que se largan del orden establecido y se asocian, se ayudan y se juntan para apoyarse y cuidarse, para crear otro mundo mejor y más sostenible donde lo cotidiano es fundamental para afrontar con éxito lo más extenso y complicado, en el que nadie vuelva a ser un insecto abandonado a las inercias de las especies animales y a los rifirrafes ajenos a la realidad imprescindible. Sin hormiguero se puede vivir, hasta que se construya otra alternativa, pero sin asociarse y quererse, no. Eso es mortal de necesidad. Eso era justamente lo que los amos del jardín estaban empeñados en impedir a costa de lo que fuera: incendios, olas de frío y calor, guerras sin parar, terrorismos desquiciados, hecatombes financieras en las que solo se arruinaban las hormigas, pero nunca los putos amos del cotarro. Y mira por donde, el plan se les fue de las manos, ellos mismos intentando impedir que las hormigas  creasen su nueva forma de vida, habían provocado una hecatombe colosal, en la que movilizaron hasta los ejércitos para evitar que las hormigas, acusadas de ser las provocadoras del contagio, anduviesen por el jardín y hablasen entre ellas. Pero ellas, en ese aislamiento van superando el shock y descubriendo la realidad. El corte repentino con la dinámica de le mentira, les ha facilitado la ocasión para ver la realidad  y dejar de soñar tontunas provocadas por la media-infeción que había convertido en un disparate a la cada vez más disparatada aldea global de McLuhan.
Y entonces ahí, se acaba el sueño, porque la pesadilla es la realidad. El sueño había sido la ilusión de considerarse hormigas libres, felices, democráticas y esas cosas...Pero lo cierto es que no eran hormigas drogadas, eran seres humanos dormidos y anestesiados desde su nacimiento, como sus padres y sus antepasados. De repente esa evidencia provocó el cambio. Y una hermosísima luz que brotaba de toda la nueva comunidad, dejó a la vista la Realidad. 

Por supuesto que a partir de entonces nada fue igual que "siempre". Los siempres y los nuncas  se acabaron. Y la parte de Humanidad que cambió voluntariamente, tomó por fin las riendas de su conciencia autorresponsable. La Edad del Plomo y del  Hierro oxidado y fósil se acabó. 

La vida, afortunadamente, era otra cosa, otra sustancia, otro fluido, otra esencia, que felizmente no venía impuesta por nada ni por nadie...todo estaba por hacer en un nivel tan distinto como apasionante y sereno, entusiasta y equilibrado, donde las preguntas traían dentro las respuestas y se abrían como un regalo constante del conocimiento activo y realizador. No hubo guerras ni enfrentamientos, simplemente, el barullo se esfumó sin que nadie interviniese. Nunca se supo si los jefes del jardín se disolvieron en la nada, si se los tragó la tierra o si se transmutaron en seres normales al contacto con la luz, el caso es que nadie les echó de menos ni de más. Como si la memoria del Cosmos hubiese hecho borrón y cuenta nueva. 

De pronto sonó una música innovadora, que nunca había sonado hasta entonces, y unas voces a coro dijeron cosas inesperadas en el viento del amanecer:
quien tenga sed que se acerque y beba; el que quiera, coja de balde el agua viva.
Dicen el Espíritu y la esposa: "¡Ven!"
Diga el que escucha: "¡Ven!"   

En realidad todos y todas estaban invitadas, -más allá de espacios y tiempos, pero a la vez,  inmersos en ellos-,  a una boda sin fronteras, en la que el Espíritu era el novio y la novia la Humanidad, la Bella Durmiente recién despierta. Ella era también Espíritu, ¡por fin la Unidad! Durante eones, habían estado separados, trabajando en dos planos aparentemente diversos, fue muy largo el camino, lleno de retos y confusiones, de altibajos y barbaridades que debieron reconocer y perdonarse a sí mismos como al Otro y la Otra,  hasta que ambos maduraron y se descubrieron por primera vez, como idéntica realidad cooperadora y no opuesta. Como Yinn y Yang formando el Tao, como Padre-Madre-Hijo, en Trinidad, como Padre-Niño-Adulto, en un golpe de Análisis Transaccional o en un Yo controlador y rancio, un Ello irresponsable y fresco y un Yo maduro, aburrido y moderado, con Freud. A través del tiempo, las diferencias y similitudes se habían ido descubriendo como partes del mismo metabolismo espiritual, racional-emotivo y hasta físico! La misma esencia con diversas formas. Sin rivalidades, sin dependencias, sin egomanías...Pura poesía antropológica y fraterna. Pura música terrestre y celestial que resultaron ser la misma.

¿Qué mejor bálsamo de Fierabrás que la literatura de anticipación para llenar el hueco desolador y al mismo tiempo esperanzado de una pandemia tan esperpéntica, verdad? 

Cuidáos mucho, hermanas y hermanos, familia planetaria querida, que aun queda mucho que hacer, carinyets! 

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