martes, 3 de septiembre de 2019

Hildegard von Bingen - Hortus Deliciarum



Imposible separar este canto del paisaje en cuya naturaleza flota desde el siglo XII sin que nada lo haya podido impedir. En Bingen, junto al Rhinn, está el jardín de Hildegard, dedicado a la ciencia botánica que ella investigó, cultivo, experimentó y cuidó como un regalo del espíritu cuajado en materia y salud. Los letreros en latín explicando las cualidades específicas de cada planta siguen allí, grabados en placas de hierro, junto a cada una de ellas. Se sienten aun, se adivinan, los trazos en el agua al paso de la barca con que Hildegard solía cruzar al otro lado para visitar enfermos y la nueva casa que logró edificar como albergue y acogida para las mujeres que la necesitaban. Muchas de las cuales se quedaban a vivir allí, cambiando de vida y de orientación, en un mundo tan hostil como violento. Entre todas consiguieron construir un oasis de belleza, equilibrio, convivencia, cultura y sanación, en un tiempo y un espacio de oscuridad, fanatismo y barbarie disfrazada de sacro imperio, nada menos. Si se quiere, se puede. Si Hildegard pudo sembrar espíritu en un mundo atroz, llegando a conseguir que hasta el papa y el emperador le pidiesen consejos, estando el panorama como estaba, ahora, también se puede hacer lo mismo, hay muchos más medios y posibilidades. Ah, si ella hubiese pillado internet, ¿qué habría hecho? No me la imagino atrapada por las redes asociales enredada en su ego multiplicado por miles, ni tirada en un sofá tragándose series en ristra  dejando a un lado a los seres humanos que encontraba, para no perderse un episodio de Netflix mientras zampa hamburguesas y pizzas servidas a domicilio por siervos 'englovados' que deben pagar la cotización de su esclavitud con la miseria que reciben como salario...Quizás nos falte la fuerza limpia de la Naturaleza y el impulso de amarla y reconocerla como madre y origen de lo que nos rodea. Y como camino hacia el Nosotros para poder reconocer así lo mejor de cada una y uno, y no como Patio de Monipodio, en el que esquilmarla con una torpeza de antología, para perdernos en la misma maniobra del negocio fatal. Aún a través de los siglos este canto ha conseguido sobrevivir a lo más horrible., para recordarnos que es posible SER sin necesidad de perdernos en el intento imposible de borrar la esencia de lo que somos, a pesar de nuestro empeño por desgastarnos en callejones sin salida,que nosotros mismas insistimos en levantar des-concienzudamente pensando que son necesarios para que nada cambie... y para que todo permanezca en la impermanencia del disparate cada vez más loco y acelerado hacia su disolución, mientras la salida del laberinto nos parece el disparate y no la permanencia en él. Hay que despertar cuanto antes.

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