domingo, 8 de septiembre de 2019

Fantasmología


Habitamos un mundo entre zombi y pirado
en el que la verdad se ha declarado en huelga indefinida.
Donde la muerte bífida es moneda de cambio,
metáfora esquinada en su voracidad;
el vacío es su canto,
la ficción su armadura y la mentira híbrida
su caldo de cultivo favorito.

Ya que el camino es sólo posverdad
hay que sacar tajada del pufo oportunista
e injertar el engaño sobre la cara oculta
de la luna menguante
mezclada con los euros y la imaginería,
la ensalada de egos en el atrio crucial
de una victoria pírrica, enlatada
en la lóbrega esquina
que humilla y que se ofende
sin comprender siquiera ni la morfología humilladora
ni el semántico toque de la ofensa,
mientras se acaba el ciclo de la noche
y el alba es la amenaza más terrible
que deja a la intemperie a cada cual
con la sábana puesta,
envolviendo el espectro
de cualquier amenaza existencial,
es decir escupiendo la nada reticente
de su papel couché y dejando señales
en la sombra que al son del estribillo
tararea lo que pudo haber sido y no fue,
por más que haya ensayado su cameo,
su rol de escaparate y negocio rentable,
lo muerto muerto está sin más rodeos

No cabe para un mundo tenebroso
un peligro mayor y más terrible que la luz:
la cósmica manía de ser claros,
la fijación hermosa
de llamar pan al pan y al vino vino,
sin tergiversaciones,
de no configurar monomanías
y  aceptar como dicen los versos de Machado,
Don Antonio, la precaria hermosura
de ser gente corriente, normalita,
la que siempre se alegra de llegar,
más en plan peatonal que en mula vieja,
aunque no sepa aún donde ha llegado;
esa gente vulgar no se complica
más de lo que le imponen,
que ya se encuentran todo complicado,
y debe ser por eso
que donde hay vino, mosto, agua o café,
se beben lo que encuentran dando gracias de paso,
al universo, que en sus casualidades
es la fuerza causal de lo bebido
mientras se va viviendo lo que llega
sin ínfulas, sin dogmas y  sin mitos.

Quienes, soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra, 
a veces de venganza sin motivos
sólo por hábito y falta de sustancia,
así son y así van,
como dice el poeta, quienes quizá
se consideran de mejor catadura
si no beben vino de las tabernas
del día a día,
es esa mala gente que camina
y va apestando la tierra,
la que ha hecho de la muerte su aliada
más cruel y aparatosa
en vez de la mejor maestra de vida
y de danza constante, a lo Heráclito, a lo sufi
a lo vivo,a lo fresco, a lo evangélico,
chispas vivas del prana, del pneuma,
del Cosmos cotidiano, del Tao,
en lo humano más bello y transparente...
Pero ellos y ellas, los doctores en fantasmología,
como creen dominar lo que no entienden
-¿tal vez porque no viven?- pero compran
y enredan en los contenedores de la especulación y la soberbia,
solo tienen acceso al desaliento que anuda y que retuerce,
que encadena
a la programación de las manadas,
al tópico y al duelo ennegrecido,que prolonga el dolor
hasta llegar, por fin, al sufrimiento sin fronteras.
El premio asegurado, la negra recompensa
a tanto afán sin tregua ni cuidado paliativo.

Lo cierto es que están muertos y no han nacido aun.
Aunque podrían nacer si ellos quisieran.
Y , de seguir así, no nacerán jamás,
en tan dantesco plan
serán abortos de lesa humanidad enrarecida,
muy enterados y puestos en dogmas y objetivos,
en negocios y tácticas de enjuague,
listos y voluntarios si se empeñan en ello.
Ya tienen doctorados y  sus masters
en fantasmología por la Universidad de la Rutina
y el Embrollo.
Así no reconocen
la verdadera esencia de la muerte
y de su cara adjunta, inseparable,
que es la vida tal cual, sin más enredo ,trampa ni cartón,
que el abrazo infinito de la luz
-¡en este mundo, ya!-
sin permisos ni trámites ni enredos.
Amor, se llama Amor,
ni más ni menos,
la única condición para que nos florezca entre las manos
la mágica receta de una vida
en la que nunca hay muertos. Y nunca muere nadie de verdad
fuera del escenario y sus pamplinas.
Sólo mueren de veras
quienes gastan su vida en no nacer por dentro.



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