La energía del eco ontológico nos acompaña constantemente; nos conecta desde dentro y desde fuera. En realidad la vida es el eco profundo del SER en nuestra esencia. Somos la energía del eco divino en la sustancia material. Esa maravilla sutil y fundamental nos pasa desapercibida cuando andamos perdid@s entre el vayvén de tiempos, espacios y "diversiones" variopintas... Pero cuando dejamos intacto un hueco al abrazo infinito, respirando y compartiendo el disfrute, la cosa cambia y la conciencia unida al alma llenan el cuerpo en el mismo click de un flash que instantáneamente se expande y se une desde dentro a la sustancia de la materia con el ritmo de la energía. TODO es UN@! Cielo y tierra, también.
Ahora, querida familia, reparte esta maravilla por todo el Planeta. La Casa sin fronteras que es el hogar de Toda la Familia Humana, para compartir la luz con la ecología del alma y la paz de una vida nueva, que depende de lo que pensamos, sentimos, hacemos y compartimos...mucho más que de lo que nos cuentan para entretenernos y, así, que nunca salgamos de esa cárcel disfrazada de teatro, de cine, noticias amañadas, de redes para pescar humanidad y deshumanizarla, donde el imperio de la trola lleva milenios poniéndose las botas, con nuestra cooperación, "por sus puestos y presupuestos", obviamente...Eco, eco, eco...La despensa del noúmeno kantiano, modelando y acogiendo en su interior la energía que pone en marcha el fenómeno, mientras sopla sobre el mundo, un nuevo aire, una nueva luz...Eco, eco, eco...
Opinión
A los 50 años de Helsinki: poner en valor la coexistencia pacífica frente al rearme global

Estos días se cumplen 50 años de la histórica Cumbre de Helsinki, un momento en el que, en plena Guerra Fría, los bloques enfrentados decidieron sentarse a hablar de paz, cooperación y respeto a los derechos humanos.
Medio siglo después, cuando el mundo vive una peligrosa involución —el incremento de la espiral belicista, el genocidio que se esta cometiendo contra el pueblo palestino por el Estado de Israel, la expansión de la OTAN, el aumento del gasto militar y la deriva autoritaria de las grandes potencias— es urgente poner en valor la necesidad de recuperar los principios de Helsinki adaptándolos a las actuales realidades geopolíticas.
En este contexto, los días 23 y 24 de junio se celebró en Bruselas el Foro Internacional por la Paz, en paralelo a la cumbre anual de la OTAN, que este año tuvo lugar en La Haya.
Mientras los líderes militares occidentales se felicitaban por los avances en rearme, ampliación y confrontación, en Bruselas se reunieron más de cuarenta organizaciones sociales y políticas para proclamar que la paz no solo es posible, sino urgente, y que el militarismo no solo no nos protege, sino que nos está llevando a una situación de imprevisibles consecuencias.
El 1 de agosto de 1975, 35 países, incluidos Estados Unidos, Canadá, la Unión Soviética y casi toda Europa, firmaron el Acta Final de Helsinki. Aquel documento establecía compromisos sobre la inviolabilidad de las fronteras, el respeto a la soberanía, los derechos humanos, la cooperación económica y la solución pacífica de los conflictos.
Aunque no era un tratado vinculante, fue un intento de rebajar las tensiones y, poner sobre la mesa la necesidad de sustituir la política de enfrentamiento entre bloques por una de coexistencia pacífica, Helsinki simbolizaba un consenso básico: los problemas se resuelven desde la diplomacia, hablando, no desde la confrontación, disparando.
Hoy, ese espíritu parece un espejismo. La OTAN se expande hacia el Este, las potencias vuelven a apostar por la disuasión militar, y la confrontación entre bloques crece, arrastrando a Europa y al mundo a una nueva escalada peligrosa. Desde Ucrania hasta Gaza, pasando por Yemen o Sudán, el derecho internacional es pisoteado mientras el complejo militar-industrial celebra los beneficios que le puede suponer el aumento del gasto militar hasta el 5% del PIB.
En lugar de promover la diplomacia y el diálogo, grandes intereses que defienden la OTAN, avivan una carrera armamentística sin precedentes en tiempos de crisis económica y social, que sufrirán millones de personas en todo el Planeta.
La OTAN se reunía en La Haya para diseñar su hoja de ruta: más gasto militar, más alianzas, más confrontación con Rusia y China, y más intervenciones fuera de su ámbito geográfico. Todo, en nombre de la "seguridad" y los "valores democráticos", aunque la realidad demuestre que detrás de esa retórica hay contratos multimillonarios para las grandes empresas de armamento y un negocio lucrativo para quienes se benefician de la guerra.
Frente a esta realidad, el Foro Internacional por la Paz, celebrado en Bruselas supuso un respiro para quienes no se resignan al discurso único de la guerra, con la participación por organizaciones tan diversas y plurales, como Pax Christi, el Buró Internacional por la Paz, el Foro de Sao Paulo, la Internacional Progresista o el PCE e IU, este Foro proclamó la necesidad de recuperar la agenda de la paz y la seguridad humana.
Durante el evento, se aprobó una Resolución Final que definía un modelo de seguridad humana de carácter integral, centrado en las personas, la cooperación y la resolución pacífica de los conflictos acordó impulsar la creación de un grupo de Organizaciones Amigas de la Paz, que trabajará de forma conjunta en la promoción de iniciativas en favor de la salida negociada de los conflictos que hoy desangran importantes zonas del Mundo apoyando al grupo de "países amigos de la paz" constituido en la última Asamblea General de Naciones Unidas.
En el mismo sentido, las organizaciones participantes llamaron a realizar actividades el próximo 21 de septiembre, Día Internacional de la Paz, para denunciar el rearme global, exigir el fin de los conflictos y reivindicar la solución negociada como alternativa al desastre bélico.
El Foro celebrado en Bruselas, dejó claro que la Paz no es una consigna ingenua, sino una alternativa real al caos que siembran las grandes potencias.
En un mundo donde el derecho internacional es manipulado a conveniencia y los acuerdos se violan según los intereses geopolíticos es necesario reforzar un movimiento por la paz que defienda el respeto a los pueblos, la justicia social y el fin de las agresiones imperialistas.
Un Movimiento por la Paz que denuncie el papel desestabilizador de la OTAN y su responsabilidad en alimentar conflictos como el de Ucrania, que lejos de acercarse a una solución, se prolonga y se agrava por los intereses geopolíticos y económicos de las grandes potencias.
Los gobiernos europeos, alineados con Washington, no dudan en recortar derechos sociales mientras aprueban presupuestos militares récord. En 2024, el gasto en defensa de los países de la OTAN alcanzó los 1,3 billones de euros, una cifra que contrasta con los recortes en sanidad, educación o vivienda que sufren millones de ciudadanos.
El militarismo, disfrazado de defensa de la democracia, se ha convertido en una prioridad política, mientras las desigualdades sociales se agravan y el cambio climático avanza sin que los gobiernos destinen los recursos necesarios para frenarlo.
En este contexto, el 50 aniversario de la Cumbre de Helsinki no puede quedar en un simple acto conmemorativo ni en un discurso vacío. Recuperar el legado de Helsinki implica apostar por el diálogo, la cooperación, el respeto mutuo y la defensa de los derechos humanos frente a la deriva autoritaria, el militarismo y la lógica de bloques.
La paz no puede depender de la fuerza militar ni de la imposición. Como se recordó en Bruselas, la seguridad real solo se construye cuando hay justicia social, cooperación internacional y respeto por la soberanía de los pueblos. La alternativa existe, pero requiere voluntad política y presión social.
En su origen, el espíritu de Helsinki supuso reconocer que la seguridad de unos no puede basarse en la inseguridad de otros. Hoy, esa lección sigue vigente. En lugar de alimentar guerras que solo benefician a las élites y a la industria armamentística, debemos construir alianzas para la paz, el desarme y el respeto entre pueblos.
Desde esta perspectiva el Foro Internacional por la Paz fue un primer paso, pero la batalla por la paz necesita ser global, sostenida y masiva. No basta con denunciar; es necesario articular redes, movilizar a la ciudadanía, presionar a los gobiernos y romper el relato único que presenta el rearme y la guerra como inevitables.
Desde los barrios, las universidades, los parlamentos y las calles, la sociedad civil tiene que exigir que la agenda de la paz vuelva al centro de la política. No se puede normalizar que en nombre de la "seguridad" se destruyan países, se violen derechos y se criminalicen las voces disidentes.
La izquierda, los movimientos sociales y las organizaciones internacionales tienen el reto de superar diferencias y buscar puntos de encuentro sobre los que construir esa alternativa.
Frente a la hipocresía de quienes se llenan la boca hablando de democracia mientras arman dictaduras y bombardean países, hay que alzar la voz y recordar que la verdadera seguridad se llama paz, justicia y dignidad.
Cincuenta años después de Helsinki, el mundo necesita recuperar ese camino. Y si las élites políticas no lo hacen, serán los pueblos quienes lo exijan en las calles, en las instituciones y en cada espacio de resistencia.
Porque la paz no es un sueño ingenuo, es una necesidad urgente. Y como demuestran los movimientos sociales en Bruselas y en todo el mundo, existe otra forma de entender la seguridad: sin bases militares, sin guerras, sin la imposición de las potencias. Una seguridad construida desde la solidaridad, la justicia y el respeto a los pueblos.
Puestas las cartas sobre la mesa, la disyuntiva es clara, o se apuesta por la celebración de una nueva conferencia Internacional que actualice y desarrolle los principios de la Coexistencia Pacífica y el Multilateralismo, o seguiremos pagando el precio de una maquinaria de guerra que solo beneficia a unos pocos a costa del sufrimiento de la mayoría.
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P.D.
Comentario del blog:
Para remate hay que añadir a este momento histórico el hecho inocultable de que el cambio climático, derivado de una forma de vida mucho más autodestructiva, ciega e inhumana, que sana e inteligente de verdad, no facilita para nada la solución del problema generalizado que ya es una amenaza global en sí mismo, más que un problema con una solución que no existe,que hay que crear entre Tod@s. Pues cuanto más se retrasa la acción de la escucha, de la cooperación, la ética, la responsabilidad y la puesta en marcha de una consciencia tanto individual como social y comunitaria, más difícil y hasta imposible puede resultar dar forma a esa solución.
Es fundamental que el pueblo no se altere para que pueda ver con claridad y poner en marcha su poder imprescindible y básico en la verdadera democracia, que no consiste en el mandar y ser obedecidos por un título aplicado a una función, que si no funciona, no tiene el menor sentido, sin el derecho, el deber y la responsabilidad participativa de trazar nuevos caminos cada vez más sanos, que sirvan al Bien Común, -sin convertirlo en empresas en plan forring office,- cada vez más sanos y lejos de "lo heredado", que, evidentemente, ya no nos sirve para nada más que involucionar con los métodos del Paleolítico aplicados por la maravillosa(¡?) I.A., logrando así la repetición de "lo de siempre"con la comodidad de que "los políticos profesionales" resuelvan a su bola los mismos problemas de los que llevan viviendo y cobrando toda la historia.
Ya es hora de que el pueblo responsable y despierto exija un nuevo modelo de sociedad, y de que sea él mismo el que deje de ser un rebaño universal, bajo el abuso y la explotación del dinero y el pastoreo del ppoder que lo compra todo con los impuestos que pagan los pueblos por trabajar para los señoritos del cortijo mundial.
Necesitamos gobiernos e instituciones abiertas que sirvan de verdad y dejen de obsesionarse con la idea de sólo ppoder, tanto a derechas como a izquierdas. Para que eso se pueda hacer, lo primero hay que aprender a servir, no a un partido ni a unas empresas ni al capitalismo ni al ideologismo por muy guay que aparente ser, sino al Bien Común, sea cual sea su bandera, sus ideales o su color. Porque sólo el Bien Común es realmente la Casa de Tod@s. La violencia y los negocios que promueve el poder por el poder, deben desaparecer cuanto antes, para que nuestra especie no fenezca en su propio suicidio, y no por medio de otra violencia añadida, que sólo aumentaría la misma repetición de siempre. Todo lo que se consigue mediante la violencia, la represión, el odio y el miedo, acaba por fenecer y recaer en lo mismo que creyó haber superado. Sólo hay que repasar la historia de las guerras mundiales en el siglo XX y mirar el proceso actual en el siglo XXI.
Una nueva humanidad no puede ser posible en el mismo mundo podrido que la ha traído hasta aquí en este ahora. Una verdadera evolución tras dos horribles guerras mundiales, jamás habría dado paso a un Donald Trum, a un Netanjahu, a un Putin, a un Milei, a un Bolsonaro, a un Aznar, a un rey Juan Carlos, a un Fejóo, a un González, a un Page, a un Abascal, a un Ábalos, a un Puigdemon, a un Koldo ni a un Cerdán. Algo falla en la evolución de nuestra especie para que estos desastres se repitan y ni siquiera la sociedad sea capaz de atar cabos ni de soltar amarras que la llevan de siglo en siglo al naufragio en el Titanic de turno.
Sólo el pueblo salva al pueblo, eso sí, cuando desarrolla un alma y una conciencia que le sirvan de maestr@s, de orientador@s y de médic@s, tanto en versión femenina, como masculina, como LGTBI.
Hij@s de la Vida y del Amor Infinit@s. De esa divina energía a la que por costumbre rutinaria y falta de experiencia integrativa individual y colectiva, siguen llamando "dios", aunque el término, en el plan que está el patio humanoide, no pueda alcanzar, ni mucho menos manipular, obviamente, la esencia que trata de definir y calificar idólatramente desde la prehistoria hasta hoy. Pero, sí, se puede y se debe dar ese paso, que, seguramente, daremos tod@s a su hora y en su momento, como Familia Infinita y creación interminable.
Ah, y muchas gracias por esas magníficas reflexiones, tanto al hermano José Luis Centella como al querido diario Público. ¡Un abrazo!
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