martes, 20 de octubre de 2020

¿Vuelta a la tortilla? No, cambio de menú

 

La tortilla sistémica se ha autoconsumido. La hemos frito tantas veces que ya se nos ha quedado en serrín a base de tanta vuelta y vuelta al mismo fregado. La ponemos del derecho,del revés, de costado, intentamos hacerla francesa, española, de patatas con o sin cebolla, rellena de cualquier cosa, en plan vegetariano o carnívoro, pero nada, el final es el mismo, se queda tiesa en la sartén, sumida en su ser o no ser, con ese punto Hamlet que ya no da para más. Y más que apetito, da primero desgana y luego repelús e indiferencia, antes de ir a la basura porque ni ya es comestible, no alimenticia, vamos, que se intenta dar a los pobres por no tirarla y ellos la rechazan por dignidad, prefieren acudir a un comedor de caridad, antes que comer semejante bazofia.

Es lógico que una sociedad pase épocas de desconcierto y dudas acerca de todo, que pase miedo, que de repente se conciencie y lo supere, que se una y se organice, que salga a la calle y manifieste su voluntad y necesidad de cambio, poniendo en pie iniciativas. Pero llega un momento en que si no se toman decisiones concretas y prácticas, materiales, para el cambio de menú por parte de los gestores públicos la sociedad, como la tortilla, se degenera. Porque con cháchara y especulación exclusivamente no se puede construir nada. Todo se agota. Pierde su valor nutritivo. Deja de ser alimento para convertirse en fraude alimenticio, tieso e incomestible. Totalmente inútil y además un lastre que hay que mantener entre todos para que solo sea un negocio gestor que no sabe gestionar,  pero muy guay para unos cuantos que viven del guión y la escenografía, de la publicidad y el relato acerca de un fenómeno absolutamente vacío de noúmeno, que diría Kant si estuviese por aquí y viese el percal.

Ahí hemos llegado como sociedad. El pueblo y su inteligencia colectiva reaccionó muy bien ante la crisis de 2008, se puso en pie en el 15M, se reunió, se organizó, no para cargarse el estado sino para transformarlo de un ente  oligócrata, piramidal, faraónico y encriptado en el más rancio y vetusto concepto de democracia, en un estado vivo de participación dinámica, de cooperación, en una experiencia de igualdad que no significa identificación total, cuartelera y absoluta con dogmas particulares, sino pluralidad enriquecedora que se funde en el bien común lleno de matices en su humanidad. La verdadera masa madre de la polis, del gobernar lo de todos y todas. Lo común con sus variantes legítimas. No el poder como martillo pilón ni tiro de gracia contra la conciencia colectiva que vive pendiente de dos aspectos fundamentales: un eje estable, flexible y orientador que emerge de dentro del ser humano y un torrente vital de tiempos y espacios en el que todo fluye movido por la energía que se materializa sin que nada lo pueda evitar y por la energía interna de la conciencia humana se expresa, se intercambia con el medio en el que trascurre su existir. Una expresión vital y colectiva de la física cuántica, inseparable del ser humano como fenómeno del Ser. El 15M significó y significa todo ese proceso, es un plano nuevo abierto al futuro e imprescindible para que el futuro sea mejor que el pasado y el presente. Pero se interpretó mayoritariamente por la experiencia acumulada y no contemplada como algo ya irrecuperable porque el tiempo y el espacio ya no se corresponden con el ayer, como una resurrección de lo muerto. Y no. Ya no podemos recurrir en todo y literalmente a Marx ni a la Biblia ni al Corán, ni al Tao ni a Buda, ni a Proudhont ni a Gandhi, ni a las iglesias, ni por supuesto a los grandes especuladores locos del capital ni a nadie. Pueden orientarnos como desorientarnos, pero sus soluciones ya no dan resultado cuando tratamos de aplicarlas en un mundo que rueda enloquecido en su propio bucle. 

Por eso la inspiración del 15M se manifestó y la desarrollamos como una nueva vía, una bifurcación equilibradora de la entropía, capaz de crear estructuras disipadoras, homeopáticas, en sistemas agotados por toda la basura que se ha generado a lo largo de tantos siglos de experimentar el excesos y el desmadre  como locomotora del tren de lo peor, que para la humanidad alucinada por descubrimientos, ciencias, poderes, conquistas y verdaderos portentos sorprendentes, que en realidad solo han sido entretenimiento y juegos de manos entre imaginación, inventiva y emociones desbocadas por el ego humano, se han hecho sistema absoluto de vida autómata. Una especie de Deus ex macchina. 

 Y no, no era eso. Ni era por ahí. Los automatismos inflexibles son inhumanos, como lo es el poder que se basa en ellos, por más redicho, intelectual, rimbombante, legal, exhibicionista  y convincente que se ponga. Un poder que utiliza la masificación de los resultados en mogollón para crear paradigmas manipuladores y destrozar la esencia del alma humana, que es la conexión energética de la humanidad con su inteligencia y sus emociones más evolucionadas: los sentimientos, la inteligencia emocional, un plano del existir sin el que no se puede dejar de ser objetos alienados y manipulados. Una obsolescencia programada en los despachos del ppoder y del dinero, de la manipulación y los más bajos instintos convertidos en el único "sentido de la vida"

El 15M puso todo ese horizonte en el candelero. Dejó superclaro que los seres humanos no somos masa manejable sino un tejido vivo capaz de pensar en común y de ajustar muy bien la pluralidad sin sacrificarla a una potencia caudillista sin conciencia porque no le sale rentable que la conciencia coja el timón de la existencia, y sin embargo sin ese requisito la vida primaria y mecánica se agota sin remedio. No por vía sana y natural que trasciende y se expande, sino por vía violenta, oscura, enferma, triste y nefasta, en la que todo se disuelve en un sumidero de sombras y emociones mal canalizadas y letales también para la vida y sus especies. Sí, un trágico callejón sin salida por más que lo pinten de imperios  y poderío,donde  todo se  agota malamente y acaba en el basurero de la historia que se repite en círculos autistas, sin dejar algo más que ruinas y unas crónicas de pena, en las que por cada buena noticia se multiplican desastres ad infinitum.

¿Qué se hace en la PAH, por ejemplo, uno de los puntales más visibles del 15M? ¿Ideología, partidismo, catequesis, banderitas disléxicas? No. En la PAH se practica la fraternidad igualitaria como base fundamental, se atiende lo primero a tus semejantes, a tus hermanos. ¿Cómo se llaman, qué hacen, qué necesitan? ¿Han comido, han podido dormir, ducharse, asearse, tomarse un agua, un café, un bocadillo, están hechos polvo y con los nervios destrozados, les han dejado en la calle sin techo? ¿Qué pasa con los niños o con los enfermos o los muy mayores? Pues entonces necesitan que nos organicemos en dos direcciones, una la atención personalizada, directa y urgente, y otra igualmente urgente pero jurídica, de protección civil personalizada, de acompañamiento al banco, al juzgado, a la comisaría. Mientras los grupos organizados en la calle y en la plaza, como una red viva y directa, palpable y sin máscaras, dan testimonio en directo explicando a la ciudadanía la gravedad de lo que está sucediendo, con nombres, apellidos, cuerpos y almas. Muchas ciudadanas/os se han movilizado y se han puesto a colaborar con la PAH porque han visto en directo y al desnudo el daño social y humano que perpetra la falta de conciencia la permitir indiferentes que un sistema así lleve la batuta de toda la sociedad. Además hay una causa determinante para que crezca la solidaridad: en una sociedad tan torpe, desorganizada y corrompida, nadie está a salvo de que en un golpe repentino de las pésimas gestiones públicas y privadas retorcidas entre sí, un desahucio, un desalojo forzoso  y una ruina laboral no le puedan suceder a cualquier familia, que nunca se ha visto en semejantes condiciones. Por eso la PAH y el 15M, con todas sus iniciativas y propuestas de ILPs, constituyen un ejemplo paradigmático y una experiencia que no se puede dejar de lado si se quiere un cambio real. Sólo con el aumento de asistencia en los plenos municipales, -de los cuatro o cinco que asistíamos a ellos en época del pp a los sesenta o setenta actualmente-, que ahora acuden y participan con propuestas que se explican, se votan y se comparten, nuestro barrio de Patraix ha cambiado muchísimo.

Cuando los partidos políticos que  no nos acaban de representar, la verdad sea dicha, se adueñaron de los motivos y los argumentos del 15M para ejercer su legitimidad social e institucional, la vieja tortilla sistémica, pocha, agotada y sin valor nutritivo recuperó su puesto en la sartén estatal sustituyendo al nuevo menú alimenticio  y sanísimo que estaba ya curando la enfermedad,acercando personas y causas justas,  quitando el miedo, regenerando el tejido social con logros más que demostrables cada día. Y no por chamba, ni guerra ni combate, sino por trabajo voluntario y no remunerado muy bien hecho en juzgados y despachos de dirección bancaria mediante diálogo y acuerdos y con algún escrache a veces para sacar colores y poner vergüenza donde no la hay. Jueces, secretarios de juzgado, policías, empleados y directores de banco se conmovían, reflexionaban y casi siempre rectifican y se humanizan ante una realidad de ese calibre. Se sentían interpelados porque ciudadanos libremente y por solidaridad, sin intereses de por medio, ofreciesen locales o espacios de su propiedad para acogida de los sin techo, que psicólogos/as se ofreciesen a tratarlos en medio del desconcierto y la desesperación, que abogados como los de "Legal Sol" ofreciesen su ayuda gratuita como asesores y defensores en los procesos, que la gente ofreciese colchones, mantas, toallas, comida, productos de limpieza e higiene personal, pisos vacíos, casas de campo, etc,etc...Hay que ser un verdadero monstruo para desalojar injustamente con la ley en la mano y no sentirse interpelados y avergonzados por la propia falta de humanidad e incluso de inteligencia, al comprobar en directo, que sí se puede cambiar de mirada y de dirección en el camino antes de hacer que la humanidad se despeñe por no haber parado a tiempo su carrera loca hacia la calamidad como sistema. Y que para colmo el cambio nos cambia a mejor, a mucho mejores, saca de nosotros lo más noble, lo más satisfactorio, lo más ingenioso e inteligente, al compartir, lo más práctico para todos y lo más digno de celebrar en común.

Si en vez de un partido político al nuevo Ayuntamiento de Madrid en 2015 lo hubiese acompañado en la gestión del municipio la Asamblea del 15M, seguramente ahora mismo ni Ayuso, ni Almeida, ni Casado, ni Vox estarían haciendo la puñeta a toda la ciudad ni a la Comunidad, ni al resto de España, montando caos, injusticias y desastres solo con el fin de provocar la ingobernabilidad del estado, porque a ellos, que la gente se quede en la calle o se muera de asco, desatención y necesidad, les tiene sin cuidado. Su único objetivo es mandar y hacer que la ciudadanía sea el felpudo del dinero y del poder de siempre. La ciudadanía es el enemigo número uno del sádico capitalismo como de todos los sistemas cerrados en su indigencia moral. Por eso los especuladores políticos y económico/financieros sin escrúpulos no pertenecen a ella, son esbirros feudales, reminiscencias de las tribus prehistóricas en las que el poder era un clan dictatorial y el resto dela población el sustento, el servicio incondicional  y las vituallas para los ricos empoderados. Y claro, el resultado de aplicar esa brutalidad rupestre al siglo XXI está produciendo un estropicio monumental, y en los países más socialmente precarios, como España, lo que estamos soportando es devastador en todos los aspectos.

La tortilla del sistema ha caducado y todo lo que sea ponerla de nuevo en la sartén en el mismo plan película de Gracita Morales y López Vaźquez, es un error incomestible para todos. O el menú lo cocina el estado en sus dos vertientes: instituciones específicas y la ciudadanía como parte básica, integrada y participativa de esas instituciones o aquí no habrá quien viva, pero no como serie en la tele, sino como realidad pura y dura. Letal para la democracia. Y eso la derecha es lo único que tiene claro junto con la corrupción como respirador.

Nosotros/as, ciudadanía/cimiento/cultura cívica, -politeia, civilitas-  somos muy capaces de seguir cambiando el circo del marrón en un país presentable, con iniciativas solidarias en red, asambleas de trabajo compartido, que pongan en marcha un motor municipalista con nuevas normas sociales adecuadas a lo que vivimos y es necesario mejorar y solo se mejora con conciencia y participación federal ad hoc. Ya lo habíamos empezado a conseguir antes de comernos la manzana tóxica de la madrastra que nos convirtió en Blancanieves, convencida -seguramente con su mejor intención- de que nos estaba rescatando de algo mucho menos peligroso que ella, que ha sido en realidad el narcótico atrofiador de la mejor y más eficaz energía ciudadana. 

La ciudadanía tiene la llave maestra, en sus cuatro años de actividad intensa el 15M lo demostró sin parar. Rectificar es de sabios, Pedro Sánchez. Busca asesores a la altura del momento, no a los mismos que valen para ti como para cualquier monago de ocasión, con tal de que  les paguen a base de bien, mucho más de lo que valen. Si no hay conciencia de poco vale toda la ciencia.

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