lunes, 12 de octubre de 2020

Vaya, Francisco. ¡Qué bien! Por segunda vez en la historia un Francesco revoluciona el tinglado católico con el Evangelio por delante. Ya era hora, o bien de hacer algo así o de cerrar y liquidar el escandaloso kiosko eclesiástico de la hipocresía farisaica elevada a la enésima potencia. Ni pontífice, ni sumo, ni multiplica poderíos: lo más auténtico que se puede pensar y decir de un seguidor de Jesús, es reconocerle como el último de los servidores de la humanidad, que es lo que hace dios...en el "mix" de espíritu y materia cooperantes, en el que su 'presencia' es lo más invisible, sutil y vivo, una paradoja tan fundamental y sabia como entrañable para la existencia de TODO y de TODOS, cuya esencia se manifiesta en el Amor/motor/raíz y vínculo, con todo lo que eso implica. Gracias, Francesco d'Assisi en versión siglo XXI, por hacer que una parte de la conciencia religiosa se vaya despertando del colocón enloquecido, ciego, absurdo y satánico de los imperios "consagrados" a sí mismos. Todo lo bueno en común sea siempre bienvenido! El espíritu no rechaza ni discrimina por etiquetas: son los hechos los que marcan las diferencias, abren y cierran las puertas de la evolución imparable, y eso depende de cada una y uno de nosotros. ¡Amen y aleluya, familia universal!

Francisco arremete contra el "dogma de fe neoliberal" y proclama un nuevo orden mundial para el mundo postpandemia

 

"El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal". El Papa Francisco decreta, en su última encíclica -Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, la tercera de su pontificado- el final del neoliberalismo, que tilda de "pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente".

En un texto muy duro para las tesis del capitalismo salvaje, Bergoglio arremete contra "el absoluto e intocable derecho a la propiedad privada", que "sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados".

"El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más (...). La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos", arremete Bergoglio, en un texto profundo y concreto, que se lee de una tacada (a pesar de sus 200 páginas), y en el que el Papa desgrana las raíces de una sociedad mundial perdida y sin objetivos, y reivindica la "fraternidad universal" y el cuidado de unos con otros, frente a la cultura del descarte.

Evocando las crisis de 2007 y la actual pandemia, el Papa sostiene que "las recetas dogmáticas de la teoría económica imperante mostraron no ser infalibles". "La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado", añade, lamentando esa política "hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos".

Reforma de Naciones Unidas

Frente a ello, Francisco apuesta por "la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar". En esta línea, añade, "es necesaria una reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional", con un rediseño del Consejo de Seguridad que evite los vetos que "deslegitiman" su trabajo.

Y con objetivos claros, como el fin del hambre en el mundo, "un verdadero escándalo". "El hambre es criminal (...), mientras nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud". De hecho, propone que "con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres".

No a la guerra, la pena de muerte o la cadena perpetua

Porque la encíclica también supone una deslegitimación del uso de armas, la guerra o la pena de muerte. También, de la cadena perpetua, que califica de "pena de muerte oculta", y de la postura de algunos que se dicen cristianos pero aceptan y promueven la violencia. De hecho, el Papa llega a decir que muchos ateos siguen mejor el Evangelio de Jesús que los cristianos. 

"Todavía hay quienes parecen sentirse alentados, o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios o incluso maltratos hacia los que son diferentes", lamenta el Papa, que también recuerda los horrores vividos en la pandemia. "No nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultados de sistemas de salud desmantelados año tras año", afirma, en una clara referencia a España.

Verdad y memoria histórica

Francisco también hace una reflexión sobre la necesidad de hacer memoria histórica de las dictaduras y el horror, siempre desde la perspectiva de las víctimas, en varios pasajes que revolverán a algunos nostálgicos (y a los benedictinos del Valle de los Caídos): "Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta a la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa", sostiene Bergoglio, que añade que "verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus familiares desaparecidos", y condena con contundencia el terrorismo de Estado.

"Es muy sano hacer memoria del bien", añade, apuntando que "el perdón no implica olvido" pero que "la venganza no resuelve nada". Justicia sin impunidad, y dejando las cosas claras: "Cuando hubo injusticia mutuas, cabe reconocer con claridad que pueden no haber tenido la misma gravedad o que no sean comparables. La violencia ejercida desde las estructuras y el poder del Estado no está en el mismo nivel de la violencia de grupos particulares", concluye Bergoglio.

 

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