lunes, 27 de marzo de 2023

¡Por el humor de dios! 🤩🤩🤩😂😂😂

 muertecito 

Agustín de la Torre. Religión Digital. 

 

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 Comentario del blog:

Este chiste viene que ni pintado para retratar la jornada de ayer en el barrio de Patraix (València), en la que vivimos una preciosa resurrección comunitaria en un pleno y delicioso mogollón por goteo, delicado y sorofraterno, donde las niñas fueron las autoras y gestoras del evento, así, de un modo natural, sin que nadie lo organizase previamente en esa dirección. Brotó  por sí mismo, como las flores en esta estrambótica primavera. 

Se consiguió celebrar esta convocatoria por primera vez después de tres años, con un mercadillo de libros infantiles en la Plaza y con un rastrell de inventos reciclados en la calle de atrás, que es peatonal, la de la Beata Inés. Los mercadillos al estilo Sankofa (el centro cultural de base que los convoca) tienen mucho más de reunión familiar sin fronteras, que de mercadillo contante y sonante. Son, justamente, el espejo de este chiste encantador. La invitación a resucitar conciencias y la superación de las inercias "muertecitas" que tienen a las conciencias atascadas en el paro laboral. O sea, desempleadas. En plan Lázaro fiambre.

Mientras los adultos sentados y paseando al aire libre, en medio de la calle, charlaban y picoteaban patatas fritas, aceitunas, frutos secos, tapitas de queso, pinchos de tortilla, cervecitas y refrescos, todo preparado por la vecindad en plan casero, dos niñas de nueve años, Ana y Valentina, instalaron allí mismo un puesto de reciclaje activo, o sea, con cartulinas, cajitas de cartón vacías, juguetes usados, ovillos de lana en desuso, con los que inventar marionetas, con trocitos de tela sobrante de vestidos, abrigos, servilletas, toallas pequeñas y paños de cocina para reciclar, y rotuladores de colores para decorar los pedidos de la clientela. El precio de cada encargo eran céntimos si es que no se ofrecía en trueque cualquier objeto, como un libro, un cuaderno y un boli, algún juguete o una empandilla de cabello de ángel o un unas galletas o chocolatinas...Ellas también regalaban el detalle de la papiroflexia hecha allí mismo; a mí concretamente, tras  presentarnos y adquirir una mini figurita de origen mejicano que costaba un euro, y por el que le dí dos,  Ana me preguntó,"¿Qué prefieres que te regale, un perro o un gato?". "Un gato", respondí. En menos de cinco minutos la cartulina entre sus manos se convirtió en una impecable cabeza con orejas,  a la que le dibujó unos ojos, una nariz, una boca y unos bigotes. Una maravilla. Y no contenta con ello, me dijo: "Creo que también te voy a regalar un perro para que le haga compañía al gato, ¿te parece bien, Sol?" "¡Pues, claro, es un regalazo, Anuski!" , me salió el diminutivo con que el que llamo a mi hija mayor, que también es Ana como el hadita del reciclaje. Iba desfilando gente sin parar por el puestecito, Valentina enseñaba a tejer en un minitelar y con lana reciclada,  a una francesa, que -según nos contó- se vino a España hace más de veinte años porque le encantó València cuando vino en un viaje de turismo. Ahora ya jubilada, milita en la noviolencia del barri, parla valencià, castellá i a voltes s'oblida del francès. Familias refugiadas africanas, mujeres y niños de Afganistán que se alfabetizan en Sankofa, en CEAR y ACCEM, ya chapurrean muy bien castellano y hasta valencià, kurdos, sirios y palestinos que han escapado de la guerra y pueden celebrar la vida al otro lado del Mediterráneo, con la paz convertida en paella, en techo y en trabajo compartido.

A medio día las paellas triunfaron a cielo abierto. La fraternidad, también. Cualquiera que pasase por allí, conocido o no, estaba invitado a compartir si quería, claro. Tod@s pendientes de tod@s. Las guitarras, la música como aliño y sustancia amb les dolçaines, els tamborils...Y sobre todo el cariño repartido por igual, como en el Apocalipsis: nadie pregunta quién eres ni de dónde vienes, porque tod@s somos la misma familia cuyo hogar es la Casa Común para l@s hij@s de la paz. No queda otra. O eso, o adiós muy buenas, mundo mundial.

Es una gozada que en el barrio de Patraix, al menos, Lázaro no sea rácano, se remangue, resucite y comprenda desde el amor, que el curro del Reino no es una creencia, sino sobre todo la luz del mundo y la sal en la paella de la vida, que es  eso mismo: el amor sin límites ni tontás, como decimos en La Mancha.


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