En nombre de todos. Por tu nombre verdadero.
Libertad. Porque no es una palabra más. Es la palabra. Es el concepto.
La chispa de nuestra humanidad. La libertad. Por ella los hombres han
peleado, han muerto, han sufrido daños y torturas. La gran lucha. La
libertad. Ella sola llena de sentido todo un ordenamiento jurídico.
Libertad, escribir tu nombre y declinarlo en todos sus modos. Libertad
de expresión.
Cada vez es más palmaria y más dolorosa
tu ausencia de muchos corazones que ni entienden ni quieren entender tu
significado. Y son los de personas que nos gobiernan o nos juzgan.
Personas que dirimen sobre nuestra vida y sobre tu existencia. Libertad.
En Madrid hay una delegada del Gobierno que no lleva
grabada en el alma tu ansia sagrada. Ha llegado hasta allí sin
entenderte y sin respetarte. Y se ha sentado en una reunión con
representantes de las policías que tampoco te entienden. No lo hacen
puesto que no les importas. No saben que sin ti nada es posible. Nadie
les grabó a fuego en el alma que ante la duda, siempre, siempre,
siempre, la solución preferida debe llamarse como tú, libertad. No les
gusta "el lío", como a sus jefes. Y lo que no les gusta no tiene cabida,
como si tú, libertad de expresión, no fueras precisamente la
salvaguarda de que todos aquellos que no nos gustan puedan hacer resonar
su opinión. Que más vale un insulto sin corregir que una libertad
conculcada. "Bendito sea el caos porque es síntoma de libertad", decía
el viejo Tierno Galván.
Pero es que ni Dancausa, ni
su jefe el ministro del Interior, ni el jefe de todos ellos que ha
legislado contra ti. Ninguno siente que sin ti, libertad de expresión,
la democracia es un saco vacío de sentido. O lo saben pero no les
importa. Y con ellos muchos ciudadanos adocenados que pretenden que
"seguridad", "orden", "gente de bien", sean conceptos equiparables en el
mismo plano a ti, libertad, sin quien no seríamos lo que decimos ser
por mil constituciones que adoráramos. Y así te sacrifican en un altar
al que pretenden llamar Estado de Derecho, siendo que tal Estado no
puede existir sin libertad de expresión. Es tan sagrado ese derecho que
bien haría Fernández Díaz en tener una charla sobre esto con Marcelo
para que el ángel custodio le recuerde que su profeta fue perseguido por
aquello que opinaba y predicaba. La verdad os hará libres y no retorcer
las leyes os hará decentes.
Tampoco es devoto de la
libertad algún juez que primero manda a chirona a unos titiriteros, sin
ver siquiera la obra que representaban, y luego los suelta ante el
escándalo pero los mantiene imputados. Ni asociaciones que tienen la
flema de llamarse Dignidad y Justicia cuando no defienden ni una cosa ni
la otra. Es ignominioso que Portero se quedara huérfano por un
asesinato terrorista pero eso no le da carta de naturaleza para intentar
utilizar la Justicia a favor de su ideología política purgando y
castigando a los que no piensan como él. Vox son muy pocos. Y también
duelen esas víctimas, algunas, que pretenden purgar y censurar y
amordazar a todo aquel que dice cosas que no les gustan. La humillación
no consiste en que uno diga que se siente humillado. La libertad de
expresión incluye que te molesten y que te critiquen y que expresen
opiniones que no te gustan. También aquellas que molestan a tus
creencias. No vale envolvernos en un "Charlie" efímero para luego
sentirnos profanados por una protesta laica en un templo colocado donde
no debe estar. El nombre de la libertad es el que dibuja a Alá y a
Mahoma aunque sea pecado para ellos. El nombre de la libertad es el que
hace chistes con Cristo o lo cocina. La libertad nos protege a todos de
la conciencia de los demás. Incluso de la conciencia de los jueces.
Debería.
Por el miedo que te tienen. Por la forma en
que te atacan. Por los hijos que te matan. En este país en el que en
menos de cinco décadas se ha pasado de susurrarte por los rincones a
educar generaciones que sólo te aman como expresión económica de deseos
satisfechos o aún por saciar.
En nombre de todos. Yo te nombro, libertad.
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