Finanzas internacionales: de paraísos fiscales a nidos de criminales
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Los dirigentes de las grandes potencias, con Estados Unidos a la cabeza, no paran de decir que su tarea es combatir las fuerzas del mal en todo el mundo. Aseguran que sus enemigos son quienes vulneran las leyes, que su propósito es perseguir a los criminales y terroristas que ponen en peligro la vida de miles de seres humanos inocentes y, por supuesto, doblegar a los enemigos de la libertad y la democracia.
La realidad, sin embargo, contradice la sinceridad de esos propósitos, al menos, en dos aspectos principales. Por un lado, porque al terrorismo de fines políticos no se le impide disponer de los canales financieros convencionales para llevar a cabo sus actividades. Por otro, porque esos canales son la vía mediante la cual se practica otro tipo de terrorismo del que apenas se habla pero que es, en realidad, mucho más mortífero: el terrorismo financiero.
La gran mayoría de ese tipo de productos puramente especulativos son los llamados derivados financieros
Libertad de capitales, vía libre para delinquir
La gran acumulación de riqueza en pocas manos, propia de nuestro tiempo y quizá la más extrema de la historia humana, ha sido posible gracias a que los gobiernos de las grandes potencias acabaron con cualquier tipo de control sobre los movimientos de capital, dando así plena libertad a los grandes poseedores de liquidez para llevar a cabo sus negocios.
Aparecieron los llamados paraísos fiscales, en donde se puede colocar el dinero y moverlo desde allí sin dejar registro alguno y sin necesidad de pagar impuestos. Se eliminaron las fronteras y, como mencioné, los controles que permitían conocer el origen, el destino y, sobre todo, el uso del dinero en las transacciones financieras internacionales.
Esto se llevó a cabo para que las grandes corporaciones, los fondos de inversión, los bancos y los dueños de patrimonios multimillonarios pudieran acumular ganancias sin cesar, moviendo, según les conviniera y en la dirección deseada, su capital ingente. Sin vigilancia, sin dejar rastro, anónimamente, actuando en la sombra y a espaldas de las leyes y los gobiernos. De hecho, así es como se llaman las entidades financieras que generalmente se utilizan para ello: shadow banking, es decir, banca en la sombra.
El problema radica en que, a través de esos canales por los que se mueven con plena libertad los capitales, se desplazan igualmente quienes financian el terrorismo, el tráfico de drogas, el comercio ilícito de armas, la trata de personas y los negocios más turbios e inhumanos que llenan el mundo de enfermedad, dolor y muerte de seres inocentes.
Los gobiernos podrían acabar con ellos, pero no lo hacen por una sencilla razón: tendrían que eliminar el régimen de plena libertad de movimientos y secretismo que necesita el reducido número de grandes financieros y propietarios de capital para seguir enriqueciéndose sin cesar. No lo hacen porque la institución más poderosa del planeta, la banca, es la que gana dinero al guardar y movilizar el dinero del terrorismo internacional, mientras financia a este último.
Finanzas que matan
Pero hay, además, otro terrorismo que se lleva a cabo con la misma complicidad de los gobiernos. Lo mostré, junto a Vicenç Navarro, en el libro 'Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero'.
En lugar de destinar los recursos que maneja a financiar la actividad productiva, el sistema financiero actual los utiliza principalmente para especular. Es decir, para obtener sumas ingentes de beneficios simplemente aprovechándose de fluctuaciones de precios que ellos mismos provocan. Se puede hacer porque los grandes financieros disponen de dinero suficiente como para manipular los mercados y luego apostar sobre seguro.
Para multiplicar hasta el infinito sus ganancias han desarrollado productos financieros específicamente concebidos con una única finalidad: ser comprados y vendidos sin cesar mediante programas informáticos que permiten ejecutar estas operaciones en milisegundos.
La gran mayoría de ese tipo de productos puramente especulativos son los llamados derivados financieros. Se llaman así porque nacen –se derivan– unos de otros a partir de un contrato real originario –por ejemplo, una hipoteca– en forma de seguros, reaseguros, garantías, apuestas sobre la evolución de los precios, entre otros, sólo para intercambiarse a velocidad de vértigo. En todo el mundo se realizaron en 2023 unas 4.500 operaciones de compra y venta de derivados por cada segundo durante los 365 días del año.
Los derivados son simples «papeles», sin el contenido real que tiene, por ejemplo, un contrato de compra o venta de cualquier mercancía. Pero son muy rentables porque la velocidad a la que circulan hace que su precio sea muy volátil, de modo que se puede ganar muchas veces con ellos y mucho dinero cuando a eso se dedican –como hacen los grandes fondos y los bancos capitalistas– recursos multimillonarios.
Terrorismo financiero
El efecto letal de este tipo de prácticas financieras es doble. Por un lado, generan escasez de recursos y financiamiento para la actividad económica real de las empresas productivas y las familias. Y, además, matan.
El sistema financiero actual mata porque la especulación que lleva a cabo para añadir ceros a las cuentas bancarias de los grandes inversores afecta, en última instancia, a las mercancías sobre las que se establece inicialmente el contrato originario del que nacen los derivados. Y cuando esas mercancías son, como suele ocurrir, las que satisfacen necesidades básicas de los seres humanos –alimenticias, sanitarias y más recientemente la vivienda– lo que ocurre es que se mata a la gente de hambre, de enfermedades o por indigencia. Cuando los precios de estas mercancías suben por la especulación, no se pueden comprar. Y cuando caen sin sentido productivo alguno, se arruinan sus productores, y luego viene la escasez y el desabastecimiento.
Las finanzas actuales matan también porque los grandes bancos y fondos de inversión, como ya ocurrió en la crisis de 2007 y en la Gran Recesión posterior, hacen apuestas especulativas no sólo contra mercancías, sino contra economías enteras. Primero las arruinan y luego cobran para sacarlas del hoyo a base de deuda. Dejando en el camino un reguero de miseria y destrucción material y de vidas humanas.
El funcionamiento de algunos de esos productos es tan diabólico que cuesta creer que los gobiernos permitan su existencia. Los llamados Credit Default Swap (CDS, o Derivado de Incumplimiento Crediticio) son un tipo de contrato que permite asegurar algo que no se tiene en la mano, de lo que no se es propietario, y cobrar si le ocurre cualquier cosa a ese algo. Más o menos viene a suponer que el titular de un contrato de ese tipo puede asegurar contra incendio la casa de otra persona –sin comprarla y sin ni siquiera poner dinero– y luego cobrar si la quema. Lo mismo que se hace con la calificación de deuda de algunos países: se contrata un seguro que permite cobrar si se deteriora, y lo único que entonces hay que hacer es todo lo posible para que su economía vaya mal.
Estas prácticas constituyen, en realidad, un auténtico terrorismo financiero, como así lo reconocía en 2002 el entonces cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, 11 años más tarde elegido papa de la Iglesia católica, refiriéndose a lo ocurrido en su país: «Ha habido un verdadero terrorismo económico-financiero en este tiempo».
Pero no ocurrió sólo allí, sino en todo el planeta. El terrorismo financiero ha sido permitido, soportado y protegido por los gobiernos de las grandes potencias. Mientras no haya una movilización mundial que lo condene y repudie, las grandes finanzas y la inversión especulativa seguirán siendo responsables de la muerte injusta y cruel de millones de seres humanos. Y para evitarlo, sería necesario tipificar cuanto antes y perseguir, como ya han pedido docenas de juristas y organismos internacionales, el delito de crimen económico contra la humanidad.
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Comentario del blog:
El manantial de la conciencia sigue fluyendo sin parar. El sistem in failure está desbocado en la carrera olímpica hacia su propio abismo, es la DANA global y sólo los seres humanos que la han creado pueden deshacerla. Porque aunque sólo la hayan convertido en sistema unos pocos, el resto la ha/hemos aceptado como cosa natural, incluso, en plan "civilización" utramoderna y al mismo tiempo ultradestroyer.
¿Habríamos llegado a esto si la inmensa mayoría de la población mundial tuviese el ejemplo directo de valores humanos de verdad y no fuesen las pantallas, las pelis, las redes y sus cuentos chinos, los engaños y su publicidad, los gestores del reino de Trolilandia? ¿Qué pasaría si en los blackfreedays nadie comprase nada? ¿Qué pasaría si a los Miley, Trump, Bolsonaro, Meloni (en italiano "melones", en fin...), Rajoyses, Feijooses, Mazones, Ayusas voxciferantes y demás fenómenos cavernarios no les votase nadie?
Dicen por ahí las demagogias epidérmicas que "el pueblo salva al pueblo", pero ¿Qué formato de pueblo puede salvar a una sociedad con valores que no existen, porque es ella, esa misma sociedad, la que tiene que crear y potenciar esa riqueza inmaterial y básica, auténtica, sin la cual hasta la misma vida no vale nada? A la vista está. Una sociedad que no se plantea ni comprende la barbaridad que soporta y pone en marcha, al mismo tiempo, que se somete sin más, al sistema que la está matando en un diario gota a gota, si tampoco puede resolver esa brutal y absoluta "contradictio in terminis".
Es la sociedad, como un oleaje consciente, pacífico, sereno, positivo y creativo, sin odio ni violencia ni venganzas, pero pleno de luz y de ética, de humildad, de cariño y serenidad entusiasta, creadora constante de esperanza, la que debe despertar YA MISMO y comenzar a emprender otra forma de vida, mucho más humana, más feliz y más inteligente, más libre de pesos muertos. Dejando, por fin, el pasado atrás PARA SIEMPRE. Abandonar los "orgullos" de tanto ego y sustituirlos por la sencillez inteligente con la dignidad del Nosotr@s,olvidarse del "ganar", "vencer", "pelear", "triunfar", de ese feudalismo eterno, tan cruel como obsceno y palurdo, sacando del baúl del infinito la mejor energía natural, aún sin estrenar, material y sutil, sin fronteras, que llevamos dentro, uno por una, para poder reunir y dar forma al Nosotr@s fundamental para Tod@s y Todo, incluido para el Planeta que nos sostiene y el espacio que nos rodea...
Nada ni nadie está separado y todo fluye kantianamente en el fenómeno de lo visible, y también, al mismo tiempo, en la quietud del noúmeno interno, a otro ritmo inmaterial, pero presente y disponible,...aunque las apariencias parezcan decir lo contrario. Precisamente son las prisas de esas apariencias banales y los ismos fanáticos, las que nos despistan y atraen voluntades e inercias como imanes mecánicos, pintando de necesidades urgentes los deseos y las emociones y dejando olvidadas en el sótano del inconsciente las llaves de la conciencia y del alma. De la verdadera humanidad.
La reacción del pueblo en València, en estos tiempos de la DANA, ha sido un gran paso al frente para nuestra especie: saltando de las peleas por mandar, a la inteligentísima sorofraternidad del servir creando y sosteniendo esas bienaventuranzas, siempre a estrenar, del bien común: la auténtica responsabilidad de la política, que es sencillamente la obligación de los "politikoi", los ciudadanos y ciudadanas, la "politeia", la ciudadanía, a la que ya empieza a sobrarle la manipulación ignorante de quienes, a lo largo de los siglos y milenios, se vienen dedicando a convertir esa obligación de TODO@S en un negocio aberrante, vacío, indecente, violento, sucio, manipulador, y tantas veces tan egocéntrico e inmaduro como cruel y suicida, hasta para sí mismo.
¿Qué futuro tiene y tendrá todo el dinero del mundo si al acapararlo y manipularlo en plan mafia enredadora, se está acabando con la mismísima humanidad, cuya explotación es, en realidad, la mano de obra que hace posible esas riquezas tóxicas demoledoras también para sus pobres y miserables gerifaltes, forrados en los bancos y negocios, manipulando las falsas "políticas", pero en realidad arruinados mendigos en el infinito no-negocio del SER.
No hace falta ninguna revolución violenta para que esto cambie, basta con evolucionar junt@s y hacer entre tod@s un mundo nuevo, una Tierra Nueva que también es el Cielo..., of course!
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