lunes, 21 de noviembre de 2022

Qué buen repaso al pifostio jurisprudente, gracias Javier Aroca y al diario.es; reflexionar despacico es ya una necesidad cada vez más imprescindible. A ver si nos cunde y si despierta al sistem in failure del costumbrismo y la resignación del no saber por donde andamos mientras nos llevan y nos traen a golpe de leyes que enredan más que aclaran mientras el caos gana terreno sin parar. En fin...Ains!!!

 

Lo primero, conocer al personal

Maria Luisa Balaguer, magistrada del Tribunal Constitucional.

39

En una entrevista reciente en el programa de la Cadena SER Hoy por Hoy, María Luisa Balaguer, magistrada de izquierda del Tribunal Constitucional (no como Sabina -dijo-), ha dejado importantes reflexiones. La magistrada, que no pertenece a la judicatura, aspira a la presidencia del Alto Tribunal de Garantías. 

Lo que dijo está en sus libros, son muy ilustrativos, los recomiendo, pero dejó otros asuntos para pensar. Balaguer declaró sentirse doblemente legitimada como miembro del Alto Tribunal  porque fue nombrada a propuesta del Parlamento de Andalucía por el Senado. Luego, en sus respuestas dejó entrever una curiosa clasificación de magistrados: de Estado, de izquierda, de derecha y filtradores. 

Me recordó la envidia que siento de los jueces federales estadounidenses cuando presumen de legitimidad. “A mí me ha nombrado un poder electo”, suelen decir orgullosos de su cargo, es decir, por el poder ejecutivo, el presidente de los EEUU, con la participación de otro poder electo, el legislativo, el Senado. Para ellos, no hay mayor legitimidad en democracia que la derivada del principio electivo. A los jueces estatales, por otra parte, los elige el pueblo en elecciones periódicas.

Sigamos con Balaguer: magistrados de Estado. Pierre Bourdieu se refería a ellos como nobleza de toga, dentro de la nobleza de Estado. Creen tener una misión más allá de su función, a saber, salvaguardar los intereses y la permanencia del statu quo. Su razón es la que creen razón de Estado y su ámbito de acción puede ser incluso metajurídico y metaconstitucional. No tienen rienda.

Después, lo obvio: magistrados de izquierda y de derecha. Claro, como en todo en la vida. La reflexión de Balaguer fue muy interesante porque implica que ser de izquierda o de derecha no debe impedir entenderse, llegar a consensos, aceptar ser derrotados por la mayoría, saberse su responsabilidad de carrerilla y no dejar que su ideología -a veces, su mandato clientelar - se empantane en la contingencia partidista y se salte la ley y la Constitución.  

También habló de los filtradores. Son magistrados que, bien por su palmito personal o porque son activistas de lo suyo, mantienen una clientela de informadores a la que alimentar -muchas veces sin suficiente preparación ni curiosidad crítica, tan solo resonantes-. Su tarea consiste en filtrar debates, calendarios, problemas, sus opiniones, decisiones y las de los demás. Filtrar es una cosa menor si hablamos de poco volumen pero cuando son de mayor caudal, nos encontramos ante una arriá, como se dice en la ciudad desde la que escribo. Vamos, que llega el agua a la Boca del León, señal inequívoca en Triana de que la arriá va en serio. Curiosamente, aunque no dijo nombres -es muy respetuosa-, los filtradores suelen proceder de la judicatura, en la que estas costumbres se prodigan, desde allí han saltado al Constitucional.

Un ejemplo es la Audiencia Provincial de Madrid donde ha tenido origen la arriá que anega la discutida ley del “solo sí es sí”. Y uno se pregunta, por qué filtran. Por qué esa proactividad judicial, por qué interfieren en el debate político, ellos que se declaran celosos de la división de poderes. Ha habido intercambio de golpes entre miembros del poder judicial y del poder ejecutivo, con amplias críticas del primero, también al poder legislativo. Sin embargo, las críticas en sentido opuesto, al poder judicial, no son bien recibidas; eso de que se diga que hay machismo judicial, como en otros sectores de la sociedad, y jueces que interpretan mal la ley no les ha gustado.

Se han mosqueado mucho en las asociaciones, han pedido dimisiones, y su órgano de gobierno, el CGPJ, también se ha pronunciado. No quieren reconocer el machismo en la judicatura a pesar de los antecedentes ni ponerle remedio con algo más de perspectiva de género ni que algunos incumplen la ley. Lo paradójico es que sea un CGPJ caducado y con miembros declarados en rebeldía, que se niegan a cumplir la ley, el que tenga que defenderlos.

Vuelvo a EEUU para imaginar las caras de sus señorías, un poner, si se vieran en el trance en sala, digamos que en el sur de los EEUU, de responder, antes de todo proceso, la primera y frecuente cuestión: ¿pertenece usted, señoría, your honor, al Ku Klux Klan? Porque sí, los hay, pero tienen que decirlo.

Habrá que esperar en este penúltimo conflicto a la jurisprudencia del Supremo como prudentemente ha señalado el presidente del poder ejecutivo y miembro del poder legislativo, Pedro Sánchez, pero el proactivismo judicial -es palabra de un juez- está desbocado, está ahí. 

La ingenuidad del Gobierno ha sido mayúscula y eso porque entre tantos perejiles y afinado legislativo no se les ha ocurrido consultar a la Guardia Civil, que les habría advertido que lo primero es siempre, siempre, conocer al personal. Esto no está en la Cartilla pero el Cuerpo lo lleva a rajatabla desde su fundación. Ha quedado claro que este Gobierno no acaba de conocer al personal y eso que los tienen dentro.  

Junto con los referidos por Balaguer, los hechos recientes nos empujan a incluir en la clasificación a los jueces avisadores veloces. Es decir, aquellos proactivos que, desmintiendo que la justicia sea lenta, en su celosa labor jurisdiccional avisan velozmente a los abogados para que aleguen ante la inminente entrada en vigor de una ley penal que puede beneficiar a sus defendidos, delincuentes sexuales. Ante la inminente derogación del delito de sedición podremos comprobar si se trata de velocidad media, de crucero, o solo de esprínteres ocasionales.

Las clasificaciones son necesarias, son muy humanas, aunque a veces sean caprichosas. Jorge Luis Borges decía que detrás del orden aparente subyace el desorden propio del ser humano. Siempre me han apasionado sus delirantes pero edificantes clasificaciones, por eso me seduce ésta: jueces de Estado, de izquierda, de derecha, filtradores, proactivos, del Opus, avisadores veloces. Cabrían otras muchas, quizá más disparatadas aún, pero estarán en la cabeza de Borges y se fue sin dejar recado.

No hay comentarios: