lunes, 21 de noviembre de 2022

Gabriel Fauré: Requiem, Op. 48 (Herreweghe, Orchestre des Champs Elysées...

 

No hay mejor reciclaje de las historias más horribles, enloquecidas y perversas que un buen requiem para la liberación de sus finales colectivos e individuales. Y acabar asumiendo que si se despierta a tiempo "no hay mal que por bien no venga" y que no hay peor enemigo de sí mismos que el propio ser humano cuando durante toda su vida no ha llegado a Ser ni a humanizarse, entretenido por sus propios fantasmas, de los que acaba siendo su propia víctima y rehén autosecuestrado. Si, además, esa actitud cerril se convierte en un modo de entender la vida, el mundo, la política, las religiones, la convivencia y la historia, no es extraño que todo vaya como va. Directo a la nada, que, después de todo, resulta que es lo menos peligroso, violento y agresivo. Más vale la nada, que disfuncionar por el mundo como monstruos autómatas convencidos por la apariencia teatral y bullanguera de ser algo o alguien y, para colmo  creer que eso y así es la vida...

El tema "Cuelgamuros/Valle de los Caídos", está en esa encrucijada. Sólo el reencuentro y reconocimiento de conciencias despiertas, empáticas e inteligentes será capaz de superar el abismo actual del fin de estos tiempos ya caducados y en declive imparable, en barullo caótico cada vez a más velocidad exponencialmente disparada. 

Sólo la clarividencia práctica, humilde  e inseparable de la luz, de la esperanza y del amor sin barreras ni fronteras, comprendida y asumida tiene la clave del cambio. Porque solo desde ahí se experimenta que la muerte no existe. Solo es el tabique que separa lo aparente en un lado  de lo real en el otro. Muerte en apariencia es en realidad, resurrección. Lo que Es nunca deja de Ser y lo que no quiere Ser nunca será por su propia decisión, nada más, nadie condena ni premia y mucho menos el wifi infinito que nos hace posibles, eso que llaman "dios", porque aun no se ha descubierto Qué, ni Quien Es/son/somos. La muerte solo es el umbral que separa un estado del otro. Y menos mal que existe...porque en este estado de cosificaciones constantes y locuras al por mayor la misma vida sería imposible sin ese "miedo" a lo desconocido e intangible. A desaparecer del escenario en el circo existencial y que de nuestro glamour farandulero no quede ni rastro...Como si la nada mereciese tanta atención y memoria.

En los años sesenta del siglo pasado sonaba una canción de Karina que recomendaba no hurgar en el baúl de los recuerdos si se quería vivir felices y content@s. Ahora, al cabo de más de medio siglo, vendría muy bien volver a escuchar aquellas sugerencias, sin duda. Aunque, confieso, que unicamente no me convence del texto el consejo de vivir siempre con ilusión, concepto y deseo que yo sustituyo por entusiasmo, una vez comprobado personalmente lo que significa el padre de la criatura conjugada en modo supino, o sea, el verbo illudere. De ilusiones, las mínimas. De iniciativas, realidad tangible y entusiasmo, todas y todo.

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