Opinión
"Ciudadano Bergoglio"


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Durante una entrevista en el programa Espejo Público de Susanna Griso, el líder de Vox, Santiago Abascal, se refirió al papa Francisco como "ciudadano Bergoglio", despreciando su legitimidad como pontífice de la iglesia católica y lanzándolo a España como un símbolo de izquierdas. El mensaje era inequívoco: la ultraderecha española y los autoritarismos de los que nutre su ideología profascista nunca aceptaron a Francisco como uno de los suyos. Tampoco al Partido Popular le hacía gracia alguna este Papa y, como recordaba este lunes en redes la periodista Raquel Marcos, la número dos del partido, Cuca Gamarra, llegó a tachar de "cumbre comunista" la visita de la vicepresidenta Yolanda Díaz al Vaticano, aunque la dirigente del PP borrara el tuit al poco de lanzarlo.
La última visita que recibió el papa, pocas horas antes de morir, fue la del vicepresidente de EEUU, JD Vance, convertido al catolicismo en 2019 mediante el bautismo y la primera comunión, pero situado en el lado opuesto de las proclamas antixenófobas, anticrueldad del pontífice. El número dos de Donald Trump es el culmen de la mejor representación entre los dirigentes políticos del sector católico enfrentado a Francisco durante sus años de papado: Vance se sitúa del lado del catolicismo más retrógrado, machista, homófobo, nacionalista o racista, como sus seguidores en Europa, sean de Vox o de la Conferencia Episcopal Española (CEE), tanto monta.
El ultracatolicismo está de moda en la derecha, toda, pues la que se autodenomina centrada es casi siempre complaciente con su extremo, ante el temor de perder poder; la religión entendida como forma de captación, dominio, amedrentamiento, amenaza, señalamiento, castigo, condena, marginación, imposición... está de moda. No es casualidad que Vance acudiera a Roma de vacaciones, se reuniera con el difunto papa y varios de los popes del Vaticano y declinara, en cambio, visitar el Coliseo, pese a que lo cerraron para él y su familia con gran -y lógico- enfado por parte del turismo. La sucesión de Francisco está en marcha y su delicado estado de salud hacía presagiarlo: los EEUU de Trump tenían que estar ahí.
Francisco pretendía ser lo contrario de lo que quieren Trump, Vance, Abascal, un sector de las derechas centradas complacientes con los ultras, la Conferencia Episcopal -siempre anhelante de poder e influencia, siempre con sus interferencias partidistas- o quienes utilizan la fe en el dios que sea para manejar el cotarro y acumular poder.
Contaba este lunes Javier Cercas, autor de El loco de Dios en el fin del mundo (Random House), que el papa quería volver al cristianismo de los orígenes, el social, el de la austeridad, el que está cerca de marginados, pobres o desahuciados; si no hizo todo lo que quería, según Cercas, es porque sabía que el Vaticano no estaba preparado para la radicalidad de base, la de Jesucristo, y se enfrentaba a un "cisma".
Desconozco las intenciones del papa Francisco, pero es cierto que sus hechos avalan una trayectoria diferente a la de sus predecesores (salvo con la desigualdad de las mujeres en la iglesia, una aberración), empezando por los latigazos públicos a la pederastia incrustada bajo las sotanas en templos y seminarios y terminando por su defensa de la solidaridad con los migrantes. Una puede intuir la dificultad de mover una institución con 2.000 años y de carácter universal, presente en todo el mundo. Por lo mismo, una puede imaginar cuál ha sido la oscura reacción que, en estos años de pontificado del jesuita argentino, han provocado los intentos de cambio hacia el cristianismo más humanista por parte de los ultraconservadores y autoritarios, tipo Vance, tipo Vox. Son precisamente los corifeos de la ultraderecha española, por ejemplo, los del Instituto de Política Social, quienes no han esperado a que se enfríe el cadáver del papa para rezar por que "la Iglesia resurja con fuerza, sin miedo, sin medias tintas, sin populismos. Porque el mundo necesita una Iglesia santa, profética y valiente, no una ONG de buenismo ideológico”. El mensaje de los ultras es meridiano; sus intenciones, también.
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