sábado, 19 de abril de 2025

En efecto, así es, querido hermano Roberto y Nueva Tribuna. El sentido lúdico de la vida es una de las bases fundamentales de la inteligencia humana, una de las chispas más necesarias en la luz del conocimiento verdadero. El faro necesario en los mares de la oscuridad. El sentido lúdico nos ayuda a crear salud en la enfermedad, ánimo en el desaliento, perdón y entendimiento en las ofensas, desdramatización en los problemas y angustias, serenidad en el caos y compasión en las desgracias propias y de nuestros semejantes, jugando desde dentro del sí mism@s a ser limpi@s de corazón y de pensamientos en vez juzgar y condenar a quienes seamos incapaces de comprender. La vida es el camino inevitable para ir acoplando la luz del alma a la partida diaria en el juego inspirado de la conciencia, o también para todo lo contrario: convertir la vida en un casino egoludópata en todos los sentidos, y por ello inmaduro, una modalidad del juego humano que en vez de liberarnos nos puede encadenar a lo peor de nosotros mismos, como lo hacen los juegos empleados al revés, en plan adicción/abuso, hasta la aniquilación de la propia vida y tantas veces, de los demás también, como hace la ludopatía aplicada no sólo a los casinos, sino a tantas facetas abusivas en la vida diaria. También los niños aprenden que jugar con el fuego es muy peligroso, como lo es cruzar una gran avenida con los semáforos en rojo o saltar a la calle desde un balcón o una azotea o drogarse para sentirse bien, o depender de que la felicidad siempre venga de lo que parecemos y no de lo que SOMOS...La vida es un juego maravilloso cuando el ser humano, sin perder la fescura de la inocencia primigenia, desarrolla y genera al mismo tiempo una conciencia que le hace adulto completo, disfrutando con la mente limpia, despierta, positiva, feliz y agilizada por el maestro del corazón y no sólo por jugar a lo que más nos mola y nos divierte sin conciencia veraderamente disfrutadora. Nunca olvidemos que "divertirse", (divertere) en latín, no es pasarlo bien jugando, sino dispersarse, desparramarse y perderse por el camino, como Caperucita en el bosque o, todo lo contrario, como Pulgarcito, aprendiendo sin parar de lo que va encontrado y eligiendo por el camino/juego de la vida...💗😍🙌👍!!!


Elogio del sentido lúdico de nuestra vida

En la infancia nuestra única obligación es jugar, pues el resto se va dando por añadidura y finalmente somos lo que los juegos hacen de nosotros.
juegos
Pixabay.

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En la infancia nuestra única obligación es jugar, pues el resto se va dando por añadidura y finalmente somos lo que los juegos hacen de nosotros.

Prácticamente desde que nacemos nos ponemos a jugar, ya lo hagamos en casa, dentro de la guardería o visitando las áreas de juegos infantiles. Absolutamente todo es un perpetuo e infinito juego embellecido por el inmenso poderío de nuestra inagotable imaginación infantil. Cualquier gesto sirve para inventar un juego nuevo y una sombra chinesca permite que nos representemos un sinfín de animales o personajes, al igual que una caja de zapatos puede servir para representar mil escenarios distintos consecutiva o simultáneamente. Luego se descubren los juegos reglados y jugamos al corro de la patata, el escondite o las canicas. Más adelante aparecerán los múltiples juegos de mesa que aciertan a perdurar como el parchís, la oca o las tres en raya. Los naipes aportan una gama inabarcable que va desde juegos muy sencillos como el póquer a otros altamente sofisticados cual sería el caso del bridge o el mus. El dominó y las damas tienen sus variantes en función de los países. Jugar bien al ajedrez requiere una dedicación muy absorbente, aunque todavía es más complejo el también muy veterano juego del Go.

La definición del término “jugar” viene a recoger nada menos que veintitrés acepciones, figurando en primer lugar esta: “Hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades”. Reparemos en que se fija como una condición absolutamente necesaria el aspecto alegre del propósito. De ahí que una ludopatía sea el reverso del juego en sentido estricto, al dejarnos dominar por un ritual mecánico que puede arruinarnos económica y vitalmente. Los juegos eróticos y no estrictamente sexuales ocupan un lugar destacado al invocarse a continuación el verbo retozar. También se asocia indisolublemente con el esparcimiento y la recreación. Practicar un deporte también equivale a jugarlo y por eso tenemos los Juegos Olímpicos. Pero desempeñar una función o un papel también se designan con la voz jugar. De nuevo adquiere un matiz peyorativo si nos jugamos la vida corriendo un riesgo innecesario. En francés e inglés los respectivos términos equivalentes cubren también la interpretación musical cuando se toca un instrumento y asimismo el interpretar los papeles de una trama teatral o cinematográfica. Todo ello viene a confirmarnos que nuestro transcurso vital es una ininterrumpida sucesión de juegos y que nos pasamos la vida jugando de una u otra forma, lo que dicho sea de paso no tiene nada de malo. Los problemas comparecen más bien cuando nos olvidamos del sentido lúdico de la vida y nos tomamos demasiado en serio las mayores trivialidades.

Etimológicamente jugar viene del término latino iocare, que significa “bromear”. Alguien podría decir que no se puede tomar todo a broma y que semejante actitud puede arruinarnos la vida. No faltan quienes aseguran que venimos a este valle de lágrimas para sufrir y redimir pecados de nuestros ancestros. Pues que les vaya bonito, siempre que se abstengan de imponer su terrorífica cosmovisión a los demás. Tampoco nacemos para trabajar o acumular dinero, aun cuando el síndrome del Tío Gilito atraviese un momento muy exitoso y estos nuevos Crasos necesiten legiones de serviles trabajadores mal remunerados para incrementar sus obscenamente ampulosos patrimonios personales. Tengo para mí que, a fin de cuentas, nacemos para jugar, porque remedando a Calderón cabría decir algo así como que “toda la vida es juego y los juegos, juegos son”. De hecho, cuando soñamos, algo que hacemos un tercio de nuestras vidas, nuestro inconsciente retoza con los restos diurnos y no procura una versión lúdica de nuestras mayores penalidades. Mientras dormimos todos adoptamos el espíritu irónico del ingenioso Voltaire y somos capaces de diluirlo todo con el poder de la sátira. 

Tenemos que aprender mucho de la niñez y recordar que solo el juego puede dar un sentido cabal a nuestras vidas, como viene a decir Borges en Habitantes del liviano presente: “Todo es juego para los niños: juego y descubrimiento gozoso. Prueban y ensayan todas las variedades del mundo. Juegan tanto, que juegan a jugar: juegan a emprender juegos que se van en puros preparativos y que nunca se cumplen, porque una nueva felicidad los distrae”. No es una mala hoja de ruta para nuestro periplo vital a cualquier edad.

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