jueves, 5 de septiembre de 2024

Muchas gracias Jorge Moruno, querido hermano, por estas reflexiones fundamentales para entender lo que hay.🙏🙏🙏


Derecha resentida

En los últimos meses, se ha hecho muy famosa una creadora de contenidos popularizada bajo el nombre de Roro y que, a imagen del espejo estadounidense, vendría a escenificar un personaje similar a lo que se ha dado en llamar tradewives; esto es, un movimiento de mujeres conservadoras que se reivindican como amas de casa tradicionales. Es paradójico que, aun tratándose de una performance conservadora, él es "el novio de", y el personaje público es ella. Pero no me interesa mucho hablar ni de esta persona en particular ni de estas mujeres en general, porque ya se ha comentado mucho y porque me parece que existen otros aspectos más interesantes del fenómeno, ya sea real o meramente instrumental para construirse un personaje y ganar dinero.

La clave no está tanto en hablar de ella como en hablar de lo que realmente busca la derecha que reivindica y desea ese modelo de mujer. No quieren algo que todo el mundo desea y entiende como deseable; a saber, muestras de cariño, que te cuiden, tengan un detalle contigo o te reciban con una cena cuando llegas a casa. No, esa es la excusa cínica que se pone para ocultar el resentimiento y los objetivos políticos que persiguen. Nos quieren hacer creer, con una sonrisa hipócrita, que la tortuosa vida que lleva Betty Draper en la serie Mad Men es una expresión de libertad. Betty, recordemos, es una mujer encerrada en un rol que la somete a vivir la servidumbre cotidiana como si fuera una expresión de amor. Una mujer que aguanta todo tipo de humillaciones, pero que se mantiene firme y dispuesta a seguir cumpliendo con su función: satisfacer a su marido, siempre con una sonrisa y la mesa puesta.

Pero ese resentimiento no se limita a vender valores reaccionarios como si estuvieran exentos de ideología y formasen parte del sentido común; además, necesitan creer que las mujeres, cumpliendo ese rol, función y lugar concreto en el mundo, disfrutan con ello y lo desean fervientemente. Así se convencen de que no existe ninguna coerción, ninguna estructura de dominación, y todo fluye bajo el normal curso de las relaciones de pareja (un razonamiento que también puede aplicarse a las relaciones laborales). Si hay un ejemplo que ilustra esa aspiración de armonía despótica, que convierte a las mujeres en seres inanimados, es la novela de Ira Levin Las esposas de Stepford, que fue llevada al cine, primero en 1975 y luego, protagonizada por Nicole Kidman (Las mujeres perfectas), en 2004. A quienes reivindican ese modelo, les gustaría poder contar con una asociación de hombres que se dedica a sustituir a las mujeres por robots: mujeres complacientes, sonrientes y obedientes.

La derecha resentida desea mujeres que vivan sujetas a las decisiones que toman sus maridos y que hagan lo imposible para que el matrimonio funcione y perpetúe los valores tradicionales; quieren mujeres que parezcan desear hacer lo que se les ha encomendado que tienen que hacer. Se produce un falso dilema: frente a la realidad de muchas mujeres que sufren las dobles jornadas, dentro y fuera de casa, y al evidenciar que el trabajo no libera, se presenta el retorno al hogar como una forma de emancipación frustrada en el trabajo: estabas mejor cuando solo te ocupabas de las tareas del hogar. El dilema es falso porque la falta de autonomía sobre el tiempo derivada de las relaciones laborales no se solventa con una modalidad de dominación anterior basada en la subordinación de la mujer en el ámbito del matrimonio.

La derecha resentida desea mujeres que vivan sujetas a las decisiones que toman sus maridos

¿Qué tipo de orden político-sexual desea esta derecha resentida? Uno más parecido al de la familia romana que, como sabemos, viene de famulus y significa servidumbre. La familia era ese espacio no público gobernado de manera despótica que funcionaba como una unidad compacta. Al no existir la posibilidad de establecer diferencias o agonismo entre sus miembros, se consideraba a la familia como un espacio carente de libertad porque no existían las personas iguales que pudieran ejercer esa libertad. Cuando la derecha reivindica a la familia, no lo hace porque quieran más a sus padres, hermanas o hijos que el resto de la sociedad; no, lo hacen por razones de dominio político. Reivindican unas relaciones familiares basadas en la obediencia al pater familias, porque sirven de prototipo para organizar el poder político en la sociedad: la obediencia en la casa como la forma de pensar la manera de gobernar y ordenar a la población.

La derecha, en su melancolía, quiere retornar a un pasado idealizado en el que las cosas estaban dentro de un orden donde cada uno ocupaba su lugar y cumplía con su deber. Regresar a un orden familiar que es funcional a un orden social y a un modo de gobernar: compacto, sin agonismo, sin diversidad, sin igualdad y, por lo tanto, sin libertad. Lo que les molesta, en este caso del feminismo, pero en general de cualquier elemento y movimiento democrático, es el conflicto que introduce el cuestionamiento de ese orden porque distorsiona lo que entienden por normalidad: se resienten contra la democracia que altera las relaciones de poder. Y son resentidos porque, ante ese cuestionamiento de las relaciones de poder, se sienten agraviados cuando no consiguen seguir imponiendo su norma: esa victimización rencorosa les hace ser débiles. La reacción de ese tipo concreto de hombre que se siente humillado porque la mujer ya no es un objeto sujeto al dominio es la reacción de un tipo de hombre blandengue. Todas las libertades, y todo lo que tiene de bueno Europa y España, se ha conquistado contra el lastre que supone ese resentimiento.

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Jorge Moruno es sociólogo por la UCM y diputado de Más Madrid. 

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Comentario del blog: 

 

 Es fundamental aprender y comprender el camino que nos toca ir recorriendo, para que todo y tod@s vayamos cambiando antes de que lo inevitable destroce nuestra especie y nuestro entorno natural.Nuestra larguísima historia nos ha ido dejando pistas para ir descubriendo nuestro destino como colectivo y como seres individuales de un Todo Infinito, pero también cambiante. Gotas diversas de agua del mismo océano ontológico, notas de la misma partitura y pasos de la misma danza...galletas diversas de la misma harina, caldos de distinta apariencia pero de la misma sopa...Nos guste o no, es lo que hay. La plenitud y la felicidad, la calidad de vida, consisten en descubrirlo, disfrutarlo y compartirlo. Precisamente nuestro tiempo es, de todos los vividos por nuestra especie, el que más nos puede ayudar a comprender, porque nos está poniendo delante una realidad necesaria pero imposible de conseguir en el plan de vida "normal" a la que nos hemos habituado de siglo en siglo y que de "normal" no tiene nada, es un caos. A la vista está.

Un ejemplo evidente, total, es lo que comenta en este artículo Jorge Moruno. ¿Cómo es posible que tras treinta y tantos años de vivir un socialismo sin violencia ni daños sociales, en la Alemania del Este, en Turingia, la gente se haya volcado en el capitalismo neonazi a la hora de votar, un verdadero pastiche? ¿Qué ha pasado? Pues que faltan valores y sobran herencias ideológicas confundidas y manipuladas. Que la humanidad se ha olvidado de su condición humana para seguir exclusivamente la inercia de la materia convertida en motor, empleando su funcionamiento como único elemento disponible, no sólo para vivir, sino además para apoderarse de todo lo que pilla por medio, para obtener seguridad, bien estar, dinero, éxitos sin contenido, abundancia de cosas y carencia de alma y de conciencia, confundiendo la inteligencia con la capacidad para la rapiña, la ambición sin límites, el engaño y el negocio sin escrúpulos. La mentira como modelo y la tecnología sin escrúpulos como sistem in failure en plan saco sin fondo y deseos insaciables. Un psiquiátrico globalizado, pero sin posibilidad de curación de los pacientes, que encima, se ven "normales" y "sanísimos". ¡Alucina, vecina! 

¿Qué le pasa al mundo? La gente no es "mala". Pero mayoritariamente está enloquecida, intoxicadas la mente, las emociones, los instintos, los deseos, los vínculos humanos y con la Naturaleza...No hay sentimientos ni lugar para ellos. Sólo hay rutinas rentables y huecas que imitar y vender, repetición constante de la misma herencia mediocre y vacía pero muy estrepitosa y exhibicionista, sobre todo desde que las redes sociales están destrozando la conexión del ser humano con su propia esencia, desparramada y a la vez encadenada en el vacío, como en un panal sin vida ni esperanza de que pueda haberla, del que las abejas han huído para no elaborar ni dejar su miel en semejante desgracia. Así estamos. Repitiendo lo aprendido y heredado, que nos ha traído hasta este berenjenal sin salida. Y sin embargo sí se puede salir del horror y su locura. 

La ciencia bien comprendida y bien orientada puede echar una mano muy necesaria y el espíritu tejer nuevamente con su energía un mundo nuevo entre todos y todas los y las que se van despertando, cambiando a mucho mejor sin necesidad de atarse ni esclavizarse en sectas, ideologías y necedades que han demostrado su inutilidad e incluso su toxicidad como las adicciones y obsesiones que matan, ni seducir, ni mentir, ni quedarse atrapad@s en un eterno teatro de títeres, con la extinción como única salida. El cambio ya es fundamental. Imprescindible. El Premio Nobel Ilya Prigogine, a finales del siglo pasado explicó muy claramente el proceso que padecemos como mundo y como especie. 

Nuestro sistema cósmico mientras evoluciona sufre desgastes y toxicidad por acumulación de energías fatales y/o por escasez de energías limpias. Ello produce caos, desorden, desastres, guerras imparables, crisis sin solución, y en consecuencia miedo, inseguridad, violencia, odio, desajustes graves entre la nada y el todo de las pertenencias y los poderes, etc, etc...Un mundo entrópico, sin duda. Entropós/entropía en el griego original del término, significa dar vueltas a lo mismo, insistir y no cambiar, sobre todo en la repetición de los mismos errores que seguramente se han heredado e incluso se valoran por eso mismo, aunque esa herencia suponga dolor y sufrimiento para los demás, sin pensar que todo lo que es fatal para "los demás", tarde o temprano acaba siendo fatal para sus mismos promotores. Por ahí van los tiros. Y por eso mismo la ciencia ha ido descubriendo que esa entropía desesperante también tiene su stop. Su ¡ya vale! Y ahí aparece el milagro, por saturación, de las estructuras disipativas, el punto de la bifurcación. El "ya basta" de la creación, volcado en la física, en la química, en los números, en las ondas de la conciencia universal, en los cuerpos, en la salud, en la enfermedad, en el cambio renovador, como sucedió en la ascensión de Jesús a los cielos, por ejemplo. No puede haber una mejor estructura disipativa que un cambio de esa índole. La plantación del Cielo Nuevo y la Tierra Nueva. 

Por todas esas señales y síntomas, la humanidad tiene que dar el paso definitivo hacia la bifurcación, la separación entre la nueva hoguera de la luz, espléndida e inofensiva, y las viejas cenizas de lo ya inservible que se termina quemando a sí mismo por agotamiento y porque en la adultez ya no se pueden seguir usando los patucos, los taca-tacas, los chupetes, biberones, ni la ropa de los bebés. Hemos crecido como especie y eso no se puede evitar. El resultado de no aceptarlo es un suicidio cósmico. Cualitativo y cuantitativo. Ni más ni menos. 

Somos parte del universo en toda la extensión del concepto. Y todo lo que pensamos, sentimos, deseamos y hacemos, forma parte del Todo y tiene repercusiones constantes en la vida individual y colectiva de tod@s. Del Nosotros evolucionado como del Yo elemental. Puntos del mismo jersey, hilos de la misma tela. Efectos de las mismas causas. 


Con este aporte de la Vida, es evidente que todos somos Un@. Y el Amor nuestro Maestro del Corazón. Unos le llaman "dios", otros le ponen nombres procedentes de cada cultura. Da igual. Lo definitivo e inmenso no tiene medidas ni envolturas que le abarquen ni le expliquen, sólo la manifestación natural, en los lirios del campo y las aves del cielo, los colores del arcoiris y la inocencia de su fluir infinito, puede acercarse a la realidad terrestre. Porque no hay nombre que pueda abarcar tales dimensiones. Tal vez sustituir los nombres por el descubrimiento personal y compartido de la esencia que regala todo y nos hace posibles, sea la mejor sorpresa de la bifurcación, capaz de transformar la entropía en empatía, el miedo y el odio  en Amor y la mentira, hija primogénita del escaqueo y la cutrez, en la nueva Verdad diaria para estrenar...Chi lo sa!



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