La vida de los otros
Javier Gallego
eldiario.es
Buen momento para corroborar cómo funciona la “democracia plena”
en España. El Estado español espió a 64 independentistas catalanes y a 2
vascos con el programa de intervención de las comunicaciones, Pegasus,
desarrollado por una empresa de una de las potencias del espionaje y el
control militar, Israel. Políticos, abogados, activistas, todos bajo el
ojo del Gran Hermano, no solo durante la crisis catalana de 2017 sino
hasta 2020, con gobiernos presididos por el PSOE. El espionaje empezó
con Rajoy pero siguió dos años con Sánchez, y con Margarita Robles, su
ministra de la Verdad, digo, de la Defensa.
En efecto, el PSOE espiaba a sus socios de investidura mientras
proponía una mesa de diálogo. Esto es lo más grave de un asunto
gravísimo. El 97% de las intervenciones datadas se produjeron durante
mandatos socialistas, según la información de Citizen Lab, el
laboratorio sobre democracia de la Universidad de Toronto que ha
destapado el caso, publicado por el periodista Ronan Farrow en el New
Yorker. La ministra Robles desafía a los independentistas a demostrar la
ilegalidad de los pinchazos del CNI. Es ella la que tiene que aportar
las pruebas de que todas las acciones fueron ordenadas por los jueces,
no los ciudadanos espiados, faltaría más. Se meten en tu intimidad por
tus ideas, como una Stasi de tercera, y la ministra responsable, en lugar de pedir perdón, te pide explicaciones.
Sánchez afirma que todo se hizo legalmente. La lógica dice que
es difícil que los jueces, siempre tan saturados y tan lentos, puedan
haber autorizado todas y cada una de las más de un centenar de escuchas.
Fuentes internas de los servicios de inteligencia corroboran que
Pegasus se usó sin control y que “se hicieron las cosas mal”. Cuando los
espías son más transparentes que el Gobierno, es que el Gobierno tiene
algo que esconder. Por eso ha tardado tanto en reaccionar el PSOE. Han
intentado ocultarlo hasta que la tapa de la cloaca ha saltado por los
aires y ahora tratan de arreglarlo abriendo, a toda prisa y por un
procedimiento extraño, la Comisión de Gastos Reservados. Una comisión
propia habría que crear, pero parece que no quieren desclasificar
ciertos secretos.
El escándalo es que las cloacas que el PSOE dijo que iba a
limpiar, solo las ha trasladado de ministerio. De Interior a Defensa. De
policías a espías. Pero las cloacas han seguido a pleno rendimiento.
Por supuesto, no somos ingenuos: los servicios de inteligencia son
necesarios para vigilar posibles amenazas a la seguridad del país, pero
eso no justifica una vigilancia masiva a todo un colectivo por sus ideas
políticas. Eso solo es propio de regímenes totalitarios. De gobiernos
autócratas como Arabia Saudí, Emiratos, Hungría o Polonia donde Pegasus
se ha utilizado para espiar a periodistas y opositores. De franquistas
como los representantes de Vox, que han defendido en el Congreso que a
los independentistas se les espíe aún más. Si la ultraderecha llega a
gobernar, no cabe duda de que las cloacas se llenarán de ratas
olisqueándonos a todos los que no pensamos igual.
A muchos que se dicen liberales, sin serlo, también les parece fenomenal que se espíe a los indepes, porque los indepes son
los otros. Todo está justificado cuando se trata de los separatistas.
Solo el nacionalismo español es admisible y es admisible vulnerar todas
las libertades de catalanes y vascos. Terroristas todos. Tampoco se me
escapa que el independentismo utiliza esta cuestión para recuperar
terreno y apretar sus filas, en un momento de decaimiento, ni se me
olvidan las listas, carteles, consignas de algunos separatistas
señalando a los “malos catalanes”, los que no están a favor de la
independencia. Los estados nación tienden a la eliminación del otro. Por
eso dan miedo.
De eso se trata este nuevo capítulo de las cloacas del Estado
español. Todo está permitido contra el otro: el disidente. Se pueden
violar su intimidad, sus derechos, su libertad, se les puede perseguir y
acosar, no solo porque el aparato político, judicial y policial lo
legitima sino porque también lo bendice buena parte de la sociedad. De
ahí que el espionaje a catalanes y vascos no haya provocado ni la mitad
de indignación que hubiera provocado el espionaje al resto de españoles.
Porque la cloaca podemos ser todos. El Gran Hermano empieza en cada uno
de nosotros.
Comentario del blog:
Verdades
indiscutibles, sin duda, para las que, tal y como se funciona en estos andurriales, solo cabían dos resoluciones: a)
No enterarse de nada de lo que hay montado. b) Dar por bueno lo que hay
montado y seguir en la misma amoralidad de la indecencia anterior de la
que supuestamente nuestra izquierda "salvadora" pretendía liberarnos con
las mismas artimañas orwellianas, pero maquillada de todo lo contrario.
Con el pp ya se sabe lo que hay, pero de un socialismo en coalición
con el resto de propuestas supuestamente honestas y democráticas, no se
esperaba una versión nueva de la misma pocilga. Lo verdaderamente duro
de pelar es que no toda España lo percibe así, para ello hace falta una
conciencia despierta mayoritaria y menos tripas despotricantes, algo que
desgraciadamente en este país de países es un fenómeno minoritario.
En
España sacan más votos quienes facilitan los basureros del pastón
sacando tajada prometiendo bajada de impuestos a los más ricos, abriendo bares y casas de juegos, o montando circuitos en plan Fórmula 1 atravesando ciudades, que en un par de años acaban siendo un fiasco abandonado, lleno de basuras, hierbas silvestres y perros sin dueño o corrompiendo el Mar Menor a base de turismo salvaje, que quienes intentan limpiar la mugre y
facilitar la transparencia y la verdadera rentabilidad social del bien común.
En cientos de años de miseria
social, aquí no se ha logrado jamás que se relacione la ética con el
progreso, un pack inseparable para evolucionar sanamente. A quienes han
intentado cambiar el paradigma a lo largo de nuestra impresentable historia les ha costado el exilio, la exclusión,
el silencio impuesto, la cárcel y hasta la muerte. Los nacionalismos son
así: incapacidad total para la integración en la pluralidad. Tanto en
versión maxi, como en versión mini. Y para sostenella y nunca enmedalla
está el espionaje como "razón de estado".
Por ese desvarío constante en plan pescadilla que se muerde la cola nunca funciona
combatir los efectos si nunca se solucionan las causas que los
producen, sobre todo cuando esas causas ya asumidas como "normalidad"
son la esencia y la tradición de los pueblos, que votan en las urnas a
quienes mejor les representan, a los que hacen lo mismo que los
votantes harían si gobernasen. Ni el pp ni el psoe, ni Robles ni
Pegasus, ni Ayuso, ni Aznar, ni Rajoy funcionarían en España si los
españoles no les votasen. Somos en realidad víctimas del verdugo cegato
que llevamos dentro.
Llegamos a desarrollar un 15M y unas organizaciones
municipalistas y barriales que iban solucionando problemas básicos fundamentales y consiguiendo que la ciudadanía se organizase con mucha inteligencia y empatía política, o sea, cívica y responsable,
por primera vez en nuestra historia nacía la conciencia colectiva de la
mano de la individual.
¿Qué hizo el establishment para frenar el
proceso? Inventarse un Podemos que volviese a implantar hegemonías para
que nuestro Paleolítico social no desapareciese sino que, puesto al día "democráticamente", se abandonase en plan relax en manos de técnicos políticos y "expertos", eso sí, preparadísimos, rezumando leninismo actualizado. Se les puso en el candelero mediático, mordieron el anzuelo y ¡zás! quedaron atrapados en las redes que ellos mismos tejieron pretendiendo ser la nueva puerta hacia el tiempo nuevo, con Maquiavelo como coach. Nada menos que un salto olímpico hacia la "moral" política del siglo XV-XVI . Un momentazo inolvidable.
Y así estamos, otra
vez ante el mismo muro de las mismas lamentaciones, añorando un Estado
que nunca hemos tenido. Porque cuando se pudo hacer posible pudo más el
Pegasus de turno que la conciencia personal y colectiva trabajando
unidas, mucho más para servir al bien común que para "ppoder"
manipularlo.
Ojalá que estos efectos horripilantes nos lleven a mirar y
reconocer las causas ancestrales que los originan y que en vez de
buscar siempre culpables, nos reconozcamos todos y todas responsables. Hay que
explorar nuestras conductas, nuestro inconsciente colectivo e histórico, reconocer
virtudes y fallos para potenciar las unas y corregir los otros, centrarnos en construir un presente tan sano y honesto, tan lúcido e inseguro, como humilde, que no repita más el pasado y que haga posible el futuro.
Que los
desatinos y circunstancias denigrantes, en vez de hundirnos, nos sirvan de
lección y de estímulo para remediar lo que nos hunde y potenciar lo que
nos pone a flote. Se trata de eso. No de implantar reglas "perfectas" y por ello irreales, que no
tienen raíces en la conciencia personal y social. Que las normas
impuestas se vayan sustituyendo desde casa y la escuela por el imperativo
categórico que Kant nos dejó clarísimo como patrimonio imprescindible de la humanidad.
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