sábado, 11 de julio de 2020

El derecho al voto en una pandemia: un contencioso evolutivo sin resolver a estas alturas del momentazo



¿Puede sobrevivir una democracia sin los votos prohibidos a la ciudadanía por el repunte de una pandemia?

¿Tienen sentido y valor real unas elecciones en las que un sector de votantes  se quedará sin voto por confinamiento preventivo, como Feijoó  en Galicia y el presidente de Euskadi pretenden hacer mañana mismo? 

¿Qué es más importante: a) votar porque a los gobernantes del momento les viene muy bien para sus intereses, incluso marginando a los votantes contagiados por el covid-19, o b) que se respeten los derechos de todos, aplazando los comicios hasta que se haya recuperado la salud colectiva?

¿Y si esa salud colectiva no se recuperase nunca, porque se acabó lo que se daba y hemos entrado en un bucle planetario de desorden biológico irreversible provocado por los modelos cancerosos de crecimiento, masivos y terribles, de una humanidad teledirigida por el cortoplacismo de la ambición e incapaz de reconocer sus límites para sobrevivirse a sí misma sin suicidarse por liquidación total de fin de temporada, haciéndose un cortinglés con su banalidad letal?

Precisamente en momentos tan dramáticos y sangrantes como estos, la democracia debe ser el soporte esencial y la defensa de la dignidad humana por encima de cualquier susto o amenaza, no una especie de lujo prescindible que ya no podemos permitirnos si hay obstáculos y dificultades en las que peligra la salud ciudadana y la misma supervivencia de la especie. Es muy peligroso que la idea deforme sobre una democracia cancelable según las vicisitudes del momento, pueda dar paso a una dictadura solapada de  formalismos y normas ad hoc, que sin reflexión y víctima del miedo se apodera de la sociedad sin lograr poner en marcha recursos democráticos nuevos, necesarios y urgentes para la supervivencia del ser humano democrático en las épocas más difíciles; la democracia no es un accidente puntual sino un logro definitivo e inconfinable de la evolución humana. Es una mutación cognitiva e irreversible de la conciencia social. A no ser que no se trate de democracia sino de un stratego/monopoly quita y pon a gusto de los mandamases del momento histórico de este ahora ahora. Ya no, no estamos para soportar contravalores añadidos. La misma vida no lo soportaría a nivel planetario. Es imposible que un metabolismo consumado se desmetabolice sin destruir el cuerpo que lo hace posible. Es el caso de la democracia real frente a la democracia meramente nominal.

Sin embargo aun se puede superar la mediocridad de la miras y monsergas más elementales y crear otros métodos y modos de sostener el valor insustituible e inalienable de la participación democrática  sin vulnerar los derechos ni olvidar los deberes paralelos e inseparables de esos derechos. 

Se me ocurren dos soluciones aplicables:

1) Ya que estamos super informatizados, ¿por qué no votar por correo electrónico en los casos de confinamiento, creando desde la Junta Electoral una plataforma on line con todas las garantías de seguridad, para evitar la manipulación y el fraude? 

2) En caso de que esa posibilidad no exista en municipios vaciados o en proceso de vaciamiento, y por ello, carentes de cobertura on line, ¿por qué no ir a buscar el voto hasta la puerta de los confinados, a los que previamente se les habrán entregado sobres y papeletas, bajo el control riguroso de la policía nacional, por ejemplo? Los componentes de las mesas electorales podrían acudir juntos, con mascarillas y guantes, a los domicilios de los confinados para la recogida de los votos. 

Estas dos posibilidades serían una oportunidad pedagógica excelente para que la ciudadanía más alejada y olvidada por "los ppoderes" , y por ello menos informada y desinteresada en los métodos democráticos, se despierte y comprenda la importancia vital de su participación, mediante la valoración insustituible de cada voto como expresión de cada voluntad individual, sin la cual no hay estado democrático que resista el reto colectivo de una convivencia segura, pacífica, ética, igualitaria y eficaz. 
¿Qué mejor forma de potenciar el valor de la democracia que cuidar con esmero y respeto total a la ciudadanía que la hace posible, en vez de tratarla en masa como al ganado o como un mero objetivo para trepar políticamente, cargándose así la misma política que tanto se pregona y se vocea a la hora de arramblar con cargos y prebendas adjuntas a ellos? 
La democracia es inseparable del cuidado del demos, o sea, del pueblo, que gracias a ella se convierte en la polietia, o sea, en la ciudadanía, una vez abandonada la caverna y sus tinieblas en las que es imposible distinguir la corrupción de la "legalidad" y la justicia igualitaria y distributiva, del negocio del krátos, del poder, como enfermedad incontinente más que como herramienta para organizar la vida cotidiana y su capacidad integradora de la riqueza de la  pluralidad  en el bien común que es al mismo tiempo la base del bien individual, y que es el más sano significado realizador: robustez, resistencia, capacidad, solidez. Y no solo lo más banal de su  contenido semántico porque el lado oscuro del krátos es victoria sobre los perdedores, ganancia, fuerza e imposición violenta, es decir la cara más sucia y menos noble del término, que se revela sin duda cuando la cara más evolucionada no se conoce ni se consigue materializar.

Algo así solo será posible si los gerifaltes que se mueven desde siempre manipulando los hilos del guiñol cívico, dejan a un lado su ambición personal y de partidos sacamantecas, es decir la "rentabilidad" de la política caciquil del enjuague; es la única manera de ser democráticamente honestos y veraces. Y eso no sale gratis al ego, que debe pagar el impuesto urgente de su desactivación sin paliativos. Es decir, ya.

Si ya no utilizamos el carro ni la diligencia, ni lavamos en los arroyos, ni guisamos en la lumbre a ras de suelo, si la máquina eléctrica ha sustituido a la de vapor y el tractor a los animales  en el campo, si en las escuelas primarias se manejan ordenadores y videoconferencias para dar clases...¿Por  qué en la solución de los asuntos comunitarios, sociales y democráticos, seguimos anclados en los tiempos de Felipe V 'el pirómano' y su descendencia?

¿Vale la pena gastar una pasta de nuestros impuestos en sostener un Poder Judicial deplorable,  tribunales y demás jeroglíficos cuya inutilidad, embrollos y atasco es cada vez más evidente, mientras la inmensa mayoría de contribuyentes carece de estabilidad laboral, de vivienda digna, de sanidad competente,  de educación pública valorada y a la altura de los tiempos actuales, de salarios decentes que permitan vivir sin pasarlas canutas? Modestamente, yo creo que no. Y millones de españoles comparten esa misma percepción. Este sistema posfranquista, engreído, tieso y mediocre,  ha caducado en todo: desde el rey hasta los bedeles.
Resulta demencial y disparatado. Fuera de contexto. La pandemia no puede seguir siendo la coartada diaria para no mover pieza, sino el estímulo para cambiar el tinglado viejo por una nueva concepción institucional del estado y unos horizontes político-sociales amplios y sanos. Lo mismo que se ha invertido dinero en respiradores para que los enfermos no se ahoguen, hay que invertir esfuerzo y trabajo en cambiar el modelo caduco e irrespirable de un estado que ya no  es de derecho, sino de desecho.

Es paradójico que los medios se lamenten por el "fracaso" de Calviño en la UE y no comprendan qué garantías y solvencia tiene en ningún lugar un país que suprime porque sí el derecho al voto si se tiene una enfermedad contagiosa sin poner ninguna solución inteligente al problema para respetar el derecho inalienable al voto,  que para remate, tiene una Constitución que ampara por ley los latrocinios de los reyes mientras mete en la cárcel sin más a los diputados catalanes por pedir un referendum completa y democráticamente legítimo. Yo misma estaba horrorizada con la idea de que Calviño pudiera salir elegida y me ha aliviado muchísimo saber que en su hipotético lugar lo ha sido el irlandés que consiguió sacar a Irlanda del sumidero en 2008 que ahora está trabajando para conseguir que los gigantes yankies de internet paguen impuestos en los países de la UE. Mientras Calviño solo se traumatiza si el gobierno insinúa tímidamente derogar la rajoyana reforma laboral, que ya debería ser una página pasada y vergonzosa de la democracia española.

No, queridos, no, "lo nuestro" no es bueno porque es "lo nuestro", sólo es bueno si, nuestro o no, es decente, ético, justo, lúcido, transparente, solidario y eficaz. Y si "lo nuestro" no lo es, debería  cuanto antes dejar de ser "lo nuestro" de una puñetera vez.

Ainssss!!!!!  




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