martes, 12 de mayo de 2020

La voz de Iñaki Gabilondo | 12/05/20 | Préstamo o donación

  



Se supone que el proyecto europeo es para los ciudadanos de Europa, para mejorar sus condiciones de vida, amparadas en derechos y deberes imprescindibles. Y que ese proyecto europeo no puede sostenerse sin la cooperación de todos los miembros que lo componen. Pero hay una realidad inocultable: no todos los miembros del proyecto están en igualdad de recursos económicos ni en funcionamiento social y cultural (citemos la cultura, no como mera exposición y exhibición, sino sobre todo como forma y mentalidad para vivir). 
La misma Europa es un batiburrillo evidente de opacidades y desigualdades, sería genial que la cooperación fuese una realidad que nos encaminase a la igualdad en su dinámica social y económica: no es así. En la UE hay también clases sociales, políticas, económicas y financieras, mercantiles, que se expanden en el poder y mandar, emboscadas en principios difusos de democracia comme ci, comme çá. Ya lo vimos en la crisis de 2008. La forma de paliar el tema no fue hacer un fondo común de ayuda, contemplando la gravedad de las repercusiones según los países y sus economías, sino una tabula rasa bancaria que implicaba solo el aspecto de las deudas privadas para convertirlas en deuda pública comprable por el BCE. Eso fue una solución chapucera a base de aguaplast, no una corrección de rumbo con buenos cimientos. Ni una revisión profunda del sistema. Por eso repetimos curso con la pandemia. Los motivos de la crisis son distintos pero la respuesta es la misma: solo el dinero importa a la hora de las decisiones. El dinero es necesario, claro que sí, pero no puede pensar ni puede decidir, ni puede elegir. El problema es dar a la inercia mecánica del dinero todo el poder decisorio que debe ser patrimonio de los pueblos sobre todo, al menos eso dicen las constituciones democráticas. ¿Qué puede hacer la comisión española que preside Patxi López, si los países más poderosos de la UE y sus instituciones deciden que la deuda bancaria debe asfixiar de nuevo las economías más deficitarias, esas, que para ser admitidas en la UE, tuvieron en su día que cerrar y suprimir  la mayoría de sus recursos vitales imprescindibles, para adquirirlos en la UE y ser reducidas a meros lugares de ocio y vacaciones, como es el caso de España, Italia o Grecia? ¿Qué va a ser ahora de esos países si su modus vivendi turístico por eurodesignio, se reduce a la nada con la explosión y el riesgo de las pandemias? ¿Acaso la UE está sensibilizada en ese sentido? Al parecer no solo no aprendió nada del episodio anterior, si hubiese sido así, no tendría problema para saber cual es el primer objetivo de una coalición de países democráticos que pretenden ser los estados unidos de Europa: el bien común de todos sus miembros y mucho más en un tiempo tan dramático y difícil. 

La Europa más frágil es precisamente la Europa "turística", dependiente y sin recursos suficientes para salir adelante si los socios que la obligaron a aceptar su fragilidad para ser miembros de ese consorcio político no se hacen co-responsables de lo que acarrean sus exigencias. Si quieren una Europa dividida entre países amos del cotarro financiero y países kellys, chachos y chachas, que solo pueden vivir si ellos, los potentes viajeros, se dignan a visitarlos y a ocupar plazas de hotel, casinos, mesas de restaurantes y terrazas, playas invadidas por edificios de veinte pisos llenos de apartamentos, basura y contaminación a toneladas y todo a cambio de abandonar el cultivo de los campos, el cuidado de los bosques, de los ríos, de los montes para pasar a vendedores de chuches turísticas importadas de China, Corea, India o Taiwan, sometidos a un sistema que no depende de ellos, sino de la demanda exterior. Hace casi cuarenta años que ya no pueden fabricar textiles, ropa, calzado, conservas, dejan de producir aceite, vinos, vinagres, trigo, cebada, centeno, legumbres, medicamentos y productos cosméticos, enseres, vajillas, cristalería, muebles, elementos de ferretería, material de escritura, libros y encuadernación, detergentes, envases que no sean derivados del petróleo sino biodegradables...Más, astilleros, automoción con energías renovables, materiales limpios para la construcción ecológica...Todas esas posibilidades nos han sido arrebatadas por el euronegocio, al que la Europa que mangonea no ha renunciado y le es comodísimo disponer de clientela en asu almacén europeo del Sur.  Necesitas una férula para rehabilitar una mano y solo la puedes encontrar en marcas francesas o alemanas. Ni  España, ni Portugal ni Italia ni Grecia pueden permitirse el lujo de fabricar lo que necesitan para el día a día. Su único destino es fregar, barrer, hacer camas, limpiar cristales, vender tapas y cervezas, y cocinar a lo bestia. Qué presente tan maravilloso y qué pedazo de futuro, ¿verdad? 
Si ahora, ante esta pandemia reveladora, no se tiene en cuenta esa realidad disparatada, nunca saldremos del laberinto, en el que, como muy bien describe Varoufakis, está escondido el Minotauro de la pasta devoradora  que él aplica a USA, pero que tiene su facsimil clavaíto en el tinglado de Bruselas. 

Esa cara oculta de la UE debe salir a la luz cuanto antes para que Europa, de verdad, pueda ser el proyecto que los primeros iniciadores como Schuman, Churchill, Adenauer , De Gasperi , y seres humanos lúcidos pretendieron poner en pié tras la II Guerra Mundial. Por desgracia Europa no ha conseguido salvarse de la quema invasora de un capitalismo enloquecido, desquiciado, que ha superado las peores expectativas que auguraban Marx y Engels si no se encamina hacia unos valores humanos imprescindibles, como la justicia social, la igualdad, la fraternidad y el respeto a las libertades, la compasión y la justicia con las vidas en peligro de los emigrantes, -que con cooperación y solidaridad, serían poquísimos,- la ética y la transparencia. La salud social, no para cuatro gatos encerrados en sus beneficios y de espaldas al resto de la humanidad, sino para que toda la humanidad coopere y aporte lo mejor de cada uno, y así conseguir la globalidad del Bien Común. Esa sí que sería una Europa grande y deseable de verdad.
Está clarísimo que hasta ahora la UE solo ocupa las antípodas de esa expectativa. Ya es hora de que los europeos normales le recuerden cuál fue el verdadero objetivo de los comienzos, que el forring office, del cuento chino pronto convirtió en "Mercado Común Europeo" y luego en esta bazofia incomible, que han convertido para más inri en el país de irás y no volverás. En el que cuando se entra ya no se puede salir. Vaya concepto de democracia y de unión...a la fuerza. Una Europa Minotaura.

Algún día habrá que aterrizar antes de que nos estrellemos como españoles y como europeos. Como seres humanos en general.

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