sábado, 1 de junio de 2019




Opinión · La soledad del corredor de fondo

Unidas Podemos. ¿Por qué hemos perdido?


El pasado 26 de mayo, finalizó un largo ciclo electoral que ha dejado a Unidas Podemos (UP) como la gran derrotada. Una vez realizadas las valoraciones por parte de sus máximos líderes, la sensación de haber pasado por alto las cuestiones esenciales del porqué de tan malos resultados, han llevado a relevantes referentes de UP, como Manuel Monereo, a hablar de un vacío estratégico en dicho espacio.
Los líderes de IU y Podemos esgrimieron argumentos relacionados con la falta de unidad y recurrieron a factores mayormente exógenos para explicar la derrota. A pesar de que la izquierda, si algo tenemos ahora, es tiempo, no parece probable que se abra un debate estratégico sobre los problemas que arrastramos y que se manifestaron ya el 26 de junio de 2016.

La derrota de los Ayuntamientos del cambio y la difícil relación con las periferias urbanas

La derrota de las Ciudades del cambio, es probablemente el hecho político de mayor transcendencia que haya sufrido el espacio articulado en torno a UP. La pérdida de los Ayuntamientos del cambio lo es también de muchas de las expresiones municipalitas más originales, así como un duro golpe para los discursos de gestión, con las que UP pretendían presentarse a la sociedad con una imagen de gobierno y solvencia técnica.
Con la excepción de Valencia (Compromis) y Cádiz (Adelante Andalucía), las que fueron las joyas de la corona del primer Podemos, se han perdido principalmente por la desmovilización de voto proveniente de los barrios obreros.
Los casos de Madrid y de Barcelona son paradigmáticos en este sentido, donde distritos emblemáticos como los de Puente Vallecas (Madrid) o Nou Barris (Barcelona) han protagonizado junto a otros barrios periféricos, un aumento de abstención y desafección electoral hacia la izquierda, que contrastan con las mejoras electorales experimentadas por Más Madrid y Barcelona en Común en barrios de clases medias.
Derrota que sitúa a la izquierda española ante la constatación de su difícil relación con las realidades que emanan de las periferias urbanas, que de no superarse, puede relegar a la izquierda española a una situación de irrelevancia similar a la de otros países europeos como Italia.

No se nos ve muy diferentes al PSOE

El PSOE ha ganado con una estrategia muy sencilla: poralizarse con la derecha para neutralizar a la izquierda, no mucho más. En España, los problemas de fondo que nos llevaron a la crisis en 2007 siguen intactos, pero no se ven salidas, las cuales no son percibidas como posibles y cuya representación política no acaba de verse como real. En esa situación, el Secretario General del PSOE aparece como un mal menor en el que se desea confiar y al que, esperanzadamente, desean que acierte.
Pero lo más importante no estaría tanto en lo electoral como en lo político. Y es que los temas y el discurso de UP, no son vistos por una mayoría social como sustancialmente diferentes a los del PSOE, siendo en estos momentos el programa de Zapatero el programa máximo de la izquierda, incluso para Unidas Podemos, programa que podría resumirse en cuatro ideas: frenar a la derecha, PSOE, Constitución y Europa; ideas que para UP son hoy asumibles. Algo que no deja de sorprender, si tenemos en cuenta que fue precisamente contra ese Gobierno, el de Zapatero, contra el que se levantó el movimiento 15-M.
El programa socialdemócrata de Estado de bienestar más derechos humanos, es asumido como propio por UP, que con el viraje –retórico- de la socialdemocracia europea hacia el ecologismo, el multiculturalismo y el feminismo, deja sin mucho espacio a una UP que aparece como un mero corrector moral o cuantitativo del original socialista.

La falta de respuesta ante los nuevos problemas

Esta “convergencia” en los temas a tratar olvida, lo que en expresión del periodista Esteban Hernández, serían “los nuevos problemas”, es decir, el conjunto de problemas ligados con la “desigualdad”, en el que se encuadran los llamados “perdedores de la globalización”.
Las consecuencias de la crisis y las mutaciones del capitalismo contemporáneo (digitalización y financiarización), están generando un cambio de valores en nuestras sociedades, que suponen una ruptura con la idea de futuro. Para Esteban Hernández, “la sensación de un futuro que traería progreso en todos los sentidos, ha sido sustituida por la conciencia de deterioro, de caída, de pérdida de control de nuestras vivas, de declive”, apareciendo fenómenos de conflicto social que desbordan a la izquierda como los chalecos amarillos en Francia, o la creciente conflictividad en la España vaciada, regiones donde UP ha sido barrida, excepción hecha de Zamora en el caso de IU.

La revolución digital y el cambio de paradigma

En cuanto a “los nuevos temas”, desde postulados liberales como los de José María Lasalle o desde la izquierda más actual como la obra de Ekaitz Cancela, se advierte como el proceso de digitalización está destruyendo los cimientos de nuestra sociedad, realidad que está afectando no solo a los trabajos más descualificados, sino que inquieta a sectores crecientes de técnicos y profesionales, así como del pequeño comercio o la pequeña y mediana empresa.
Pero no solo el paro tecnológico, sino la concentración de poder, el autoritarismo, la pulverización de las relaciones sociales, el creciente poder de las transnacionales digitales y los procesos de desposesión de la riqueza social, tienen en la revolución digital un acelerador nunca visto.
La digitalización, la robotización, la irrupción de la inteligencia artificial, el enfrentamiento geopolítico entre China y EE UU por el control del 5G, son realidades cada vez más presentes en nuestra vida cotidiana, protagonizando muchas de las conversaciones de cualquier bar, de las aulas de nuestras universidades, botellones o grupos de wasap familiares, todo, menos de la izquierda, cuyos ámbitos políticos y culturales vivimos en nuestra particular burbuja que el último ciclo electoral parece haber roto.

Sin proyecto de país

El ex Senador de Podemos por Barcelona, Óscar Guardingo, señala como para importantes sectores populares UP le ha dado la espalda a España, al entender que “un proyecto de país es un proyecto para jóvenes y mayores, para zona rural y urbana, para estudiantes, trabajadores manuales o para profesionales”. Sin embargo, UP expresa un discurso de minorías y un programa que solo tiene posición en tres o cuatro temas.
Esta falta de proyecto de país se manifestó con toda su crudeza durante la campaña electoral de las europeas, en las cuáles UP desplegó un discurso europeísta, en el que no se trató algo que cada vez adquiere más atención: las consecuencias que para España tiene la reconfiguración del poder mundial y la transición geopolítica que estamos viviendo.
En este contexto de transito geopolítico Europa se presenta como clara perdedora, lo cual nos abre la necesidad de analizar cuál va a ser el papel de España, un país subordinado en el papel de funciones globales, que nos obliga a plantearnos cuál será el futuro de nuestro país en el nuevo contexto geopolítico, asunto olvidado por la izquierda española.

Cada vez más desconectados de las clases trabajadoras

Uno de los problemas fundamentales es la progresiva reducción de UP a un espacio político de clases medias. La presencia de este sector en órganos de dirección y en las listas electorales es desproporcionada respecto al de su peso real en la sociedad.
Las dificultades de UP son de fondo y se manifestaron ya pronto con el resultado de 2016, donde la primera experiencia electoral de UP se saldó con la pérdida de un millón de votos. Dichas limitaciones no fueron analizadas en toda su profundidad por las direcciones políticas de IU y de Podemos, pero sí lo fueron en sectores culturales (periodistas, editoriales y fundaciones) cercanos en menor o mayor medida a UP, como Víctor Lenore, Daniel Bernabé, Arantxa Tirado, Ricardo Romero (Nega), o editores como Emmanuel Rodríguez o Brais Fernández, para quiénes UP tiene en la clase media su “oficialidad” política. Así, los problemas de Unidas Podemos serían de carácter estructural, expresión de las “limitaciones de hacer política ante el ocaso de las clases medias” y el ascenso del nuevo asalariado urbano.
Solo un ejemplo. Miles de familias en Villaverde (Madrid), viven de hacer cajas de cambios para los coches Peugeot que se fabrican allí. Pues bien, los coches eléctricos no llevan caja de cambio. Ahí tenemos una incertidumbre material sobre qué va a pasar con esas familias trabajadoras y los empleos relacionados con este modelo industrial. El mitin cierre de UP en Madrid fue en ese barrio, a poca distancia de la factoría de PSA, evento en el que no se hizo ni una mención a nada que tuviese que ver con la gente que vivía allí. Un dato, Villaverde fue el segundo distrito madrileño donde más se incrementó la abstención en las pasadas elecciones municipales.

Exceso de oferta política de clases medias

La política española pivota en torno a lo que genéricamente llamamos “clase media”, sector de la sociedad en la que se concentra la “oferta” electoral. Curiosamente, mientras más se reduce su peso en la población, más se concentra en ella la ”oferta” electoral tanto de la derecha como de la izquierda como de los nacionalismos periféricos.
Esta especie de overbooking político “clasemediero”, tiene consecuencias para la izquierda. En un reciente informe, que sobre la izquierda española, acaba de editar la Fundación Rosa Luxemburgo, los sociólogos César Rendueles y Jorge Sola señalan como “La movilización social del 15-M y sus ramificaciones ha contado con la primacía de un determinado grupo social: los jóvenes de clase media con educación universitaria que habían visto frustradas sus expectativas de reproducción social y eran los que vivían con más intensidad el incumplimiento de la ideología meritocrática. Por el contrario, los jóvenes de clase trabajadora o la población migrante estuvieron notablemente infrarrepresentados tanto en la dinámica de las movilizaciones, como en los discursos e imágenes que proyectaron. La brecha social en que se basaba el bloque del cambio era la generacional, pero la voz cantante de la nueva generación tenía un marcado sesgo de clase. Ni las mareas, ni Podemos, ni el municipalismo ni el feminismo han conseguido romper esa dinámica y articular políticamente a los de (más) abajo, que sufren con mayor intensidad los efectos materiales de la crisis”.
Es en estos (más) abajo, formado por sectores heterogéneos de la sociedad, donde UP puede encontrar un ámbito de reconstrucción, ante la evidencia que, para las nuevas clases medias progresistas, la opción del PSOE, Iñigo Errejón o fuerzas como Compromís presentan un mayor atractivo. Si en UP continuamos con una fórmula urbanita, su espacio social y electoral será cada vez más reducido.

La nueva división social. El eje dentro/fuera

Los análisis de las elecciones coinciden en señalar como el eje izquierda/derecha vuelve a ser el eje central de la política española. Sin embargo, tal realidad puede ser cuestionada en un futuro.
Como señalan Esteban Hernández y el investigador Guillermo Fernández, el sociólogo francés Christophe Guilly, autor del ensayo La Francia periférica, defiende que estamos ante una nueva división social abierta entre una “población urbana, globalista, interconectada, abierta al cambio y que ocupa trabajos simbólicamente relevantes”, y la de sus periferias, ya sean de la ciudad o en el mundo rural. Frente a las clases medias “cool” o “pijas” de derechas y de izquierdas, se sitúan “las clases medias en descenso, las que viven en la inestabilidad continua, los habitantes de las ciudades pequeñas, de los barrios periféricos en las grandes ciudades, el mundo rural, donde habitan jubilados, trabajadores manuales y funcionarios”.
Ante la evidencia de estar viviendo un cierre de la crisis de régimen, las tensiones en el espacio de UP aparecen como la inercia entre los que buscan su inserción dentro de él, o los que optamos por reelaborar un proyecto transformador viable. En ese peligro de cierre de la crisis con nosotros “dentro”, la sustitución del eje izquierda/derecha por el de dentro/fuera o perdedor/ganador de la crisis, permitiría un mayor horizonte de reconstrucción del espacio de UP.

Dirigirse a la “gente corriente”

Para el sociólogo Ignacio Urquizu a “la izquierda le fascinan los millenials, los periodistas y el Congreso, pero no se habla de la gente corriente». Así, el español medio es una mujer que ronda 45 años, gana entre 900 euros y 1.200 euros al mes, vive en pareja y tiene 1,6 hijos. Va camino de cambiarse de casa expulsada de la gran ciudad por los precios del alquiler, tiene miedo a perder el empleo y recela de las instituciones. Trabaja en una fábrica de coches y teme el final del diésel, o ha encontrado un empleo precario en un hotel o en una tienda de marca de ropa o franquicia y ve con suspicacia el auge del Airbnb. O peor, esta parada o desempleado. Es de centro izquierdas o de izquierdas. Vive donde Vox saca los peores resultados y cuando votó en 2015 y 2016 lo hizo mayoritariamente por UP.
Este retrato del español o española media, alcanza al 30% de la población total de nuestro país, y con los obreros descualificados supera el 50%. Éste es el sector que mayoritariamente se quedó en casa y no votó el 26 de mayo, el día que UP sufrió su mayor derrota.

El inicio de la gran restauración y la pregunta clave a responder

El impulso de cambio abierto por el 15-M se ha agotado, y sus restos políticos tienden a ser cooptados por el sistema, vía inserción en las instituciones de la mano del PSOE.
Lo que estamos viviendo es el cierre político de la crisis de régimen. En lo fundamental, las tareas han sido realizadas. ¿Cuáles? Desactivar las condiciones que hacían posible, e incluso probable en 2014, una ruptura de régimen en España.
Las condiciones para la gran restauración están dadas. El cierre de la crisis de régimen por su parte “reformista”, puede ser hoy un hecho.
En este marco, la pregunta que tenemos que resolver tal y como nos recuerda Manuel Monereo es ¿qué papel va a jugar Unidas Podemos ante la enésima restauración monárquica en España?
Este debate trasciende al marco en el que parece establecerse la discusión dentro de la galaxia UP, y es que sea unidos o por separado, la realidad nos da la espalada. Y si esto es así, es porque interpelamos a la sociedad desde posiciones que presentan claros síntomas de desconexión con la realidad.

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Hacen mucha falta estos análisis honestos en los medios. Gracias, Eddy Sánchez, por tu conciencia despierta y por dar pie a una reflexión comparativa, esa que se produce como síntesis cualitativa entre lectura y experiencia. Las referencias que nos hacen de espejo con la realidad vivida son las que de verdad ayudan a evolucionar, a comprender, a corregir y reorganizar la acción, la Idea -al platónico modo,como motor y vehículo para salir de la caverna-, el baile de los pensamientos, y ,como consecuencia, el compromiso vital, que incluye todo, desde la propia experiencia, "dentro y fuera", parafraseando tu cita. Las crisis no solo tienen esas dos dimensiones en lo social, sino que además se sufren paralelamente en lo individual y tal vez el  gran error de la política desde siempre en cualquiera de sus manifestaciones ambi(poco)diestras, haya sido olvidar que es imposible hacer nada en serio y en duradero sin tener en cuenta que el dentro y el fuera son las dos caras de una misma realidad ontológica y práctica. Metafísica, vamos, porque no está sometida a los manejos y se escapa por los bordes del tejido que nunca se pueden coser y cerrar del todo, la misma vida y su energía lo impiden; son inabarcables. Y ahí, en ese punto sin pespunte conocido que lo remedie, es donde hasta las mejores propuestas políticas se desmontan per se. Y es que la propuesta por excelencia es el ser humano y no por separado, lo que piensan de él determinados grupos de congéneres, funcionando desde sectores hiperventilados. Me conmueve profundamente esa versión nueva del himno universal, que cambia el "se alcen los pueblos por la Internacional" y canta: "el género humano es la Internacional". Se van dando pasos, y eso es un logro determinante de la conciencia, que además se refleja en todas y todos nosotras.
Afirmar  con Rendueles y Sola que “La movilización social del 15-M y sus ramificaciones ha contado con la primacía de un determinado grupo social: los jóvenes de clase media con educación universitaria que habían visto frustradas sus expectativas de reproducción social y eran los que vivían con más intensidad el incumplimiento de la ideología meritocrática. Por el contrario, los jóvenes de clase trabajadora o la población migrante estuvieron notablemente infrarrepresentados tanto en la dinámica de las movilizaciones, como en los discursos e imágenes que proyectaron. La brecha social en que se basaba el bloque del cambio era la generacional, pero la voz cantante de la nueva generación tenía un marcado sesgo de clase. Ni las mareas, ni Podemos, ni el municipalismo ni el feminismo han conseguido romper esa dinámica y articular políticamente a los de (más) abajo, que sufren con mayor intensidad los efectos materiales de la crisis”... Se presenta como una visión endogámica del sistem in failure demasiado epidérmica y poco exacta de ese fenómeno colectivo que en 2011 sacudió la sociedad hasta que Podemos apareció en 2014 con las píldoras tranquilizantes de la ilusión y sus infusiones de Valeriana.
Es como si dijésemos que en mi generación a finales de los 60 del siglo pasado, fuimos los universitarios machacadas por las huestes de Billy el Niño, quienes iniciamos la protesta social y nos cargamos el franquismo. No fue así. Ningún universitario nacida y educado en una dictadura "modélica" habría sido capaz de salir de su comodidad si no hubiese habido una previa resistencia obrera a los malos tratos sociales, que con un valor indeleble se levantaba cada día con la huelga, los pasquines denunciantes, las justas reivindicaciones y la desobediencia frente a palizas, detenciones, torturas y muertes que los periódicos ignoraban a la hora de imprimirse.
 De repente aparecían en clase un par de estudiantes de El Pozo del Tío Raimundo, Vallecas, Orcasitas  o Entrevías -madre asistenta, padre obrero explotado-, lúcidos y brillantes becarios  que además curraban en talleres mecánicos o en la carpintería, gasolinera o camareros los fines de semana, para poder estudiar y ellos nos contaban qué pasaba en sus barrios. Y nos decían que el apoyo más grande lo tenían en la parroquia, donde el cura era obrero también y les dejaba la iglesia para que se reunieran  en sus círculos sindicales clandestinos sin peligro de ser apaleados por los grises.  Así nos fuimos enterando de qué era en realidad aquella España tan uniformada, tan ignorante, tan resignada y tan terrible. Tan cómoda también para la pijolandia comedida y obediente. Y con el detallejo de que nosotros éramos los herederos y herederas del merder. 
Gracias a esos compañeros y a aquellos desnaturalizados y heréticos curas rojos conocimos a Marx de verdad,  no como lo pintaban los textos de nuestros venerables historiadores y "politólogos" ad hoc, o sea, como el coco y el sacamantecas de las patrias decentes y de las religiones que no eran el opio sino el arsénico del pueblo, partidarios de mantener semejantes lodazales camuflados de patria y país modélico.
Pudimos ver y comprobar in situ la miseria, la desigualdad y la barbarie social camuflada de obra benáfica, en primera línea, y desde ahí despertar como seres conscientes de su dentro y su fuera como una sola realidad indisoluble. No nos considerábamos ni en sueños a la altura de aquellos padres y madres de familia y de sus hijos, como para tener el morro y la jeta de ir a predicarles ideología para salvarles de la misma basura que nos estaba tratando de modelar a su imagen y semejanza, solo nos sentíamos hermanas, compañeras del mismo viaje en el tren de nunca jamás. Eran aquello obreros con Marcelino Camacho en la vanguardia de la modestia sabia, nuestros maestros y maestras de la realidad («ni nos domaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar»)
 No teníamos ínfulas de liderazgo sino necesidad real de cambiar aquel infierno dantesco y bajo palio, pero siempre un paso por detrás de ellos, de ejemplar valor y dignidad, sin la que ni siquiera esta filfa de estado  habría sido  posible. Obreros y estudiantes durante unos quince años fueron el 15M del franquismo unidos de verdad, fueron los chalecos amarillos de la dictadura, las dolorosas cuatro estaciones del mismo viacrucis constante y con la única esperanza de que algún día el tirano se muriese, porque de irse, como se fue  Salazar el dictador portugués, por las buenas de una revolución a base de claveles, nanay . El dichoso caudillo era un genocida y lo sabía. No sólo un golpista como el vecino de al lado y tenía terror a que una vez dejado el poder le pasasen factura con la misma moneda que él empleó para levantar su cortijo particular.

En paralelo y en Francia, el viejo socialismo missing durante la dictadura, -todo el peso de la resistencia real solo fue comunista y anarcosundicalista- fraguó su segunda edición en Suresnes sacando del baúl la honradez de Pablo Iglesias Posse, y nació un Psoe totalmente a su bola. Que en cuanto pudo nos empezó a colar a sus delfines en el treping politicante tan normal entre las castas del desalojo popular de las instituciones. Lo mismo que ha hecho Podemos con el 15M, vamos. Que a los viejos y viejas de hoy ya nos sonaba y sigue sonando la jugada de ayer en replay fashion.
La élite de compas que animaban a la universidad a ir a las manis del 68 en adelante y jamás aparecían en ellas, alegando que no se podían permitir riesgos, acabó por convertirse en aluvión de diputados, senadores, directores generales y ministros psoeístas en cuanto el Psoe tomó La Moncloa. Había que recompensar el haber sido los camuflados e invisibles capitanes Araña durante la época de la resistencia.
La casta necesita renovarse, obviamente y para ello la universidad, según se ve, sigue siendo el depósito de líderes más molón y efectista. Los obreros no tienen glamour pero su sufrimiento es básico para que el sistema tenga chicha disponible y haya leña para la calefacción en el invierno de las crisis. Ellos sufren y son exterminados, pero vale la pena si los estudiantes más listos sacan tajada de la estrategia, evitan la precariedad y no acaban de repartidores en Glovo, en Amazón o de camareros y kellys temporeras en Benidorm, o de concursantes fijos en Pasapalabra, con sus múltiples y variadas licenciaturas monísimas enmarcadas en la orla. Mucho mejor de diputados y senadoras, con la posibilidad de que un golpe de suerte les haga ministras de lo que sea, porque preparación les sobra, muy requetebién encajada de okupa en el lugar en que deberían estar situadas la conciencia y la ética. Unos cachivaches sin fuste ya caducados según el discurso de la preclara eurocandidata de Podemos, Rodríguez  Palop, que acusa a Aristóteles y a Kant de un monsergo machismo trasnochado que lo flipas. Hasta ahí estamos llegando con la separación entre el fuera y el dentro, tras el previo arriba y el abajo, derivando en el toma y el daca.

No es falta de estrategias, claro que no, querido Eddy, tienes toda la razón, al contrario: sobran. Pero lo más grave es no darse cuenta de que falta conciencia. A la izquierda y a la derecha, en plan disléxico, delante y detrás, arriba y abajo, dentro y fuera. Y de que todas las dimensiones sin conciencia valen lo mismo: nada. 
Seguramente por esa mínima carencia, tan tonta e imperceptible, no salen las cuentas ni en la teoría ni en la práctica. Y mientras el capitalismo salvaje se va suicidando tacita a tacita o cisterna a cisterna, los seres humanos que no mandan ni especulan lo tienen cada vez más crudo, y lo peor de todo es que hasta los que podrían hacer algo para cambiar el marrón, se contagian de la misma miopía y se meten en al bucle para tener poder y acabar igual que sus teóricos opresores y en el fondo, colegas de debacle. Es como si fuesen tuertos: solo pueden ver un lado del paisaje social.

Sólo se me ocurre que la solución sea una marinaledación municipalista y republicana de las Españas, en la que los valores den la vuelta cualitativamente y valgan más y sean más útiles y benéficos para la ciudadanía quienes menos ambicionan para sus partidos  y para sí mismos, y mejor organizan colectivamente y sin crear ghettos lo que de verdad es necesario, justo y decente para el bien común, que no excluye para nada, y que hasta es imposible, sin el bien y el equilibrio individual. Un dentro y fuera inseparable e impensable por separado. Se llama coherencia existencial.

En las asambleas 15M, quincenales del barrio, antes de que Podemos se aposentase como director general del cotarro, tuvimos el privilegio de conectarnos como clase normal, trabajadora y sin tapujos durante más de un año. Acudían todo tipo de personas y colectivos. Desde mendigos a policías reconvertidos en ciudadanía de a pie, que a veces acabaron llorando y conmovidos al descubrir en alguna de sus intervenciones espontáneas, que el prójimo es una misma también. Entre otros muchos, recuerdo como un regalo a una familia de mercheros, un padre, una hija y dos hijos. El padre, unos cincuenta, las hijas, entre los 16 y los 20. Su aspecto era casi de mendigas, pero con una dignidad y una elegancia de actitudes espectaculares. Cuando se pidió como siempre, alguien voluntario para cada función de la asamblea, el padre se ofreció como moderador. Lo bordó en todo momento. Con sus alpargatas viejas, su camisa raída, su cara de cansado y su afabilidad respetuosa. En los turnos de palabra los tres chavales nos dejaron apabulladas. Seguían sin perder detalle, cada uno de los puntos propuestos e iban participando de un modo acertadísimo, la chica hizo una crítica a la desaparición del pequeño comercio y a la invasión de monstruitos devoradores como Ikea y los grandes emporios que arrasan la convivencia, el trabajo artesanal y la autogestión familiar y comercial entre los habitantes de los barrios y distritos; los dos chicos hicieron su crítica a la obsesión por la tecnología y a la intromisión de la tele en la vida familiar, en plan Gran Hermano controlador, sin tener ni idea de que existiera la novela 1984 de Orwell. Ellos llevaban una vida medio nómada y no tenían tele porque además no había tiempo de verla, los cuatro mantenían el grupo familiar con su trabajo recogiendo de los contendores material desechado y aprovechándolo  despiezado o entero, intercambiando y reciclando; estaban horrorizados con el plástico y las basuras irreciclables. Tenían clarísima la relación entre causas y efectos. No habían ido siquiera ni al instituto, y sin embargo su lucidez era magistral y, por desgracia, nada abundante en el Podemos que apareció a continuación, imitando el modelo que no solo no ha superado, sino que ha falsificado y vendido como cosa suya sin aclarar la manipulación, que, sin embargo, por justicia poética, se está explicando por sí misma. Se ha llegado a decir que las Mareas eran de Podemos. Es el colmo del pirañismo bulímico. A las Mareas se las ha cargado Podemos, que es muy distinto, como lo ha intentado con el Anticapitalismo, con IU, Equo y el Pacto del Botánic en València, que también su nuevo lider, Estañ, quería "revisar"...en fin, para alucinar en colorines.

Aquella familia merchera, nos dió una verdadera sesión de conciencia viva y despierta. Era casi de culto recordar a Eleuterio Sánchez. El preso merchero que en el franquismo fue condenado a muerte, pero indultado en el último momento y condenado a cadena perpetua acabó estudiando en la cárcel el bachiller y la carrera de Derecho por la UNED, cuando llegó la democracia su condena se compensó con su increíble reinserción voluntaria y ahí sigue como un sabio investigador,que trabajó como letrado en el bufete de Tierno Galván, y es un maestro unificando el fuera y el dentro, para riqueza del bien común.
Es una barbaridad no tener en cuenta las capacidades y las posibilidades de la ciudadanía -¡la gente, la masa...ains!-  que no es rica ni se exhibe, y en vez de apoyar su participación en una sectorialidad implicada en lo institucional, se deje aparcada en el vacío tal riqueza y tal potencial, que puesto a punto y en su lugar, seguramente sería la mejor forma de evitar excesos, de regular la barbarie adictiva al dinero y al poder por parte del capitalismo invasivo que, sostenido por la falta de conciencia colectiva e individual, bajo el signo friki, crece como un monstruo devorador sin entrañas ni inteligencia verdadera, solo empleando tácticas y estrategias de poder para arramblar, simular, ganar, vencer, oprimir, imponer, seducir, destruir recursos sanos, y finalmente engañar, para explotar al fin como una bomba mundial de relojería, hasta finiquitarse a sí mismo. 

Los pobres son la salvación de los ricos. Los sencillos la salvación de los "sabios".Y los humildes capaces de simplificar y quitar complejidad a la vida, son los que tienen la llave de la supervivencia y no al revés. Al parecer a los políticos profesionales, el propio atracón de teorías, cálculos, estadísticas y porcentuales les imppide comer lo que alimenta de verdad y da sentido y salud a la propia nutrición. Tal vez el cambio consista en que ellos, la casta zampabollos y mandamás, que se reproduce en el tiempo y las circunstancias como si no hubiese mañana, -o tal vez inconscientemente, intentando que no lo haya si no es suyo en exclusiva-, cambien de dieta y de oculista,antes de que Cronos, el tiempo y su tic-tac implacable, cierre el ciclo del aperitivo y se zampe todo y a todas sin que le haga ascos a nadie, por más incomestible que esté.

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