miércoles, 19 de junio de 2019



Lo que peor sabemos hacer

VÍDEO: ROBERTO CUADRADO


¡Qué fatalidad! Con la cantidad de cosas que nos salen estupendamente, las circunstancias políticas nos obligan a hacer lo que peor sabemos: acordar con los diferentes. La vez que lo conseguimos en la Transición pasamos a la historia. Hay pocas cosas más contrarias a nuestro temperamento que la fiera gestión de las discrepancias. Nos sobra pasión y además nos falta costumbre porque, ¿se han fijado ustedes?, vivimos en la sociedad del asentimiento, mejor dicho, de la ficción del asentimiento. Miren ustedes a su alrededor. En las cenas de amigos se eligen los temas de conversación en función de la presunción de unanimidad y cuando se comenta el problema de algún conocido con su pareja o con sus hijos la coincidencia en lo que debió hacer o en lo que no debió hacer es sencillamente maravillosa. Luego liberamos las discrepancias en otros temas, temas ligeros: fútbol personajes populares, etcétera.

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La razón de esta cultura del falso asentimiento es la precaución. Porque es un hecho conocido por todos que en España no sabemos discrepar. La discrepancia degenera enseguida en riña. La discusión serena y civilizada con puntos de vista divergentes es práctica tan extraña a nuestra manera de ser como la sauna finlandesa. Por eso tenemos esta expresión popular: “llevar la contraria”, que es mucho más que el simple contradecir, que indica contradecir con mala uva, contumacia, avinagramiento, espíritu de bronca.
Como nuestros políticos, Sánchez, Iglesias, Casado, Rivera, Abascal, etcétera, son también hijos de este país y, como no pueden asentir porque su oficio les obliga a la confrontación de ideas, muestran torpeza y soberbia a partes iguales. Todos son menesterosos electorales porque no le llega ni al que más tiene, el PSOE, pero se comportan como si les sobrara. Nadie pide, todos exigen. Y así van a trompicones los pactos tanto en la derecha como en la izquierda. Todo está en globo. El resultado de sus encuentros es tan imprevisible como una partida de dados. Crucemos los dedos.
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Indudablemente, estas acertadísimas observaciones de Iñaki son el pan de cada día. Un pan muy duro de roer.
Es verdad que en la Transición lograron ponerse de acuerdo los patres conscripti, pero una vez lograda la excelencia in extremis y superado el canguelo al borde del precipicio, se acabó lo que se daba. Se ve que el esfuerzo los dejó exánimes. Y superada la excepción, se volvió al ninguneo irresponsable del paripé, del tópico aceptado como protocolo habitual, que se ha hecho uña y carne en todos los planos sociales, como había sido siempre en las Españas transtemporales. Si releemos a Larra, por ejemplo, o a Pérez Galdós, a Unamuno o a Antonio Machado, tendremos la oportunidad de comprobar que la ppatria no ha cambiado nada más que en el aspecto estético de la vestimenta y la maquinitis tecno dependiente. Porque los contenidos y mensajes más compartidos y habituales son de igual insustancialidad.Todo es purpurina pintando la hojalata oxidada. En este plan no es muy útil andar pidiendo peras al olmo, sino plantar perales y cultivarlos si queremos peras. Es decir, cambiar la domesticación formal y los protocolos de la rutina sin sustancia y más tiesa que unas tenazas, por una verdadera pedagogía, que esté basada en el ser, no exclusivamente en el estar, el parecer y poseer lo más que se pueda afanar con el mínimo esfuerzo a ser posible. Porca miseria de todas todas.
Por ejemplo: llega al poder un nuevo ayuntamiento en Madrid y en vez de centrarse en el peligro ya descarado de la contaminación y el cambio climático, siendo Madrid una de las ciudades más contaminadas de Europa, lo primero que hace es cambiar carteles y dictar normas para que la polución siga a lo bestia. ¿Qué importa la salud pública e incluso ya en dimensiones planetarias, como es el caso del medio ambiente destrozado en todo el Planeta, si lo más importante es demostrar el poderío con el que se puede reafirmar un ego político impresentable, torpe, suicida, y acomplejado, incapaz de solucionar nada, pero especializado en llevárselo crudo? Chulería y arrogancia combinadas con estupidez, son la receta letal que nos han inoculado hasta en los genes, querido Iñaki.
El ejemplo de Portugal debería hacernos pensar en que la inteligencia necesaria en la vida, y especialmente en la política, es ante todo humilde porque se basa en reconocer la verdad por más cruda que sea para una misma, aunque eso implique reconocer ante los demás y ante uno mismo, los propios errores o la renuncia al ego, si realizar nuestros deseos, intereses  y dogmas destrozan el bien común. Todo el conjunto de la izquierda portuguesa apoya al Gobierno de Costa para que pueda implementarse una política justa y eficaz, que les ha hecho remontar una crisis terrible y avanzar en una sostenibilidad espectacular, que hasta la misma UE admira, alaba y recomienda. Aquí eso es una pamplina. Lo importante es ser el gallo que más alto cacarea y más manda en el corral, el caballo que mejor da las coces y más rápido gana la carrera dejando a todos los demás como perdedores.
En ese estado demencial de irritación y trapicheo constante, no es posible que haya lucidez ni serenidad para que se acuerde nada ni se encuentren soluciones para los problemas sociales, si lo más urgente es salvar el tipo-fantoche, el figureo, hacer lavados de gato, maquillar la mugre y hacer el estrafalario y ridículo papelón del Hidalgo del Lazarillo de Tormes, generando de paso un sistema Patio de Monipodio fashion. Donde hasta los antiguos padres de la patria se acabaron poniendo las botas y creando el modo puerta giratoria y una red de enjuagues en la que vimos Amedos, Juanes Guerra, Roldanes, Veras, Felipes, Aidas, BOE, PSV, Banco de España, etc, etc, y más tarde el pp en pleno hundido en el fango por todas partes...pringado sin remisión del primero al último, una podredumbre normalizada que tanto ha cundido en versión diestra como zurda. La corrupción no solo no es inevitable, es que evitarla es la clave y la obligación primordial de un gobierno decente y por ello eficaz y digno de confianza.

Respecto a la condición tan estúpida como despreciable de la agresividad manipulada que es otra "virtud" encantadora del pueblo español, ayer mismo pudimos ver el acoso a Ada Colau, precisamente por pactar. A continuación pudimos escuchar las bravatas descerebradas de Vox, amenazando a Francia como en 1808 y a Corbacho abandonando el grupo de Valls, porque no entiende lo que significa pactar por la gobernabilidad y el bien común, por encima de intereses de partido y rabietas posturales. Se votan fragmentadamente varias opciones, eso obliga a escucharse, a debatir y dialogar, pero no es posible en España semejante cosa; ya no hay memoria del miedo como la había en 1975, no hay referencias próximas, se ha tapado y asfixiado la historia, para no remover recuerdos molestos, pero a la hora de la verdad sale una derecha salvaje con el odio a flor de piel y la ferocidad de las cavernas ¿Cómo es posible algo así si en cuarenta años de democracia hemos sido tan geniales? Y lo peor de todo, reverdecen los brotes muertos con la misma discapacidad para el diálogo que los ancestros que perpetraron un golpe de estado y una guerra civil que duró tres años y una posguerra de venganza dictatorial que duró otros cuarenta y que ha vegetado sottovoce durante esas cuatro décadas al abrigo de la democracia, resucitando un golpismo heredado que se anestesió y disfrazó de demócrata, que  se convirtió en el pp, amparando y alimentando cachorros de fieras que ahora se han hecho mayores y tienen bulimia de poderío tras la represión no declarada pero en activo mediante soportes religiosos y dogmáticos que no ha podido racionalizar ni educar la escuela pública sino rebobinarse en la privada desde sectas como el Opus, por ejemplo.

¿Qué ha pasado si todo fue tan idílico y ejemplar en la Transición? Si esa Transición hubiese sido real, auténtica, nunca habríamos retrocedido de tal manera. Francia tuvo su cambio en la Revolución, ha tenido crisis muy graves, dos guerras mundiales, la invasión nazi, la guerra de Indochina, la de Argelia, un general Degaulle como jefe del estado, pero siempre una república de fondo en la que el pueblo es soberano, pide cuentas la poder, es ecuchado siempre y marca el rumbo de la historia estatal. Los Napoleones le salieron rana, pero Francia aprendió de sus meteduras de pata y la República volvió a marcar el rumbo de la verdadera democracia. Pero en España no hay tradición ni memoria democrática, por eso no se olvidan los Napoleones y los conservan en el trono, una vez restaurado por un dictador terminator. Y es esa comedia la que ha presidido y "facilitado" la Transición, modéĺica, ejemplar, en la que había que animar al pueblo a votar, -recuerda Iñaki, "habla pueblo habla, este es el momento... habla sin temor, no dejes que nadie apague tu voz"- porque no se había votado desde 1936, es decir la mayoría de españoles no sabíamos lo que era una urna al natural.
No deberíamos ser tan dogmáticos con la Transición. Es posible que nos hayamos autoengañado sobrevalorándola y que tal transición modéĺica nunca se haya hecho de verdad, aunque lo pareciese en su día y comparada con  lo anterior nos pareciese una maravilla, -un pueblo que nunca ha sido libre para elegir no sabe distinguir una república de una monarquía, todo le parece lo mismo y hasta la monarquía le da más "seguridad" por aquello de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer-  por eso la sociedad hasta ahora solo ha cambiado de modas y formas, pero no de esencia.
Un conocido, subteniente de la Guardia Civil, está convencido de que ni Alemania , Francia ni Austria, son repúblicas, porque si lo fuesen serían un caos, como le pasó a España antes de que su caudillo solucionade la papeleta, matando a mansalva, como dijo textualmente el general Mola. A ese nivel está todavía nuestra educación y cultura.

Por eso Pedro Sánchez nunca logrará un gobierno como el de Portugal, ni Pablo Iglesias cooperaría en ello si no es ministro de algo y comparte el poder. Ya lo han dicho los de Vox, que tienen la misma visión hispánica: no se puede pactar de balde, si no hay cargos de enjundia, no hay pactos. Que se joda el pueblo, que aquí hemos venido al mercadillo de cargos y aparatos no a la responsabilidad de sacar adelante un proyecto político en un tiempo terriblemente inseguro y apocalíptico, donde lo primero debería ser la libertad, igualdad, fraternidad, DDHH y deberes compartidos por igual,  sin favoritismos ni justicias ad hoc, sin privilegios, empezando ejemplarmente por la propia jefatura del Estado actual que es un bochorno per se, con bula sempiterna y permiso constitucional para hacer lo que le dé la gana, mientras a  cualquier persona normal la pueden desahuciar si debe cien euros y no puede pagarlos, y todo con las bendiciones urbi et orbe de la santa iglesia romana, reina y señora en comandita con el trono en un estado democrático,laico y aconfesional, que se inmatricula lo que le parece bien -todo lo que pilla- y no paga impuestos por la gracia de dios ni da cuenta de su ingente patrimonio inmobiliario cedido generosamente al negocio eclesial que vende las entradas del cielo, por el miedo al infierno de su clientela.

Ya me dirás, querido Iñaki, si en medio de ese panorama no es lógico que España sea el desastre que es. Pedir un cambio a mejor si no se hace nada por cambiar la educación a partir de una seria y profunda revisión autocrítica político-social, es pedir la Luna, porque en caso de cambio, solo serán los trajes, las formas y los protocolos en lo que echaremos el resto, para seguir igual en lo profundo. Si es que, de verdad, hay algo profundo en nosotros como sociedad, más allá de las emociones instintivas, el poner precio a todo, -hasta a lo que no lo tiene-, la jarana, combinada con las banderas, las malas pulgas, las ideas fijas y los golpes de pecho cuando las cosas ya no tienen arreglo. 

Las malas hierbas solo se eliminan desde la raíz. Arrancándolas para que no vuelvan a crecer. O sea, cambiando nosotras las primeras, antes que esperar, exigir y rezongar porque no  cambian los demás y los gobiernos especialmente. En una democracia, precisamente, los gobiernos son el espejo de los pueblos que los eligen y los consienten dándoles el poder cada cuatro años y pasando de todo lo demás. El 15M vino para corregir ese error pero el Psoe lo puso en la picota, el pp lo castigó y Podemos lo dejó fuera de onda. El resultado es lo que hay. 
Nos toca empezar de cero. Ser humildes, no victimistas sino autocríticos con esperanza y compromiso. Y esta vez ser conscientes de la envergadura política y social del momento histórico, que ninguna transición pasada ni presente, ni ningún político "salvador" nos va a poner en bandeja. Cada tiempo tiene sus retos distintos y, como dice Tagore, si lloramos porque no vemos el sol, las lágrimas no nos dejarán ver las estrellas, para orientarnos y evitar hundirnos mientras amanece otra vez, que no es poco, como diría José Luis Cuerda.

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