jueves, 3 de marzo de 2022

Una chirigota de carnaval. Crónica desde la huerta valenciana, con reduplicación y alevosía: Ainssss!!!!

 Ayer vivimos en familia una experiencia preciosa y dramática a la vez. Nos fuimos a coger naranjas a Ribarroja del Tùria, a la huerta del abuelo Miguel. Nos quedamos de piedra nada más llegar. Todo lo que hasta hace poco eran huertos preciosos y muy bien cuidados, de olivos, naranjos, limoneros, hortalizas riquísimas, ahora son plantaciones de palmeras de los  trópicos y del ecuador. Palmeras enanas decorativas creciendo a tutiplén, ni siquiera se han molestado en que sean palmeras de dátiles comestibles, como las de Elche, y no solo para vender a quienes se quieran decorar los jardines de los  chalets, que la misma multinacional hasta ahora desconocida, construirá sobre la tierra que hasta hace poco producía los alimentos necesarios para el consumo de los habitantes del pueblo y de la comarca. Que todos los días, tras recogerse, se vendían directamente en los puestos callejeros del mercado, del agricultor al consumidor, sin transportes de larga duración, sin consumo de gasolina, sin gases tóxicos, sin conservantes para los productos, verdadero autoconsumo. El campo maravilloso y espléndido de Ribarroja se está convirtiendo en una maxiexplotación tipo Amazonia y Bolsonaro fashion.  Un demoledor amontonamiento del mismo macro cultivo de palmeras raras. Miles de hectáreas dedicadas a la ruina ecológica. Lo que hace años se paró y se frenó por la ciudadanía y le costó el cargo al alcalde del pp,  en plena crisis de 2008 en el parque natural de Porchinos, también en Ribarroja, ahora vuelve como un búmeran maldito y bestial dispuesto al destrozo natural de la misma vida. 

Tras invadir los terrenos han colocado una cadena de hierro cortando el paso, de modo que quienes necesitan acceder a sus huertos -que no han querido vender a los filibusteros de las palmeras y los chalets- se ven con grandes dificultades para acceder, cultivar y recolectar sus productos, que en nuestro caso eran naranjas y limones que el abuelo Miguel nos había invitado a recoger como regalo. Llevábamos cajas de cartón, que montamos y llenamos de fruta, sin poder acceder  ni con carretilla, transportándolas a pulso entre tod@s, un padre, una abuela y dos chiquillas. Detrás de los huertos "rebeldes" que aún no han aceptado las treinta monedas de Judas, ya están en obras, con máquinas excavadoras y camiones, eso sí, "creando empleo", como si la agricultura no fuese empleo suficiente. 

Un modo demoledor de trastornar la naturaleza y la misma vida, haciendo que los chalets y las plantas invasivas nos dejen tan "españolamente vaciad@s" sin verdura ni fruta, ya imposibles de cultivar, pero que generosamente nos venderán los chinos o los rusos, seguro, a golpe de avión y queroxeno, que posiblemente serán los dueños multimegamillonetis de la misma multinacional de los chalets y las palmeras vicarias, mientras los agricultores de la contornada abandonan el campo que heredaron, para hacer carrera como hackers y chusqueros en las redes, al servicio del pastón, en cualquier sucursal de internet. 

Hay tantas maneras de invadir y destrozar con éxito y total discreción enmascarada, que ya no tiene sentido alguno montar guerras incomodísimas y anacrónicas si se puede destrozar tan ricamente todo un país encantado de ser el número uno en turismo mundial, mientras su ecología y su mera supervivencia hacen balconing sin parar con un estilazo increíble, a ritmo de charangas, pasodobles como "Paquito el Chocolatero", "Amparito Roca" o coplas como "La biempagá", en este mismo plan:

"Mi huerto me lo compraron

estando de romería" 

en la mismísima Inopia, 

haciéndome millonario 

y sembrando la entropía

igual que se siembra soja, 

palmeritas de la jungla

para dar aire al jardín

cuando sople ese Poniente

que no nos deja vivir, 

o aceite de palma virgen

que nos ayuda a sentir

lo que sienten los mosquitos

cuando se van a morir

untados de insecticida

por un chino mandarín

que ha venido en un avión

llenito de mascarillas

y de tests para el  Covid,

que España nunca fabrica

porque nunca le da tiempo

a producir medicinas,

ni tiritas, ni algodones,

ni vacunas,

ni vendas, ni perejil...

ocupada hasta los topes

en un turismo febril,

que la tiene secuestrada

en un perenne bochinche

de trampantojo servil

y tierras abandonadas

sin presente ni futuro

con un pasado a la espalda

que se lo ha puesto muy crudo...

¿Para qué fabricar nada

si todo nos lo dan hecho

los mandarines de China

 o los jeques siberianos

con su petróleo y su gas?

¿Para qué cultivar tierra

con lo que cansa agacharse

si traen cerezas de Chile,

bananas  de  Venezuela,

espárragos de Perú,

patatas de Cochabamba,

y virus de Singapur? 

¿Quién va a cultivar la tierra 

con naranjas, mandarinas,

limones, nabos, acelgas,

calabazas, alcachofas, espinacas,

estragón ,puerros, berzas, caquis,

peras...pudiendo comprarlo todo

con la magia de Amazón?

 

Pues, así nos va el progreso

cual selfi en fotomatón

y dando siempre en el hueso

de un estado campechano

donde el delito caduca

sin que se pueda juzgar

si es delito o no lo es,

sobre todo si la pifia

la comete el soberano

que disfruta de indulgencia

política y judicial.

Un país con tanta enjundia

en el vacío moral

de su historia delirante

sólo tiene tres salidas

si sigue en el mismo plan

sin que le paren los pies

los españoles más sanos

desde una conciencia limpia:

el delito o la carcundia ...

...o ambas cosas a la vez. 




 


 



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