"Resulta irónico que hoy Marx resulte tan incómodo": 'El manifiesto comunista' sigue provocando 'censura'
"Ayer por la tarde [por este jueves], la dirección de The Objective me anunciaba que suspendía todas mis colaboraciones", así comunicaba este viernes la periodista Anna María Iglesia en su cuenta de Twitter que este medio digital dejaba de contar con ella tras cinco años. En su perfil en esta red social explica también que ha descubierto que en su artículo del 31 diciembre "quitaron un párrafo dedicado a El manifiesto comunista" y que considera que se trata de una "decisión editorial" motivada por este tema titulado Los mejores libros de 2021: "Si bien es cierto que no he tenido confirmación alguna, todo parece indicar que por ahí van los tiros".
Según explica Anna María Iglesia en un artículo en La Marea, el nuevo director de este digital, Álvaro Nieto —exmiembro del staff directivo de El País en la etapa de Antonio Caño—, la "invitó" a irse sin ninguna explicación tras casi 200 artículos: "Quien me da la noticia no me sabe decir los motivos. Hago algunas llamadas y nadie consigue comprender qué ha pasado. En este mes de enero me habían publicado dos artículos, el último dedicado a la primera novela de Charlie Kaufman y tenía pendientes otros que entregar en los próximos días".
Finalmente, le llegó el motivo de este despido: "Decisión editorial motivada por su último artículo". Aunque, según ella misma explica, duda que sea por la reseña del libro de Kaufman: "No creo que nadie se haya ofendido por haber dicho que Mundo hormiga es una excelente novela de Charlie Kaufman en un artículo, efectivamente el último, que sigue intacto en la web".
"El pasado diciembre publicaba un artículo sobre los libros que, para bien o para mal, habían dado de qué hablar a lo largo de 2021", afirma la periodista y explica que, entre algunos otros, citaba El manifiesto comunista de Karl Marx, republicado por Galaxia Gutenberg bajo la edición de José Ovejero. "Curiosamente –o, quizás, no tan curiosamente–, quien hoy acceda al artículo no encontrará ninguna referencia a dicho libro. Sin yo tener noticia, las líneas que había dedicado al texto marxista han desaparecido por completo. ¿Por qué? Ni idea. ¿Les ha molestado? Quizás", asegura la periodista, que reproduce en La Marea las líneas desaparecidas y en las que destaca que "resulta verdaderamente irónico que, hoy en día, Karl Marx resulte tan incómodo. La derecha no lo puede ni ver".
Iglesia destaca que ella no quiere hablar de censura porque "la censura la ejerce el Estado" y "un medio es libre de decidir cuál es su línea editorial y cuáles artículos quiere o no publicar". No obstante, la periodista critica que no la hubiesen avisado: "¿Cuándo se eliminó ese fragmento? ¿En qué momento se dieron cuenta de que se hablaba de la nueva edición de El manifiesto comunista y de la reacción que tiene, a veces, la derecha cuando se menciona a Marx? ¿Se dieron cuenta después de haber yo publicado los dos artículos de enero? No lo sé".
Tras publicar su tuit y el artículo en La Marea, una ola de indignación ha recorrido Twitter por la decisión de The Objective. Antonio Maestre, Olga Rodríguez, Lorenzo Silva o Bob Pop, entre muchos otros nombres, han mostrado ya su apoyo a Anna María Iglesia: "La única cancelación es la de la derecha limpiando siempre a los mismos y por los mismos motivos".
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Comentario del blogg:
Personalmente puedo aportar mi humilde testimonio del mismo plan, en un ámbito distinto, pero de igual funcionamiento censor: una ONG que se ocupa en Valencia de la acogida y apoyo al refugiado; se llama ACCEM y su origen es la antigua Acción Católica. En el tema ayuda es súper eficaz y en todo lo demás fue ejemplar hasta que despidió sin razón alguna a la joven gestora de organización, Rima Said, demasiado avanzada y abierta a lo nuevo. Demasiada luz para tanta caverna. En su lugar se colocó a una joven asustadiza y timorata, incapaz de ir al baño sin pedir permiso a la directora del centro y mucho más al servicio del aparato del "poder" que al de los emigrantes y refugiados. La colocaron también al cargo de la revista que el centro publicaba de vez en cuando y para la que Rima Said me pidió que escribiese durante los cuatro años que fui profesora de castellano para nuestros hermanos refugiados (según la experiencia directa que he vivido con ell@s, estoy convencida de que todo emigrante de una hecatombe social, política, económica, religiosa y cultural, es un refugiado/a).
Una vez despedida Rima Said de la ONG, sin aclarar por qué, se convocó una nueva remesa de artículos, entrevistas y testimonios para la siguiente edición de la revista. Me pidieron un artículo. Yo les escribí éste, en el que -¡qué coincidencia!-, citaba también a Karl Marx solo de pasada, (lo dejo aquí a continuación para que se puedan sacar conclusiones) y que titulé
LA MOCHILA DEL MIEDO
Hoy voy a hablar del miedo. Porque estoy convencida de que es la clave de casi todos los problemas de ajuste en la convivencia entre los seres humanos. El miedo está presente en nuestra especie desde la noche de los tiempos. Nace con nosotros. Por eso, seguramente,nacemos llorando.
¿Es un instinto, una emoción, un pensamiento? ¿Qué lo produce?
Es una emoción instintiva capaz de producir pensamientos y condicionar la mente, la conducta, las relaciones interpersonales y hasta la salud. Con él somos capaces de crear un paradigma que nos puede condicionar la vida, las decisiones, la libertad y el conocimiento de la realidad, falseándola y deformándola.
¿Es el miedo igual en todas las culturas y situaciones o presenta diferencias?
El instinto es el mismo: huir y evitar aquello que amenaza nuestra seguridad y/o nuestra supervivencia o nuestro bienestar o nuestro nivel de vida, nuestra libertad, o nuestras posesiones, cargos, trabajo o prestigio.
¿Qué diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo bien situado?
Creo que no son estados comparables aunque el mecanismo del miedo sea el mismo.
¿Qué diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo oprimido y marginado en su propia cultura?
Creo que, en esencia, ninguna.
La situación es idéntica aunque las culturas sean muy distintas. De entrada, ambos están condenados a la marginación. Aunque si el emigrante está más sano y mejor dispuesto para la integración tendrá más y mejores oportunidades de alcanzar un nivel de vida digno, cosa que el marginal autóctono nunca podrá conseguir si no acepta reeducarse e insertarse en la sociedad por la que ha sido y se ha sentido rechazado.
Digamos que ese miedo connatural tiene una explicación sociológica, económica y política; está generado por la desigualdad, la injusticia y la terrible inconsciencia del egocentrismo, que también está conectado con el miedo. De hecho, acapararlo todo, querer para sí mismo todo el poder y toda la riqueza, la misma avaricia e incluso la violencia son productos del miedo a no ser nada o nadie, sin riquezas y poderes que garanticen unos valores personales que no se tienen. De lo contrario, si se tuvieran esos valores, no sería necesaria tanta “lucha”, tanta intriga, tantos tinglados y corrupciones, tanta claudicación ante la miseria moral que ha dado como resultado un sistema deshumanizado y condenado por sí mismo a su deterioro exponencial y a la extinción, por el mero hecho de ser insostenible en todos los aspectos.
En realidad nuestra civilización occidental sólo ha sido un organismo antropológico fagocitador del planeta Tierra; se ha esmerado en invadir y apropiarse de continentes, mares, océanos y hasta de la atmósfera como autopista hacia el vacío, empujada por un sinsentido fundamental carente de conciencia. Ha hecho de la ciencia un barullo especulador y de las relaciones humanas un negocio consumista. Del trabajo un suplicio y una forma ineludible de opresión y explotación y del ser humano una máquina de producir y consumir. De acaparar o de servir, de amos y esclavos, que se esfuerzan cada día por no asumir que son víctimas y verdugos de sí mismos, por idéntica causa: el miedo.
Por miedo a la pobreza generaciones enteras se han sumergido en la ambición, conquistando tierras que no le pertenecen a nadie, que, para más inri, en realidad son un usufructo de todos, principalmente de los que las habitan desde hace siglos e incluso milenios. Nadie posee nada cuando llega a este mundo y nadie se lleva nada cuando se va de aquí, es más, el único capital que puede llevarse es una conciencia sana, una paz gozosa por haber dado lo mejor de sí mismos , sembrando igualdad, empatía fraterna y amor sin fronteras.
El principal impedimento para obtener la lucidez necesaria que nos facilite la comprensión de esta realidad es el miedo a sufrir si se carece de riqueza y de poder ya sea adquisitivo, emocional, mental, operativo o financiero. Por eso también la seducción, mediante ideologismos, credos religiosos pero no espirituales, ciencia manipuladora, publicidad de todo el conjunto abductor, se utiliza para “enamorar” voluntades y manipularlas a tutiplén. El éxito consiste en “conquistar” clientes consuetudinarios, que adquieran la costumbre de asumir como propio y sin reflexión autocrítica el discurso propagandístico diario, cuyas dosis nos dan en las noticias, en las tertulias mediáticas, en las películas y series generalmente procedentes de grandes emporios empresariales que hacen de la cultura de la imagen su caballo de Troya perfecto.
Si conseguimos romper el maleficio del engaño y salir de la ratonera mientras contemplamos sus manifestaciones en las pantallas, relatos, noticias o redes sociales, observaremos que en la base de todo argumento o propuesta, late el miedo. Puede ser el miedo a no estar al día, a no enterarse bien de los rifirrafes, puede ser el miedo a no ser popular y aplaudido por fans de Instagram o de Facebook. El miedo a ser engañados por “los malos”, el miedo a que gobierne el “enemigo” que piensa distinto, el miedo a que los emigrantes nos quiten “lo nuestro”, como si nuestra cultura maravillosa no les hubiese dejado a ellos en la miseria quitándoles “lo suyo” desde los grandes imperios hasta hoy.
Miedo es la enfermedad más grave de nuestra civilización. El origen de los complejos de inferioridad y de superioridad, que en realidad son dos caras de la misma moneda. Una sintomatología que despista porque casi siempre va de sobrada y de quejica, alternativamente. Cuando un pobre sin evolucionar ni haber entrado en sí mismo aprovechando la tesitura de su estado, se hace rico o poderoso de repente, se comporta salvo excepciones, con la misma prepotencia y banalidad que los ricos de siempre, incluso, puede que se vengue de quienes le miraban mal en su anterior estado. Algo así sucedió en la Rusia comunista tras vencer al enemigo ricachón y conquistar el poder social. ¿No habría sido más inteligente, práctico, eficaz y humano que en vez de matar al Zar y a su familia, les hubiesen reeducado y regenerado como seres humanos trabajadores y normales sentando un precedente de verdadera revolución que cambia el mundo? Un pueblo despierto y sano lo habría hecho así, pero era imposible que habiendo sido domesticados y torturados por el miedo tuviesen reacciones de mejor calado hacia sus verdugos y explotadores. De ese modo un legado tan inteligente y justo como el de Karl Marx se utilizó para darle la vuelta y usarlo como directriz de una nueva forma de injusticia, que por llamarse “dictadura del proletariado” no demostró ser más sana y justa que la dictadura del capital, por eso el mundo no ha cambiado y vuelve una vez y otra al mismo derrotero. Con la eterna pandemia del miedo como caldo de cultivo.
Puede que la clave sea que sólo la evolución de la conciencia, que es la materialización práctica del alma, sea el motor de ese cambio de civilización, y lo primero que nos quita es el miedo. Ojo, que eso no significa ser unos kamikazes y lanzarse a la vida sin reflexionar ni aprender a gestionar la realidad de cada día, todo lo contrario: solo mediante una reflexiva toma de conciencia consciente,se puede cambiar una misma y en consecuencia, el mundo inmediato que nos rodea. Si uno mismo cambia es inevitable que haya repercusiones y “contagio” curativo alrededor.
Tenemos muchísimo que aprender de nuestros hermanos y hermanas emigrantes refugiadas -todo migrante es refugiado, porque lo mismo matan las bombas y la metralla que el hambre, la enfermedad sin remedios, la escuela sin recursos, la pobreza extrema y la esclavitud desalmada del egoísmo.
En los cuatro años que llevo cooperando con nuestras hermanas y hermanos migrantes, voy descubriendo en primera persona que tienen mucho menos miedo y más energía, salud psicoemocional, esperanza y optimismo que nosotros, los “ricos” y “listos” de Occidente. Y si por fortuna este mundo desquiciado logra sobrevivir a las pandemias de su propia fabricación, acabará por comprender cuánto tiempo y recursos ha perdido invirtiendo en el negocio equivocado, porque el primer y más básico ‘negocio’ es el milagro de la vida revelado en cada ser humano , una riqueza insustituible que nunca jamás ni bajo ningún concepto ni dogma debe abandonarse en manos del miedo, aunque se presente disfrazado de dios. Más aún, si se presenta de ese modo, no sólo no es dios, es el timo de la estampita.
Seremos libres de verdad cuando lleguemos a comprender que el miedo es una enfermedad privada y social que se trasvasa de un plano al otro y nos contagia si andamos mal de inmunidad autoconsciente. Sólo hay lucha cuando hay miedo, aunque parezca lo contrario. Y el organismo lo detecta y lo confirma en forma de enfermedad. La vida es sabiduría orgánica y psicoemocional mucho más que una mecánica de automatismos.
Seremos libres y estaremos inmunizados de verdad cuando experimentemos que todos los seres humanos somos iguales y dignos de los mismos derechos y deberes, cuando sintamos que un enfermo, un emigrante, un desterrado, un desahuciado sin techo, un pobre, una víctima del sistema, es nuestro hermano, nuestra hermana. Nuestra familia universal sin exclusiones. El amor consciente sin fronteras mentales y emocionales es la mejor vacuna, el mejor tratamiento posible, el antídoto personal y social de todo descalabro,el mejor legislador.
Está cada vez más claro: el único modo de ser libres, sanos, justos y felices es dejar para siempre en el contenedor del reciclaje la mochila del miedo. Para ello hay que ir dando forma a la mochila compartida de la generosidad individual y el optimismo de la inteligencia colectiva. La auténtica seguridad social.
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