George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
jueves, 13 de enero de 2022
Gracias, Javier Gallego. Más claro agua. Huevo es, gallina lo pone.
No mires arriba (que viene una macrogranja)
Atención, spoiler: si no miras arriba, al final la
macrogranja te cae encima
El caso Garzón es como la película No mires arriba. El
ministro de Consumo avisa de que va a caer una macrogranja en tu tierra
que va a destruir el entorno, contaminar el medioambiente y maltratar
animales para producir carne de mala calidad, y la picadora de
desinformación masiva convierte la noticia en un bulo para torpedear al
denunciante, distraer la atención del público, sacar rédito político y
proteger los intereses de las grandes empresas que se enriquecen con el
meteorito.
El Chuletón Gate ibérico es el mejor ejemplo para explicar cómo se construye un bulo. En una entrevista al periódico británico The Guardian, Garzón
dice una verdad contrastada: la ganadería extensiva es sostenible, no
las macrogranjas contaminantes que exportan carne de baja calidad de
animales maltratados. Cárnica, una revista del sector (no te digo más)
recorta, manipula y titula: “Garzón afirma que España exporta carne de
mala calidad de animales maltratados”. Ya tienes al ministro atacando al
país y la ganadería entera. Empieza la carnicería.
El bulo lo firma un antiguo “periodista” de Microsoft News que,
casualmente, es la página que empieza a darle bola. Le llega a Mañueco,
presidente del PP en Castilla y León, que lo convierte en munición
electoral para su campaña. De ahí pasa a Vox, la oposición y sus medios,
tanto monta, monta tanto. Y se suman, las asociaciones de ganaderos que
andan también de elecciones y que le tenían ganas desde que el ministro
dijera otra verdad defendida por la OMS, la ONU, la UE y la comunidad
científica, que hay que comer menos carne roja porque el exceso es malo
para la salud humana, animal y planetaria.
La bola se transforma en bola de nieve a la que también se sube
el PSOE. Primero García Page y Lambán, que ponen cara al concepto “tonto
útil”, después hasta el ministro de Agricultura, la ministra de
Medioambiente y el presidente, que no sólo niega a Garzón sino a sus
propios objetivos de la estrategia España 2050 y de la Agenda 2030.
Sánchez prefiere comerse el bulo y sus propias palabras, antes que
enfrentarse a la picadora de carne. El Gobierno agacha la cabeza y es
devorado una vez más por la piara de derechas. Y van…
El momento más delirante de la película llega cuando el PP
afirma que las macrogranjas no existen (las macrogranjas son los padres)
al mismo tiempo que circulan por la red imágenes de los populares
protestando contra ellas… ¡en Castilla y León, desde donde el PP
difundió el bulo! Nada importa, todo vale. Moraleja: si la derecha ve
que te las cuelan todas, normal que te cuelen cualquier cosa. El
meteorito cae, lo estás viendo y Casado dice que te lo estás imaginando.
Como él su trabajo de máster.
Pero si levantas la cabeza, lo ves. Ves que quieren convertir
España en la macrogranja de Europa. Ves que la industria cárnica busca
zonas desocupadas para evitar la oposición a sus proyectos. Ves
movimientos vecinales resistiéndose. Y ves la pocilga nacional de la
información y la política, cerdos chapoteando en el barro mientras
despedazan el cadáver de la democracia.
Un problema de salud pública y ambiental acaba convertido en un
problema de salud periodística y democrática. No sólo la carne de
macrogranjas, también la información de la macroprensa es tóxica. La
mala calidad de la primera es encubierta con la segunda. Llevamos una
semana hablando de memes y mentiras mientras el meteorito se aproxima.
Atención, spoiler: si no miras arriba, al final la macrogranja te cae
encima. Y los causantes del desastre escapan con el dinero.
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Comentario del blogg:
Una
realidad tan bestia y brutal que es imposible no verla. Ahora le toca a
la ciudadanía despertarse en medio del barrizal y decir basta ¿Cómo?
Cambiando de canal cuando les veas el plumero o apagando la tele y
dejando de ver tantas tertulias desinfotóxicas que en realidad más que
informar solo pretenden comerse nuestro tiempo, mientras envenenan
nuestras mentes, cabrean y polarizan nuestras emociones, bloquean y tergiversan nuestras ideas y posibilidades de reacción consciente e inteligente mientras
hacen con ese brebaje un negocio redondo, porque más de la mitad del
tiempo que supuestamente dedican a "informarnos"(¡?), es para la
publicidad de sus mercadillos, - haced la prueba del reloj y comprobad el tiempo real que dedican a los anuncios en cada "intermedio" publicitario, apuntadlos a lo largo de una mañana o de una tarde/noche, y os vais a quedar a cuadros con la comprobación-.
Una de las mejores armas de destrucción
masiva de la inteligencia, de la conciencia y de la libertad, es fingir
apertura y libertad de expresión para maniatar y tarar conceptualmente, dar la vuelta a los valores y a las conciencias
esclavizando el factor humano desde la invisibilidad del inconsciente colectivo.
¿Queremos que esta mierda desaparezca por falta de audiencia y en
consecuencia de inversión en perversidad? Pues, entonces, evitemos
conectar habitualmente con esa mierda, porque sin audiencia, la publicidad y sus
titiriteros no tendrán nada que hacer. Para enterarnos de lo que pasa
debemos evitar que nos coman el tarro y nos confundan con un constante viaje de ida y vuelta desde los chismología de los "expertos" a los anuncios; hagamos posible lo que sí tenemos a mano: que nos baste con la objetividad de salir a la calle y mirar con atención y sin pre-juicios a nuestro alrededor,
lo único real que tenemos al alcance del conocimiento -sin intermediarios manipuladores-, al ir a la compra, subir al metro o al autobús, ir a
reclamar el derecho a un SMI -porque los trescientos euros que tienes de
pensión no contributiva ya no te dan ni para encender la luz ni para el
alquiler y hay que elegir entre comida, techo o poner la tele-, en ese
plan, es mejor y mucho más veraz mirar a los demás en los pasos de peatones, sus prisas o su lentitud, su atolondramiento o su cansancio, observar la
indiferencia de los coches y las motos contaminando sin parar el aire
que se nos cuela en la mascarilla, también atando cabos al tratar de ir al médico
o de averiguar si eres o no positiv@ en Covid, si no te puedes pagar el
test de antígenos y mucho menos un PCR. Eso sí que es información
contrastada que no admite especulaciones ni mentira alguna, ante el batiburrillo de los
bulos desinformativos y tóxicos que no dejan de ser unos frívolos peccata minuta al servicio de los que añoran instalarse con la facilidad de
siempre en un poder absoluto ya convertido en costumbre y tra(d)ición, tras una dictadura del mejunje sinedie, disfrazada, en patético carnaval, de 'democracia adhoc' "para
forrarse".
Si el consumo enloquecido nos está matando por contaminación y desastre medioambiental que se expresa en catástrofes constantes y pandemias imbatibles, como colectivo
humano y como individuos, hagamos que al menos nuestro entorno, que es a
lo único que tenemos acceso en realidad sea nuestra verdadera vacuna existencial, se cure y se proteja de ese trastorno
mental supercontagioso y dejemos de estimularlo y aumentarlo como audiencia de rebaño, porque en
realidad es el finiquito cada vez menos en diferido de nuestra especie.
Sin el negocio de la publicidad
no habría presupuesto tan facilón para tanto destarifo terminator. Sin audiencia sumisa y sostenedora del tinglado la
publicidad sería una ruina.
Consumamos principalmente desde la responsabilidad de los Derechos y los Deberes Humanos y
no desde el cuento chino de la mentira y el cinismo de quienes estimulan lo peor y más destructivo de los instintos insaciables, porque no somos capaces, en ese plan, de hacer evolucionar las emociones y la mente mecánica hacia los sentimientos que son el fruto evolutivo directo de la inteligencia emocional, hasta llegar desde la oficina mecánica de la mente y del cerebro al maestro supremo del corazón, que nos humaniza y nos pule desde el Ser.
No olvidemos que la vida humana puede seguir adelante sin que el cerebro funcione, por ejemplo en los comas inducidos, pero es imposible simplemente sobrevivir sin que funcione el corazón. Ergo, si no queremos acabar globalmente ahogados como en tiempos de la Atlántida, cerremos el grifo de los automatismos y dejemos que nos hidrate y nos bañe la conciencia. Dejemos de ser cómplices en nuestro propio
exterminio. No nos expongamos más al contagio de la mentira que, encima nos cobran, y
que mata mucho más que el peor de los virus, porque nos convierte en
máquinas zombis, en basura posthumana y suicida, para más inri.
Pero no olvidemos lo mejor de todo: que mientras hay vida interior hay esperanza, así que cuidemos que no nos hagan hipotecar esa vida por un plato de lentejas que, obviamente, ni siquiera son lentejas reales sino de photoshop/schock manipulado por un sistem in failure que tiene los días contados ya en plan cuenta atrás. Aunque se empeñe absurda y constantemente en no querer reconocerlo.
Vamos viajando en dos trenes paralelos en dirección opuesta, uno es de alta velocidad y va como loco, solo para en un par de estaciones cinco minutos, durante el trayecto ni siquiera da tiempo a ver el paisaje borroso a causa de las prisas, mientras el otro convoy a una velocidad prudente y sostenible va parando en todas las estaciones para que los viajeros puedan subir o bajar. Miremos cuál es nuestro tren. Pues nosotr@s elegimos la dirección y el sentido del viaje. Nuestro billete es la vida potencial que deseamos alcanzar y la apertura disponible o por el contrario, la cerrazón obsesiva de llegar a algún destino, que jamás será perfecto ni nos colmará el ansia absurda sólo de llegar por llegar. El destino del viaje dependerá de lo que vayamos descubriendo dentro de nostr@s y en l@s demás pasajer@s en el mismo trayecto.
Estemos atent@s al momento del cruce entre ambos trenes para saltar del suicidio a la vida y no de la vida al suicidio.
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