miércoles, 25 de noviembre de 2020

La voz de Iñaki | 25/11/20 | Cómo servir los platos informativos

  

Es lo que ocurre cuando se vive del campanazo y del ruido que hace al sonar y no se saben ni interesan a nadie los porqués del soniquete. Poco importa si el motivo del toque es por una fiesta, por un entierro, por incendio, por una desgracia, una boda de los caciques del pueblo, por la visita de un gerifalte  o por una misa solemne. Lo que mola y arrasa es lo que suena, ya se da por supuesto que detrás del sonido algo habrá. Y aprovechando el momento, cada vecino aporta su ocurrencia. Casi nadie se preocupa de saber la causa del campanazo, lo importante es disfrutarlo. Mira si la cosa viene de lejos, que ya Juan del Encina, en el Renacimiento, le puso música y todo a esa condición celebrativa del estruendo en cualquier formato:

"Hoy comamos y bebamos 

y  cantemos y holguemos, 

que mañana ayunaremos; 

por honra de San Atruejo,

parémonos hoy bien anchos

embutamos estos panchos

racalguemos el pellejo 

que es costumbre de concejo

que todos  hoy nos hartemos.

que mañana ayunaremos"


Un pueblo tan amante y devoto de la tradición hasta el punto de seguir cultivando superencantados y orgullosos hasta la bandera, la fiesta/asesinato/nacional de los toros, como en la época de los tartesios y los cretenses, está claro que no va pararse en tonterías y tiquismiquis a estas alturas, porque haya una pandemia de nada, como para programar algo para que supere el estusiasta fervor cortoplacista, con lo que eso coloca y arrastra pasiones, dimes y diretes, dijedigos y digodiegos,  tan propios del aturullamiento y de los malos entendidos, que en realidad nos encantan y nos hacen ser tan verdaderamente differents

¿Qué pasaría con nuestro turismo si eso cambiase, eh? Menuda ruina para el sector ¿no? Sin borracheras, sin trifulcas, sin malosentedidos que las provoquen, sin barullos y confusiones tan animadas, sin disfrutar de ser una verdadera antítesis con patas, sin cómos ni qués, ni por qués ni para qués, pero rebosando cuántos, cuándos y dóndes ¿qué sería de nuestro destino en lo universal? Y si no, ahí está el cuadro bien pintado por la realidad histórica: o te apuntas al club o te vas o te exilias, tu verás. O serás carne de cárcel, de reformatorio, de marginación, de abucheo, de twitter o de faceboock... Ya sea o bien porque no tienes dinero para costearte el caché o bien porque eres un inadaptado social, anarquista, rojo, ultratodo, un descreído, un antipatriota sin valores que disfruta yendo contracorriente y sacando punta a todo lo "normal", a  lo de toda la vida, a lo que siempre ha sido nuestro sello de identificación, vamos! 

¿Cómo se podría ir organizando un poco de futuro en serio, si el presente es la Fonda del Postigo, o sea, un Sálvame de Luxe, las 24 horas? ¿Cómo pedirle a nadie que se aguante unos días para dar el campanazo de las primicias, para no abrir el horno y que se chafe el soufflé antes de que se cueza del todo y haya que tirarlo,  si el campanazo en sí es mucho más importante que lo que el campanazo intenta explicar cuando suena? ¿Y si en realidad no hay ningún soufflé en ningún sitio y todo es un revuelto de postverdades al pilp-pil?

Montarse en este plan un Parlamento, un Poder Judicial, un Gobierno de coalición o de pprietas la filas en plan Cueva de Alí Babá, es simplemente, eso, un tema inspirador para el fantasma de Juan del Encina, el poeta de la curva, pero nada de nada para remontar dificultades que superen el bajo consumo de los bares, las cifras del acabóse pandémico, el batacazo de la hostelería, sin que nadie se haya preocupado nunca del agujero negro que ha ido dejando el abandono de la agricultura y de la vida rural, o las ocurrencias de Isabel Ayuso o del señor de Murcia - sin Ninette- , que preside una universidad muy cult, creo que católica o algo así...Ains! 

Es antropológicamente inexplicable que en este plan y durante unos  3.500 años sin cambiar la esencia patria, hayamos podido llegar hasta aquí. De Atapuerca al Club de la Comedia, de Viriato a Rajoy, de Almanzor al Azor, del Santo Oficio al estroppicio. Menuda trayectoria. Demasiado bien estamos para el peso que llevamos a cuestas.

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