lunes, 23 de noviembre de 2020

La voz de Iñaki | 23/11/2020 | ¿Tenemos un gobierno o dos?

    


Las ideologías ocupan el vacío de la conciencia. Por eso ninguna de ellas ha logrado nunca el éxito completo, todos los sistemas nacidos del ego y sus prejuicios colectivos sacralizados, acaban por pudrirse y terminar siendo e incluso  haciendo lo contrario de lo que predicaron el inicio de sus ideo/andaduras. Y es que si el ser humano no se despierta ni aprende a reconocerse en @l Otr@ y @l Otr@ en sí mism@, no se puede dar pie con bola como especie en este estado de debacle por mucho tiempo. Una sociedad compuesta y fundamentada en el ombliguismo ideológico es una sociedad de idiotas, lo dice la misma etimología del término; ideia, significa forma, aspecto,clase, manera. Es decir, apariencia; idiótes significa, individuo volcado solo en sus intereses particulares, en sus asuntos aparentes o sea superficiales, y también significa rudo y vulgar, sin cultivar. Bastante acémila, la verdad sea dicha. De ahí ha nacido la idelogía. El sistema de la idiotez. O la idiotez convertida en sistema. 

La ideología se ha ido creando a lo largo de la historia para sustituir el camino de la construcción Humana, que por desinterés, acopling, pereza y/o  rutina no se emprende. Es muchísimo más cómodo no ser conscientes, no hacerse la ropa que una necesita, sino ir a comprarla en un cortinglés o en un zara-pastro cualquiera. Todas lo hacemos...Es bueno para dar trabajo y salario (si no se trata de que cosan esclavas del Tercer Mundo por cinco euros al mes y un plato de arroz al día, claro) Pero lo más grave es hacer por dentro esa cómoda y letal sustitución y que ese credo encementado, rígido, cegato y soberbio, se convierta en la brújula paralizada de la vida personal. Marcando constantemente la misma orientación, aunque el caminante no camine y si camina se despeñe o se pierda en el nuncajamás. Nadie pone en duda el valor infalible de la ideología, tan potente, tan convincente, tan segura de sí misma, tan llena de ejemplos de "lucha" y de "victorias", que en realidad fueron masacres y pérdidas inmensas de vidas y energía, de progreso colectivo y de bienestar y plenitud social e individual. Eso no cuenta porque es el puñetero "sacrificio" iniciático obligatorio, igualito que se hacía en la antigüedad. Sin el daño previo sacralizado el "bien" particular de la ideología no tiene sentido. Por eso no hay ideología que no salga y entre constantemente en el conflicto que ella misma va creando en el enfrentamiento contra todo lo que no es "lo suyo", su más potente idiotez a toda bandera, proclama, bombardeo a discreción y escuadra de choque. A eso lleva el mundo ideológico. 

En ese estado contra-evolutivo de las seguridades en oferta sin demanda, pero con acogida cómoda porque no se conocen otros métodos para aclararse y ser "alguien" en vez de "algo". Estamos ahí por mayoría absoluta. Y mientras no trascendamos y demos el paso del cambio de dimensión psicoemocional, la verificación autoconsciente del Nosotros no podrá descubrirse y hacer posible nuestro verdadero progreso como especie que está ligado indisolublemente a nuestro progreso individual, que se confunde tantas veces con el "triunfo" personal (aparente) de la idioteia. 

Hay que dejar de afirmar "yo soy de derechas, de izquierdas, del centro, católica, opusiana, protestante, atea, liberal, comunista, socialista, anticapitalista, fascista, franquista, capitalista, conservadora, feminista, manada", etc, etc...Digamos que yo solo me creo y me inserto en un lote de aseveraciones y negaciones rotundas y al identificarme con ese torrente de tópicos con pretensiones de absolutos me pierdo, me hundo, me programo como un robot pensante, sentiente y manipulable por todo el bagaje que asumo como parte de mí, como guía infalible de mi existencia. Pero sin embargo no somos eso, solo estamos en eso. Sin embargo  sí  somos en cada cosa que hacemos, pensamos, sentimos, decimos, irradiamos y compartimos  o no, seguimos siendo más allá de las cosas que tocamos o entendemos o nos gustan,  y esa identidad plena pero nunca ensimismada y narcisa nos funde en la energía del Ser, con nuestros semejantes, ellos y ellas forman parte de nosotros, y nosotros de ellos, lo podemos experimentar serena y libremente y no hay que creerlo por obligación. Basta con experimentarlo. 

Nada puede controlar la conciencia cuando despierta porque ella, hija del alma y del espíritu,  es la medida del equilibrio propio y compartido, es responsabilidad que trasciende desde el fondo del ser centrado y flexible a las circunstancias  mutables y se experimenta como universal, comunidad viva, un precioso e inevitable compartir. Los antiguos seguidores del Evangelio lo llamaron Pentecostés. No, no es "fé" como ideología religiosa, va mucho más allá de creer en lo que no se ve, es experiencia laica total. Y lo más heavy es su cualidad "contagiosa" y creativa natural, sin necesidad de ir predicando y haciendo proselitismo, sino simplemente respondiendo cuando alguien nos pregunta, con otra pregunta-linterna o bombilla, ya que por experiencia propia estamos seguras de que tiod@s tenemos dentro las respuestas que necesitamos encontrar, solo necesitamos preguntarnos en vez de ir buscando mantras periféricos. Las ondas de la plenitud natural hacen su función sin parafernalias.  No hay que predicar nada, como las semillas al abrirse y quedarse sobre o bajo la tierra para convertirse en planta, en tronco, ramas, hojas, flores, frutos, esquejes...fraternidad, apertura, crecimiento, regeneración, alimento, apoyo, frescura, armonía, salud...

Recuerdo que hace años el jesuita Carlos González Vallés escribió un interesantísimo libro que tituló Dejar a Dios ser Dios. Evidentemente el origen de la experiencia religiosa es lógica en el autor, pero podemos quitar las referencias teóricas del texto y quedarnos, como diría Kant con el fenómeno y el noúmeno en la misma percepción, con la experiencia pura del Ser completo, que supera con creces hasta clásicos conceptos como "dios", "señor", "divinidad" y demás referentes contaminados y deformados precisamente por los dogmas ideológicos típicos de las religiones e ideologías.

Es el cambio, el giro kopernicano, la bifurcación de Prigogine, la relatividad de Einstein, el estado cuántico de Plank, la energía inagotable de Tesla. El estallido sutil de la conciencia de Lutero. La fenomenología del espíritu de Hegel. L'elán vital de Bergson, el camino del yoga y de la ahimsa de Gandhi o el reiki de Mikao Usui, el instante contemplativo del zen. Da igual por qué camino encontremos la salida del laberinto mecánico y sin alma de las soluciones estériles y "seguras". Somos lo que descubrimos desde la consciencia despierta,  y mucho más que aun está por descubrir y compartir, en medio de la inmensidad paradójica de nuestra fragilidad y pequeñez, algo es todavía más sorprendente: no hay que ser grandes ni importantes, ni ricos, ni premios Nobel de la ciencia para descubrirlo. Y desde luego ninguna ideología nos lo va a explicar en plan dogmático, porque la Vida desborda las explicaciones, es energía constantemente renovable y sorprendente, solo tiene sentido si se vive con el gozo que emerge per se, no porque lo programe nadie, ni porque todo lo que nos suceda sea maravilloso o espectacular, lo inmenso es el poder de esa vida consciente que mana de una fuente cósmica y de la que nosotros somos las acequias remojadas y dispuestas a permitir que todo fluya, que todo dance, porque el caudal, que nuestra conciencia/actitud regula,  superará, saltará por encima o se llevará por delante hasta los obstáculos más chungos que puedan impedir el fluído infinito de ese panta rei. Lejos de ser solo improvisación es un ajuste constante de la esencia que la hace posible mediante la llave reguladora de la conciencia. 

Somos libres para crear felicidad y desgracia, acierto y error, justicia o barbarie, dar paso al espíritu que respiramos o al poder de la basura sin reciclar que también podemos ser si así lo decidimos, y para no asustarnos ni hundirnos si fallamos, porque sin fallos, sin dudas, sin errores, sin superación de entuertos, como diría Cervantes, nunca podríamos llegar a nada que valga la pena. 

Si en pleno contagio y rebajas cósmicas una masa crítica suficiente de humanidad descubre ese tesoro resiliente y pleno a disposición de tod@s, -que lo hará, seguro, forzada por las circunstancias como ya está sucediendo-  este país y este mundo tan autocastigados cambiarán . No será de golpe, pero será exponencial,  in crescendo. Sorprendente. Y veremos cambiar muchas cosas, circunstancias y personas cuyo cambio nunca hubiésemos imaginado posible. 

En realidad ese era el verdadero sentido del we can de Obama que luego se quedó en nada porque el cambio no es cosa solo de presidencias y cargos, sino sobre todo de la esencia social compartida en la familia planetaria, un concepto que Podemos hizo suyo como sigla sin saber lo que era aquello de verdad, a partir de los cuatro años de experiencia 15M, y que al parecer solo quedó en un eco remoto perdido en el videojuego de las tramas políticas, porque en realidad la conciencia, que es la energía motriz del verdadero cambio, aún no ha hecho acto de presencia en la escena política, que precisamente debe dejar el teatro para comenzar a ser vida real y responder a la obligación de gobernar dejando a un lado las redes sociales que hasta ahora solo son la factoría global del ego y su toxicidad.


No hay comentarios: