domingo, 3 de marzo de 2024

Aconsejables y necesarios repasitos al uso y costumbre de "lo de siempre". Si cambiar a mejor el modelo social y político no es "bueno", ¿para qué intentar ,entonces, que acaben las mentiras, las injusticias, los abusos y el vivir del cuento chino a costa de los pobres explotados y engañados? A ver si nos aclaramos, compis de camino y dejamos de confundir el significado de asesorar con manipular, de informar con confundir y de comprometerse y servir con forrarse y acabar adictos al casoplón tuttifrutti y todos sus etcéteras...En fin...

 

Nuestra evolución como especie tiene múltiples riesgos de frustrarse y de convertirse en involución, sin duda. Uno de los riesgos más perjudiciales es "el costumbrismo" rutinario adoptado como mecánica "natural" y cómoda de la adaptación. No porque "lo sabido" se haya experimentado y comprobado, sino porque "las cosas son así" y "así se han hecho siempre", y sobre todo,  así nos lo han contado y nos lo hemos creído, sin haberlo vivido ni constatado, e incluso, con demasiada frecuencia, cuando ha sido así, nos ha salido todo al revés. 

¿Qué nos falla? ¿Tal vez, la confusión entre "saber" y "conocer"? "Saber" es acumular datos teóricos. "Conocer", va más allá; es experimentar lo que "se sabe" y aprender del resultado, aplicar a la práctica con acierto, la "sapiencia" de la teoría, no porque ésta sea infalible, sino porque su aplicación debe observarse como un aprendizaje del sistema cognitivo y no como una colección infalible de rituales, de seguridades y de dogmas, amontonados en la alacena de "la sabiduría", como billete mecánico en el transporte de la vida, concebida como un tren, un barco, un avión, un metro o un autobús. Lo mismo vale para el estudio, para la ciencia, para el crecimiento y maduración personal como social. 

No se ve ni se comprende  como el proceso de una energía esencial para la misma vida, sino sólo se absorbe como un recurso autoasimilado y deducido para la supervivencia material, nada más, vamos, como una gasolinera en el camino a casa para recargar el coche de la autoignorancia. La parte existencial y humanizante que sostiene y hace posible la evolución en la materia ni siquiera se tiene en cuenta. Esa carencia fundamental impide que evolucionemos y transcendamos lo solamente aparente y apremiante, lo que nos secuestra las emociones, la atención,  los instintos, los deseos y, sobre todo, "la ilusión", que lejos de ser un conjunto  liberador sólo es el paisaje encadenante e ilusionista de la cueva de Platón, que mientras te seduce, te atonta y te encadena, sin que lo notes, mientras te empeñas en que eres un genio del manejo. 

La otra alternativa disponible a ese nivel del desguace camuflado, es el parón evolutivo y el retroceso "prudente" hacia el atraso rupestre, pero envuelto en el trampantojo del "todo vale si me forro o triunfo, y me hago el puto amo del burdel". El resultado inmediato es "que nada cambie" para tener la demoledora seguridad de "que todo parezca que cambia, para que todo siga igual". De ese modo conocer nuestra Historia, sólo nos refuerza esa barbaridad, -Lampedusa dixit- tan bien aceptada y hasta celebrada. Tiene su lógica, sin duda, aunque haya ciertas lógicas que carezcan de inteligencia sanamente aplicable en la vida humana. 

Pero, ojo, no tratemos de buscar 'culpables' y 'demonios' a la carta, para montar el cirio del escaqueo, y que la culpa siempre la tengan l@s otr@s, porque sólo nos seducen y engañan si nosotr@s no despertamos a tiempo y queremos "que todo siga igual", dando por sentado que esa "igualdad" rarita es too much. Tampoco lo queramos arreglar a leches sociales, cabreo gritón, violencia callejera y estropicios muy 'legales' para poner las cosas en el sitio de D. Pelayo o de Torquemada, de Stalin, Hitler, Mussolini o Franco, Bolsonaro, Netanyahu, Putin o Trump... Porque en realidad no tenemos ni idea de cuál es "ese sitio"en constante bamboleo, salvo que todo nos dé la razón y nos suba a los altares del ppoderío manipulador de la ppasta, y falsamente todopoderoso, pero realmente embarullador manufacturado en su torpeza repetidora y pesadísima. Igualito que en la peli del Aprendiz de brujo.

El tránsito evolutivo debe conocer el pasado, por supuesto, para poder comprenderlo y no aniquilar la vida al repetir sin parar los fallos y desastres sin atar cabos entre causas y efectos, aprendiendo del proceso y no seguir repitiéndolo for ever, hasta destrozar el presente y la esperanza en el ser humano, que, en ese plan, nunca tendrá futuro, si los cambios imprescindibles y sanadores pedagógicos en la trayectoria geobiológica, humana, personal y social, se quieren evitar a toda costa, 'justamente', por estar convencidos de que es imposible mejorar nada que pueda cambiar los  errores en aciertos y la miseria cognitiva en lucidez sensata. 

En vez de depender de las rutinas depredadoras (delincuencia legalizada hasta en plan ideología, "guerras justas" (como si esa aberración fuera posible), venganza y castigo entendidas como "justicia"; tal vez estudiando a Concepción Arenal, repasando a Gandhi, los Evangelios, Lanza del Vasto, Sun Zu, Rumi, Francisco de Asís, o leyendo testimonios como éste  de Mercedes Gallizo, -que fue directora de la Prisión de Valencia en los años 80/90, y más tarde, secretaria general de Instituciones Penitenciarias. Con ella se abrió paso el voluntariado curativo en la cárcel y con ella pudimos sentirnos familia con los presos y presas, muchos de ell@s, también contaminados por la drogadicción y saliendo del pudridero gracias a Proyecto Hombre, a Reto y a Mercedes, sin duda.  Aquí va la evidencia constatable y no sólo el cuento narrativo de una yaya más guitarrista remangada que flauta, y, también os digo que un poquillo  harta de tanto marrón zarrapastroso, en plan bla, bla, bla:

Mercedes Gallizo: “En el sistema penitenciario, el humanitarismo es más eficaz que la crueldad”


Mercedes Gallizo, en Sevilla.

Jorge Garret

-¿Recuerda la primera vez que visitó una prisión?

Mercedes Gallizo (Zaragoza, 1952), que ha apartado hasta una esquina de la mesa el café y una tarta de chocolate que le han servido por cortesía en esta cafetería cultural moderna de Sevilla, responde que sí con un sí inapelable. Fue en su ciudad natal. Ella era diputada en las Cortes de Aragón y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, así que una de sus primeras iniciativas fue visitar con otros diputados la cárcel de Torrero. Era una tarde de invierno que proyectaba una luz lúgubre sobre las instalaciones, estancias frías, inhóspitas, “como las de la mayor parte de los centros penitenciarios del país a finales de los noventa”. Los políticos conversaron de forma breve con algunos internos que les transmitieron lo injusta que la vida había sido con ellos y cuán abandonados se sentían. Gallizo recuerda, agria, que sintió “desolación, una desolación total”, y explica que desde ese momento las prisiones se quedaron “en su cabeza y en su corazón”.

“También pensé: aquí hay que hacer algo”. Desde 2004, cuando el PSOE ganó las elecciones, Gallizo pudo hacerlo, porque el Gobierno la situó al frente del sistema penitenciario español durante los siguientes ocho años. Ahora no quiere hacer balance, sí “cerrar un círculo” con la publicación de Penas y personas: 2.810 días en las prisiones españolas (Debate), un libro que nace de las cerca de 10.000 cartas que recibió de los internos mientras estaba en el cargo. Son cartas desesperadas, emotivas, dramáticas; cartas sencillas, o simpáticas, o crudas, que en conjunto retratan un sistema lastrado por el desarraigo, los prejuicios y la desigualdad a ambos lados de los muros.

Gallizo es una de las voces más destacadas del país en la defensa de la privación de libertad como medio hacia la reinserción. No reivindica nada extraordinario, sino el cumplimiento de la Constitución y la Ley Penitenciaria. Se explica así: “Ni la venganza, ni los castigos duros y crueles han resultado nunca nada. Eso está más que comprobado en la historia. Los países que han tenido penas más inhumanas, degradantes y extendidas en el tiempo son los países que tienen y siguen teniendo un nivel de delincuencia más alto. Eso no disuade de cometer delitos, lo que lo hace es ayudar a la persona que tiene un problema a tratar de superarlo. Y a convivir con los demás fuera de las distorsiones que les provoca la drogodependencia, o los problemas de salud mental, o tantos factores. Es un esfuerzo, digamos, no solo de luchar por unas ideas en las que yo creo, sino de hacer pedagogía de lo útil. Defiendo que el humanitarismo es más eficaz que la crueldad”.

Sabe que rema “a contracorriente” pero añade que precisamente por eso su mensaje “es más necesario”. Casi en paralelo a la promoción de su libro, las imágenes de presos excarcelados por la anulación de la Doctrina Parot han avivado los instintos primarios de la sociedad, entre ellos, la venganza, y también los legislativos del Gobierno, plasmados en el Código Penal más duro de la democracia. Gallizo cree que el ojo por ojo “nos retrotrae a otro siglo, ni siquiera al XX, sino al XIX, al XVIII, al XVII, cuando se entendía por justicia el reproducir en la persona que ha cometido un hecho el castigo más cruel que se pueda imaginar”. Y agrega: “La historia de la democracia y de los derechos humanos se ha hecho para romper esa dinámica instintiva, que es además comprensible en la persona que es víctima de un hecho grave pero no lo es como sentimiento de una sociedad que reflexiona y que lo que quiere es avanzar hacia una forma mejor de convivencia. Prevenir es la responsabilidad mayor que tenemos que trabajar para construir una seguridad real. Explicar lo importante que es que haya centros de atención a drogodependientes, que haya políticas para ayudar a las personas que tienen problemas de salud mental, aprender a convivir de otra forma, a construir una escala de valores distinta”.

-Ha retratado las prisiones desde dentro, a través de las personas. ¿Sabemos algo de las cárceles?

“Poco. Durante mucho tiempo se ha tendido a construir las cárceles muy lejos de las ciudades, perdidas en tierra de nadie, como una manera de decir: Eso es algo que está allí, no lo vemos ni sabemos lo que ahí ocurre. La imagen que tenemos de las prisiones es una imagen cinematográfica, o de los noticiarios de sucesos, que siempre destacan a las personas que han cometido delitos graves y han provocado alarma social, y con los que se acaba identificando a toda la población reclusa. Sin embargo, en España la enorme mayoría de las personas que están en la cárcel lo está porque han cometido delitos pequeños: robos, hurtos, pequeño tráfico de drogas… Son más del 70%, la mayoría hijos de la pobreza, del consumo de drogas, de la desestructuración familiar, de la marginalidad. Eso es lo que hay detrás de la mayor parte de los delitos, mucha desigualdad social y mucha falta de oportunidades”.

En muchas de las cartas, los reclusos describen cómo se torcieron sus caminos hasta acabar en una celda, y cómo aspiran a recuperar su vida en un sistema “que calca las desigualdades de la calle”, reflexiona Gallizo. Desigualdades entre quien comete un hurto y no tiene asistencia jurídica porque la justicia gratuita carece de recursos, como ocurre en Andalucía, y quien ha defraudado millones de euros sin mirar a la cara a los afectados pero dispone no ya de un abogado, sino de todo un bufete ocupándose de su causa. “O como el problema de la droga. No le pasa lo mismo al que es drogodependiente y tiene sus recursos económicos para tener su dosis, que al que no tiene esos recursos y recurre a robos, a hurtos y trapicheos para tener su dosis. Las dos conductas son iguales, el nivel de dependencia está ahí, pero uno no se enfrenta de la misma manera a él. Al final depende de sus recursos”.

Gallizo asegura que conoce los sistemas penitenciarios europeos y que España “está por delante” de casi todos en materia penitenciaria, “tanto en instalaciones como en humanización de los centros, trato a los internos, o posibilidades de estudiar y trabajar”. Sin embargo, el país sufre una tasa de encarcelamiento muy alta (153 reclusos por 100.000 habitantes en 2011, el doble de la media europea) y eso impide que se pueda hacer un trabajo “mucho más intensivo” con los internos, en un sistema en el que la atención personalizada, el estudio de cada caso concreto, es crucial.

La zaragozana hila su discurso para volver al principio. “Si pensamos que toda persona que comete una infracción tiene que acabar en prisión, sea cual sea la gravedad de sus actos o la posibilidad de reincidencia, también estamos convirtiendo las prisiones en lugares sobreocupados. Eso no implica condiciones de indignidad como ocurre en otros países, pero sí va en detrimento de un tratamiento individualizado y de las posibilidades de afianzar la reinserción. Cada interno tiene su historia, quiere que le conozcas y que le ayudes a enfocar su tiempo de cumplimiento para que sea positivo para él y positivo para la sociedad”. 


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 Aquí sigue el blogg su comentario:

Si en vez de cambiar el rumbo hacia la fraternidad, la empatía y la verdadera justicia, -que jamás puede ser venganza leguleya y tóxica-  se hubiesen seguido las indicaciones de "lo de siempre"😱😱, nuestros hermanos y hermanas encarcelad@s, que entonces pudieron y consiguieron sanarse, en cárceles como las València, y luego Picassent, El Dueso y Carabanchel, -cito sólo las que pude conocer y hasta disfrutar- y así emprender una nueva vida, estudiar, regenerarse socialmente, trabajar, arrepentirse y renacer, integrarse y ser ejemplares en humanidad y verdadera evolución,  verles llorar profundamente arrepentid@s y ya incluso enferm@s de SIDA en el hospital penitenciario, y otros, curados por dentro y por fuera, hasta abriendo en cooperativa una empresa de rótulos para dar trabajo a los parados, formando una familia y educando a sus hijos de un modo completamente opuesto al que ellos padecieron de pequeños...Ellos habían conseguido romper la inercia de "lo de siempre" y descubrir lo bien que podían vivir, si como dijo Concepción Arenal, se consigue "aborrecer el delito y compadecer y ayudar al delincuente" sin estar pasando el microscopio del pasado sin disponer de telescopio presente para enfocar y descubrir otro futuro mucho más positivo y sano que el que se habría fabricado con los mismos materiales contaminantes del pasado hostil y resignado a repetirse sin parar hasta su propio exterminio...

Quiero acabar este relato auténtico con la despedida de Geles, una joven reclusa, con SIDA, que la tarde en que murió en el Hospital Clínico de Valencia, ya totalmente rescatada y libre, con su trabajo y su libertad responsable,a los 24 años, cogiéndome las manos, ya casi sin poder hablar, me dijo lo siguiente: "¡Qué pena, Sol, irme tan joven y con tantas cosas buenas en mi vida!" y yo le respondí: "Es cierto, sólo tienes 24 años, carinyet", "¡Ojala, fuese así...! Porque en realidad sólo tengo tres años. Nací de verdad, a los 21, cuando pude salir de ese infierno, en Proyecto Hombre, con tod@s vosotr@s al rededor..." Suspiró profundamente y al ratito, se fue. 

Pues eso, familia, menos mal que cuando se quiere se puede y nada es imposible cuando se trata de cambiar por dentro y dejar de depender de las maldiciones históricas programadas por la inercia temporal y la resignación de la mediocridad, incapaces de cambiar nada a mejor, metidas en su inercia demoledora. Los tres años de Geles en su nueva vida, valen mucho más que cuarenta o cincuenta, soportados en plan mueble temporalmente fosilizado y obedeciendo sin ver nada más que la inercia rutinaria del "esto es lo que hay y no queda otra..." ...Ains!!!! 


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