jueves, 3 de marzo de 2022

Una humanidad con una talla 44 no se puede seguir vistiendo con una talla 10


"Es un acto de la razón reconocer aquello que la supera" Dios y el sufrimiento humano: cuestión nunca resuelta

Dios y el sufrimiento
Dios y el sufrimiento

"La catástrofe ecológica ocurrida en Petrópolis en el mes de febrero de 2022 plantea cuestiones políticas y ecológicas"

"Ha habido irresponsabilidad de los poderes públicos por no tener cuidado de las poblaciones pobres, instaladas en sitios peligrosos, y una situación de alarma ecológico-climática que desequilibra el régimen de lluvias"

"Junto a esto, surge una cuestión existencial y teológica ineludible. Muchos se preguntan: ¿dónde estaba Dios en estos momentos dramáticos de Petrópolis, causantes de tantas víctimas, muchas de ellas inocentes?"

"Esta pregunta lancinante no es de hoy. Tiene una larga historia, desde el filósofo griego Epicuro (341-327aC) que la formuló por primera vez y aún no ha sido respondida"

"Tal vez haya un sentido en la lucha por la superación del sufrimiento: sufrir para que otros no sufran o sufran menos. Ese sufrimiento es digno y nos humaniza, pero no deja de ser sufrimiento"

"Lo que sensatamente podemos decir es que el sufrimiento pertenece al orden del misterio del ser. No hay una respuesta al porqué de su existencia. Es un acto de la razón reconocer aquello que la supera"

La catástrofe ecológica ocurrida en Petrópolis en el mes de febrero de 2022 con lluvias torrenciales, inmensos deslizamientos de laderas, inundaciones de regiones enteras, destrucción de cientos de casas, caminos y calles, con casi 300 víctimas entre muertos y desaparecidos, plantea cuestiones políticas, ecológicas, de responsabilidad por parte de los poderes públicos y de consecuencias debidas a la nueva fase de la Tierra en acelerado calentamiento global.

Ha habido irresponsabilidad de los poderes públicos por no tener cuidado de las poblaciones pobres, empujadas hacia las zonas escarpadas de la ciudad. Está el hecho geofísico de la sierra con densas rocas y suelos encharcados por las lluvias, que ocasiona deslizamientos. Está la población que, por no tener adonde ir, se instaló en sitios peligrosos. Está la situación de alarma ecológico-climática que desequilibra el régimen de lluvias, que se manifestó en varias regiones del país y ahora en la sierra de Petrópolis, y de manera general en todo el planeta, y otras razones que no cabe exponer aquí. Todos estos datos merecerían un análisis profundo e incluso señalar culpables.

Pero junto a esto, surge una cuestión existencial y teológica ineludible. Muchos se preguntan: ¿dónde estaba Dios en estos momentos dramáticos de Petrópolis, causantes de tantas víctimas, muchas de ellas inocentes? ¿Por qué no intervino si, por ser Dios, podría haberlo hecho? Es la misma pregunta que se repite una y otra vez: ¿dónde estaba Dios cuando los colonizadores cristianos cometieron bárbaros genocidios de indígenas al ocupar sus tierras en las Américas? ¿Por qué Dios se calló ante la Shoá, el exterminio de seis millones de judíos, enviados a las cámaras de gas por los nazis o los muertos en los Gulags soviéticos? ¿Dónde estaba?

Esta pregunta lancinante no es de hoy. Tiene una larga historia, desde el filósofo griego Epicuro (341-327aC) que la formuló por primera vez, y por eso es llamada “el dilema de Epicuro”. Es la irrevocable relación de Dios con el mal. Epicuro argumentaba así: “O Dios quiere eliminar el mal y no puede, por lo tanto, no es omnipotente y deja de ser Dios. O Dios puede suprimir el mal y no quiere, por eso no es bueno y deja de ser Dios”.

En un ambiente cristiano recibió una formulación semejante: O Dios podría haber evitado el pecado de Adán y Eva, base de nuestra maldad, y no quiso, y entonces no es bueno para nosotros, los humanos, o Dios no puede y por eso no quiere, por lo tanto no es omnipotente y tampoco es bueno para nosotros. En ambos casos deja de aparecer como el Dios verdadero.

Este dilema permanece abierto hasta hoy, sin que pueda ser respondido adecuadamente con los recursos de la razón humana.

Las eco-feministas sostienen, con razón, que esa visión de un Dios omnipotente y señor absoluto es una representación de la cultura patriarcal que se estructura en torno a categorías de poder. La lectura eco-feminista se orienta por otra representación, la de un Dios-Madre, ligado a la vida, solidario con el sufrimiento humano y profundamente misericordioso. Él está siempre junto al que sufre.

Independientemente de esta discusión de género, hay que afirmar que el Dios bíblico no se muestra indiferente al sufrimiento humano. Ante la opresión en Egipto de todo el pueblo hebreo, Dios escuchó el grito de los oprimidos, dejó su transcendencia y entró en la historia humana para liberarlos (Ex 3,7).

Los profetas que inauguraron una religión basada en la ética, en vez de en los cultos y en los sacrificios, testimonian la Palabra de Dios: “estoy cansado y no soporto vuestras fiestas… buscad la justicia, corregid al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda” (Is 1,14.17). ¡Misericordia quiero y no sacrificios!

En base a esta visión bíblica ha habido teólogos como Bonhoeffer y Moltmann que hablan de “un Dios impotente y débil en el mundo”, de un “Dios crucificado”, y que solamente este Dios que asume el sufrimiento humano nos puede ayudar. El principal ejemplo nos lo habría dado Jesús, Hijo de Dios encarnado, que se dejó crucificar y que en el límite de la desesperación grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34).

Dios-madre

Esta visión nos muestra que Dios nunca nos abandona y que participa de la pasión humana. El fiel puede superar el sentimiento de abandono y de desamparo y sentirse acompañado. Pues lo terrible del sufrimiento no es solo el sufrimiento sino la soledad, cuando no hay nadie que te diga una palabra de consuelo y te de un abrazo solidario. El sufrimiento no desaparece, pero se hace más soportable.

La pregunta sin embargo permanece abierta: ¿por qué Dios tiene que sufrir también, aunque establezca un lazo profundamente humano con el que sufre aliviando su dolor? ¿por qué el sufrimiento en el mundo y también en Dios?

No acalla nuestro cuestionamiento la constatación de que el sufrimiento es parte de la vida y que el caos está en la estructura del propio universo (una galaxia engulle a otra con una destrucción inimaginable de cuerpos celestes).

Lo que sensatamente podemos decir es que el sufrimiento pertenece al orden del misterio del ser. No hay una respuesta al porqué de su existencia. Si la hubiese, él desaparecería. Pero él sigue existiendo como una llaga abierta en cualquier dirección en la que dirigimos nuestra mirada.

Tal vez haya un sentido en la lucha por la superación del sufrimiento: sufrir para que otros no sufran o sufran menos. Ese sufrimiento es digno y nos humaniza, pero no deja de ser sufrimiento. Por eso nos solidarizamos y sufrimos junto con los familiares de Petrópolis y de otros lugares que perdieron seres queridos y rezamos por las víctimas.

Es un acto de la razón reconocer aquello que la supera. Ella se inclina ante Algo mayor, ante el misterio, y se obliga a admitir que el sufrimiento está ahí, produce tragedias y muertes de inocentes. No hay respuesta al sufrimiento, queda reservada a Dios, Aquel Ser que hace ser a todos los seres. A Él cabe la revelación definitiva del sentido del sin-sentido.

*Leonardo Boff es teólogo y ha escrito Cómo predicar hoy la cruz en una sociedad de crucificados, Vozes 2012.

Traducción de Mª José Gavito Milano



Es muy interesante revisar esta visión de 'dios' pasada por el sufrimiento y los límites que presenta junto al concepto sine die del "misterio". Hay mucho más que descubrir en el ser humano que esas repetitivas razones empeñadas en ser la única explicación, cuando la realidad de los caminos desborda las tradicionales rutinas religiosas -no olvidemos que 'religare' en latín significa "atar dos veces"- seguro que al inicio de nuestra especie las religiones tuvieron una capacidad organizativa y reveladora de potencial, orientación y aclaraciones, adaptada a los momentos históricos, pero la evolución no es un invento de Darwin ni una herejía contra el orden bíblico/religioso, sino la manifestación transformadora espacio-temporal de la misma eternidad que, lejos de ser un altar para adoraciones divinas y extáticas, es vida y energía que fluye y se renueva en incontables formas, tiempos, espacios y circunstancias autogeneradoras, divinas, justamente por lo más sencillo, accesible y humilde del cambio creativo de su misma sustancia incontrolable por parte de las mentes y ocurrencias de las especies que en ella viven y se desarrollan. 

El concepto tradicional de "dios" se queda en muy poca cosa ante esa infinitud sin límites, no es nada misterioso, ni especial para "los elegidos", es simplemente, la incapacidad de una medusa o de una sardina para comprender las dimensiones de los mares y océanos en que flotan, nacen y viven, pero en un nivel intelectivo, mental y emocional, que es el nuestro, el humano. No somos elementos creados y fabricados por un dios muy ocurrente e inventivo, que hace de nosotros sus marionetas y nos impone su voluntad como un titiritero, que juega a que le llamemos "papá". La experiencia de la vida y la historia nos demuestran que esos conceptos han sido como el biberón, el chupete, el babero y el tacataca del género humano durante los milenios de nuestra primera infancia cósmica, pero que ya han cumplido su misión, pedagógica, han caducado, ya somos adultos y los biberones, sonajeros y juguetitos están superados, son más un estorbo que una ayuda. Ya va siendo hora de que comprendamos que los Reyes Magos y Santa Klaus son los padres y las madres, o sea, que "dios" no está en las explicaciones que lo intentan definir e incluso camelar con los rezos y los altares, porque está y habita en lo más hondo de nuestro Ser. ES nuestro Ser. 

Que las viejas religiones solo fueron metáforas e intentos de descubrir una esencia que quedaba muy lejos de nuestra visión infantil confundida con el poder, el reinado, los templos, los ritos, el glamour de la autoridad y de las formas religiosas -ataduras- para mitigar y darle explicación al miedo natural a lo desconocido y frenar las pulsiones de lo instintivo y sus peligros, centrados mucho más en el fenómeno que intimando con el noúmeno, como diría Kant, cuando ya la humanidad comenzaba a salir de la infancia, emprendiendo el camino hacia una madurez ontológica, que se va generando en cada paso personal y colectivo hacia la energía infinita y constantemente creadora del Amor sin límites ni cortacircuitos. Todo es Vida y tiene sentido cuando descubrimos que Somos Amor. 

Y cuánto más crecemos en ese ámbito energético, que llamamos espíritu, más y mejor se va revelando en el interior de cada un@ esa energía sorprendente e inmanipulable que llaman 'dios', pero que en realidad no tiene nombre ni denominación de origen porque es el Origen de todo. Los nombres y conceptos son localizaciones asimilativas de realidades limitadas, por eso Todo lo que Es, no puede nombrarse ni definirse aunque se quiera. Lo más aproximado que puede acercarse a lo que Es, es el Verbo, que se hace carne y habita entre nosotros, nos hace posibles, es lo mejor, lo más inteligente y hermoso que Somos, la Esencia de Todo. No está por ahí danzando, somos nostr@s quienes danzamos de mil formas como notas diversas - y tantas veces dispersas- de la misma partitura, en Él, Ella , Ello. Un Noostr@s sin principio ni fin, que fluye, nos sostiene sin forzar nada y experimentando amorosamente con todas las posibilidades. Una maravilla de la que formamos parte, que no se puede encerrar en las burbujas de ningún espacio ni tiempo ni en ningún libro religioso de recetas que no le llegan ni a la suela de las sandalias...que, por cierto,  no necesita para habitar y moverse entre las piezas de su mismo puzle inabarcable y al mismo tiempo con la frescura y libertad de l@s niñ@s. 

¿Recordáis la peli de "Contact", protagonizada por Jodie Foster? Pues, por ahí va la cosa. Es inútil buscar fuera lo que solo se puede encontrar dentro, para que exista y tenga sentido el "fuera" y se aprenda a distinguir entre dolor y sufrimiento, entre la objetividad y un constante "Juan Palomo yo me lo guiso, yo me lo como" -y la culpa la tiene la voluntad de 'dios' que me castiga porque no acabo de entender sus ocurrencias religiosamente- -, dos realidades/estado que para nada son lo mismo. Seguir en la guardería cuando ya se debería estar en la universidad de la evolución es un verdadero disparate apocalíptico, que nos está machacando. Así nos va. Las religiones tienen que evolucionar y cambiar de nombre y orientación, dejar de "religare" de una vez, para que se pueda, como especie, soltar las cadenas y las sogas, salir de la caverna y aprender a  volar sin miedo en la atmósfera del bien común, porque el Amor Infinito es nuestro origen, nuestra sustancia/sustento, nuestra luz, nuestra brújula, nuestro mapa y nuestras alas. Ains!


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