jueves, 11 de julio de 2019


España, país ocupado





Con la fantasmal sesión de investidura de la Asamblea de Madrid, sesión de investidura sin investidos, podemos decir que concluye oficialmente la temporada política en España, aunque quedan 15 días todavía para que se abrochen acuerdos a escala nacional y autonómica, y aún en septiembre una repesca que evite lo que estoy seguro de que se terminará evitando: el ridículo de unas nuevas elecciones.
Y a punto de concluir esta temporada, podemos decir que se ha reafirmado ese viejo rasgo patológico de nuestra vida en común que es la apropiación por parte de la política de casi todo lo que ocurre en España, en todos los rincones, no hay pliegue en el que no se produzca esta ocupación. Digamos que España es un país ocupado por la política. Sí, cada día del año y en cada hora de cada día cuanto se hace o cuanto se dice parece proceder del mundo de los partidos políticos y de sus vicisitudes, dejando como condenadas a la clandestinidad todas las actividades económicas o intelectuales o científicas.
No sé si fue Joaquín Garrigues Walker o Miquel Roca Junyent la primera persona a la que oí hablar de esta invasión por parte de la política de la vida pública nacional. Decían que, como consecuencia seguramente de los entusiasmos de la Transición, la política se lanzó con imponente fervor a ocupar todos los rincones de la vida nacional, lo mismo los grandes espacios como los pequeños rincones, desde las grandes academias hasta los colegios de arquitectos o de profesiones distintas, pasando por los colegios de asociaciones de numismáticos o de tiradores con onda. Lo mismo daba, la política se hizo con todo y extendió ese menudeo de la política menor partidista a toda nuestra vida.
Este es un rasgo que venimos observando hace tiempo y padeciendo hace tiempo pero que se está agudizando, y este año concreto se ha agudizado de una manera extrema. Diríamos que no hay ninguna cosa que pueda importar más que la apropiación de la política y eso es lo que va ocurriendo. Parece como que nuestros políticos, malacostumbrados por ese ultraprotagonismo, han terminado por ir olvidando hasta qué punto están sometidos, obligados, subordinados a una acción protagonista de la sociedad, que no puede pasar el tiempo aguardando a que ellos den por finalizada sus cuitas para poder ocuparse de los muchísimos asuntos, importantes asuntos, que están pendientes.
Como digo, un rasgo de la patología nacional, señalado hace ya muchos años creo que por Garrigues Walker o Miquel Roca, y que vemos que se va agudizando cada día más. La política es muy importante, importantísima, pero empieza a olvidar que tiene un papel sometido y subordinado al protagonismo de la sociedad. Y es el mundo al revés, es como si los administradores de una finca tuvieran unas urgencias más importantes que las urgencias que puedan tener los propietarios de las viviendas de esa comunidad.

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