Presupuestos 2019: lo mejor frente a lo bueno
Sorprende que Podemos no haya aprendido todavía la lección: el grave error que supone dar pie a que las cosas vayan a peor

La semana pasada comenzó
el debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado de
2019 con la votación de una cuestión preliminar de gran importancia, el techo del gasto,
es decir, la cantidad máxima que podrá gastar el Estado (administración
central, comunidades autónomas y ayuntamientos) y el tope de déficit al
que se podrá llegar el año próximo.
Desde que España forma parte del euro, nuestra capacidad de maniobra al
respecto es muy limitada. No podemos establecer los límites que mejor
consideremos porque hemos suscrito pactos (de rango constitucional) y
acuerdos de todo tipo que nos obligan a no superarlos que responden a
las políticas de austeridad que viene imponiendo Europa. Y si nos
salimos de ellos, somos muy frágiles y vulnerables ante las manos ya
bastante visibles que mueven los mercados. Para colmo,
algunas leyes nacionales como la de Estabilidad Presupuestaria y
Sostenibilidad Financiera de 2012 nos atan aún más las manos yendo
incluso más lejos de lo impuesto por Europa.
Pasados ya los peores años de crisis, hay bastantes
evidencias empíricas que demuestran que las políticas de la Unión
Europea no sólo han tenido un efecto dramático sobre el bienestar social
y el empleo sino que ni siquiera han servido para el objetivo principal
con el que se justificaban: disminuir la deuda pública. En 2016, había
en la Eurozona 6 millones más de personas en riesgo de pobreza que en
2008, y a finales de 2017, un millón más de personas desempleadas, 14
millones menos de empleos y 3,6 billones de euros más de deuda pública
que hace 10 años.
La mal llamada "austeridad" (porque
en realidad se han tenido las manos rotas a la hora de gastar en favor
de los grandes bancos y corporaciones) ha sido una trampa que ha
retrasado la recuperación económica, que ha impedido modificar los
aparatos productivos y el modelo de crecimiento (basado en la deuda)
para evitar que vuelvan a producirse crisis peores que las que hemos
vivido, y que ha perjudicado a los grupos sociales de menor renta y
poder de decisión.
Por eso me parece imprescindible
salir de esa trampa y realizar otro tipo de políticas económicas. Otras
políticas que, sobre todo, deben ir desprendiéndose de la soga más
terrible que el poder financiero ha impuesto a la sociedad: la deuda.
Mientras que estemos generando actividad aumentando la deuda (como de
nuevo nos está sucediendo en gran medida), estaremos cavando el hoyo en
donde volverá a sucumbirá nuestra economía y el bienestar que se pueda
haber recobrado.
Son los gobiernos de inspiración
neoliberal predominantes en los últimos 30 ó 40 años los que han creado,
en beneficio del sector financiero, las condiciones que han permitido
el estallido terrorífico de la deuda en todo el mundo e incluso aquí en
España: en los ocho años de Gobierno de Zapatero la deuda pública
aumentó en 354.000 millones y en los seis de Rajoy (que incluyen los de
la fase de recuperación) en 401.000 millones. Y quien quiera poner en
marcha políticas progresistas debe tratar de reducir la deuda y de
establecer condiciones que permitan crear riqueza sin aumentarla de
nuevo, como han podido comprobar los ayuntamientos y otras
administraciones "del cambio".
Los déficits públicos
son un instrumento imprescindible en algunos momentos (como ahora
todavía en España, cuando hay que impulsar inversiones que el sector
privado no acomete) pero hacer descansar la actividad económica en la generación de deuda es un suicidio y, además, una esclavitud. Porque
primero obligan a endeudarse y luego a dar prioridad al pago de los
intereses que es el gran negocio de la banca. Una muestra de esa
barbaridad es lo ocurrido en la eurozona: del incremento total de deuda
pública registrado entre 1995 y 2017 (5,8 billones de euros) el 106%
corresponde a intereses (6,2 billones de euros de intereses).
Desgraciadamente, la correlación de fuerzas tan desfavorable para los
partidos contrarios al "austericidio" está impidiendo modificar las
normas y restricciones que impone Europa. A pesar de que la experiencia
nos ha mostrado que hay alternativas y hay caminos diferentes. Unos
llevan a peor y otros permiten sortear sus peores efectos y acumular
fuerzas que permitan cambiar cuanto antes la sinrazón económica y el
atentado a la democracia que hay detrás de estas políticas europeas. Los
casos diferentes de Grecia y Portugal creo que lo demuestran
claramente.
Cuando se tiene todo en contra no basta
con mirarse al ombligo y comprobar que los grandes principios se
encuentran impolutos y en buen estado, sino que hay que prestar mucha
atención a las consecuencias de nuestras decisiones. Y me temo que los
dirigentes de una fuerza que ha llegado a ser tan importante y decisiva
en España como Podemos no terminan de enterarse de esto último.
El Partido Popular ha venido manipulando el cuadro macroeconómico para
manejar el gasto con interés electoralista y despreocupándose en
realidad de lo que ocurría con la deuda. Su previsión para 2018 fue claramente irreal e incluso incompatible con los Presupuestos que pactó con Ciudadanos.
Dijeron que buscaban reducir la deuda, pero la demagogia y los favores
fiscales y el gasto electoralista provocaron un déficit mayor del
estimado. Como consecuencia de ello, el nuevo Gobierno se hubiera visto
obligado a realizar recortes por valor de unos 11.000 millones de euros;
pero ha logrado negociar con Bruselas un nuevo escenario que le permite
reducir el ajuste y liberar unos 6.000 millones que podrían destinarse a
inversiones muy necesarias o al alivio financiero de comunidades
autónomas y ayuntamientos, aumentar el techo del gasto incluso por
encima de lo que va crecer el PIB nominal, y disminuir la carga
estructural de la deuda (su porcentaje sobre el PIB). Es decir, mejorar
la vida de muchos españoles.
No me ha extrañado que
los partidos independentistas no apoyaran la propuesta del Gobierno,
pues suelen estar sólo dispuestos a negociar ventajas particulares. A
estas alturas tampoco choca que el patriotismo del que hacen gala PP y
Ciudadanos se traduzca en imponer más recortes al bienestar, con tal de
no reconocer su fiasco presupuestario o de debilitar como sea a sus
adversarios. Pero sí sorprende que Podemos no haya aprendido todavía la
lección: el grave error que supone dar pie a que las cosas vayan a peor. 6.000 millones menos es mucho dinero
(aunque debe ser muy poco para Rafael Mayoral, a quien los 125.064
millones de euros del techo de gasto le parece que no tienen "ni chicha
ni limoná"). Es mucho dinero que sin gastar cuando hace falta se
convierte en más frustración y malestar para los más desfavorecidos.
Claro que muchos querríamos que fueran muchos más millones, pero las
condiciones y la correlación de fuerzas son las que son. Y es por ello,
que lo imprescindible es acumular más apoyos para cambiarla y mejorar
mientras tanto y en la mayor medida de lo posible las condiciones de
vida de la gente común, procurando que aprenda y se empodere y movilice
en esa lucha. Lamentablemente, para Podemos lo ideal, lo mejor, resulta
de nuevo enemigo de lo bueno para quien más lo necesita.
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