Samuel Romero Aporta (Madrid, 1987)
es ingeniero de caminos, miembro de Ecologistas en Acción y vecino de
Aldaia, una de las localidades valencianas más afectadas por la DANA del
29 de octubre. En esta entrevista explica que tanto la Generalitat como
el Gobierno han actuado de manera negligente y con una lentitud
exasperante, pensando más en cuestiones partidistas y en la batalla por
el discurso que en la seguridad de la población. Al contrario, destaca
que está siendo la clase trabajadora la que “se ha arremangado para
ayudar, barrer, sacar barro, traer comida, dejar sus trabajos y volcarse
con lo que fuera necesario. Es la evidencia de cómo el sistema político
y social está muy alejado de la realidad”.
¿Cómo recuerda el día? ¿Qué información recibieron y en qué medida estaban preparados?
La realidad es que el shock vivido hace que quede algo nublado el
recuerdo del día. Quedan, más bien, sensaciones y emociones algo
enmarañadas y que combinan ansiedad, rabia, tristeza e incertidumbre. No
recibimos absolutamente ninguna alerta. Porque una alerta debe ponerte
en sobre aviso sobre algún peligro o emergencia y, por tanto, alerta no
recibimos ninguna. El historial de alertas que he podido consultar
constata que la primera de ellas llegó a las 20:12. A esa hora ya había
pueblos anegados de agua, personas ahogadas, casas destrozadas. Cuando
sonó la primera supuesta alerta, Aldaia ya se estaba inundando.
La información que vamos conociendo sobre lo que sucedió durante las
horas previas al comienzo de la catástrofe, la ineptitud en la gestión
de la información y la absoluta lentitud en asimilar lo que sucedía y
dar una respuesta representa a la perfección la consideración de cierta
clase política y del sistema económico y político sobre la realidad del
cambio climático. Su nivel de desprecio hacia las unánimes alertas del
contexto científico sobre los efectos del cambio climático y la gravedad
del escenario ecológico y social se reflejó en la lentitud pasmosa con
la que abordaron esta catástrofe.
La respuesta autonómica adolece de criterio, de rigor y de honestidad desde el primer minuto
¿Dónde estaba cuando empezó la riada y cómo es esa experiencia hasta que llega el agua?
Afortunadamente mi pareja y yo estábamos en casa con nuestro hijo y
nuestra hija de 3 años y 4 meses respectivamente. Estábamos acabando de
preparar la cena cuando vimos circular por una calle enfrente de nuestra
ventana coches en dirección contraria. Después de los coches, llegó la
primera oleada de agua y barro y, detrás de esa, la corriente de un río
que arrasaba todo a su paso. Fue una noche aterradora. Conseguimos
dormir a nuestro hijo e hija y escuchábamos gritos, golpes de coches
contra casas y locales y el ruido ensordecedor del agua arrastrando todo
a su paso. Ese ruido no se olvida. Era la viva imagen de la respuesta
de la naturaleza ante el destrozo que le estamos causando como especie.
¿Qué juicio le merece el papel que han jugado las administraciones locales y autonómicas?
La respuesta local se ve desbordada. Los municipios afectados no
tienen capacidad de respuesta ante esta catástrofe y dedican un esfuerzo
gigantesco, a día de hoy, a intentar coordinar la ayuda que llega y dar
respuesta a las necesidades más básicas de su población.
La respuesta autonómica adolece de criterio, de rigor y de honestidad
desde el primer minuto. Está contaminada de la mentira, la ignorancia
sobre la gestión de esta catástrofe y la batalla política. Hay tres
cuestiones. Una, la falta de preaviso sobre la emergencia, pese a los
avisos de AEMET y de los municipios donde estaba lloviendo de manera
torrencial; dos, el primer nivel de respuesta centrado exclusivamente en
buscar culpables y dar traslado al plano político entre el Estado y la
Generalitat, y tres, la falta de movilización de recursos y petición de
ayuda ante un escenario que desbordaba su probada baja capacidad y la
ausencia de respuesta ante escenarios muy críticos en los días
posteriores. No hay alternativa habitacional, ni recursos sanitarios ni
recursos educativos. Es indignante que, diez días después, aún no
sepamos a qué centro educativo podrán ir nuestros hijos e hijas después
de que su colegio público haya quedado destrozado. No puedo llegar a
entender qué otra prioridad tenía la Conselleria de Educación en estos
diez días.
Con este sistema económico, social y político, la única respuesta
posible si queremos cambiar nuestras vidas es la toma de conciencia
colectiva
¿Qué le parece la actuación del Gobierno central?
El Estado central ha jugado otro papel deplorable. De nuevo la
batalla por el discurso político lo copaba todo. Si bien es cierto que
el nivel de emergencia debe decretarlo la propia Comunitat Valenciana
para que el Estado tome el control, el Gobierno tiene mecanismos
suficientes para haber abordado este escenario sin el absurdo juego
político en un contexto en el que cada minuto puede ser clave para
rescatar vidas. Otra vez se ha demostrado un absoluto distanciamiento
entre las instituciones y la realidad. El plano institucional sigue
copado por la batalla partidista, que no política, mientras la vida de
la gente colapsa.
El colapso de nuestros ecosistemas y de la vida tal y como la
concebimos nos sigue dando golpes mortales. Mientras, el plano
institucional mira hacia otro lado preocupado por la respuesta mediática
y el hundimiento del rival político. No estoy haciendo un discurso
antipolítico, ni mucho menos. Creo firmemente en la política como
herramienta para cambiar y mejorar vidas. Pero con este sistema
económico, social y político, la única respuesta posible si queremos
cambiar nuestras vidas es la toma de conciencia colectiva.
Ignorar a la ciencia es mortal y los dirigentes políticos y la élite económica lleva décadas ignorándola
¿Cómo se siente la gente? ¿Confusión, dolor, miedo, enfado…?
El sentir general es de tristeza, angustia y cansancio. Son ya muchos
días lidiando con el fango, tirando recuerdos y bienes de primera
necesidad a una montaña de barro donde todo se despersonaliza. Donde
todo recuerdo pierde identidad y pasa al olvido. Y, por supuesto, hay
una sensación de hartazgo y de enfado muy extendida que puede ser muy
positiva para reivindicarse frente a un sistema que no da respuesta real
a las necesidades de la gente, pero puede ser muy peligrosa si se
conduce, en un escenario de shock, hacia posturas fascistas y de orden
vertical.
La normalidad, concebida como recuperar la vida anterior al 29 de
octubre, se antoja muy lejana. Y eso es un peligro porque puede llegar a
normalizarse la miseria, el barro, el ruido constante; el hecho de
limitar el día a la búsqueda de subsistencia puede mermar nuestra
capacidad como personas de disfrutar de nuestro tiempo libre.
El nivel de respuesta ante esta catástrofe ha sido caótico. Y
centralizar la respuesta en ayudas ínfimas para recomponer casas,
locales, negocios, calles, plazas y parques delega la capacidad de
recomposición en el poder adquisitivo. El fascismo ha demostrado cómo se
alinea con el neoliberalismo más atroz ante situaciones de crisis y
shock. Deberíamos empezar a pensar en cómo articular este escenario para
que sirva de guía hacia vidas no como las que teníamos, sino mejores.
¿Con quién hay que enfadarse?
Con quienes difunden el negacionismo climático, en primer lugar. Esa
postura te lleva a desoír las alertas meteorológicas o cualquier otra
que lance la ciencia. Ignorar a la ciencia es mortal y los dirigentes
políticos y la élite económica lleva décadas ignorándola porque lo que
les cuenta no les gusta o simplemente se dedican a buscar alternativas
dentro de un sistema que ya no funciona. Y, por supuesto, con todas las
instituciones públicas desde el Estado hasta la Generalitat Valenciana
por la nefasta gestión de la catástrofe. En mi caso particular, creo que
una buena ración de enfado y odio se la debe llevar la ultraderecha por
el lanzamiento constante de bulos y odio, y la búsqueda de la
confrontación en medio del caos.
El motivo principal que ha causado este escenario es el cambio climático
¿Qué habría que hacer en contextos y territorios en los que estos fenómenos siempre han existido y serán más frecuentes?
La respuesta ha de ser global. Porque el motivo principal que ha
causado este escenario es el cambio climático y, en el caso de Valencia,
la conjugación de la alteración de la corriente Atlántica con un
Mediterráneo excesivamente caliente. A nivel local y regional deben
articularse, a mi modo de ver tres planos de respuesta:
- Plano de emergencia climática: con procedimientos escrupulosos de aviso y actualizados al nivel de incidencia actual.
- Plano de reestructuración de ecorregiones: vinculando ciudades,
pueblos y terreno natural para poder ofrecer una respuesta que conjugue
las necesidades básicas de los municipios, la protección de ecosistemas y
la propia protección natural ante estas catástrofes. La urbanización
masiva y la construcción masiva de autopistas solo ha agravado más el
problema.
- Plano de respuesta social: lamentablemente estos escenarios se
repetirán y debe estar muy bien articulada y preparada la respuesta
educativa, sanitaria, habitacional, etc. ante este tipo de situaciones
porque no se puede delegar en la buena voluntad de las gentes.
Sobre la autoorganización, la ayuda mutua... ¿la gente por
debajo es capaz de colaborar en una situación de catástrofe sin
preguntarse por la ideología política, la existencia o no del cambio
climático o la procedencia?
La respuesta autoorganizada del pueblo es la mejor de las noticias en
medio de tanto destrozo. Es un haz de luz sobre la capacidad del
pueblo, como clase social, de sobreponerse y arroparse. La ideología
política, lamentablemente en las décadas que vivimos, se mueve por una
suerte de modas en función de la batalla cultural y mediática y del
difícil equilibrio que el capitalismo juega con nuestras vidas. Pero hay
algo que no cambia: la clase social. Es la clase trabajadora la que se
ha arremangado para ayudar, barrer, sacar barro, traer comida, dejar sus
trabajos y volcarse con lo que fuera necesario. Creo que es la
evidencia de cómo el sistema político y social está muy alejado de la
realidad.
Es imprescindible que la ayuda se vaya modulando, y que la ayuda
institucional cubra cuantos gastos sean necesarios para recuperar todas
las vidas
¿Quieres añadir algo a la luz de tu experiencia y que no te haya comentado?
Sobre las necesidades actuales. El nivel de respuesta ante donaciones
de primera necesidad: agua, leche, alimentos, productos de limpieza,
palas, rastrillos, etc. ha sido asombroso. Hay centros de recogida y
donación que están sobrepasados ante el aluvión que se recibe a diario.
Sin embargo, las necesidades cambian día a día, y, en la fase de
reconstrucción de casas, locales y negocios, muchas familias necesitarán
material de obra, equipos profesionalizados de construcción y
reparación y personal técnico de asesoramiento y diseño de proyectos que
las ayudas públicas no van a cubrir. Es imprescindible que la ayuda se
vaya modulando, pero, sobre todo, que la ayuda institucional cubra
cuantos gastos sean necesarios para recuperar todas las vidas de cada
municipio y ponga en marcha los planes necesarios para frenar el avance
de las consecuencias del cambio climático y la resiliencia de nuestras
ciudades y pueblos.
Es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.