Si es pasar el tiempo, vale, pero hacer cábalas en serio sobre la formación del gobierno carece de sentido. A
26 días de las elecciones municipales, autonómicas y europeas, los
partidos no van a descubrir cartas ni salirse de sus catecismos.
Cuanto digan sobre el futuro es nada con sifón, o para ser más
precisos, parte de la precampaña electoral de esta próxima cita, campaña
que empieza oficialmente el día 10 pero en la que ya estamos.
Todas las fechas se van a solapar. He aquí un ejemplo: cinco días
antes de que vayamos a votar, solo cinco días antes, se van a proclamar
oficialmente los resultados de estas generales que acabamos de celebrar,
se expedirán las credenciales a los nuevos diputados y se constituirán
el Congreso y el Senado. Cada acto, cada imagen, cada declaración
formará parte de la publicidad política; de hecho, forma parte ya.
De manera que lo de formar gobierno, por el momento, al cajón. Pero como especular es gratis, en especulaciones andamos. Dice la financiera JP Morgan que el Ibex presiona para que el PSOE pacte con Ciudadanos.
La idea gusta a muchos y podría ser una fórmula razonable y
estabilizadora si ambos partidos fueran los de febrero del 16 cuando
firmaron el acuerdo de las 200 medidas, pero hoy es imposible. Rivera,
que para acaudillar a las derechas se ha lanzado al hooliganismo,
persiste en su veto y lo justifica con argumentos ridículos. Los
socialistas están irritadísimos con él y con sus groserías. Ni siquiera
llamó a Sánchez para felicitarle. El líder naranja, en apuesta a todo o
nada típica de su habitual impaciencia, ha enfilado ciegamente en
dirección a La Moncloa y ya solo se ve a sí mismo.
Un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, apoyado por los anexos
nacionalistas necesarios, sería la salida preferida por muchos
militantes pero presenta también importantes contradicciones, la primera
de las cuales es que vitaminaría de manera fulminante a las derechas.
Sería oxígeno puro para el PP, que ha quedado sonado.
De forma que no me extraña que Sánchez esté pensando en gobernar en solitario
con acuerdos pero sin coaligarse con nadie, como dijo ayer Carmen
Calvo, y moverse en geometría variable. Sería vivir en el alambre, sí,
pero quién se ha apañado una temporada con 85 diputados debe sentirse en
la opulencia con 123. Pero ya digo que es hablar por hablar. Ahora no
hay que tomarse al pie de la letra ninguna afirmación. Estamos en
campaña, de nuevo.
Ayer, miles de españolas nos tuvimos que tragar las ganas de y
el derecho a no votar. Personalmente, ha sido una renuncia por
solidaridad responsable sobre todo. Por amor verdadero. Simplemente.
Mi dilema se establece entre mi conciencia, la salud cívica y la
empatía justa, solidaria e imprescindible con quienes más cruelmente
sufren las peores consecuencias de las urnas, tantas veces manipuladas.
Mi conciencia misma estaba partida por la mitad: si obedecía el íntimo mandato
de la abstención manifiesta en el momento de votar, rompiendo la
papeleta y dejando constancia pública de mi renuncia y sus causas más
que justificadas, como en el franquismo y al principio de la democracia
se hacía patente la objeción de conciencia en el servicio militar
obligatorio, al mismo tiempo y con mis mejores intenciones, estaría
abriendo la puerta a una horda de desharrapados éticos, sin escrúpulos,
cuyo único objetivo quedó clarísimo en el último periodo de desgobierno
pepero, pero esta vez, para acabar de rematarlo, la historia venía
multiplicada por tres.
Ciertamente, yo haría una
denuncia imprescindible, mi conciencia habría sido coherente con una
situación generalizada de total insostenibilidad social, ética y
flagrante deshumanización del sistema político, pero en la situación
europea y mundial del momento presente, ¿era lo adecuado no intervenir
para parar la avalancha de barbaridades, que el mismo debate de los días
precedentes había dejado clarísima, con todas las consecuencias de la
peor calaña, precisamente, para los sectores sociales más precarios y
olvidados por la pseudopolítica que nos ha estado afligiendo,
especialmente ensañada desde 2012, gracias al gobierno unifachito de
Rajoy y sus mesnadas, corrompido hasta las trancas desde que tenemos
memoria democrática y especialmente recrudecido en los años peores de la
crisis?
Mi dilema hamletiano no me dejó en paz hasta
ver el debate. No tendría perdón si con mi justa indignación, llena de
razones indudables y no solo por enfado, sino también buscando un
revulsivo ético que hiciese reaccionar a los políticos fuera de la
realidad, no salía con mi voto a cerrar la muralla, como cantan los
versos de Nicolás Guillén. Y por eso, a las 9 de la mañana de ayer , 28
de Abril (ay, ese abril que para España ha sido históricamente, tan
radiante y tan horrible) ya estaba a las puertas del colegio electoral. Espero
que el sacrificio de miles de votantes, que como yo, estoy segura, han
dejado a un lado sus convicciones más lúcidas y queridas, por amor a sus
semejantes peor tratados, no se interprete como la Rendición de Breda
por parte del socialismo ganador. Esos votos tienen un precio: la
exigencia al Psoe de unos principios que no lleven a España a caer
constantemente en las redes de Trump, por ejemplo, acorralando a
Venezuela, potenciando al comando Guaidó frente a la la mayoría del
pueblo, -curiosamente, Guaidó es el monofachito venezolano- obedeciendo a
ciegas al establishment en el tema de recortes y manipulaciones
financieras, que acaban por destrozar la economía de todos para que solo
USA mangonee al resto del mundo. Está clarísimo que son los venezolanos
de base, o sea, la mayoría, quienes eligen no tener un Guaidó, porque
si no fuese así, hace tiempo que el conflicto se habría terminado.
Queremos
una España que sepa decir también a ese tinglado que NO ES NO. Que lo
haga en la ONU y sobre todo en la forma de gobernar, reaccionando en
clave socialista, no socio-liberal, frente a las crisis humanitarias
desencadenadas por el cerco yanky a todos los estados de este mundo que
pretenden ser libres del dolar y sus manejos siempre con segundas
intenciones de dominio mundial. No vale gobernar tratando de montar
milongas al aplicar el liberalismo económico a un carnaval efectista
pseudosocial. No es posible que si el dinero, sus intereses y las
puertas giratorias llevan la batuta, haya justicia social y se merezca
el nombre de socialistas. Tampoco es posible un gobierno socialista
incapaz de indultar a quienes no han delinquido y han sido procesados
poe unas leyes manejadas e incluso decretadas por delincuentes
sistémicos como lo es el pp,-por cuyo motivo penal se hizo necesaria la
misma moción de censura- y manteniendo en pie la atrocidad
antidemocrática de los presos políticos, que es una vergüenza hasta en
Europa y en la ONU. El primer cordón sanitario que hay que quitar es
ése, si de verdad esto pretende ser un estado de derecho de verdad y una
democracia que merezca ese nombre.
Estas elecciones no
han sido el triunfo del Psoe, sino el de la sensatez y la generosidad
inteligente de los pueblos de una España PLURINACIONAL, querido Pedro
Sánchez, -los mismos que te apoyaron en la moción de censura
obligatoria- que han/hemos quemado las naves de los mejores deseos, para
evitar la debacle. El triunfo del Psoe será el cumplimiento de esos compromisos y del programa que contempla la regeneración democrática, social y económica, la integración de las nacionalidades ibéricas en un núcleo más humano, convivente y cultural de proyectos compartidos, que en plan código rígido,plagado de 155 y sin alma. Hemos hecho que pase, ahora en las manos del
Psoe queda la responsabilidad de que nuestro sacrificio sea para el bien
común, no para que esto acabe como el rosario de la aurora. O sea,
cayendo en las garras de guatepeor, intentando escapar de Guatemala. Sería
muy bueno que tuviéseis en cuenta, que otra decepción del mismo calibre
de las que nos ha proporcionado desde los 80 hasta ahora, un Psoe tan
éticamente light como se ha comportado desde sus inicios felipistas,
posiblemente nunca más levante cabeza si nos falla una vez más. Los
peperos y trifachitos se permiten esos lujos, los españoles y españolas
con conciencia, no. Cuando se ven saturados y aplastados por el sistema
que debería potenciarles y facilitarles la existencia, son capaces de
poner en marcha un 15M en mareas sectoriales y alternativas muy válidas
si es preciso, un anticapitalismo municipalista o múltiples grupos y
partidos territoriales (CUPs, ERC, PNV, BILDU,BNGA, Andalucismo, Compromís, P.Aragonés. y toda la línea municipalista En Común, En Marea, En Pie, En Marcha, etc, etc...), no tardarán en emerger La España Vacía y un S.O.S Madre Tierra, somos millones que sin montar pollos, estamos cambiando la mirada, el alma y las ideas, nos está naciendo la conciencia como vínculo ético y afectivo, inteligente y creador, entre lo personal y lo colectivo, o sea, la plurinacionalidad constituyente
y viva, activa y entrañable, cuanto más de la tierra que pisamos, más sin froteras, para mantener en pie los DDHH, las libertades, la dignidad y la
supervivencia que descansa en el fundamento de una convivencia sana y
participativa, la autogestión solidaria y el federalismo territorial
desde el municipio y la comarca al estado, a Europa y al Planeta. Un concepto nuevo y
regenerador de la gestión política. Non habetmundus maior sine mundo minus. Y viceversa.
Debe ser la Constitución la que
regule y reconozca de una vez por todas esa realidad plural y fraterna de los pueblos
ibéricos y su universalidad humana, si es que de verdad es cierta, y no un cuento tártaro, esa soberanía que se nos reconoce
en el Título I de la Carta Magna.
O sea, que ojo al
parche. Que la muralla abierta al corazón del amigo, al mirto y la
yerbabuena y al ruiseñor en la flor, también se acaba cerrando al
veneno y al puñal, al diente de la serpiente y al sable del coronel.
Mejor honestos y claros que retorcidos y manipuladores. Ser sabios no es
ser simplemente astutos, sino conocedores veraces de la realidad y
maestros de la ética, antes que de las jugarretas "políticas", que por
más "ventajas" que den en apariencia, siempre acaban fatal. Sobre todo
para la ciudadanía que las soporta y las subvenciona con sus impuestos.
No
olvides, Pedro Sánchez, lo que oíste anoche a las puertas de Ferraz:
"No con Rivera" y "Sí,se puede". Y no te lo ha dicho ni Equo, ni IU ni Podemos, te
lo exigen los socialistas de verdad, los de base, los que saben de qué va el día a día, no los etiquetados que viven en el ghetto del poder, de la
sigla y los apaños. Y con ellos en el mismo plano, la mayoría de españolas y españoles que
os ha votado para que obedezcáis el mandato soberano del pueblo. Esperamos
no tenernos que arrepentir de haber confiado en un Psoe abierto y capaz
de entender la pluralidad necesaria para el bien común, sin patrias de
pacotilla y concesiones a la Cueva de Alí Babá.
Todo por el pueblo, pero con el pueblo, escuchando y obedeciendo al pueblo, que somos TODAS y TODOS.
Y si no es así, el universo inteligente os pasará la factura, como acaba de hacer con los colegas trifachitos.
No hay casualidades sino causalidades. Cuanto más se tarda en descubrirlo, más se sufre, más se hace la puñeta al prójimo, -hasta pretendiendo ayudarle, ¡e incluso empoderarlo y todo! Y peor se pasa.
Gilles Boeuf, consejero de la Agencia Francesa para la Biodiversidad "El movimiento de jóvenes por el clima está consiguiendo lo que yo no he logrado en quince años"
No quiere ser considerado activista, sino científico.
Así se define el oceanógrafo Gilles Boeuf, quien no concibe ecologismo
sin feminismo y piensa que las nuevas generaciones desean vivir con
mesura. Aprovechamos su paso por Madrid para hablar sobre los grandes
retos a los que se enfrenta la pérdida de biodiversidad actual.
Gilles
Boeuf posa en el patio interior del Instituto Francés de Madrid minutos
antes de su entrevista con SINC. / Álvaro Muñoz Guzmán
La comunidad científica lleva
años debatiendo sobre si nos hemos adentrado en una nueva era: el
Antropoceno. Son tales los cambios producidos por el ser humano que
algunos hablan de una nueva etapa en la historia de la Tierra.
Vivimos en ciudades, ajenos a cómo están afectando nuestras decisiones
al medioambiente. ¿Cómo armonizar nuestra vida con la naturaleza?
Esta es una pregunta que el ecólogo Gilles Boeuf
(Saint-Nazaire, 1950) plantea en sus charlas por todo el mundo.
Oceanógrafo, profesor en la Universidad de la Sorbona (París), antiguo
presidente del Museo de Historia Natural y actual presidente del Consejo
Científico de la Agencia Francesa para la Biodiversidad, este hombre es
sin duda un experto en lo vivo.
La semana pasada Boeuf visitó España para impartir
varias conferencias en Madrid y Valencia. En su paso por la capital
charlamos con él en el Instituto Francés de Madrid, antes de una de sus
intervenciones, para conocer su opinión sobre la actual pérdida de espacios y especies que se está sufriendo alrededor del mundo.
No cree que, según la teoría de la evolución, es natural que ciertas especies sobrevivan mientras otras desaparecen?
Claro, pero no a esta velocidad. En menos de cuarenta años hemos matado a la mitad de los elefantes.
Es un proceso natural, pero no cuando el ser humano es culpable del
declive y de la aparición de seres vivos. Por nuestros cambios, conozco
especies que se encuentran en un estado de vulnerabilidad, pero no
conozco especies extintas. Solo sé de una especie que ha desaparecido en
los últimos cincuenta años.
¿Podría decirnos de que especie se trata?
Era un pequeño molusco que vivía en las orillas del mar de Holanda. Estos ecosistemas fueron transformados radicalmente y, donde en su día hubo marismas, ahora hay campos de pasto para vacas. En este caso era inevitable. Al destruir y reemplazar totalmente su hábitat, la especie desapareció por completo.
Crédito: Álvaro Muñoz / SINC
La primatóloga Jane Goodall declaró
hace unos meses en Barcelona que estamos viviendo la sexta extinción
masiva de especies. ¿No está de acuerdo con ella?
No exactamente. Eso son palabras de una activista
ecologista, no de un científico. Cuando yo hablo de pérdida de
biodiversidad me refiero a un colapso del número de individuos por
población. Lo que estamos viviendo es una pérdida de densidad, no una extinción masiva. Encontramos dos veces menos de elefantes, de tigres, etc.
Entonces, ¿no debemos proteger a las especies que se encuentran en peligro de extinción?
Es imposible favorecer a unas especies frente a
otras. No somos capaces de hacer eso. Eso son campañas de ONG
medioambientales. "Vamos a salvar el tigre, pero el sapo de Costa Rica
me da igual". No tiene ningún sentido. Una especie no sobrevive aislada
del resto. Debemos esforzarnos en proteger los espacios y no a las especies. Por eso confío en las organizaciones que tratan de conservar una especie cuidando su hábitat.
No tenemos en cuenta especies tan
comunes como leones, jirafas y elefantes, que también se encuentran en
peligro. La fama de los animales más mediáticos también puede llevarlos a
la ruina. ¿Hasta que punto somos conscientes del daño que estamos
causando?
"Cada día llegan a África barcos repletos con armas a cambio de materias de especies en peligro, como marfil o maderas"
No
tenemos ni idea porque mucho sucede en el mercado negro. El presidente
de Zambia me dijo una vez: "Gilles, hace veinte años teníamos 2.000
rinocerontes en Zambia. Hoy en día tenemos cero por la caza furtiva".
Cada día llegan barcos repletos con armas a África que son
intercambiadas por materias de especies en peligro reenviadas a China
como el marfil o algunas maderas que son escasas.
El negocio de los animales es horrible. La multa por matar a un rinoceronte es menor que el precio que se paga por su cuerno.
Es la materia prima más cara del mundo. Más que el oro, más que la
plata, incluso más que la cocaína. ¿Cómo vamos a ser capaces de proteger
a los animales que más amamos si no somos capaces de proteger a las
reservas de los furtivos?
¿Y qué propone para acabar con este tráfico ilegal?
Educar a las niñas. Esa es la clave para mí en África. El sistema no funciona porque solo uno de cada seis empleados es mujer.
No puedes buscar respuestas sin contar con la mitad de la población.
Tenemos que devolver a la mujer su lugar en la sociedad. Creo que
ecologismo y feminismo son dos movimientos que van muy ligados.
"Durante la Cumbre del Clima en París, las mujeres africanas proponían soluciones que a los hombres no se les ocurrían"
Recuerdo
durante la COP21 en 2015, cómo las mujeres africanas proponían
soluciones que a los hombres no se les ocurrían. Hoy, veo la misma
motivación en los Fridays For Future, donde se puede ver una presencia
femenina mayoritaria entre los jóvenes que luchan por el Acuerdo de
París.
¿Qué le parece este movimiento? ¿Vuelca su esperanza en los jóvenes?
Ojalá estas reivindicaciones den su fruto. Estas manifestaciones están consiguiendo algo que yo no he logrado en quince años.
Considero que no he tenido éxito con la gente que nunca va a escuchar
conferencias, que nunca abre las páginas de un diario importante o que
nunca va a ver una exposición en un museo. Sin embargo, creo que estos
manifestantes están llegando a un público mucho más amplio.
Hay tres aspectos de la naturaleza humana que nos
han traído hasta aquí: arrogancia, avaricia e imprudencia. Las nuevas
generaciones están rectificando. Se suele pensar que son más
egocéntricos y caprichosos, pero yo creo que los jóvenes quieren vivir
con más sobriedad y no consumir tanto.
Pero, si no consumimos, ¿podemos seguir desarrollándonos como especie?
Crédito: Álvaro Muñoz / SINC
Lo que no podemos es continuar teniendo una economía
suicidaria y estúpida que consiste en ganar más y más dinero
sobreexplotando la naturaleza. ¿Cómo desarrollar esta vida en el
panorama general de colapso de los recursos y de aumento de la
población? ¿Cuál es el precio que estamos pagando por desarrollarnos?
Rechazo el modelo actual. Las personas que creen que
siempre podemos inventar un desarrollo que aumente infinitamente son
locas. Debemos construir una economía nueva basada en el respecto a la
naturaleza
¿El egoísmo nos ciega?
El problema es que nos resulta difícil aceptar que formamos parte de la naturaleza.
Tenemos el mismo número de bacterias que de células. El microbioma es
una parte fundamental de nuestro cuerpo. ¿Qué comes? Biodiversidad. ¿De
qué te rodeas? Biodiversidad. Dependemos de ella.
Ignoramos todo esto. Para una especie que se hace
llamar Homo sapiens (ser humano que piensa) es un tanto irónico. Este ha
sido un fracaso de la educación. Lo que hay que explicar a la gente es
que cada vez que dañamos la biodiversidad nos estamos dañando a nosotros
mismos.
La
frase más importante de la noche electoral no fue el “con Rivera, no”
con la que los militantes y simpatizantes del PSOE exigieron a gritos a
Pedro Sánchez que formara un Gobierno de izquierdas y no volviera a
abrazarse a la farola naranja de Ciudadanos, sino la que casi en voz
baja deslizó Pablo Casado en su comparecencia tras la debacle. Con la
estética de un representante de pompas fúnebres y escoltado por dos de
sus enterradores de guardia, el secretario general García Egea y la
viuda de España, Suárez Illana, el presidente del PP afirmó que su
partido sabía estar a las duras y a las maduras antes de pronunciar
estas palabras: “No eludo la responsabilidad”.
La aserción se las trae por enigmática. ¿Qué significa en boca de un
político que ha llevado a su partido a la derrota más humillante de su
historia? ¿Qué sentido tiene esta asunción de responsabilidades en un
líder que ha perdido 71 diputados y cerca de 3,6 millones de votos? ¿Qué
quiso decir Casado tras verse expuesto a un catastrófico balance en el
que sólo en Melilla y Salamanca puede presumir de haber obtenido más
diputados que el resto? Se desconoce por completo.
No se recuerda en la reciente historia democrática de Europa un caso
semejante. Por establecer alguna comparación posible, es como si el
capitán del Titanic se hubiera puesto a salvo tras el naufragio, se
pusiera al mando del bote salvavidas y prometiera una feliz travesía.
“Nos vamos a poner a trabajar desde ahora para recuperar los apoyos”,
dijo el hombrecito. Acabáramos.
Cualquier análisis de los resultados debería haber implicado su
dimisión inmediata o, al menos, la convocatoria de un congreso
extraordinario tras las elecciones de mayo. Casado no sólo ha perdido
las elecciones sino que es discutible que conserve la condición de líder
de la oposición, tras esa jibarización que le deja a poco más de
200.000 votos de Ciudadanos. Eso sí, que en la peor coyuntura posible
del PP Ciudadanos tampoco haya conseguido dar el sorpasso habla elocuentemente de las posibilidades reales de Rivera de llegar algún día a la presidencia.
De la desastrosa estrategia de Casado y del fracaso de ese
neoaznarismo caduco que pretendía recuperar las esencias y arrinconar
los complejos rajoyanos dan muestra los resultados obtenidos en el País
Vasco y Cataluña. En Euskadi el PP es un partido extraparlamentario y,
con Bárcenas jubilado, algo habrá que inventarse para que el secretario
de Organización, Javier Maroto, que se ha quedado sin escaño, viva
dignamente. En Cataluña sólo obtiene el acta la marquesa de Casa Fuerte,
que estaba llamada a ser la voz de España en tierra hostil y que ha
dicho que también asume la responsabilidad como última mohicana sin
explicar cómo. Al parecer, la solución del PP a los problemas
territoriales del país no era, como se creía, aplicar el 155 al
independentismo y a las comunidades de vecinos más revoltosas sino hacer
mutis por el foro. Quizás lleve razón.
En su caída, Casado ha arrastrado a todos e, incluso, la aldea gala
de Galicia, ese bastión inexpugnable, ha sufrido las consecuencias. Ni
Alberto Núñez Feijóo ha podido evitar que, por primera vez en 40 años,
el PP no sea el partido más votado, tras ceder más de 14 puntos respecto
a 2016. Aun así puede presumir de que Vox no ha mojado en su comunidad
y, a expensas de que las autonómicas le sean más favorables, es el único
dirigente al que se podría confiar el rosario de la madre porque los
muebles y la vajilla ya están en el fondo del mar junto a las llaves.
Eso, o implorar de rodillas que Soraya Sáenz de Santamaría les perdone
por haber pecado.
Confiar en que las próximas elecciones locales, autonómicas y
europeas sean una segunda vuelta de las generales, como hace Casado, es
de una ingenuidad casi ofensiva. La refundación del partido que ahora
todos reclaman pasa por abandonar esa competencia insensata con la
extrema derecha y cerrar el capítulo de Casado con un urgente punto y
final. El breve no era Pedro sino Pablo. Las vueltas que da la vida.
Ya conocen los datos y los principales titulares. La alta
participación, la ciudadanía tenía conciencia de la importancia de la
cita, el gran éxito de Sánchez
‘el insumergible’, que en las condiciones más adversas, con la
hostilidad feroz de sus rivales y las reticencias de muchos de los
suyos, ha logrado reflotar al PSOE y llevarle de nuevo a una victoria en
las generales. El viejo partido tiene 140 años pero aún le queda músculo.
El fracaso de la Triple Alianza de la derecha en su intento de lograr
la mayoría con gritos y con furia, olvidaron que el triunfo electoral
estaba donde siempre ha estado: en esas zonas templadas de las que
parecían querer huir.
El clamoroso pinchazo del PP, el mayor de su historia, por un lado
como consecuencia natural del fraccionamiento de la derecha pero por
otro por su extravío al acunarse temerariamente hacia su extremo más
reaccionario abandonando su espacio moderado mientras invocaba a Suárez.
Se queda sin escaño en Euskadi y con uno solo en Cataluña y así no se
puede ser un partido verdaderamente nacional. Los populares, recién
renovados, van a tener que renovar su contrato de renovación. Casado huele a Hernández Mancha. El PP debería aconsejar Aznar que no les aconseje más.
El notable crecimiento de Ciudadanos, que sin embargo se produce a
costa de dilapidar un tesoro -el centrismo- que lo hubiera permitido
obtener un resultado mejor y tener en su mano la riendas de todos los
procesos ulteriores. Ahora se postula como líder de la oposición y
aspirante a la Moncloa, pero Rivera tiene que decidir con cuál de los atuendos de su surtido guardarropa el tremendista o el liberal centrista.
El cualitativo paso adelante de Unidos Podemos
que podría llevarle nada menos que al Gobierno. Un acierto personal de
Pablo Iglesias pues reapareció justo a tiempo de frenar la caída de su
partido e impulsarlo en los debates.
Irrupción histórica de la extrema derecha con un resultado extraordinario de Vox
que no nos parece extraordinario por el desbordamiento de las
expectativas y los temores que infundía, pero que es de la máxima
relevancia y que va a cambiar muchas cosas en nuestra vida
parlamentaria.
Y extremadamente significativos son los resultados en Cataluña, que se movilizó como nunca. Dos cosas a destacar: una que por primera vez el independentismo gana en unas generales
y dos el triunfo de Esquerra entre los independentistas y del PSC entre
los constitucionalistas abre una rendija en el muro de cemento de los
bloques enfrentados.
Pero la gran moraleja política de la jornada es que no hay atajos,
que no hay recetas milagros, que no sale ninguna suma fácil, que hay que
ponerse a caminar por la senda fatigosa de la política democrática que
sigue propuestas, diálogos, debates, acuerdos, es decir trabajo, mucho
trabajo. Esperamos que Sánchez y los demás responsables políticos estén a la altura
y nos permitimos recordarles que la sociedad lleva 5 años demostrando
una paciencia infinita y que se ha ganado el derecho a una mínima
estabilidad aunque habrá que esperar por qué nadie puede abandonar
todavía el campo de batalla. La pelea continúa dentro de menos de un mes
-el 26 de mayo- hay que enfrentarse otra vez en las elecciones
municipales, autonómicas y europeas. Por el momento todo al congelador o
a pactar en las trastiendas.
Leticia, la valenciana que salva vidas a bordo del Open Arms
La joven voluntaria asevera que, pese a los
esfuerzos y el trabajo realizado en alta mar siente «frustración» al
pensar «en todas esas personas que se están ahogando y se podrían
salvar»
Leticia Cabo, voluntaria de la ONG Proactiva Open Arms.levante-emv
El Mediterráneo le servía de refugio mental a
Leticia Cabo cuando todavía era una niña. Años después es una de las
personas que rescatan a migrantes y refugiados en alta mar, aunque el
Gobierno Español ahora tan solo les permite transportar ayuda
humanitaria a los campamentos de Lesbos y Samos.
La valenciana Leticia Cabo, voluntaria en los buques de salvamento de
la ONG Proactiva Open Arms, adora el mar, pero cuando sale a navegar,
los recuerdos de aquel Mediterráneo donde se refugiaba de niña se
enfrentan al horror que centenares de mujeres, hombres y niños asumen
para tratar de llegar a Europa.
«Todos
mis recuerdos en el mar eran bonitos, porque me refugiaba en él cuando
ni siquiera sabía lo que significaba la palabra 'refugio', pero ahora
también siento frustración al pensar en todas esas personas que se están
ahogando y que se podrían salvar», destaca en una entrevista a Efe.
La
joven cumplía con su jornada en el Servicio de Asistencia Médica
Urgente (SAMU) de Valencia cuando, a finales de 2015, un periodista
contactó con ella para solicitarle ayuda en el campamento de refugiados
de la Jungla de Calais (Francia), que llegó a albergar a más de 50.000
personas. Una de esas personas a las que auxilió Leticia, la única
española en el campo, fue un joven de 16 años de origen sirio, que le
pidió ayuda para enviar una carta de agradecimiento a un grupo de
compatriotas suyos que le salvaron la vida cerca de la isla de Lesbos:
los voluntarios del Open Arms.
Unos
días después, Cabo se embarcó en las experiencias que más le han
trastocado su vida, las misiones de Proactiva Open Arms en Lesbos y en
el Mediterráneo central a bordo de buques como el Astral, el Open Arms o
el Golfo Azzurro. En ellos ha participado ya hasta en seis ocasiones,
en lo que para ella es «una responsabilidad» por el respeto que tiene al
mar y porque tiene «unas herramientas» como profesional sanitaria.
Junto
a ella, una veintena de voluntarios que han recibido formación
específica pueblan los barcos de Proactiva Open Arms, desde los que
supervisan las aguas en las que navegan, a la espera de detectar alguna
embarcación con personas que precisen ayuda sanitaria y psicológica,
además de ser dirigidos a un puerto seguro. Su labor termina
precisamente ahí, cuando estos miles de mujeres, hombres y niños ponen
un pie en tierra, donde son puestos a disposición del gobierno receptor.
El Gobierno español impedía
desde hace tres meses que los navíos del Open Arms partieran del puerto
del Barcelona en busca de migrantes a los que rescatar, debido a que el
Ministerio de Fomento consideraba que no se podía garantizar que los
buques pudiesen desembarcar a las personas rescatadas en un puerto
seguro. Sin embargo, la semana pasada recibieron la que para Cabo es una
autorización «agridulce» que les permite transportar ayuda humanitaria a
los campamentos de personas situados en las islas de Lesbos y Samos
pero no realizar rescates.
Desde
Open Arms continúan reivindicando el permiso para asistir a personas en
alta mar, porque insisten en que el suyo es «un barco preparado para
hacer rescates». Unos rescates que se desarrollan en misiones que duran
habitualmente entre quince y treinta días y durante las que han llegado a
dar cobijo a más de 300 personas que navegaban a la deriva.
Oye sus pasos que se acercan por el pasillo. Cuando se levantó para
preparar el desayuno, él se hizo el dormido, quiso quedarse un rato más
en la cama. Le gustan las mañanas de domingo, sabe
aprovechar las brumas amables de ese tiempo que suelen romper los
despertadores. Hay una forma de habitar entre la realidad y el sueño que
le permite desde que era niño mezclar los años, las situaciones, los
sentimientos. Lo que ocurre es que, cuando era niño, la duermevela solía
lanzarse a galopar por el futuro y ahora siempre se empeña en volver al
pasado, a los pasos de su madre en una cocina de posguerra en la que
cada mañana y el olor a café eran un domingo de resurrección. Ahora
escucha los pasos de su mujer y agradece la juventud que tiene al andar
después de más de cuarenta años de casados. La puerta se abre, ella se
acerca y le dice que se levante, que es domingo 28 de abril.
Bajan los dos juntos. Al salir del ascensor se encuentran con el vecino
del quinto que viene de pasear a su perro. Bueno, en realidad no es su
perro, es el de su hijo. Pero seguro que Carlitos estuvo anoche de
juerga con sus amigos y le ha tocado al padre sacarlo a pasear. Lo que
una no haga por los hijos, piensa ella, y luego pregunta que si ha ido ya.
No, responde el vecino, mientras el perro se cuela en el ascensor. Ha
quedado en despertar a Carlos sobre las doce para ir los dos juntos.
Al cruzar por la plaza se para un momento para buscar el teléfono móvil
en el bolso. Ya vas a llamar a la niña, murmura él. Cómo lo sabes,
afirma ella de esa manera en la que siempre ha afirmado las cosas, igual
que se afirma lo que es natural, lo que no puede separarse del propio
carácter. Tu padre ya se está riendo de mí, pero llamo para recordarte que es domingo 28 de abril, que no se te olvide.
Sí, estoy bien, yo estoy bien en lo personal, pero mira tú lo raro que
está todo. Nosotros vamos ya, no, no es pronto, tu padre se ha quedado
en la cama, ha dado más vueltas que los dedos de un indeciso, pero al
final lo he levantado. Bueno, otro beso, y que no se te olvide… y
convence a ese novio tan encantador que tienes para que se deje de
tonterías, a veces los más listos son los más tontos. Perdona, hija,
perdona, dale un beso de mi parte.
Doblan la esquina del cajero automático y encuentran a Marisa y Antonio
sacando dinero. Desde que cerraron la pescadería ya es difícil verlos.
Ella los echa de menos porque daba gusto charlar de lo divino y lo
humano ante los ojos asombrados de los besugos. ¡Qué ojos tienen estos
besugos!, decía ella, y Marisa empezaba a reírse, adivinaba la intención
del comentario lanzado contra algún vecino antipático. Antonio los
abraza, explica que van a pasar el día en la sierra, en casa de su hijo
Pepe, y que siempre reparten algún billete entre los nietos. ¿Pero qué
edad tienen?, pregunta ella, y al comprobar que el tiempo vuela, y que
los niños son ya unos hombrecitos, empieza a recordar que es 28 de abril, que los abuelos, los padres y los niños no pueden quedarse hoy en la casa debajo de una higuera.
Pero qué imprudente eres, dice él en cuanto se despiden y se dirigen al
colegio. Tenemos confianza, responde ella, han sido muchos años y hemos
visto juntos demasiadas cosas, demasiadas cosas. Voy a estar repitiendo que es domingo 28 de abril todo el día, ya me conoces. Todo, cualquier cosa, menos volver a las andadas.
No es la primera vez que me encuentro a este peculiar sujeto por esos textos en flor, solo que sin Proust. A su bola. A la recherche de unos tempsperdus, tres perdus, o cuatro si viene al caso, sobre todo en dimes y diretes un poco bailones.
Al leerle tengo la sensación apócrifa de que escribe y reflexiona como tendiendo la ropa, a ver qué pasa. Con pinzas de plástico multicolores y sin insistir en el enganche entre pinza, alambre de tendedero y tejido en remojo. Mientras el viento cálido, finalista de este abril, dominguero y votante porque no le queda otra, le revuelve las ideas de línea en línea.
Tira de una manga con el puño a medio desabrochar. Seguro que es de una camisa proletaria, de izquierdas desganadas, que no está muy allá con su identidad; seguro que necesita el contraste, el cara a cara al sol con la cazadora vaquera que yace en el fondo del barreño para no desteñir de azul gaviota el resto de la colada. El hombre es contemplativo y se detiene a observar el panorama. Si coloca la camisa así, manga por hombro y por puño, se le va a amontonar el canesú, y se va a secar muy mal, con arrugas en la parte del cuello, que al parecer le ha salido rana al conjunto, o sea, de derecha vacilante. Entre casadera, riverista y abascala...No está nada claro el sesgo. A ver, si quiere evitar que se arruine la operación secado, hay que desarrollar un esquema previo al paso definitivo.
¿Es de izquierda de verdad esa camisa, o solo son especulaciones mareantes del vientecillo? Porque está claro que para ser izquierda no hace falta tener nada en la despensa ideológica, lo único necesario para esos avatares es ser antifascista, anticapitalista, antiburgués, y ya está. Anti algo. Es decir, ¿quién puede negar la supremacía a la causa primera, o sea a dios? O sea, al capital A los valores. Eso es todo, como diría cualquier ideólogo con enjundia.
Porque claro, no es nada creíble que la izquierda tenga sentido por sí misma, si siempre ha sido una mera revolución contra algo pre-existente, una consecuencia sin más, lo suyo no son esencias ni contenidos, eso siempre es cosa de la derecha, a ver si no, xd!
La derecha tiene la pasta, sabe ponerla a buen recaudo, colocarla donde toca y fluir ligera de cargas morales, volando de bolsillo en bolsillo, de cuenta en cuenta, de ofshore en filigrana inversora de camuflaje. No como la izquierda, siempre en plan rebufo y cajas destempladas, exigiendo sin comprender, reclamando sin empatizar. De hecho la izquierda ha conseguido hasta descomponer la democracia, con la manía de sustituir la nobleza de las castas de toda la vida por la vulgaridad de las clases sociales que solo aparecieron hace un siglo y medio, más o menos, tipificadas como cita libresca, por aquel especulador ideológico acomplejado que fue Marx, Karl. Un pobre diablo sin ambiciones, que acabó fatal por querer romper los moldes e inventar respuestas contestonas y quejicas, para, total, terminar en lo que han terminado, a los pies de su padre fundador: el capitalismo. Ay, si no hubiese sido por ellos, por el capital y Herr Marx, a buenas horas tendríamos a hora por medio el problema de esa pejiguera de izquierda incapaz de dar una a derechas, claro.
Por eso no trasciende, se acobarda, se agarrota, ni sabe montar a caballo, porque encima no quiere abusar de los animales. Está emperrada en igualarlo todo contra natura, con esa manía de derechos y libertades para todas. Como si eso fuera posible. No me irán a comparar ahora la valía descomunal de Bezos, Perón,Trump, Bolsonaro o de Guaidó, con el Che Guevara o Simón Bolívar o Allende o José Mujica, Garzón, Anguita o Pablo Iglesias, por favor...No tienen punto de comparación. La derecha jamás duda. Lo tiene todo clarísimo. Las crisis solo la fortalecen en vez de debilitarla, porque se forra y se lo lleva crudo, cuanto más gorda y estrepitosa se presenta más se pone las botas hasta las ingles.
En cambio la izquierda es puro tiquismiquis, que si respetar, que si convocar en vez de invadir, que si preguntar, escuchar y votar, en vez de decretar 155 urbi et orbe...que es como decir en latín, a tutiplén, vamos, un destarifo inorganizable. Una locura que no puede salir bien, por mucho que se emperren los nostálgicos de un pasado, que en realidad, nunca fue para tanto. La verdad.
Ay, la izquierda...que si la solidaridad, que si empatía, que si socialismo, que si justicia social, que si salvar vidas, que si no vender armas a los saudíes para que no destrocen Yemen, que si el bien común, que si la atención a los más desasistidos por parte del estado sin tener en cuenta que no se puede sobrellevar un derroche semejante si se quiere tener la sartén por el mango y eso, o sea, un estado-niñera, blandujo, fofo, nada machote y en su sitio, que si el laicismo rebelde, que si el cooperativismo y el humillante apoyo mutuo...que si los gays y la violencia de género, que si la economía sostenible y por si faltaba algo, ahora también amenaza con ocuparse de las mujeres enloquecidas por la brecha salarial y del cambio climático que solo es un invento de esos agonías izquierdosos que en el fondo, solo quieren amargarnos la existencia con sus amenazas en plan Arca de Noé...y su falta de imaginación a la hora de buscar motivos serios y de fuste como base ideológica.
Qué desastre...diohmmío...¿Cómo puede ser tal tontuna considerada germen de sujetos democráticos?
Porque claro, los sujetos no existen previamente, hay que crearlos para poder funcionar y saber por donde se anda, como hace la derecha, obviamente. Ella sí que sabe. Porque esos sujetos y actores que pululan por la escena política no son reales, no son nada en realidad, solo números, aproximaciones, algoritmos, cálculos infinitesimales con valor estadístico nada más, tanto te cuentan, tanto vales, que se pueden plasmar por computación y ser además de sujetos, verbos y complementos, frases sueltas, oraciones, litúrgicas o gramaticales, según marque el índice Nikei o Wall Stret. Vamos, que está clarísimo si se tienen dos dedos de frente y se ha estudiado concienzudamente en la Universidad del Páramo Seco, en Titicaca.
Pues sí,tan claro, como que se me han acabado las pinzas y no puedo seguir tendiendo, joder. Menudo gurruño se ha montado en los alambres de tender. Claro, como no hay quien me comprenda, no hay pareja que tienda por mí. Esto debe ser la soledad del genio, seguro.
A ver como seco ahora la cazadora vaquera, que está chorreando, porque la lavadora no centrifuga, y no me queda ni una percha libre en el armario para colgarla aunque sea en el balcón o en la ducha. Voy a tener que descolgar el traje de los domingos. Si al menos pudiese aprovechar el descuelgue para ir a votar...Pero ya he votado por correo, por si la colada me impedía salir a tiempo, que no me aclaro nunca con estos oficios amanuenses y tan poco adecuados para alguien como yo. Que, además, soy un visionario. Me anticipo a los virajes del tiempo. Por eso es normal que ahora la izquierda se desfonde en medio del acierto masivo de la derecha. Aunque, claro, dicen algunos que la cosa puede que no sea ideológica solamente. Muchos científicos, al parecer, dicen que se está acabando el potencial de los recursos globales,y con ello, puede fenecer el propio sistema liberal capitalista, derivado de la Gran Área y su pastón controlador, pero yo creo que todos esos aguafiestas son de izquierdas y solo quieren amargarnos la vida, con su manía de echarle tanta conciencia crítica al guiso encantador y lleno de posibilidades, del crecimiento infinito. Tan happy flowers. Tan creativo y optimista, y a la vez, tan selecto y exquisito. Si dicen que dizan, mientras no hazan... Lo cierto es que no me afecta. A mí me da igual.
Yo a lo mío. Viviendo en mi casita de papel...mientras la ropa se va secando y huele a perro mojado en este mogollón, todo por falta de pinzas. Hay que ver, ser tan grande intelectualmente y a la vez tan inútil para estas simplezas. Necesito urgentemente una mujer que se ocupe de estas miserias cotidianas.
Nunca, en treinta años
de profesión, había escrito para un día electoral una columna como
esta. No se habían dado nunca unas circunstancias así ni en la
transición en que la ultraderecha era peligrosa pero minoritaria y
residual
Imagen de una urna en un colegio electoral de Barcelona
"En
1934 nadie creía que fuera posible ni una centésima, ni una milésima
parte de los que sobrevendría al cabo de pocas semanas".
Stefan Zweig. El mundo de ayer. Memoria de un europeo
Hubiera sido deseable no tener que tocar fondo para
llegar a sentir unos comicios y su resultado como parte importante de
nuestra vida. No nos tendríamos que haber dejado adormecer con la idea
aparentemente revolucionaria de que todo da igual y todos son iguales.
No es cierto. Veo estos días rostros, preguntas, inquietudes que
reafirman esa constatación: nada es perfecto, pero hay cosas
inimaginables. Cosas imposibles que es preciso evitar.
He
visto rostros reflexivos, preocupados, pero también decididos. No
rostros que se tentaran las ropas o los bolsillos. No rostros que se
volvieran hacia su problema concreto, hacia su negocio privado, hacia su
vida particular. No, rostros preocupados y atentos por nuestra
convivencia común, por nuestro futuro general, por nuestro bienestar
como pueblo. Nunca he entendido otra forma de patriotismo que no fuera
el que genera el sentimiento de pertenencia a una comunidad que busca un
día mejor a través de un camino común. La idea enaltecida procede, si
es caso, de ese sentimiento de común pertenencia y destino, no de unos
trapos, unos colores o unos relatos. Y muchos sabemos hoy que es ese
patrimonio de avance común, labrado durante décadas, el que está en
peligro. No es la economía, ni son las lindes y las fronteras, ni son
las lenguas ni nuestros apellidos. Es la libertad. La libertad,
estúpidos. Eso es lo que está en juego. Eso es lo que habéis puesto en
almoneda para conseguir enardecer las vísceras grandes. La libertad de
un pueblo. Libertad. Libertad sin ira. Libertad como patria. Libertad
como bandera.
Yo creo en este país. Creo en nuestro
futuro. Creo por ello que somos un pueblo capaz de responder a ese
embate que no es inocente, que bebe en fuentes ya envenenadas y que
conocemos de otros países. Somos un pueblo correoso. Una patria cuyas
ciudades ondean en sus escudos: la primera en el peligro de la libertad.
Ser libres no sale gratis, pero es lo que nos hemos prometido a ser
como sociedad. Hoy creo que vamos a demostrarlo como compete: a golpe de
voto y de urna, a fuerza de esfuerzo común y de alegría. No somos como
desearían. No somos una caricatura de toreros, fiesta, caza, curas y
pechos viriles descubiertos. No somos un carnaval de mujeres femeninas y
dispuestas y hombres arrogantes con armas largas a modo de vergas
fantasmagóricas. No, esa no es España. Ya no. Si es que llegó a serlo
algún día más allá de la imaginación de un dictador y de la fuerza
descomunal de su bota para aplastar todo aquello que no fuera charanga y
pandereta, cerrado y cofradía.
Hoy acuden a las urnas
dos Españas, la que considera que la patria asfixia, que la patria
marca, que la patria homogénea se impone para hacernos y los que creemos
en que somos todos nosotros, los unos y los otros, los que constituimos
la esencia cambiante e incalificable de esa patria que se conforma
múltiple y mutante como somos nosotros y la sociedad misma. Vamos a los
colegios electorales los que preferimos soportar al intolerante que
romper la tolerancia y también los que confían en que sus líderes
acallen a los que discrepan. Vamos todos, pero unos hemos de ser más
porque somos mejores. Les molesta mucho lo que llaman la superioridad
moral de la izquierda, pero no cabe duda de que es moralmente superior
buscar el bien común que el bien de unos pocos. En nuestra España caben
hasta ellos, en la suya sobramos nosotros. No, no todos somos iguales y
no, no todos los votos que caigan hoy en las urnas lo serán.
España
no se va a romper, pero hay muchos problemas que solucionar y no se van
a arreglar aplastando a la gente sino sintiéndonos gente con ellos y
ellos con nosotros. España no va a ninguna ruina ni los comunistas nos
acechan para cambiar nuestro sistema de vida ni hay ya grupos
terroristas entre nosotros. No son esos nuestros problemas. Son
pantallas que han levantado para que no nos veamos.
Nunca,
en treinta años de profesión, había escrito para un día electoral una
columna como esta. No se habían dado nunca unas circunstancias así ni en
la transición en que la ultraderecha era peligrosa pero minoritaria y
residual. No, estamos ante otro fenómeno que ya ha producido sus
resultados en otros países europeos y que aquí se presenta con un
disfraz algo diferente, propio de un país que no fue capaz de matar sus
fantasmas y sólo los guardó bajo las alfombras. Ahí están de nuevo.
Yo,
como muchos, no tengo tanto miedo por mí como por nuestra subsistencia
democrática. No tiemblo ante las oleadas de mensajes desde granjas
infames amenazándome con cegar mi voz, con cerrar los medios en los que
trabajo, con tirarme al pozo de los rojos de mierda. Esta madrugada,
cuando hayamos recontando los votos, seguiré aquí, en la misma postura,
digan lo que digan las urnas. Pero antes de que llegue ese momento no
puedo por menos de recordar, hermanas, hermanos, que es la libertad lo
que hoy nos jugamos.
Gane quien gane estas
elecciones, lo hará a pesar de no haber hablado de medio ambiente. Sea
el que sea, el gobierno que surja hoy de las urnas no va a continuar
ejerciendo la inacción política respecto al cambio climático
Me
gustaría saber qué tipo de asesores de campaña han aconsejado a los
líderes políticos a los que hoy estamos votando. Dónde aparcaron el
ovni. De qué mundo vienen quienes les aconsejaron que de medio ambiente,
nada
Cuando uno cree que los
niveles de decepción y desengaño hacia la política no pueden ir a más,
llega una campaña electoral como la que acabamos de sufrir y compruebas
que no, que como dicen en el Rey Lear: "aún no está ocurriendo lo peor
cuando pensamos que esto es lo peor".
Ha sido
bochornoso comprobar cómo, mientras el interés por el medio ambiente
empieza a calar hondo en la conciencia ciudadana y la sociedad se
moviliza a favor del planeta y contra el cambio climático, los políticos
continúan sin prestarle atención al tema en los debates electorales.
Acaso algún leve intento, siquiera una cita, pero nada de compromisos
firmes: miseria y compañía.
Me gustaría saber qué tipo de asesores de campaña han
aconsejado a los líderes políticos a los que hoy estamos votando. Dónde
aparcaron el ovni. De qué mundo vienen quienes les aconsejaron que de
medio ambiente nada. Quienes no incluyeron el tema en sus discursos y
les sugirieron que lo evitaran en los mitines porque, total, eso del
cambio climático no le interesa a nadie.
¿Es que no
ven, no escuchan, no sienten a la gente? ¿Es que no se dan cuenta de que
aquella lejana ola de conciencia ambiental a la que no prestaron mayor
atención se ha convertido en un auténtico tsunami de movilización social
a favor del planeta, de la vida, del futuro?
Cambio
climático, contaminación por plástico, calidad del aire, acceso seguro
al agua potable, energías renovables y autoconsumo energético,
conservación de la biodiversidad, modelos alternativos de transporte,
gestión de residuos, consumo responsable, protección de los mares,
economía circular… ¿es que no acaso han dejado de escuchar al mundo?
Quienes
consideramos que estos temas y el resto de los que forman parte de la
agenda medioambiental deben ser atendidos de manera urgente, quienes
creemos que no puede haber acción de gobierno sin acción por el clima,
hemos quedado (de nuevo) desamparados en esta campaña electoral. Pero
nos consuela saber que va a ser la última vez que ocurra.
Por
eso, a pesar del desencanto, quienes defendemos que no hay mayor
urgencia social que la de unir esfuerzos para cuidar y mejorar el medio
ambiente, estamos yendo hoy a votar. Desde la decepción y la
desconfianza, quienes no tenemos a quién votar lo estamos haciendo.
Gane
quien gane estas elecciones, lo hará a pesar de no haber hablado de
medio ambiente. Sea el que sea, el gobierno que surja hoy de las urnas
no va a continuar ejerciendo la inacción política respecto al cambio
climático. Y no va a ser así porque los ciudadanos no se lo vamos a
tolerar.
En este rincón del diario venimos defendiendo
desde hace años que el medio ambiente es demasiado importante como para
dejarlo en manos de los políticos. Y el paso del tiempo nos está dando
la razón. La gente ha decidido tomar las riendas de la defensa del medio
ambiente en sus casas, en el trabajo, en las calles. A pesar de tanto y
de tantos.
Las movilizaciones que se están
produciendo en todo el mundo no pueden ser catalogadas de revolución,
todavía. Pero la próxima revolución va a ser la ecológica.
Los
millones de jóvenes que se han echado a la calle para asumir el
liderazgo de la sociedad al margen de los políticos lo tienen claro: no
van a permitir que nadie que aspire a gobernarles lo haga sin declarar
antes su lealtad al planeta y su firme compromiso con el cuidado y la
mejora del medio ambiente.
Los que hoy elegimos serán
los últimos líderes políticos que se permitan el lujo de concurrir a
unas elecciones sin presentarnos unas propuestas de acción claras y
concretas para eludir los peores escenarios hacia los que nos arrastra
el cambio climático. Por eso confío en que ésta haya sido la última
campaña sin medio ambiente.
La
izquierda será superior moralmente a cualquier otra opción si hace sus
deberes, esto es, si cumple con lo que entiende que debe hacer, con
aquello a lo que se siente obligada, comprometida
Una persona coloca en la mesa de un colegio electoral de Pamplona las papeletas. (EFE)
Ahora que solo queda reflexionar y no procede pedir el voto para formación alguna, tal vez valga la pena dedicar un rato de esa reflexión al
asunto de la naturaleza misma de la política, de la que se supone que
unas elecciones como las de mañana representan el momento culminante.
Gustaba de afirmar Francisco Fernández Buey —hombre
inequívocamente de izquierdas y luchador por aquello en lo que creía
mientras le quedó un suspiro de vida— que la política sin valores no era política:
era politiquería. Tan convencido estaba de ello que, en vez del término
clásico, prefería utilizar el de poliética, con el objeto de subrayar
que la actividad política, para merecer el nombre de tal, debía estar atravesada de ética, empapada de ética.
Conviene
apresurarse a añadir, si queremos evitar los malentendidos más
frecuentes, que semejante reivindicación de la ética no constituye una mera afirmación grandilocuente, una
apelación retórica pero exenta de contenido específico, a favor del
bien y en contra del mal. Por el contrario, pretende ser por parte de
quienes la plantean una guía para la acción en todo momento y en todos los planos,
tanto cuando los individuos se preocupan —sea en su calidad de
ciudadanos, sea en la de representantes de la ciudadanía— por los
problemas concretos de las personas como cuando diseñan futuros y señalan la dirección en que debería encaminarse su sociedad.
Pero tal
vez los matices más interesantes sean los referidos no solo a quienes
asumen con mayor frecuencia e intensidad dicha reivindicación sino
también a quienes más la critican. Respecto a los
protagonistas de la misma, un lugar común lo constituye el reproche de
que suelen estar situados de manera mayoritariamente abrumadora a la
izquierda. Tanta es la identificación entre reivindicación moral de la
política e izquierda que ha terminado por dar lugar al tópico del convencimiento que se supone que tienen los miembros de dicha izquierda de su superioridad moral.
No dudo que pueda haberlos (e incluso en abundancia) que estén convencidos de que el mero hecho de reivindicar valores ya les concede algún tipo de superioridad moral.
Pero no parece, desde luego, que quedarse ahí pueda considerarse que
constituya mérito alguno. Es obvio que lo que nos hace en realidad (y no
en la imaginación) mejores no es reivindicar determinados valores, sino materializarlos. Por eso, tiene escaso derecho a alardear de virtuoso el que no ha visto nunca puesta a prueba su virtud. Y ninguno, por descontado, el que incumple aquello que predica. Tiene escaso derecho a alardear de virtuoso el que no ha visto nunca puesta a prueba su virtud
De lo que se desprende una segunda obviedad, y es que la izquierda será superior moralmente a cualquier otra opción si hace sus deberes,
esto es, si cumple con lo que entiende que debe hacer, con aquello a lo
que se siente obligada, con aquello con lo que se siente comprometida,
con aquello que, en definitiva, es su razón de ser. Más aún: ni tan
siquiera resultaría merecedora del nombre de izquierda si no hiciera todo eso que debe.
Esta
segunda obviedad es, a poco que se piense, vinculante. Porque se deriva
de la misma una exigencia con la que nos tropezamos a diario. Y es que
resulta de todo punto razonable y lógico, a partir de lo anterior, que a
los partidos de izquierda, precisamente porque declaran su compromiso
con valores, sus votantes y simpatizantes les exijan su cumplimiento. En
ese sentido, la izquierda parte con una mochila (de valores) que en
muchos momentos se le puede hacer particularmente gravosa, porque de su
incumplimiento se deriva una severa censura sobre todo por parte de los
suyos. Baste con recordar a este respecto cómo le penalizan
electoralmente un cierto tipo de escándalos en comparación a cómo lo
mismo penaliza a formaciones políticas de distinto signo. La izquierda será superior moralmente a cualquier otra opción si hace sus deberes
En efecto, a la izquierda
sus votantes no solo le exigen, como los de cualquier otra opción
política, la eficacia y materialización de sus promesas, sino también
que todo ello se lleve a cabo ateniéndose a los códigos éticos que
proclama. De ahí lo improcedente, amén de torpe, que resulta la forma en
que algunos miembros de la izquierda se defienden de los ataques que reciben por no haber estado a la altura de los valores que
manifestaban sostener, poniendo como excusa que no hay comparación
entre la levedad de sus errores (pongamos por caso, pequeñas
corruptelas) y la gravedad de los que comete la derecha en el mismo
plano (corrupción organizada a gran escala). Lo que nos lleva ya al otro
orden de matices anunciado.
Por lo que hace a quienes más
critican dicha apropiación de los valores éticos por parte de la
izquierda, ellos no se encuentran a mi juicio, en contra de lo que con
frecuencia se tiende a pensar, en las filas de la derecha. También la
cosa tiene su lógica, aunque la misma venga a contravenir el maniqueísmo
y las demagogias más simplistas a las que estamos de sobra
acostumbrados. Pensemos simplemente en la forma en la que en las clásicas viñetas de Chummy Chúmez o
en las actuales de El Roto se representa a los poderosos. Estos no
aparecen como decididos partidarios de hacer el mal a toda costa, como
si fueran representantes de Lucifer en la tierra, empeñados en acabar
con cualquier forma de bien. Aparecen si acaso como sujetos que conducen
utilizando como criterio un feroz principio de realidad y que, desde esa posición, critican o se burlan de quienes, entre ingenuos y bobos, aún andan defendiendo la necesidad de mejorar el mundo y de actuar conforme a una ética.
Por eso se equivocan también quienes plantean la contraposición entre unos y otros como
si de un combate entre buenos y malos se tratara, cuando en realidad
los presuntos malos la plantean como un conflicto entre idealistas que
habitan en un mundo fantasioso de valores y gentes con los pies en el
suelo (ellos mismos, claro). Tal vez una simple anécdota nos permita ilustrar el asunto con rotunda verticalidad. Cuando Aznar,
hacia el principio de su mandato, expulsó de España a un grupo de
inmigrantes ilegales drogándolos y metiéndolos en un avión rumbo a sus
países de origen, la justificación que proporcionó respondía a este
planteamiento de las cosas. "Teníamos un problema y lo hemos resuelto",
fueron sus palabras. Nada de valores alternativos: puro principio de
realidad. Berlusconi solía hacer afirmaciones
parecidas: nosotros no nos enredamos en discusiones ideológicas (y
dejaba en el aire: …como acostumbra a hacer la izquierda), sino que nos dedicamos a aportar soluciones. ¿Quiénes son, pues, los que más critican a los que reivindican una política atravesada de ética?
¿Quiénes
son, pues, los que más critican a los que reivindican una política
atravesada de ética? Por sorprendente que a algunos les pueda resultar,
otros sectores de la izquierda. Dicho con diferentes palabras, es más un reproche entre izquierdistas
(por no estar a la altura de su propia reivindicación) que contra
izquierdistas. Hemos tenido ocasión de verlo en estas semanas de
campaña. Es lo que ocurría cuando una formación política criticaba a
otra de su mismo espectro ideológico no en nombre de un ideario distinto
y alternativo, sino en nombre de que la primera se consideraba la única
que siempre había defendido tales ideas de manera consecuente. Ahora
bien, en el momento en el que la que se erige como garantía de la pureza ideológica declara que el resto de fuerzas ideológicamente afines no son de fiar y que deben someterse a su control, está deslizando un supuesto de muy problemática justificación.
Lo
problemático, claro está, no es la necesidad del control, sino la
instancia (un partido político determinado) que se arroga el monopolio
del mismo. Respecto a su necesidad hay poca discusión porque está en la esencia de la democracia no solo que los ciudadanos puedan revocar cada cuatro años a los gobernantes
que han incumplido, de una u otra manera, los compromisos adquiridos
ante la ciudadanía, sino que existan mecanismos institucionales que
controlen la actividad de los políticos. Lo problemático sobreviene cuando es una formación política en particular la que se atribuye en exclusiva la tarea controladora.
Repárese
en que, al actuar así, dicha formación, lejos de criticar la idea de la
superioridad moral, lo que hacía era rechazar que cualquier otra fuerza
política que no fuera ella pretendiera atribuírsela también.
No deja de ser curioso, y un punto lamentable, por qué no decirlo, que
quienes tendrían que pensar, si de veras estuvieran convencidos de los
principios que proclaman, que los valores si algo deben constituir es
objeto de emulación, se los hayan tomado como objeto de competición.
Pero en tal caso el reproche, de honda raigambre marcusiana, que se le puede dirigir a los que, tan pagados de sí mismos (aunque
finjan humildad franciscana), se erigen en los guardianes únicos de la
coherencia ética en política es el viejo interrogante ¿quién controla a
esos controladores? O, si prefieren, ¿quién controla al partido controlador? ¿Hace falta que pongamos ejemplos o mejor lo dejamos aquí ya?
Atrévete a dar por muerto el capitalismo antes de que nos mate
Afirmar que "el
capitalismo ha dejado de funcionar" en el siglo XXI equivale a la
afirmación del siglo XIX "Dios ha muerto": es una blasfemia secular
El
capitalismo se derrumba sin crecimiento, pero el
crecimiento perpetuo en un planeta finito conduce inexorablemente al
desastre medioambiental
Manifestación de estudiantes españoles contra el cambio climático.
EFE
Durante la mayor parte de mi vida
adulta me he opuesto al "capitalismo corporativo", al "capitalismo de
consumo" y al "capitalismo del amiguismo". Me tomó mucho tiempo caer en
la cuenta de que el problema es el sustantivo. Mientras que algunas
personas han rechazado el capitalismo alegre y rápidamente, yo lo he
hecho lenta y con reservas.
Parte de la razón era que
no veía una alternativa clara: a diferencia de algunos anticapitalistas,
nunca he sido un entusiasta del comunismo de Estado. También me inhibió
su estatus sagrado. Afirmar que "el capitalismo ha dejado de funcionar"
en el siglo XXI equivale a la afirmación del siglo XIX "Dios ha
muerto"; es una blasfemia secular. Hacerlo requiere una confianza en uno
mismo que yo simplemente no tenía.
Sin embargo, a medida que he madurado, he llegado a dos
conclusiones. La primera: que el sistema, más que cualquier variante del
mismo, es lo que nos conduce inexorablemente hacia el desastre. Y la
segunda: que no hay que presentar una alternativa definitiva para
afirmar que el capitalismo está fracasando. La declaración se sostiene
por sí misma. No obstante es cierto que afirmar que el capitalismo ha
fracasado requiere que se haga el esfuerzo, y diferente, de formular un
nuevo sistema.
Los fracasos del capitalismo surgen de
dos de sus elementos definitorios. El primero es el crecimiento continuo
e infinito. El crecimiento económico es el efecto agregado de la
búsqueda de acumular capital y extraer beneficios. El capitalismo se
derrumba sin crecimiento, pero el crecimiento perpetuo en un planeta
finito conduce inexorablemente al desastre medioambiental.
Quienes
defienden el capitalismo sostienen que, a medida que el consumo pasa de
los bienes a los servicios, el crecimiento económico puede disociarse
del uso de los recursos materiales. La semana pasada un artículo del
antropólogo Jason Hickel y del economista Giorgos Kallis publicado en la
revista New Political Economy, examinó esta premisa. Los expertos
descubrieron que, si bien en el siglo XX se produjo una disociación
relativa (el consumo de recursos materiales aumentó, pero no tan
rápidamente como el crecimiento económico), en el siglo XXI se ha
producido un reacoplamiento: el aumento del consumo de recursos ha
igualado o superado hasta ahora la tasa de crecimiento económico. No se
ha logrado el desacoplamiento absoluto necesario para evitar la
catástrofe medioambiental (una reducción del uso de recursos materiales)
y todo parece indicar que es imposible que se logre mientras continúe
el crecimiento económico. El crecimiento "verde" es una mera ilusión.
Un
sistema basado en el crecimiento perpetuo no puede funcionar sin
periferias y externalidades. Siempre debe haber una zona de extracción
de la que se obtengan las materias primas sin un pago completo y una
zona de eliminación, donde se vierten los costes en forma de residuos y
contaminación. A medida que la escala de la actividad económica aumenta
–hasta el punto que el capitalismo afecta a todo el sistema, desde la
atmósfera hasta el fondo del océano–, el planeta se convierte en una
zona de sacrificio: todos habitamos en la periferia de la máquina del
beneficio.
Esto nos lleva al cataclismo a tal escala
que la mayoría de la gente no puede ni siquiera imaginárselo. La amenaza
de colapso de nuestros sistemas de soporte vital es mucho mayor que la
guerra, el hambre, la peste o la crisis económica, aunque es probable
que cuando se produzca también se den los otros cuatro. Las sociedades
pueden recuperarse de estos acontecimientos apocalípticos, pero no de la
pérdida de suelo, de una biosfera abundante y de un clima habitable.
El segundo elemento definitorio es la extraña premisa de que una persona tiene derecho a una porción tan grande de la riqueza natural del mundo como su dinero pueda comprar.
Esta confiscación de los bienes comunes causa otras tres alteraciones.
En primer lugar, la lucha por el control exclusivo de los bienes no
reproducibles, lo que implica violencia o truncamiento legislativo de
los derechos de otras personas. En segundo lugar, el empobrecimiento de
otras personas por parte de una economía basada en el saqueo tanto en el
espacio como en el tiempo. Tercero, la transformación del poder
económico en poder político, ya que el control de los recursos
esenciales conduce al control de las relaciones sociales que los rodean.
En un artículo publicado el domingo en The New York Times, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz
trató de distinguir entre el buen capitalismo, al que llamó "creación
de riqueza", y el mal capitalismo, al que llamó "apropiación de riqueza"
(extracción de rentas). Entiendo que haga esta distinción. Sin embargo,
desde el punto de vista medioambiental, la creación de riqueza es
apropiación de riqueza. El crecimiento económico, intrínsecamente ligado
al uso creciente de los recursos materiales, implica el aprovechamiento
de la riqueza natural tanto de los sistemas vivos como de las
generaciones futuras.
No se pueden señalar estos
problemas sin recibir un aluvión de acusaciones, muchas de las cuales se
basan en la siguiente premisa: el capitalismo ha rescatado a cientos de
millones de personas de la pobreza y ahora quieres empobrecerlas de nuevo.
Es cierto que el capitalismo, y el crecimiento económico que impulsa ha
mejorado radicalmente la situación económica de un gran número de
personas. Sin embargo, también ha empeorado la situación económica de
muchas otras cuyas tierras, mano de obra y recursos fueron confiscados
para impulsar el crecimiento en otros lugares. Gran parte de la riqueza
de los países ricos se construyó, y se sigue construyendo, sobre la esclavitud y la expropiación colonial.
Al
igual que el carbón, el capitalismo ha traído muchos beneficios. Ahora,
como el carbón, causa más mal que bien. Así como hemos encontrado
medios para generar fuentes de energía que son mejores y menos
perjudiciales que el carbón, también necesitamos encontrar medios para
generar bienestar humano que sean mejores y menos perjudiciales que el
capitalismo.
No hay vuelta atrás: la alternativa al
capitalismo no es ni el feudalismo ni el comunismo de Estado. El
comunismo soviético tenía más en común con el capitalismo de lo que los
defensores de ambos sistemas querían admitir. Ambos sistemas están (o
estaban) obsesionados con generar crecimiento económico. Ambos están
dispuestos a infligir niveles asombrosos de daño en la búsqueda de este y
otros fines. Ambos prometieron un futuro en el que sólo tendríamos que
trabajar unas pocas horas a la semana, pero terminaron exigiendo un
esfuerzo laboral interminable y brutal. Ambos son deshumanizadores.
Ambos son absolutistas y repiten la noción de que el único Dios
verdadero es el suyo y sólo el suyo.
¿Cómo sería un
sistema mejor? No tengo una respuesta clara y no creo que ninguna
persona la tenga. No obstante, creo que se empiezan a perfilar algunos
conceptos básicos que lo definirían. Algunas de estas nociones provienen
de la propuesta de civilización ecológica de Jeremy Lent, uno de los más grandes pensadores de nuestra era. Otras provienen de la "economía del donut"
de Kate Raworth y del pensamiento ambiental de Naomi Klein, Amitav
Ghosh, Angaangaq Angakkkorsuaq, Raj Patel y Bill McKibben. Parte de la
respuesta está en la noción de "suficiencia privada, lujo público".
Otra parte surge de la creación de una nueva concepción de la justicia
basada en este sencillo principio: cada generación, en todas partes,
tendrá el mismo derecho al disfrute de las riquezas naturales.
En
mi opinión, nuestra labor consiste en identificar las mejores
propuestas de muchos pensadores diferentes y convertirlas en una
alternativa coherente. Dado que ningún sistema económico es sólo un
sistema económico, sino que se inmiscuye en todos los aspectos de
nuestras vidas, necesitamos que muchas mentes de diversas disciplinas
–económicas, medioambientales, políticas, culturales, sociales y
logísticas– trabajen de forma coordinada para crear una mejor manera de
organizarnos que satisfaga nuestras necesidades sin destruir nuestro
hábitat.
Nuestra elección se reduce al siguiente
dilema: ¿paramos la vida para permitir que el capitalismo continúe o
paramos el capitalismo para permitir que la vida continúe?
A los que creen que
todos los partidos son iguales: no es verdad. A los que piensan que da
lo mismo quien nos gobierne: no da igual. A los que opinan que no será
para tanto, ojalá
La
historia reciente del mundo –de Salvini a Trump– responde a un patrón
pavoroso: la banalización del mal. Las generaciones que no conocieron el
fascismo hoy juguetean con él
Supongo
que estás harto de escuchar que estas no son unas elecciones más. Es
cierto, lo han dicho en tantas ocasiones que hoy suena como un tópico
más. Tantas veces vino el lobo que ya no te lo acabas de creer.
Pero este domingo, la historia de España va a cambiar.
Aún no sé en qué dirección pero, desde que volvió la democracia, nunca
antes hemos vivido unas elecciones así, tan impredecibles y tan
determinantes. No porque la derecha gane, que eso ya ha pasado muchas
veces, es razonable que pase y muchas otras veces pasará. Sino porque el
Gobierno puede acabar en manos de la extrema derecha más reaccionaria y
xenófoba, la que quiere acabar con el Estado del bienestar, la que niega la violencia de género y el salario mínimo, la que quiere privatizar las pensiones, la Educación y la Sanidad.
Si
las encuestas aciertan, la extrema derecha no pasará. Entrará en el
Congreso, y con un grupo parlamentario mucho mayor del que nunca soñó
Blas Piñar. Pero si se cumplen las encuestas, será una oposición ruidosa
pero irrelevante. Ojalá.
Casi todos los partidos
están de los nervios. Las encuestas de estas últimas semanas ahondan en
esa sensación. La campaña ha sido anómala, por la Semana Santa y el
doblete de debates en el barro. Y hay tantos indecisos que el resultado
es muy difícil de pronosticar. Circulan por las redes todo tipo de bulos,
que se mezclan con las encuestas que aún se siguen haciendo en los
partidos. Nadie tiene certezas, tampoco quienes vemos los datos de esos
sondeos y no los podemos publicar. Nadie sabe lo que va a pasar.
No
sabemos si los métodos clásicos de la demoscopia sirven para
cartografiar el espacio electoral de la extrema derecha y acertar con su
verdadera dimensión. No porque haya voto oculto a Vox, que no parece
–la mayoría de sus votantes proclaman a gritos a los encuestadores su
intención–. Sino porque los modelos fallen. Porque la ola de extrema
derecha es tan reciente y ha tenido tan poco desgaste que puede llevar
hasta las urnas a abstencionistas históricos, a personas que nunca antes
quisieron votar. Lo mismo que pasó antes en el Brexit, en Brasil, en
Italia y en Estados Unidos con Trump.
La serie estadística es clara. Si la participación es alta, la izquierda en España siempre ha ganado. Y el dato adelantado del voto por correo
pronostica que este domingo habrá una baja abstención. Mi duda es otra:
si esa participación masiva es para frenar a la extrema derecha o si,
esta vez, juega a su favor. Si las series históricas sirven para un
momento así. Si los llenazos de Vox en sus mítines son anecdóticos o un
indicador adelantado de que algo este domingo va a cambiar.
A
los que creen que todos los partidos son iguales: no es verdad. A los
que piensan que da lo mismo quien gobierne: no da igual. A los que
opinan que no será para tanto, ojalá. Porque lo imposible ya ha pasado
muchas veces. Porque el lunes ya será demasiado tarde para votar.