Mónica Oltra: "Se cambia mucho antes una ley que una mentalidad; una ley que una inercia"
La
vicepresidenta y consellera de Igualdad de la Generalitat Valenciana
trabaja en una ley de igualdad desde el ecofeminismo y la
interseccionalidad: "Puedes prescindir de un bróker de la bolsa para
vivir, pero no del que cultiva la tierra, de la que cuida, de la que
enseña"
La vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, tiene claro que su
objetivo en el Gobierno valenciano es mejorar la vida de las personas.
Define su departamento, el primero en vincular Igualdad a la
vicepresidencia, como "la conselleria de los cuidados", concibe la
legislación como una herramienta para que las personas tengan "una vida
más fácil y más feliz".
Oltra, que también tuvo reuniones de trabajo desde la cocina
durante el confinamiento y se le han colado sus mascotas en las
videoconferencias, cree que la oportunidad del teletrabajo no puede ser
una nueva reclusión para las mujeres en el domicilio. Su departamento
comenzará a trabajar con colectivos y entidades el proyecto de ley de
igualdad entre hombres y mujeres, una ambiciosa norma que quiere
expandir el ecofeminismo y la interseccionalidad –el análisis de las
distintas opresiones: de género, de raza, de clase– a todos los aspectos
de la vida.
¿Cómo prepara el Gobierno valenciano este 8 de marzo?
Como siempre, desde un punto de partida reivindicativo, pero
este año con un elemento complementario y esencial en esta legislatura,
ya que se da el pistoletazo de salida para la nueva ley de igualdad
entre hombres y mujeres que forma parte de los objetivos de esta
legislatura. Comenzará la audiencia previa para recoger el sentir de la
ciudadanía sobre qué aspectos deberían incluirse.
Todavía no hay un documento base. ¿Van a empezar a trabajar sin borrador?
Efectivamente. Cuando empiezas a trabajar con un borrador estás
condicionando la participación previa y no es el espíritu de
participación ciudadana que defiende la Conselleria de Igualdad y
Políticas Inclusivas. El espíritu es que sin apriorismos las
asociaciones feministas puedan aportar su visión sobre qué debería
incorporar la ley. Obviamente, hemos trabajado temas, pero queremos
pulsar el sentir de la ciudadanía.
La ley de Igualdad autonómica data de 2003. ¿Qué campos conviene actualizar? ¿En qué ejes trabajan?
Entendemos que los principios básicos de la ley tienen que
pivotar sobre la igualdad, la libertad, la inclusión, la no
discriminación y la equidad. Queremos que la ley tenga un enfoque desde
la interseccionalidad: no son los mismos problemas los de una mujer de
clase media-alta, con trabajo cualificado y estudios superiores, que los
de una mujer sin trabajo, racializada y sin cualificación profesional;
de una mujer migrante o de una una que no lo es, o de cualquier otra
circunstancia que a la discriminación por razón de sexo o género añada
otras discriminaciones.
Queremos que los dos ejes que inspiren la ley sean el feminismo y
la armonización con el planeta, esto que se ha llamado ecofeminismo
pero que tiene que ver con la necesaria armonía que tiene que haber
entre el medio que nos acoge y la perspectiva feminista. Esto tiene que
ver con muchas cuestiones, desde un urbanismo feminista, donde la ciudad
no se conciba de una forma antigua, sino que ponga la vida en el
centro, una ciudad más preparada y resiliente a la emergencia climática.
Obviamente hay un eje fundamental que es la redistribución de la
riqueza, no puede ser que la desigualdad vaya creciendo más y más.
Otro eje es el de poner los cuidados en el centro: no hay
sociedad humana en la que no hayan existido los cuidados. Hay
antropólogas que plantean que el salto del ser humano es el de los
cuidados, a raíz de un hallazgo en el que una persona había sobrevivido a
una rotura de fémur, que demuestra que a esa persona la cuidaron. Hemos
tenido distintos sistemas económicos –feudal capitalista–, pero no
sociedades humanas donde los cuidados no estuvieran presentes. Y eso que
es esencial para el sostenimiento de la vida, ni tiene un reflejo en el
PIB, ni en los análisis macroeconómicos.
Otro gran eje es el de la distribución del tiempo, los usos del
tiempo. Igual que hay que redistribuir los recursos económicos hay que
redistribuir el tiempo y eso tiene mucho que ver con la
corresponsabilidad, con el tiempo público y privado. Y el último, los
derechos de las personas a ser; que no pueda haber ninguna
discriminación por razón de sexo, género, identidad y orientación
sexual. Somos conscientes de que es complejo, pero son los enfoques que
le queremos dar.
Esta semana se ha celebrado el día por la igualdad
salarial. Hablamos de diferencias económicas, de cambios en el uso del
tiempo y de cambios en el sistema de trabajo. Eso requiere un cambio
profundo de sistema. Se habla ahora de la jornada de cuatro días, del
aumento del salario mínimo. ¿Cómo se puede articular?
Las medidas económicas son fundamentales y desde el marco de
nuestras competencias obviamente hay que abordarlas. Hay que abordar la
semana de cuatro días o 32 horas, y eso tiene que ver con la
redistribución de la riqueza y del tiempo, de tener más tiempo sin
perder productividad para ser, para compartir, para criar, cuidar,
cuidarnos; más tiempo personal.
Pero tendremos que ver cómo hacerlo para que esto no
derive en menos horas de trabajo remunerado y más horas de trabajo no
remunerado.
Siempre y cuando [la jornada de los cuidados] sea compartida, de
eso se trata. De dibujar una sociedad menos trabajocentrista. Que los
cuidados, imprescindibles para la sociedad humana, tengan el valor que
tiene que tener. Solo en la medida en la que los hombres se incorporen a
esos cuidados a niveles equitativos se pondrán en valor.
Resulta curioso que los cuidados fueran declarados
esenciales en el primer decreto del estado de alarma por la pandemia y
sin embargo sean los más precarizados y los más feminizados, que suele
ir de la mano. Parece que ni aun siendo esenciales los hemos puesto en
valor.
Yo creo que sí se han puesto en valor. No económicamente, porque
tendrían que estar mucho mejor remunerados, pero se han puesto en valor
al declararlos esenciales, porque sin eso no hay vida. Puedes
prescindir de un bróker de la bolsa para vivir, pero no del que cultiva
la tierra, de la que cuida, de la que enseña, de la que cura, en una
residencia o en un centro de salud. Y lo pongo en femenino porque
mayoritariamente lo hacen mujeres.
Volviendo a la brecha salarial. El Gobierno central
aprobó un decreto hace unos meses por el que hace obligatorio para las
empresas publicar los registros salariales. Aquí, ¿qué medidas se pueden
impulsar para acabar con esta brecha económica?
El registro, sobre todo, lo que hace es evidenciar la brecha. Lo
primero para avanzar es evidenciar algo que es invisible. Tener un día
al año que lo reivindica es relativamente reciente; esto forma parte de
una sociedad que todavía es muy desigual. Creo que hay que establecer
medidas positivas que premien a aquellos ámbitos, empresas, sectores, en
las que haya igualdad o menos diferencia, o un esfuerzo decidido para
cambiar. A veces te dicen, sobre la brecha: 'es que está prohibido por
ley', pero donde se escurre la brecha salarial es en la categorización
de los puestos; en la pregunta de por qué un señor que repone botes
cobra más que una señora que repone verdura; que uno tenga una categoría
salarial más alta que la otra cuando los dos reponen género.
En lo que respecta a los cuidados y la cuestión
económica tiene que ver también la cuestión de los roles. Las mujeres
vamos hacia determinadas profesiones –más precarizadas– relacionadas con
los cuidados porque parece que sean una extensión de nuestro ser,
porque parece que asumimos ese rol en lo personal y lo profesional.
¿Cómo se puede trabajar ese cambio de roles?
Queremos abordar en la ley que se promueva más el acceso al sexo
o género contrario a la mayoría de personas que trabajan en ese sector.
Igual que promocionamos que las chicas se decanten por carreras STEM
–ciencia, matemáticas, tecnologías–, que están muy masculinizadas, hay
que promocionar que los chicos estudien grados o FP que tengan que ver
con los cuidados. Es un doble camino; no podemos quedarnos con que las
mujeres vayan a campos masculinizados, hay que hacer el camino inverso.
Porque hasta que ellos no cuiden, no será una actividad de prestigio.
Las carreras STEM no son más prestigiosas por su esencialidad; son más
prestigiosas en la medida en la que están masculinizadas. Cuando las
mujeres han accedido mayoritariamente a una profesión, esa profesión ha
dejado de conceptuarse como profesión de prestigio. La carrera judicial,
la medicina... en el acceso, las mujeres superan a los hombres. Y en
esa medida en la que accedemos se desvía el prestigio hacia aquellas
carreras masculinizadas, porque se asocia el prestigio a que sean
ejercidas mayoritariamente por hombres. Esta dialéctica hay que
invertirla; el mensaje del patriarcado que subyace es: si lo pueden
hacer ellas, lo puede hacer cualquiera. Muy caricaturizado, pero es así.
Y si queremos trabajar por una sociedad que ponga los cuidados en el centro no podemos vaciar de prestigio ese tipo de trabajos.
Sí, pero lo hará en la medida en la que se incorporen los
hombres. Porque como ellos todo lo que hacen es muy importante, en la
medida en que lo hagan empezará a ser importante.
Su conselleria es, en cierto modo, la conselleria de los
cuidados. Hablamos de infancia, de vejez, de dependencia, de inclusión.
¿Desde lo público, cómo se puede trabajar para dignificar esos
cuidados?
A mí me gusta más llamarla la conselleria de la vida, porque
abarcamos todas las etapas y procuramos sostener la vida. ¿Cómo se puede
hacer? Como lo estamos haciendo. Hicimos depender Igualdad de la
vicepresidencia, cosa que se ha copiado en el Gobierno de España;
tuvimos el primer gobierno paritario, hemos ampliado la red valenciana
de igualdad -pasando de 35 personas a más de 100-, incluimos los planes
de igualdad en las empresas como cláusula social para acceder a la
contratación público. Respecto a los cuidados, creo que es importante la
red de dependencia, tenemos más de 100.000 personas en el sistema, que
pone los cuidados en el centro. Hemos bajado a un tercio la lista de
espera que nos encontramos; mejorado las prestaciones para que cuidar no
se convierta en una carga, hemos creado la asistente terapéutica
infantil, porque cuando quien tiene dependencia es un niño la cuidadora
es la madre y esto favorece que no tenga que renunciar a su carrera
profesional. Antes de que el Gobierno lo hiciera, equiparamos los
permisos de paternidad y maternidad; equiparamos los derechos de las
familias numerosas a las monoparentales, que la mayoría son
monomarentales, con una mujer al frente. La renta valenciana de
inclusión es una herramienta fundamental de cuidarnos unos a otros;
tenemos una sociedad que teje la red para que nadie se caiga. Estamos
trabajando en la capacitación de las mujeres cuidadoras en el ámbito
profesional, para que una cuestión personal se convierta en una
oportunidad laboral. Creo que se está trabajando mucho para poner esas
'tres C': criar, cuidar, curar, y ponerlas en el centro, dotarlas de
prestigio para que adquieran el valor que tienen.
¿Ser la titular de la conselleria de las 'tres C' es un rol que en el Gobierno pasa factura?
Creo que se está entendiendo por el conjunto del Consell, y
muchas políticas se están copiando en otros gobiernos. Es obvio el
compromiso del Consell con estas políticas cuando el presupuesto se ha
duplicado en estos cinco años. Hemos pasado de esos 780 millones a más
de 1.900 y eso es un compromiso colectivo, no es un logro personal.
Hace unas semanas se reprochó a la portavoz del PP
ciertas declaraciones sobre mujeres que manipulan al presidente. A Ximo
Puig también se le ha reprochado una actitud condescendiente respecto a
Isabel Bonig. El portavoz socialista en las Corts Valencianes, cuando se
le preguntó sobre las discrepancias con usted respecto a las medidas
sanitarias, dijo que su mujer también pensaba no sé qué... ¿En la
política y en el periodismo, hace falta una reflexión?
Esa reflexión hace falta siempre. Para todos y para todas.
Vivimos en inmersión en una sociedad patriarcal y machista. Y todos y
todas nos hemos impregnado de esto. Esa reflexión, el hacer consciente
esas actitudes propias en cualquier ámbito de la vida y en cualquier
profesión, es necesaria. Por eso es tan importante que la administración
incorporaran que cada norma lleve aparejado un informe de perspectiva
de género. Seguimos teniendo la necesidad de autoanalizarnos y de
quitarnos esos tics que en algún momento tenemos y las tendencias a
reproducir esquemas patriarcales. Yo creo que no tenemos que sentirnos
culpables, salvo que se trate de un machismo consciente, pero a todos
nos pasa y nos va a pasar. Se trata de ir deconstruyendo esos tics que
hemos aprendido.
Esa forma de ser, esa manera correcta de ser hombres y
de ser mujeres que nos empapa desde edades tempranas, ¿cómo puede
deconstruirse?
Con análisis y desde la conciencia. Pensar si esto que he dicho
no tiene un componente que reproduce roles. Como en el caso del relato
de las mujeres malas; ese pensar que seguro que hay una mujer detrás de
un hombre para influir de manera ladina, para arañar sigilosamente
aquello que quiere. Es uno de los mensajes del machismo. Hay que ser
consciente y en la medida de lo posible no contribuir a ese relato de
las mujeres malas, ese estereotipo de que siempre competimos contra
nosotras. Pasa por la conciencia y la cultura feminista.
¿De cara a educar a las nuevas generaciones, cómo se corrigen esos tics?
Educar en igualdad es hacer conscientes las cosas que tienen que
cambiar. Sobre todo cuando detectas que puede venir un mensaje
estereotipado, sexista, corregirlo en casa. En el sistema educativo, con
los currículos de educación en igualdad; se trata de que los niños y
las niñas aprendan que hay que construir relaciones igualitarias,
respetuosas, que el cumplimiento del deseo no puede ser ilimitado, que
hay que tener tolerancia a la frustración... y perspectiva de género.
Probablemente lo que haya que trabajar en niños y niñas sea diferente.
Probablemente a las niñas hay que acompañarlas y educar en que su deseo
no tiene que supeditarse al de su compañero varón; desde jugar en el
patio hasta las relaciones interpersonales.
Hablábamos antes del trabajo desde casa. Una de las
cuestiones que ha puesto de manifiesto la pandemia es la diferencia en
los espacios por sexo; ellos en el despacho, ellas en la cocina,
titulaba un reportaje hace poco. ¿El teletrabajo, el trabajo doméstico
forzado, ha sido una trampa para las mujeres?
Hay que trabajar para que no se convierta en una trampa. El
teletrabajo no puede llevar a que a las mujeres se nos vuelva a recluir
en casa y que, ya que estás en casa, que se queden los niños contigo
también. Hay que avanzar en la escolarización, en la red pública de 0 a 3
años, en la corresponsabilidad en las tareas. La idea es que el
teletrabajo no sea una reclusión, el trabajo tiene un factor
socializador importante. La oportunidad del teletrabajo no se puede
convertir en una amenaza para las mujeres.
También hablábamos de la igualdad en la representación.
La ley electoral que se trabaja en las Corts Valencianes introduce
algunas cuestiones. ¿Hablamos de paridad, de cuotas?
Hará una referencia a otras leyes. En la legislatura pasada ya
se planteó la paridad en todos los ámbitos. En la proposición de ley
electoral también está previsto y en la actual viene determinado por la
ley electoral general. En los cargos estatutarios también se aprobó la
legislatura pasada.
Entonces, los avances irán más allá del ámbito público.
Hablamos sobre todo de consejos de administración, de las
empresas... Nuestro ámbito competencial nos deja llegar hasta donde nos
deja, pero podemos establecer, por ejemplo, que las empresas que tengan
al menos un 40% tengan puntos. En los ámbitos autonómicos funciona la
promoción; la regulación es competencia exclusiva del Estado. Se trata
de seguir avanzando en que las empresas que mejor lo hacen en materia de
igualdad tengan más ventaja a la hora de acceder a la contratación
pública.
Hace unos días, desde el salón, protagonizó un acto
sobre la ley trans valenciana. El borrador del Ministerio de Igualdad ha
generado un revuelo considerable, más allá de las disputas PSOE-Unidas
Podemos o de las corrientes del movimiento feminista. ¿Cómo vive este
debate?
A mí en general las discusiones nominales o las discusiones
conceptuales abstractas, que tienen poco que ver con la vida de la
gente, me parece que muchas veces son tierra yerma; acaban siendo
estériles. Creo que al margen de que se pueda mejorar el borrador en
aspectos concretos, la clave es quién decide sobre la vida de quién;
quién tiene derecho a decidir sobre la vida de quién. Es el derecho a
ser y a tener tu identidad y si para eso alguien te tiene que tratar de
enferma, de estigmatizarte, decidir quién eres tú. A mí no me definen
como mujer ni mis genitales, ni mis órganos de reproducción, aunque
forman parte de mi conjunto de ser mujer. Pero me define también lo que
pienso y lo que siento; mi identidad, lo que yo pienso y siento que soy.
En 2019 se despatologizó, igual que en los 90 se dijo que la
homosexualidad no es una enfermedad, se dijo que esto no es disforia de
género, en todo caso es discordancia. Que tu género sentido no concuerda
con tu cuerpo físico. Ahí está la clave: ¿Vamos a respetar esto que
dicen las legislaciones más avanzadas del mundo o vamos a seguir
diciendo a las personas trans que son enfermas, a hacer su vida más
difícil? Creo que las leyes tienen que servir para hacer la vida de la
gente más fácil y más feliz.
¿Cree que al Ministerio de Igualdad le ha faltado más pedagogía y trabajo en este borrador?
Es que este borrador partía de un consenso previo en el Congreso
de los Diputados. Y se ha seguido esta senda que las comunidades
autónomas ya hemos incorporado a nuestros ordenamientos, sobre todo la
despatologización y la autoidentificación: que por mí no tiene que
decidir nadie, ni por mi orientación sexual, ni por mi identidad sexual.
Forma parte de la parte más íntima de las personas. Creo que lo que hay
detrás es un movimiento de control del conjunto del movimiento
feminista, que obviamente tiene miradas plurales, diferentes, todas
respetables y feministas.
Parece que uno de los debates que se cruza sobre la ley,
según lo plantean algunas feministas, es si cuando se da esa
discordancia de género se arregla el cuerpo o se arregla la sociedad que
te encasilla en la forma correcta de ser hombre o ser mujer.
¿Y cómo lo hacemos? ¿Con terapias de conversión, que
afortunadamente hemos prohibido? La cuota de suicidio de las personas
trans están por encima de la media, los adolescentes siguen sufriendo en
los centros educativos, los niños trans reciben palizas... No sé, no me
parece una perspectiva demasiado feminista, entra más bien en esa
virulencia del patriarcado, de que tú tienes que vivir como yo pienso.
Eso es muy patriarcal: imponer a los demás tu forma de ser, tu forma de
sentir o tu cosmovisión.
Al final el punto común es la abolición de los roles de género.
Claro, buscas abolir los roles de género, los roles
estereotipados, pero si nos tenemos que esperar a abolir el género para
que las personas trans tengan derechos, igual nos engulle antes el sol.
Hagamos una ley, artículo único: abolimos los roles de género. ¿Habremos
avanzado algo? También la Constitución dice que no puede haber
discriminación de sexo y seguimos sin haber avanzado, seguimos con la
violencia sexual y de género. Las leyes, en su momento concreto, tienen
que establecer las bases, pero no se puede confundir el horizonte con
una ley; no por poner un artículo con el horizonte habremos llegado. Se
cambia mucho antes una ley que una mentalidad; se cambia mucho antes una
ley que una inercia.
Hace unos meses que se tendría que haber presentado la
Estrategia Valenciana contra la Violencia Sexual, ¿cómo está esa
cuestión?
El objetivo era presentarla en noviembre, pero aún se están
perfilando algunas cuestiones. Se quiere que tenga el mismo formato que
el Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista, que cada
parte asuma compromisos, es un pacto muy plural con muchos agentes y se
está acabando de trabajar.
La medicina avanza, del mismo modo que la vida y como no puede
ser de otra manera, también la homeopatía. La homeopatía clásicamente
se ha administrado en gránulos, en gotas, que no dejan de ser una
presentación farmacéutica del medicamento homeopático. Pero existen
otras muchas opciones como pueden ser las cremas, los geles, los
glóbulos,[…]
La multisecular historia del reconocimiento de los derechos, tanto
en lo relativo a la extensión de sus titulares como en lo que se
refiere a la ampliación de su catálogo, ofrece una lección constante:
siempre ha existido una minoría que los posee en calidad de privilegios,
incluso si no son conscientes de ello, y que, por eso mismo, ofrece una
feroz oposición al cambio. Es lo propio de quienes no quieren perder
sus privilegios. Con mucha frecuencia lo hacen mediante la apelación al
miedo, reforzado por la ignorancia y el prejuicio. Sin olvidar que, en
no pocas ocasiones, la resistencia a esa ampliación de derechos o de
titulares de derechos nace de la inconsciencia o ceguera de muchos de
esos privilegiados, ante la reivindicación que hacen los demás de
alcanzar esos mismos derechos. Es, por ejemplo, el caso de tantos de
nosotros, los hombres, que todavía hoy no acertamos a entender algunos
de esos privilegios “naturales” y cotidianos de los que
disfrutamos frente a las mujeres, como el de no sentir miedo a caminar
solo de noche, por no hablar de otros de mayor entidad.
De esa lección se desprende otra: a lo largo de la historia, para la
inmensa mayoría de los seres humanos, conseguir ser incluidos como
titulares de derechos iguales ha sido posible únicamente mediante
procesos de luchas sociales, con un coste enorme, también en vidas. Del
movimiento obrero al sufragismo femenino pasando por la abolición de la
esclavitud, la superación de la lacra del racismo o la liberación del
colonialismo, los ejemplos se multiplican. Los derechos se alcanzan mediante una lucha constante por ellos.
Y en esas luchas, se está combatiendo no sólo por los directamente
afectados, sino por todos los seres humanos como titulares de derechos.
Pero la lucha por los derechos implica sobre todo, como comprendieron
primero los humanistas y luego los ilustrados, un enfrentamiento
radical de dos bandos: el del conocimiento, la ciencia y la educación,
contra el que recurre a la ignorancia, el prejuicio y el miedo. Incluido
el miedo al cambio, a los cambios en los hábitos y prácticas sociales.
Recordemos el lema del concurso que Federico II, a instancias de
Voltaire, hizo que convocara la academia de Ciencias de Berlín en 1778: ¿conviene engañar al pueblo por su propio bien?
El Progreso en el conocimiento y en el acceso universal al saber, que
es posible gracias a la ampliación del derecho a la educación, son
palancas clave para vencer la resistencia a las transformaciones sociales
que oponen quienes, insisto, tienen más que perder en ello: sus
privilegios, su sistema de dominación, ayudados por esa alianza nada
santa entre las Iglesias y las élites de poder, para mantener al pueblo,
a los ciudadanos de a pie, en una permanente minoría de edad.
Aun con todo eso, lo cierto es que, además de esas palancas, fue
necesaria una revolución de cuyo fundamento se habla demasiado poco, a
mi juicio, con notables excepciones, como este reciente discurso del
ministro de Cultura y secretario de Laicidad de la Ejecutiva del PSOE,
J.M. Rodríguez Uribes, La laicidad, religión de la libertad, que dio lugar a una reacción en tromba de los obispos españoles. Me refiero a la política de laicidad.
A mi juicio, el alma de la democracia consiste precisamente en eso, en
una política de laicidad, que consiste en la igual libertad de todos, en
el reconocimiento de la mayoría de edad de los ciudadanos para decidir
sobre su propio destino, sin sumisiones a poderes ajenos ni a mandatos
que, por sagrados, son ajenos e inalterables.
Por eso, con Ranciére, entiendo que la democracia, que es sobre todo
“el trabajo constante de democratización de la política”, significa el
mejor antídoto del discurso del miedo, la ignorancia, la superstición y
el engaño en política, antídoto también frente al discurso de la minoría
de edad del pueblo, de los ciudadanos. Su lógica es la del ideal
ilustrado de la emancipación, pero también la de la igual libertad de
todos los ciudadanos frente al discurso de desigualdad de todos los
“cerdos Napoleón” que, al decir de Orwell, jalonan la historia de la
política como arte de dominación. Una lógica que, trabajosamente y sobre
todo desde la segunda mitad del sigo XX, consigue poco a poco
extenderse y desarrollarse en un número cada vez mayor de Estados,
aunque este no sea en modo alguno un proceso irreversible, como venimos
comprobando en este segundo decenio del siglo XXI. A esa lógica se unió,
desde el fin de ese abismo al que se asomó la humanidad, las dos
guerras mundiales, un nuevo impulso nacido de la conciencia de ese
peligro. Me refiero a la construcción del sistema de las Naciones Unidas,
con su arquitectura de derechos tendencialmente universales,
garantizados por un sistema de Convenciones, y que ha impulsado una
profunda y decisiva innovación: el reconocimiento de derechos
específicos para grupos vulnerables: mujeres, niños, inmigrantes,
discapacitados....
En no poca medida, asistimos hoy a la enésima representación de la
dificultad de esos procesos de cambio en el reconocimiento de derechos,
de enfrentamiento con quienes no han entendido la política de laicidad.
Me refiero a intentos de enrarecer a mi juicio el necesario debate sobre
la proposición de ley de eutanasia que transita en
estos días por el Senado. Era de esperar la resistencia que ofrecen no
pocos sectores sociales ante la introducción como derecho de la
prestación de asistencia médica para adelantar la muerte, incluso si
para el reconocimiento de este derecho se disponen en la ley una
importante conjunto de requisitos, procedimientos y reglas para
garantizar el ejercicio de ese derecho, que siempre debe partir de la
voluntad libre del propio paciente, porque la ley no impone la muerte a nadie. Y, menos aún, impone un procedimiento de muerte aplicado de modo subrepticio, repentino y ajeno a la voluntad.
Es lógico que, ante la influencia que todavía tienen en nuestro país
quienes se arrogan la última y sagrada palabra sobre la vida y la
muerte, instalados en las verdades indiscutibles de sus dogmas, que
quieren trasladar no ya a sus fieles, sino a la sociedad civil toda,
aunque ésta sea cada vez más abiertamente plural y laica, se necesite
una labor de pedagogía que acompañe a esta norma. Pedagogía para disipar
los temores que pudiera crear, pese a que su objetivo proclamado es,
insisto, poner a disposición de todos –de cualquiera que lo necesite– un
nuevo derecho, que en modo alguno se va a imponer a ninguna persona o
grupo. Por esa necesaria pedagogía se ha querido que esta ley sea
garantista. Incluso, hipergarantista, como han señalado con argumentos
no desdeñables algunas voces críticas, ante la existencia de un comité
de garantía y evaluación que actúa a priori y no se limita a constatar
la existencia de voluntad inequívoca y reiterada de ejercer este derecho
por parte del paciente sino que revisa la formulación de esa
manifestación de voluntad, incluido el proceso deliberativo que el
paciente debe mantener con el médico responsable del proceso y puede
incluso rechazar la solicitud. Pero ante la aparición de un nuevo
derecho como éste y al menos en la primera etapa de su puesta a
disposición, conviene extremar las garantías de ejercicio, también para
evitar las denuncias que hablan de un supuestamente enorme riesgo de la “pendiente resbaladiza”. Un riesgo que queda neutralizado desde el momento en que se precisan con todo detalle esas garantías.
Creo que, además de dotar a la norma de un eficaz sistema de
garantías, es necesaria una tarea de pedagogía cívica que explique el
alcance y contenido de este nuevo derecho. Y es en este punto en el que
debo manifestar mi sorpresa, incluso incredulidad, ante la campaña de
descalificación de la ley que llevan a cabo los representantes de una
muy importante y meritoria organización de defensa de los derechos de
los discapacitados, que han conseguido involucrar a reconocidos actores
en defensa de los derechos humanos, incluso al Comité de la ONU que vela
por la Convención específica. Me refiero muy específicamente a una
argumentación que, con todo respeto (así lo hemos hecho ver los
interlocutores parlamentarios socialistas que nos hemos reunido con esos
representantes en numerosas ocasiones durante el iter parlamentario de
la ley, incluso en las semanas recientes), nos parece una enorme tergiversación de la ley.
Esta interpretación de la ley, que considero una seria tergiversación, le atribuye el propósito de estigmatizar a todo un grupo vulnerable, al que la ley señalaría como –si se me permite la expresión a todas luces disparatada– “eutanasiable”,
precisamente por sus características. Y ello porque, según esa
interpretación, la ley, en su artículo 3 y en disposiciones conectadas
con él, define el tipo de sufrimiento que puede dar lugar al ejercicio
del derecho a la eutanasia con el adjetivo “imposibilitante” (que, por
cierto, fue una modificación del texto inicial, que utilizaba el término
“invalidante”, atendiendo a esa preocupación).
No acierto a entender cómo nadie puede interpretar que una ley cuyo
propósito es poner a disposición de quien lo necesite (porque sufre
un padecimiento… imposibilitante) el ejercicio de un derecho que le ayude a conseguir una buena muerte,
sea en realidad una ley perversa que persigue estigmatizar y violar de
forma grosera el derecho a la vida de un grupo de personas, los
discapacitados. Eso es una contradicción en los términos. Aun así, en
aras de disipar cualquier duda, por disparatada que –a mi juicio– esta
sea, el grupo parlamentario socialista que ha propuesto esta ley ha
aprovechado la discusión en el Senado, en la que hemos negociado de
nuevo con esos representantes y con otros interlocutores (la mayor parte
de los grupos parlamentarios, excepto quienes han opuesto su veto a la
ley como tal) una nueva redacción que despejara con toda claridad esa
aberrante interpretación.
Así, en el artículo 3, se habla ahora de "padecimiento grave, crónico e imposibilitante": situación
que hace referencia a "limitaciones que inciden directamente sobre la
autonomía física y actividades de la vida diaria, de manera que no
permite valerse por sí mismo, así como sobre la capacidad de expresión y
relación, y que llevan asociado un sufrimiento físico o psíquico
constante e intolerable para quien lo padece, existiendo seguridad o
gran probabilidad de que tales limitaciones vayan a persistir en el
tiempo sin posibilidad de curación o mejoría apreciable. En ocasiones
puede suponer la dependencia absoluta de apoyo tecnológico”. Queda de
esta forma despejada cualquier duda posible. No hablamos de
características personales de un individuo o de un grupo. Nos referimos a
una situación definida por un grado de padecimiento que tiene esa
consecuencia imposibilitante.
Sin duda, el precio a pagar cuando se lucha por introducir un nuevo
derecho es encontrar incomprensión. En lugar de empeñarnos en imponer
posiciones asumidas dogmáticamente, una política de laicidad propone la libre crítica,
el intercambio de argumentos y tiene el test de la mejora de derechos.
Estoy seguro de que esta ley se abrirá camino porque la avalan buenas
razones de orden jurídico, moral y político. Y porque nos empeñaremos en
toda la pedagogía civil necesaria para conseguir que se entienda bien.
____________________
Javier de Lucas es
catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en el
Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia y senador
del PSOE por Valencia.
El PP necesita a la democracia y la democracia necesita al PP.
El debate entre ideas conservadoras, centristas o progresistas sólo es
fructífero cuando se da con libertad en un marco de convivencia
democrática, alejado de los tonos incendiarios, las polarizaciones y las
mentiras propias de un activismo antisistema.
No hay un peligro político real cuando se produce una manifestación
en la que algunos incendiarios desesperados o descerebrados queman
contenedores, rompen escaparates y dañan coches en las calles de una
ciudad. Se trata de una desgracia para los propietarios y para el dinero
público, pero nunca de la puesta en peligro de la democracia, un bien social más sólido que las iras de unos cuantos.
El verdadero problema empieza cuando el sistema se comporta como los
antisistemas. Perdón por el galimatías, pero al final acaban ganando las
partes del sistema que van falsamente de antisistema para conectar en
la ira con los sectores sociales más abandonadas por el sistema. Es
decir, la parte más negra del sistema se apodera de las indignaciones populares,
generando odios y desprestigios que sí ponen en peligro la democracia
cuando marcan las políticas sociales de las instituciones. El ejemplo
más claro lo tenemos en Vox, cuyos políticos van por la extrema derecha
como antisistema cuando sus líderes forman parte del sistema y han
vivido de él a lo largo de los años. Si con esa táctica consiguen
dominar las instituciones, la democracia sufre una degradación más grave
que la quema de un contenedor.
El PP vive una situación difícil. La tremenda realidad judicial que
soporta, causas antiguas de corrupción que se enredan en causas nuevas,
plantea la tentación de asumir estrategias muy nocivas para su futuro y
para la democracia. Hay dos que me parecen graves: provocar ruido mediático para desviar la atención y un descarado esfuerzo por controlar el poder judicial.
Los descalificaciones del adversario, los insultos, la manipulación
exaltada de los sentimientos, la conversión de la política en un circo
mediático, las mentiras y tergiversaciones, corrompen el espacio público
y agitan discursos extremos. El uso continuado de estas formas,
aprovechadas para tapar sus casos de corrupción en Madrid y Valencia gracias al agravamiento de la crisis independentistas en Cataluña,
se ha ido de las manos. Primero, porque el PP casi ha desaparecido de
Cataluña, y es muy difícil aspirar al gobierno de un país cuando se está
ausente de parte de sus territorios. Y, después, porque el discurso extremo ha animado la creación de un partido como Vox
que poco a poco ha ido quitándole terreno. Esta dinámica beneficia a la
parte del sistema que quiere ir de antisistema y proclama discursos de
odio racistas, machistas e identitarios. Son quema-contenedores, pero
con escaños en el Parlamento. Ese camino es suicida para el PP.
El otro gran error es el intento descarado de controlar el Poder Judicial que debe juzgarlo. Así mancha su presente con las culpas de ayer y pone en peligro el crédito de la Justicia,
un valor imprescindible para la democracia. El bloqueo del mandato
constitucional sobre el CGPJ es dañino, pero la situación se agrava con
el intento de justificar la maniobra. Nos dicen que tienen la voluntad
de defender la independencia judicial. Esa mentira es tan manifiesta que
sólo puede aceptarla la parte de la ciudadanía dispuesta a ser
indiferente y convivir con la corrupción, otra actitud menos ruidosa,
pero más perjudicial que la quema de contenedores.
En sus negociaciones, el PP veta a Podemos y a un juez como José Ricardo de Prada.
No creo que haya ninguna justificación para vetar a un partido
democrático con representación en muchas instituciones del Estado, pero
más grave es cortar el paso a un juez de prestigio internacional como
José Ricardo de Prada. Su decencia profesional a la hora de condenar la trama Gürtel le ha valido una persecución del PP.
Movió influencias para evitar su regreso a la Audiencia Nacional,
después de participar en el Tribunal Penal de La Haya que juzgó las
políticas genocidas del líder serbobosnio Karadzic. Después, apostó por
separarlo del tribunal que juzga los escándalos de Bárcenas y, ahora,
pretende impedir su nombramiento como vocal del CGPJ.
El mensaje es gravísimo para el prestigio de la Justicia. Manda a la
ciudadanía una carta de descrédito institucional y a los jueces una
advertencia: si alguien se atreve a condenarme cuando robo, cortaré de raíz su carrera profesional.
¿Cómo quedan los jueces? Los puestos, más que un reconocimiento de la
carrera profesional, parecen un premio a la complicidad política. Y la
democracia necesita de verdad una Justicia independiente.
El PP lo tiene muy difícil, pero enmascararse en el ruido y la
manipulación puede ser suicida en una situación de crisis. La parte más
oscura del sistema saca provecho. Alguien pensará que estoy mintiendo,
pero confieso que uno de mis mayores deseos en los últimos meses es que el PP encuentre soluciones
y consiga configurar un marco democrático para el pensamiento
conservador. Le deseo suerte. El PP necesita a la democracia y la
democracia necesita al PP.
Stop desahucios La Generalitat valenciana fuerza la venta de pisos de un 'fondo buitre' para evitar el desahucio de 21 familias
Por primera vez se utiliza el
concepto de "emergencia habitacional" para conseguir la adquisición de
unos inmuebles en la Pobla de Vallbona por debajo el precio de mercado.
Familias de la Pobla de Vallbona (Valencia) reclaman un alquiler social para evitar su desahucio.
Madrid
"Las
conversaciones no han sido fáciles, para empezar teníamos que negociar
con un interlocutor inaccesible, con quien en ningún momento hemos
podido hablar directamente, solo y en todo momento por medio de
intermediarios", explica el secretario autonómico de Vivienda y Función Social, César Jiménez como prólogo de la difícil negociación que ha llevado en la Generalitat a adquirir 29
pisos en la Pobla de Vallbona, propiedad del fondo de inversión
internacional Cerberus, dónde viven 21 familias en riesgo de exclusión.
Es la primera vez en todo el estado español que se lleva a cabo una
operación de este tipo con uno de estos fondos, consiguiendo que este
acepte vender por debajo el precio de mercado. El instrumento jurídico
empleado ha sido el de la "emergencia habitacional", recogido a la Ley
valenciana de Función Social de la Vivienda. Pero, además de la norma,
la intrahistoria de esta compraventa va mucho más allá y puede tener
también más repercusiones.
El conflicto empezó el pasado mas de noviembre, cuando un juzgado de Llíria ordenó el desahucio de
las 94 personas de 38 familias que vivían en unos bloques entre las
calles Sant Sebastià y Argila de la Pobla de Vallbona (València) que
habían sido del BBVA y que después este había traspasado a Divarian –la
empresa creada para gestionar la cartera inmobiliaria del banco,
propiedad en un 80% del fondo de inversión estadounidense Cerberus. La
amenaza de desalojo masivo no solo movilizó las instituciones. La
Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH) organizó movilizaciones a
principios de diciembre y anunciaron acciones "en consecuencia" con la
gravedad de la situación.
"La primera acción
urgente era parar la orden inminente de desahucio y así ganar tiempo
–recuerda César Jiménez- y lo conseguimos apelando a la situación de
pandemia. Una vez aplazada estoa forzamos el inicio de las
conversaciones, dejando claro desde un principio que no cederíamos, que
la gente se quedaría en sus casas acabaran como acabaran las
negociaciones. Pienso que este tono, desde la primera reunión, fue clave
para marcar las reglas del juego". Con todo, el proceso no fue
sencillo. Varias familias aseguran haber sufrido acoso inmobiliario por parte de Divarian,
que en algunos casos llegó a ofrecer dinero a aquellas que se fueran
antes de una resolución judicial. Otros, que tenían alternativa, optaron
para marchar antes de afrontar el riesgo de quedarse sin casa.
Hacia el final, las 38 familias se habían reducido a 21, pero estas eran los casos con más vulnerabilidad. "La
nuestra primera opción fue que la propiedad se hiciera responsable de
la situación, también que mantuviera los inquilinos en régimen de
alquiler que nos comprometíamos a avalar, pero se negaron a todas las
opciones –continúa Jiménez- así que al final solo quedaba la opción de
compra". Una posibilidad que también tenía sus problemas, puesto que
desde la consellería se tenía muy claro que "en ningún caso se iba a
satisfacer las expectativas de negocio del fondo. La propuesta fue
adquirirlas por el mismo precio que las habían comprado al BBVA, pero se
negaban a facilitarnos la cifra con el argumento que iban dentro de un
lote mucho más grande. Finalmente tuvimos que hacer una oferta más
concreta que quedó en 1.650.000 euros por 29 pisos [56.896 euros por
piso], que por los estudios que hemos hecho supone un precio un 40% por debajo el precio de mercado".
Jiménez considera la
operación "todo un éxito", pero cree que habría estado imposible sin la
unidad de acción con el ayuntamiento y los movimientos sociales: "el
hecho que supieron que habría resistencia a un desahucio y que el
procedimiento se alargaría creo que los presionaba en su objetivo de
beneficios rápidos. A banda que a última instancia teníamos el arma del
tanteo y retracto para conseguir los inmuebles en una futura operación
de venta. Todo ha ayudado".
Parque de vivienda pública
Los 29 pisos de la
Pobla de Vallbona serán gestionados conjuntamente entre el ayuntamiento y
la consellería de Vivienda, en un programa piloto que, desde la
administración autonómica, esperan poder ampliar a otros consistorios. El ayuntamiento también decidirá a qué familias otorga los ocho apartamentos sobrantes. Pero
todo el lote engrosará el proyecto de parque público de vivienda que
está desplegando la consellería. "Desde principio de año hemos adquirido
más de 400 viviendas –explica Rubén Martínez Dalmau, vicepresidente
segundo y conseller de Vivienda, el 60% utilizando el derecho de tanteo y retracto previsto por la Ley de Función Social de la Vivienda"
[un artículo que permite a la Generalitat intervenir en las
compraventas masivas de viviendas y quedárselos al mismo precio que se
ha marcado en la operación]. Un derecho que ha permitido obtener
viviendas incluso al precio de un euro, "evitando caer en el juego de la
especulación", resalta el conseller.
Martínez Dalmau
también destaca que "ante la concepción de la vivienda como un negocio
que tienen los fondos de inversión, para nosotros es un derecho y el
primer escudo social, puesto que sin derecho a la vivienda es muy
difícil ejercer el resto de derechos". En esta línea ha recordado que el
acuerdo de gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE para regular los
alquileres a escala estatal "no está en entredicho, puesto que no está
en manos de una de las partes la opción de revocarlo".
Unas cuantas razones para desenredarse del embrollo que ata e intoxica, para ir más allá de lo aparente que nos entretiene en la banalidad del mal (como diría Hanna Arendt). Solo saliendo del barranco emocional del cabreo y la pelea y escalando hacia a la colina de la paz interna que es nuestra esencia verdadera (por eso la gente está genial cuando aprende a meditar, a respirar y a ver de otro modo lo aparente- no en vano en griego pneuma significa aire, aliento y espíritu divino), porque solo respirando en ese plano se puede descubrir donde estamos apresadxs y el camino para salir del desastre laberíntico, en el que el Minotauro en la oscuridad se alimenta del género humano, devorando de conflicto en conflicto su energía lúcida, su esencia real, su alma. Ojo con inventar leyendas para escabullirse: que ese Minotauro no es ajeno a esta especie, sino que es el propio ser humano, lo peorcito de cada unx cuando aun no ha conseguido alcanzar el nivel evolutivo de Ser y menos aún, plenamente Humano. Cuando se queda a medias tintas embobado con los trampantojos de la superficie sin profundizar debajo de ella. O sea, tal y como está mayoritariamente por ahora a disposición de todos sus fraudes autómatas, que solo existen porque así se quiere y así se hacen.
Eso significa que si queremos lo contrario, la liberación ascendente en lo más bajito y humilde, también la podemos descubrir en nuestro interior, y que el problema también se convierte en una fuente de esperanza, descubriendo que el despertar y salir del pozo negro es cosa nuestra y mucho mejor que vivir secuestradxs y encadenadxs por demonios y monstruitos ajenos a nosotros en apariencia, que conviven con la posibilidad de despertar, si descubrimos en cuanquier instante de lucidez furtiva que llevamos dentro una luz escondida inapagable, una llama de amor inagotable, que ilumina tinieblas, deshace ceras y pringues espesísimas, quema lo inservible, calienta lo que está frío y cocina los ingredientes de la comida diaria que nos nutre de verdad, si hace calor solo enfoca e ilumina las buenas ideas convirtiéndolas en los mejores sentimientos y en la mejor creatividad.
Pero en el estado de despiste total en que vegeta desde los dos últimos siglos y especialmente desde la segunda mitad del siglo XX, en nuestro mundo y con nuestra existencia "normal" es imposible descubrir ese tesoro fundamental para que la vida sea Vida auténtica, al que no se concede ningún valor, ningún espacio, porque no cuesta dinero, ni cotiza en las bolsas ni en la banca, ni da glamour, ni se expone en Instagram o Faceboock como una exhibición que busca el play de los fans para luego cobrar e instalarse en Andorra o marcharse de emiratos, en plan "Evasores por el mundo"; eso de que la plenitud sea gratis y que cualquiera pueda descubrirla sin trepar ni sufrir, ni hacer méritos, no ofrece garantías comerciales y hasta despierta sospechas de que pueda ser un timo tipo bitcoin , una 'pseudociencia' o una chifladura de chamanes, echadores de cartas o embaucadores para sacar pasta como sea por lo bajini.
Así está el nivel del que es necesario liberarse cuanto antes, no ya para encontrarse con lo mejor de nosotrxs mismxs, si no ya, para simplemente, sobrevivir a la debacle de una destructiva y podrida "normalidad" que está dejando el Planeta en el chasis en todos los aspectos; es tremendo además leerles y escucharles proponer una nueva y experta "normalidad" cambiando los nombres a las mismas barbaridades que están haciéndonos papilla, para venderlas como nuevos recursos "ecológicos" que alcanzarán su plenitud en 2040 o 2050...😂😂😂Sin siquiera saber si vamos a llegar a 2025 al ritmo destroyer que vamos a toda pastilla (nunca mejor dicho, que los laboratorios fermacéuticos no dan abasto con el pastillaje)
Así que vamos a lo que vamos. Las razones.
Primera razón:
Porque antes que nazis o feministas somos seres humanxs dotadxs de una capacidad imprescindible: la posibilidad de discernir y elegir entre ser y comportarnos de verdad como tales o funcionar como máquinas programadas solamente desde las fobias y las filias que nos clasifican mediante todos los ismos y creencias que inventamos para disolver y justificar en ellos las responsabilidades personales y compartidas al 100%, que son la base de la responsabilidad ética, un elemento indispensable para que nuestra especie no pierda su condición de humana y siga existiendo.
Segunda razón:
Porque en tiempos de una pandemia como la que ahora está siendo un holocausto feroz entre nuestra especie sin tener en cuenta la legitimidad y el derecho de nuestros ismos a manifestarse, - los virus no entienden de ideologías- salir a desfilar para celebrar y/o defender el derecho a vocear lo que sea, no tiene sentido, si lo que se está poniendo en riesgo grave es la salud y la vida de los miembros de esa especie que el feminismo quiere mejorar y los neonazis dominar y controlar, algo que no solo es un peligro para lxs manifestantes, sino para todo el colectivo social en el que esas manifestaciones transcurren y por supuesto contagian no solo mediante el contacto sino sobre todo con la propia respiración fervorosa,emocional y despendolada de todoismo que va mucho más allá del contacto directo. Inunda calles, locales, terrazas, transportes públicos y todo lo que se ponga por medio; los virus son así de igualitarios, aunque sus efectos derivados varían muchísimo entre millonarios y mendigos, eso es evidente.
Tercera razón:
Porque ser mujer consciente implica el cultivo de unas cualidades paralelas que acompañan al género más que al número y al caso. Ser mujer u hombre si no se evoluciona y se mejora como personas, no solo como rebaño en manada, no tiene la menor relevancia. La evolución mediante la conciencia de Ser es el único proceso que puede liberarnos de situaciones/oxímoron como estas, en el que manifestar puntualmente la propia identidad está por encima de la existencia de esa misma identidad. Esa es la dinámica de las guerras civiles:seres prehumanos intentando hacer lo que quieren y creen el colmo de lo mejor por encima de todo, hasta de las propias vidas humanas, que solo les importan si son afines a ellxs en los ismos, considerando la lucha, o sea el suicidio propio y el crimen contra el prójimo, la única "solución" posible a los problemas de entendimiento y convivencia, una necesidad humana que no puede imponerse a base de garrotazos, condenas penales por pensar diferente y expresarlo, como expresar lo que se piensa a base de violencia e histerias egóticas de grupo, sino fundamentarse cooperando entre todxs en la vía del bien común que incluye y no discrimina por género, ni por etnia, color, religión, ideología, lengua o cultura.
Cuarta razón:
Porque no tiene el menor sentido querer eliminar de la sociedad humana el machismo endémico de esta especie y comportarse en la praxis como machas con la obstinación, prepotencia, agresividad, cerrazón y modos reivindicativos machistas, justo lo que se reprocha a y se rechaza de la precariedad cognitiva del macho discapaz.
Quinta razón:
Porque si está más que demostrado a lo largo de un año que con el confinamiento voluntario y el respeto a las medidas de precaución e higiene compartida, los contagios disminuyen y que con el hacinamiento inevitable en cualquier expresión pública multitudinaria, aumentan hasta desbordarse y empeorar las condiciones de toda la sociedad no solo matando a saco a los más vulnerables, sino también enfermando en plan crónico a muchxs de los que no mata, lo más sabio y prudente, incluso lo más generoso y empático es cuidar de lxs demás como de unx mismx, poniendo el bien común por encima de todos los ismos que nos identifican por separado, al mismo tiempo que nos enfrentan y crean constantemente un abismo entre nuestra humanidad diversa y sin embargo una a la hora de la verdad de lo más básico como es la vida. Lo que no ayuda a mejorar a nuestro prójimo igual que a nosotros, sino que le perjudica y lo pone en peligro, tampoco es bueno para nosotros, a la larga las fracturas que se perpetran en la convivencia son facturas que se acaban pagando carísimas en todos los aspectos.
Sexta razón:
También está demostrado que esta pandemia es menos virulenta y agresiva en países donde la ciudadanía individualmente es más responsable y convive con la normalidad de los valores éticos desde su infancia, en familia, en la escuela,en el trabajo, etc... y por ello no es necesario llegar a prohibiciones estatales tan agresivas y dictatoriales, la misma gente de a pie ha desarrollado conciencia a lo largo de su cultura civilizadora y piensa por sí misma viendo lo que hay y decide contenerse, ser prudente y mirar día a día con serenidad y lucidez responsable. Si quieres el bien común hay que pensar y actuar con el prójimo con idéntico interés que en unx mismx. Es el fundamento de la politeia, o sea del concepto fraterno social que debe ser la política junto a la economía, que no es solo dinero, sino el "orden de la casa", en este caso de la casa de todos. Por eso, es normal que en esos países la infección no es tan bestia.
Séptima razón:
Con la vida en un hilo, la salud missing, el trabajo y el sueldo dependiendo de los humores de capital desbocado, el miedo y el rechazo a todo lo que no nos es afín -como son refugiados, inmigrantes, pobres si somos ricos, ricos si somos pobres, ateos si somos creyentes y viceversa, etc, etc...- entre el desorden civil, judicial, monárquico y parlamentario, los insultos, las calumnias, la agresividad y la manipulación de las emociones como costumbre cotidiana, de nada sirve salir a gritar que se es nazi, de derechas de izquierda, feministx, machistx, separatistx, nacionalistx, republicanx, monárquicx o falangistx. La pringue es la misma en todos los colores y trazos del mismo cuadro patético y demoledor. No podemos quedarnos en ese nivelazo deshumanamente border line si queremos seguir vivos , no como zombis bambando por redes sociales que son el chollo millonetis del telecontrol, y dignos de vivir una vida verdaderamente digna.
Octava razón:
Sin re-conocernos y profundizar en nuestra conciencia para poder comprender a y relacionarnos con nuestros hermanos de especie desde el amor fraternal -sí, ese que se pone en el lugar del otro y se educa a sí mismo en la solidaridad de lxs iguales, o sea, de todxs, porque no los consideramos inferiores, peores, "malos" o indiferentes por ser distintos en particularidades-, así, ya lo llevamos experimentando año y años, de nada sirven los remiendos exteriores de los ismos. Con semejantes parámetros, todo ismo que practiquemos será una mierda. Sin duda.
Lo bueno de la libertad cuando se comprende lo que significa esa fuerza lúcida y generosa al servicio del ser y no del pillar para controlar, es que es posible cambiar y trascender de un plano inmaduro, primitivo, retorcido, amoral y ególatra a un estado consciente, sano y verdaderamente humano que nos permite vivir plenamente, sin miedo y sin "defensas" armadas, y no solo vegetar a coces, estrategias y golpes, que solo agotan y matan sin que se haya experimentado siquiera la Vida tal y como puede ser si así la queremos y la construimos mano a mano.
Y sí que se puede. Pero hay que moverse en otra dirección, explorar el universo del alma creadora...algo que hasta ahora solo han hecho poquísimos seres humanos; si la Historia lleva milenios demostrando que en el plan que hay esto solo deriva en una extinción asegurada, que cuanto más se "perfecciona" más rápidamente se hunde su sostenibilidad en plan exponencial, por algo será. El camino no era ese, va a ser eso, queridxs caperucitxs. Así que a cambiar de oculista y de gafas cuanto antes para distinguir el tocino de la velocidad, y que el Paleolítico reencarnado sin parar, no nos siga vendiendo la cabra rupestre multiusos disfrazada constantemente de ismo, la señal que indica donde algunos creen que está el objetivo, pero no es el objetivo real, solo una señal de tráfico en el camino, querida family!
El objetivo somos nosotros, Todos y Todas, como proyecto cósmico que pasa por estados de conciencia diferentes, que al mismo tiempo fluyen como afirma Heráclito y son estables sin rigidez como afirma Parménides. Hijas e hijos del Infinito.
En el último siglo se han firmado 2.896 acuerdos internacionales de comercio e inversión (el recuento aquí). Como analicé en estas mismas páginas hace unos meses (Tratados indignos en tiempos de pandemia),
todos ellos conceden a los inversores extranjeros un privilegio
extraordinario: el derecho a demandar a los estados, en tribunales de
arbitraje privados, para reclamar compensación si se consideran dañados
por cualquier tipo de medida que tomen los gobiernos, y no solo por el
dinero invertido sino también por las pérdidas de ganancias futuras.
Siempre que se suscriben este tipo de acuerdos, los gobiernos y los
organismos internacionales afirman que están dirigidos a fomentar el
libre comercio, a favorecer la inversión y a evitar el poder desmesurado
de los gobiernos que frena el progreso económico. La realidad, sin
embargo es otra muy distinta. Un buen número de estudios científicos,
como el realizado por el International Institute for Sustainable
Development en 2017 (aquí) demostraba que no hay evidencias empíricas que avalen esa hipótesis.
Una prueba del auténtico efecto que tienen ese tipo de acuerdos la
proporciona lo que está ocurriendo con el Tratado sobre la Carta de la
Energía que fue firmado en 1994 a iniciativa de las comunidades
europeas.
Su objetivo formal era el de establecer y mejorar el marco jurídico
para la cooperación en los asuntos energéticos fijados por la Carta
Europea de la Energía y serviría como instrumento para la pomposamente
llamada protección multilateral de la inversión y para proporcionar una
regla general para la solución vinculante de las controversias
internacionales. Lo que en realidad hay detrás de él y sus verdaderas
consecuencias las estamos comprobando ahora claramente.
Desde que se firmó el acuerdo, muchas grandes empresas han invertido
en fuentes de energía que han resultado ser muy dañinas para el medio
ambiente, de modo que los gobiernos han tenido que establecer sin más
remedio estrategias orientadas a sustituirlas lo más rápidamente
posible.
Como consecuencia de estas políticas de transición energética que se
van abriendo paso, las inversiones en la obtención o distribución de
carbón, petróleo o gas se encuentran lógicamente amenazadas y muchas
empresas han empezado a presentar demandas con los gobiernos acogiéndose
a la Carta de la Energía.
En 2009, la empresa sueca Vattenfal reclamó 1.400 millones de euros
al gobierno alemán por las pérdidas estimadas que le suponía la
regulación más estricta de la industria del carbón y en 2011 volvió a
hacerlo, reclamando una compensación que ya va por 6.100 millones de
euros, al sentirse afectada por su política de eliminación gradual de la
energía nuclear. Algo parecido ocurrió en 2015 cuando la compañía
británica Rockhopper demandó al gobierno italiano por haberle negado una
concesión para extraer petróleo en parajes turísticos de la costa del
mar Adriático. En 2017, el gobierno francés elaboró un proyecto de ley
para prohibir la extracción de combustible fósil a partir de 2030. Bastó
una carta de un despacho de abogados advirtiendo de que el proyecto
violaba el Tratado para que se cambiara el texto de la ley y, de
momento, seguirá autorizándose hasta 2040. Y hace unos días, la empresa
alemana RWE demandó al gobierno de Países Bajos por la pérdida de 1.400
millones de euros de "ganancias potenciales" debido a su decisión de
eliminar el carbón como fuente del suministro eléctrico.
Son casos, entre otros, que todavía se pueden considerar aislados
pero el problema radica en que, si la Unión Europea prosigue con su
estrategia de transición energética y de acción contra la emergencia
climática, no habrá más remedio que ir eliminando el negocio de las
fuentes de energía fósil, lo cual producirá inevitablemente una pérdida
enorme de beneficios a muchas empresas que podrán recurrir a los
tribunales privados de arbitraje. Y la cantidad de dinero que puede
estar en juego es astronómica.
Según un informe de Investigate Europe publicado el pasado día 23 (aquí),
la infraestructura fósil de empresas susceptible de ser protegida por
la Carta de la Energía tiene un valor de 344.600 millones de dólares en
la Unión Europea, el Reino Unido y Suiza (8.300 millones en España). Una
cantidad, como indica el informe, que equivale a más de dos años del
gasto total de la Comisión Europea, incluidos todos los paquetes de
ayuda de Covid 19, todos los subsidios agrícolas y los fondos
estructurales. Y eso, sin contar las ganancias que las empresas dejarían
de percibir en el futuro y que podrían incluir en sus demandas.
La situación es incuestionable: mientras sigan vigentes los
privilegios que ella misma concedió a las grandes empresas de la energía
fósil, es imposible que se pueda llevar a cabo la política de
transición que se propone llevar a cabo la Unión Europea.
Esos privilegios que concede la Carta de la Energía son hoy día
incompatibles con la legislación y la política europeas en materia de
inversiones y de acción climática y, por supuesto, con otros tratados de
defensa del medio ambiente que la Unión Europea ha suscrito en los
últimos años. Incluso la existencia de tribunales de arbitraje privados
para dirimir conflictos en el seno de la Unión (el 74% de las disputas
planteadas son entre empresas y gobiernos europeos) es algo que se puede
poner claramente en cuestión.
La Comisión Europea y el Parlamento han manifestado en varias
ocasiones que el acuerdo es obsoleto e insostenible pero lo cierto es
que sigue ahí. Las propuestas de reforma no podrán salir adelante porque
el Tratado requiere unanimidad para tomar decisiones, con la clara
intención de hacer que los privilegios sean prácticamente inalterables. Y
ni siquiera salir del Tratado, como hizo Italia en 2016, es algo
completamente efectivo (aunque ciertamente protege en cierta medida)
porque otra barbaridad que contempla en su cláusula de extinción es la
de permitir que las empresas puedan demandar a un país hasta 20 años
después de haberse retirado del tratado.
La Unión Europea dice que quiere limitar la emisión de CO2, impulsar
la transición hacia el uso de energías verdes y combatir el cambio
climático, pero sigue protegiendo con privilegios a las empresas más
contaminantes y permite que estas los defiendan en tribunales secretos y
claramente viciados a su favor por intereses particulares.
Y lo que es peor: incluso en el caso, de momento complicado y remoto,
de que se pudieran eludir por completo las consecuencias del Tratado
sobre la Carta de la Energía para que Europa pudiera poner en marcha la
acción por el clima que dice pretender ¿qué ocurre con las demás docenas
de tratados y acuerdos del mismo tipo que se han suscrito hasta ahora?
Como demuestra el caso que he comentado, las autoridades de la Unión
Europea y nuestros representantes en el Parlamento Europeo están
engañando a la gente: ponen una vela retórica a dios -diciéndole que
trabajan para el bien común- y otra inmensa al diablo -cuando conceden
privilegios desorbitados a las grandes empresas para que sus intereses
particulares se impongan sobre los de toda la sociedad. Es imposible
servir a ambos al mismo tiempo y los dirigentes y parlamentarios
europeos lo saben perfectamente.
Si de verdad quisieran defender el bien común y los intereses de la
mayoría de la sociedad, el bienestar social y el futuro del planeta,
pondrían fin a esta locura. Harían revisar, con el mayor rigor y
completa transparencia, las consecuencias reales que han tenido todos
los acuerdos y tratados internacionales de comercio e inversión que ha
suscrito, los denunciarían y pedirían responsabilidades.
Echan de su casa a una mujer de 83 años en Barcelona
publicado el 25 de Febrero de 2021
María Martí tiene 83 años, vive en un piso de alquiler de renta
antigua en Barcelona y tiene una orden de desahucio. Nunca ha dejado de
pagar el alquiler del piso donde ha vivido durante 50 años, pero en
unos días se quedará en la calle.
Público
Comentario del blogg
Queridxs señoríxs legisladorxs: ¿Tiene sentido, lógica y justicia, que esto siga siendo "lo normal" en una democracia que se pasa el día reivindicándose a sí
misma? ¿Cómo es posible que se proteja y defienda a ex-jefes de estado
que delinquen, a empresas que dejan en la calle a los ancianos y a
las familias que no pueden asumir rentas impagables, a quienes ninguna ley
protege, a quienes se desahucia sin miramiento alguno, sin la más básica
compasión humanitaria, sí, esa que predican en sus iglesias y que tantos desalmados millonetis tienen hacia sus mascotas o sus caballos, por ejemplo...Que se les prive del derecho constitucional a vivir bajo un techo digno
mientras el pp se lo lleva crudo a golpe de sobre, la royal dinasty a
golpe de emiratos y la iglesia católica a golpe de impagos del IBI y de
inmatriculaciones "legales" gracias a un gobierno tan devoto y católico como el de
Aznar...
¿Cómo es posible que las leyes, en un estado tan super-democrático
permitan algo así y sigan llamándose "Justicia"? Que las masas
manipuladas quemen contenedores hechas unos basiliscos por defender el derecho a ponerse
libremente como un trapo y no muevan un dedo por situaciones mucho más
horribles, como lo es el caso de esta anciana de Barcelona, la ciudadana María Martí con sus 83 años a las espaldas y pagando renta antigua porque no le queda más remedio: no tuvo dinero disponible para tener una casa propia. Según la ola informativa nadie se ha fijado en ni ha descrito su situación con detalle, porque son mucho más interesantes las ocurrencias de los políticos y de los raperos ¿para qué entretenerse en esas frivolidades tan deprimentes si ya se sabe como están las cosas, si total no podemos hacer nada, verdad? Así va la cosa.
El 15M y la
PAH han impedido cientos de veces barbaridades como esta, pero el Estado y sus normativas a
paso de cangrejo para los que sufren y siempre diligentes para las
pirañas, miran para otro lado cuando se trata de rentas bajas y vidas al límite de la miseria patrocinada por el lado más oscuro de la sociedad.
Es increíble que en un país europeo del
siglo XXI esto sea "normalidad" y que si de repente se vota a un
gobierno que pretenda cambiar semejante aberración y elevar un poco, al menos, el nivel de la ética y de la justicia social, se le boicotée y se
le califique de todo lo peor: terrorista, separatista, populista,
socialista y comunista (¡como si los voxciferantes y ppepperiformes fuesen un ejemplo de virtudes cívicas y no la cueva de Alí Babá in person pasada por el Tercer Reich, para rematar el momentazo colon-izador.
Qué miseria y qué vergüenza. El día que se despierten y les nazca la conciencia -si es que ese día
afortunado llega alguna vez para el ganado de Atapuerca y la Inquisición- se les caerá la cara de vergüenza, si es que aún queda tiempo y espacio para cosas así, que a este paso está cada vez más negro el horizonte de un futuro en tinieblas exponenciales para un submundo en semejante descomposición.