La insólita decisión del presidente del Gobierno de tomarse unos
días de reflexión, antes de decidir si dimite o no, ha causado sorpresa
en todos, desolación en unos, alegría en otros, y esperanza, de nuevo,
en el líder de la oposición, que afirma que no es presidente porque no
quiere. Debe tener la fábula de “la zorra y las uvas” de libro de
cabecera. Cada vez que ve un rayo de luz, algo en su cerebro le dice: “calienta que sales”,
y salta a la palestra para proponerse, cual superhéroe sin mallas, como
la única y necesaria salvación de España. Desde la más absoluta
modestia, sube él solo a la tribuna para anunciar que sigue disponible.
Claro que, un señor que no sabía que su amigo era un narcotraficante, a
pesar de haber copado muchas portadas de periódicos por esa peculiaridad
profesional, y que no es capaz de afirmar si ha estado con él en
Andorra o no (sólo recuerda que había nieve), puede que salve España,
pero de un hecho puntual, porque para dirigir los destinos hacia el
imperio donde no se ponía el sol se le ve más lúcido a Biden, y me
atrevería a decir que hasta a Ortega Cano. Por darle un consejo de
madre, le diré que vigile las amistades, porque ese tipo de señores traficantes no siempre van a Andorra a esquiar.
Ahora bien, si se va a dedicar a presidir ese partido político, ahí no
va a tener problemas, porque son “liberales” y les trae sin cuidado lo
que contengan las bolsas del maletero. Si le pillan de marrón le pedirán
que sea fuerte, que cierre el pico, y harán lo que puedan de la mano de
sus contactos togados para que todo salga bien. Eso sí, siempre que
parte del botín acabe en la sede central, ya que de vez en cuando habrá
que darle una manita de pintura.
[Nota: Es curioso que dicha sede esté en Génova, donde ya en el siglo XVI –y cito un artículo de historia– se trataba de una república “con un mínimo de principios y un máximo de manipulaciones, que no aborrecían la política más depredadora”.
Resulta increíble tamaña coincidencia cósmica, al punto de que alguno
se preguntará si le han puesto el nombre a la calle porque ahí se reúnen
esos patriotas españoles que responden de forma tan precisa a esa
descripción.]
Por centrarnos en el tema, cosa que nos cuesta mucho a Feijóo y a
mí, habría que recordar a Pedro Sánchez que tan sólo es el último objetivo de una larga lista de acosados por el entramado judicial que rige el así llamado Estado de Derecho.
En su día, cuando dicho acoso no se cebaba en los suyos, las
aberraciones judiciales con las que trituraban a otros, incluido su
propio vicepresidente, no le motivaron jornada de reflexión alguna.
Tendría cosas más importantes en que pensar. Demostró una torpeza absoluta con su indiferencia, pensando que le estaban haciendo el trabajo sucio gratis,
porque aquellos advenedizos que le quitaban el sueño, según sus propias
palabras, eran su mejor muralla: mientras las invisibles fuerzas del
mal estuvieran ocupadas con los díscolos podemitas, él podría disfrutar
de jornadas de extraordinaria placidez. Debió haber intervenido a través
de su ministro responsable de la cosa, haber detenido aquello, porque
una vez asumido el informe PISA, elaborado por la policía
democrática y constitucional, llamada patriótica, a las órdenes del
señor Fernández Díaz, a la sazón Ministro de Interior, pillado
infraganti delinquiendo en su despacho con un responsable de la justicia
(esta vez con minúsculas), para fulminar la carrera de rivales políticos a los que había que buscar causas para dar con sus huesos en chirona,
una vez normalizadas estas estrategias mafiosas, decía, todo valdría y
todo ha valido. “… Cuando vinieron a por mí ya era tarde”.
Pedro Sánchez tan sólo es el último objetivo
de una larga lista de acosados por el entramado judicial que rige el
así llamado Estado de Derecho
Del acoso político “ya tal…”, como diría ese otro genio del pensamiento que ha pasado a la historia como un ser espectral
porque, a día de hoy, el Poder Judicial, independiente y apolítico, es
incapaz de dilucidar quién es M. Rajoy. Sólo saben que trabajaba en
Génova, porque era allí donde le entregaban los sobres. Conocemos, eso
sí, que su amor por los sobres llenos de billetes contrastaba con su
desprecio hacia las sacrosantas instituciones que representaba como
presidente de España porque, el día que iban a despojarle de dicha
presidencia, decidió abandonar su escaño para emborrachase con los
colegas en el bar de al lado, dejando su asiento ocupado por el bolso de
una de sus escuderas, escenificando así un insulto al máximo órgano de
la representación democrática sin precedentes, que explica gran parte de
lo que pasa hoy. Una pena que no sepamos quién es ese M. Rajoy, pero lo
que sí imaginamos es que hoy, que se pretende acabar con el presidente Sánchez con métodos mafiosos, se lo debe estar pasando pipa gritando: “Donde las dan las toman”. Porque así entienden que es el orden constitucional. Que no les vengan con la chorrada esa de “la ley”, porque ellos son “La Ley”.
El señor Sánchez afirma que, a pesar de todo, sigue teniendo fe en la Justicia. Bueno, sí, claro, ¿quién no?. En la Justicia con mayúsculas. Como en la Historia. O en la Medicina momentos antes de entrar al quirófano. ¿Queda otra?
La pregunta tiene trampa, porque aquel que conteste que no queda
eliminado del juego democrático. Ahora bien, si se pregunta: “¿Tiene
usted fe en los jueces?”. Ante esta cuestión sólo cabe responder antes de pillarse los dedos: “¿En todos?”.
Es tan larga la lista de prevaricaciones, persecuciones políticas,
reuniones conspiratorias, declaraciones inadmisibles, concentraciones
con la ropa de faena para que resulten más amenazantes, absoluciones
paranormales, en algunos casos después de haberse declarado culpables
los que estaban siendo juzgados, y disparatadas reducciones de condenas
en recursos en instancias superiores, que más que poner la mano en el
fuego por los jueces, lo mejor es correr a comprarse un extintor.
Ya nos gustaría dejarles en paz, pero
colaboren con el normal funcionamiento de la Justicia porque se están
produciendo atentados graves contra el sistema democrático y algunos
vienen desde la acción beligerante de jueces. Por eso le devuelvo la
sugerencia: ¡Déjennos en paz!
Y cuando digo hechos paranormales, no lo digo de coña. Un ejemplo: el juez García Castellón. Comenzó
su carrera persiguiendo a una clínica abortista, poniendo patas arriba
la intimidad de aquellas mujeres, gracias a una denuncia presentada por
su hermano, presidente entonces de Provida y miembro del Opus Dei. ¿Os
suena el método? Todo un pionero. Pues ese juez tiene poderes
extrasensoriales. En su sentencia del caso del robo del móvil de Dina
Bousselham, afirmaba que todo se lo habían inventado ella y Pablo Iglesias para victimizarse,
y conseguir más votos en las elecciones. Leía la mente de los que
perseguía con saña, mientras era incapaz de leer las pruebas de otros,
más afines ideológicamente, a los que libraba de cualquier condena sin
el menor problema. Claro está que este señor no caía del cielo.
Ignacio Gónzález, en conversación telefónica que hemos podido escuchar,
le pedía a Eduardo Zaplana –que hoy se sienta en el banquillo para
intentar justificar los millones que se encontró entre los cojines del
sofá de su casa– que apartara en la Audiencia Nacional al juez del caso Lezo,
Eloy Velasco, y se trajera de vuelta a García Castellón –que llevaba
doce años de retiro dorado por Europa cobrando un pastón– para que se
pusiera al frente de ese juzgado. Dicho y hecho, y en los casos que
tenían pendientes diferentes cargos del PP por múltiples presuntas
fechorías, les fue de maravilla. Esa es la fe en la
justicia que tienen los ministros y presidentes de Comunidades Autónomas
de España, quieren que les juzgue un juez específico y sólo ése.
El historial del señor García Castellón es impresentable y sus
diversas declaraciones en foros y conferencias para echarse a temblar.
Pero tranquilos, porque para controlar este tipo de desmanes de los jueces hay una institución que nos ampara:
el Consejo General del Poder Judicial. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!. ¡Cada
vez que se cita ese nombre, muere un niño en alguna parte del planeta! Ya saben, esa institución en la que llevan emboscados diez años unos jueces
que se niegan a marcharse a su casa por una razón muy sencilla: no les
da la gana. Las excusas son múltiples, pero hay una realidad
incuestionable: si la justicia española fuera independiente y sus
miembros profesionales y responsables, daría igual que esos sillones los
ocuparan otros jueces cualesquiera de reconocido prestigio. ¿O no es
así?.
No es así. El Partido Popular entiende que teniendo a la justicia comiendo de su mano la impunidad está garantizada y a ello dedica sus hercúleos esfuerzos.
García Castellón comenzó su carrera
persiguiendo a una clínica abortista, poniendo patas arriba la intimidad
de aquellas mujeres, gracias a una denuncia presentada por su hermano,
presidente entonces de Provida y miembro del Opus Dei
Ahora están enfadados en ese CGPJ ilegítimo porque no les dejan
nombrar jueces para las plazas vacantes. Y menos mal. Estaban nombrando
contrarreloj, en puestos vitalicios, a jueces de inusitada juventud en
un afán indisimulado de copar la justicia de por vida. Y estas cosas no
se me ocurren a mí, las extraigo de las declaraciones de un alto cargo
de la judicatura que, preguntado con motivo de la llamada ley del solo sí es sí
por qué unos jueces revisaban casos a troche y moche y otros decían que
no había nada que revisar, respondía que sólo había jueces
profesionales y otros que no lo eran. Bueno, pues habrá que darle la
razón. Hay dos tipos de jueces. Ya empezamos a entendernos.
Ante las críticas y la indignación inevitables por los numerosos
casos extravagantes –que algunos tachan de serviles– del señor García
Castellón, el actual presidente en funciones del CGPJ, Vicente Guilarte,
saltó a la palestra a poner orden y envió un mensaje a la sociedad: “Déjennos en paz”.
¿Sería mucho pedir que fueran ustedes los que nos dejaran en paz a los demás?. ¿Sería un exceso exigirles que se limitaran a cumplir con las funciones que se les asignan?.
Lo de marcharse a su casa ya sabemos que no, pero da mala imagen que,
precisamente, la cúpula de la justicia sea la primera en incumplir la
ley.
Ya que se declaran en rebeldía con la excusa de que los
políticos no se ponen de acuerdo para su renovación, al menos, limítense
a lo suyo. Por cierto, no son “los políticos”, son los señores del Partido Popular. Cuesta creer –yo no lo creo– que a ustedes, que son tan precisos con el lenguaje, se les escape esta cuestión tan obvia.
Dejen de emitir comunicados profilácticos que nadie les ha pedido cuando se van a aprobar leyes en el Parlamento. Eso es actividad política. Habrá que recordarles que la división de poderes les atañe también a ustedes.
Manifestarse –como ocurrió– ante las sedes de los tribunales con
sus togas y sus puñetas, contra el pacto alcanzado entre el PSOE y
Junts, que derivó más tarde en una protesta contra la aún inexistente
ley de amnistía, señor Guilarte, es una falta grave que le compete a usted, precisamente, sancionar.
Hay que recordarles de nuevo la división de poderes. Se habla mucho de
ello en el sentido de evitar la intromisión de los gobiernos en el poder
judicial, pero el señor Montesquieu también hablaba de las nefastas
consecuencias de la intromisión del poder judicial en los otros, y esto
aparece menos en los debates. Cito textualmente lo que decía al
respecto: “no hay
libertad, si la potencia de juzgar no está separada de la potencia
legislativa y de la ejecutiva. Si estuviese unida a la potencia
legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos
sería arbitrario; debido a que el juez sería un legislador. Si se uniera
a la potencia ejecutiva, el juez podría tener la fuerza de un opresor”. Pues eso.
Estos señores coparían para siempre la
Justicia en España si los jueces se eligieran a sí mismos para el CGPJ,
el Constitucional, Supremo… Estos postulados de extrema derecha no
pueden presidir en exclusiva la acción judicial
Ya nos gustaría dejarles en paz, pero colaboren con el normal funcionamiento de la Justicia porque se están produciendo atentados graves contra el sistema democrático y algunos vienen desde la acción beligerante de jueces. Por eso le devuelvo la sugerencia: ¡Déjennos en paz!
Una última cuestión que, en principio, parece lógica. Se trata de la pretensión de que los jueces elijan a los jueces sin intervención del Parlamento.
Sí, parece lógico, si no fuera por los pronunciamientos de los
representantes de las asociaciones de jueces como los de la portavoz de
la Asociación Profesional de la Magistratura, doña María Jesús del
Barco, sobre la ley de amnistía cuando afirma que: “Sería volar por los
aires el Estado de Derecho. Se quiere dar un paso más para situarnos en
el principio del fin de la Democracia”. ¿Un paso más?, ¿cuántos van?, ¿desde cuándo la acción parlamentaria de los ciudadanos camina hacia un régimen totalitario?, ¿desde que el PP no gobierna?
Estos señores –que como digo son mayoría– coparían para siempre la Justicia en España si los jueces se eligieran a sí mismos
para el CGPJ, el Constitucional, Supremo… Estos postulados de extrema
derecha no pueden presidir en exclusiva la acción judicial y, como
consecuencia, política en nuestro país. Para esto último están las
elecciones generales que eligen a los representantes de los ciudadanos
en el Parlamento. Eso y no otra cosa es la Democracia.
Como ciudadano alarmado por las consecuencias de acciones judiciales que pueden y pretenden acabar con un Gobierno legítimamente constituido,
como ha ocurrido últimamente en Brasil o en Portugal, y ahora estamos
viendo con un descaro absoluto en nuestro país, hago mío su deseo de
vivir en paz dentro del sistema democrático que los españoles nos hemos
dado y me permito recordarle, para terminar, que no fueron los partidos
políticos –mucho menos los jueces– los que trajeron la Democracia a
España. Fueron los ciudadanos los que sufrieron encarcelamientos,
torturas, secuestros. Fueron los ciudadanos los que pusieron los muertos
en aquella transición. Como heredero orgulloso de aquel cambio le
devuelvo su deseo y les pido: ¡Déjennos en paz!
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José Miguel Monzón Navarro
(Madrid, 1955), más conocido como El Gran Wyoming,, es humorista,
presentador de televisión, actor, músico, médico, escritor y columnista.
Presentador de 'El Intermedio' en laSexta.