Desastre político en RTVE
Nombrar por decreto al nuevo presidente de RTVE, por muy
justificado que esté, ya supone una decisión que requiere mucha
pedagogía y va a tener un coste elevado
Para que salga lo menos mal posible y no parezca un trapicheo, ha de elegirse a un profesional indiscutible, a ser posible de la Casa, solo debe anunciarse cuando se tengan los votos necesarios y ha de hacerse donde corresponde, en la propia RTVE
Para que salga lo menos mal posible y no parezca un trapicheo, ha de elegirse a un profesional indiscutible, a ser posible de la Casa, solo debe anunciarse cuando se tengan los votos necesarios y ha de hacerse donde corresponde, en la propia RTVE
Pedro Sánchez tenía dos
opciones. Mantener en sus puestos, fuera de plazo, a los directivos de
RTVE responsables de provocar los “viernes negros” mientras se resuelve
un concurso que el Partido Popular bloqueó para mantener su control
manipulativo y ahora quiere acelerar por la misma razón, siempre con la
complicidad de Ciudadanos; o nombrar por decreto una dirección
provisional que pilote la Corporación mientras se resuelve un concurso
con muchas más posibilidades de salir adelante, porque ya nadie tendría
incentivos para bloquearlo o pervertirlo y todos ganarían con un acuerdo
razonable.
Con buen criterio eligió la segunda. Ese fue su acierto. Pero se le
olvidó que en política no basta con tener buenas ideas, conviene
ejecutarlas con la misma inteligencia, especialmente si solo sumas 85
votos en el Congreso; y ese fue su error. Nombrar por decreto al nuevo
presidente de RTVE, por muy justificado que esté, ya supone una decisión
que requiere mucha pedagogía y va a tener un coste elevado. Para que
salga lo menos mal posible y no parezca un trapicheo, ha de elegirse a
un profesional indiscutible, a ser posible de la Casa, solo debe
anunciarse cuando se tengan los votos necesarios y ha de hacerse donde
corresponde, en la propia RTVE.
Desde el momento que se filtró el primer nombre, el
desastre estaba cantado. A la asombrosa falta de discreción y la guerra
de filtraciones de unos y otros para anular a sus respectivos
candidatos, solo había que sumar la ansiedad de Pablo Iglesias por
demostrar cuánto manda, que le llevó al error garrafal de dar por hecha
la elección en una cadena privada, la comprensible indignación de los
trabajadores del Ente al verse ignorados con semejante procacidad, el
descaro de la portavoz del ejecutivo, Isabel Celaá, al devolver la
pelota al Congreso, cuando todos sabemos que la negociación la ha
llevado Moncloa, o el interés de los dos oligopolios privados por seguir
machacando la imagen de su competidor público.
Aunque, entre todos, ninguno tan pasmoso como el error de cálculo
político cometido por PSOE y Podemos al dar por hecho que a los
nacionalistas no les queda más remedio que apoyar cuanto ambos acuerden.
Parece mentira que no se hayan enterado todavía de que agitar el
fantasma de votar con el PP sólo asusta a socialistas y morados, porque
para ambos sí tiene un coste político y electoral. Los nacionalistas
vascos y catalanes siguen otra lógica y juegan a otra cosa. No se les
puede informar de los acuerdos adoptados como si no tuvieran más opción
que apoyarlos, porque sí la tienen. Hay que pactar previamente con
ellos, porque sin sus votos no se puede gobernar en serio, ni con 85
diputados, ni con 85 más 71 diputados. Los nacionalistas vascos esperan
reconocimiento, porque para eso les han votado los vascos. Los
nacionalistas catalanes necesitan gestos y resultados que puedan contar
como avances para una solución política en Catalunya porque para eso les
han votado los catalanes. Se llama política y no se hace en los
telediarios.
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