martes, 16 de julio de 2013

Prioridades

¿Qué es lo políticamente correcto: el shentido común de Mariano Rajoy al servicio de la democracia que le elegió o la democracia que le eligió al servicio del shentido común de Mariano Rajoy?
La primera respuesta equivale a la respuesta de un gobierno democrático y la segunda, corresponde a una dictadura totalitaria y filonazi; cuyo lider elegido con libertad en las urnas porque  ha prometido solucionar los problemas más graves del país, se convierte en el final de las libertades que le eligieron y en el problema más grave y obstruccionista de dicho país.

Si Rajoy se empeña en seguir resistiendo como un héroe de la nada en el vacío, está claro que no tiene ni la madurez ni la capacidad política y gestora necesarias para gobernar; esto es la quiniela de Aznar. Taimado y cruel. Él conocía perfectamente la mediocridad y la pusilanimidad de Rajoy. Su incapacidad analítica, su dependencia del sistema y su frágil inseguridad disfrazada de obstinación y cabezonería suicida. Como ese tipo de hipocondríacos incapaces de aceptar su enfermedad. Que no van a al médico porque tienen pánico al diagnóstico; prefieren vivir bajo mínimos y con una salud pésima, al borde del crack, antes que admitir la realidad y ponerse en tratamiento y aceptar unas medidas terapéuticas. Aznar lo sabía y esperaba su momento para el "retonno" del jedi. Pero le salió rana, sapo y renacuajo en una pieza. Mariano le ha cogido al poder una querencia que su pigmalión no había previsto. Mariano no es muy largo de visión, pero ha sido lo suficientemente tunante como para permitir que se forme un clan que vive a sus expensas y que está interesadísimo en mantenella y no enmendalla . Porque en este caso, como suele ocurrir cuando no se distingue vicio de virtud, enmendalla sería perdella. Y al pp, eso de "perder" le sienta fatal. 

No lo viven como una normalidad alternante de la democracia, sino como una catastrófica y humillante devaluación personal descalificadora, como una agresión de los ganadores y, sobre todo, como una pérdida de ocasiones infinitas para sobre-cogerse a base de donaciones prevaricadoras y cohechantes; como sería el fin de tantas carreras provisorias de amigos, hijos, hijas, esposas, esposos, hermanos, cuñados, pelotas untadores, amantes y clientes variopintos, que, junto a la bagatela mensual que cobran del Estado por trincar a saco, constituye el complemento directo, en serie A, indirecto, en serie B y en C, circunstancial de todo: de lugar, de tiempo, de modo, de cantidad y de cara. Dura como el cemento, al que tan afín se han sentido desde siempre, de burbuja en burbuja. Como abejas y mariposas, de flor, en flor. Por eso un floriano es tan útil y representativo como metafórico en la imagen del pp. 

El  estiércol que cagan las gaviotas es muy fértil para cultivar el florerío. Y pagar, de paso, un pastón a los intermediarios que sirven la mercancía. Al final todo queda en casa. Parece mentira que la sagacidad aznaril no cayese en ese detalle riesgoso, metida como anda faesceando la globalidad de su elección divina como paladín salvífico de la civilización occidental. Y, como cuentan sus memorias, sin cortarse un pelo. Una sintomatología que le habría hecho a Freud la boca agua. Como los afanes del ministro Gallardón contra el aborto y a favor de las mujeres paridoras de granja. O la taurofilia enfermiza de Wert: becas por toros y plazas, hermana gemela del timo yanky contra Irak: petróleo por alimentos hasta la extinción de ambos. Unos planes "marshall" hijos de la misma madre, cuya fertilidad no distingue continentes ni fronteras, si el cociente intelectual y el apagón neuronal es el mismo. Aznar es el padre (im)putativo de este desguace marciano de la marianidad entrópica. El deus ex machina del invento rajoyano, el Doktor Frankenstein de la criatura inventada en los sótanos forgianos y espeluznantes de Génova Street. 
Aznar se está vengando de los españoles por considerarle el causante original del 11M y por votar al PSOE, cuando el pp se había instalado ya en el poder seguro de no abandonarlo jamás.

Rajoy fue creado como  vendetta de Aznar y la llave de su vuelta gloriosa en olor de aclamación cuando se hundiese la nave del patoso capitán plasmariano. Pero va a ser que no. Que en sus afanes de dividirse para vencer, se están apuñalando en un kamikaze todos contra todos, más propio de un astrakán de Muñoz Seca, tal que La venganza de Don Mendo, que como una noble y magistral tragedia shakespeariana, tipo Hamlet, Otelo o Macbeth Y por más que intentan el peeling y el lifting, los botox y los implantes, las extensiones, los teñidos, mechas  y  peluquines, no hay manera de que la cosa se frene.

El castillo de naipes se cae sin remedio. Es inevitable. Lo que lo sostenía se ha podrido y carcomido de tal modo que no queda nada, si es que alguna vez hubo algo bajo la tramoya y detrás de las bambalinas. De ahora en adelante el Gobierno sólo lucha y resiste para no ir al juzgado y a la cárcel, no para gobernar España, que ya es hasta un incordio absolutamente prescindible, por eso, cuanto más tarde caiga, más sufrirá este pobre país. Este sufrimiento para Rajoy y su partido es insignificante; que se jodan, han dicho y aprobado en gilipollesco coro bufo de tragedia parlamentaria, como si el jodimiento de los españoles no implicase también la patética muerte anunciada del pp. Y  Rajoy no suelta prenda. Bloqueado. Knoqueado por su propia inercia. Ni puede ni sabe. Ni siquiera contesta a lo que le preguntan, sino que se limita a repetir el mismo mantra del niño solo en la oscuridad: "no pasa nada", "todo está bien, como siempre", o "sigo en mi puesto hasta el fin, al servicio de España" (como Franco), mientras se debate igual que  las cucarachas panza arriba junto a las tuberías de desagüe, asustadas por la luz que se enciende de repente en medio de la oscuridad nocturna.
Mísero Rajoy. Indigno pp. Cutre Parlamento. Parásita e indignante monarquía. Pobre España.

 Como siempre, queda la luz de un poeta-profeta al final del túnel, que desde las inmensidades del notiempo ha entrevisto el porvenir desde un presente tan tristemente igual al suyo, que parece el mismo. La poesía es un arma de construcción total y por eso intuye en belleza, dolor y gozo, cuando es necesario aprender del pasado, para demoler un presente siniestro y edificarlo en otra dimensión que haga posible un futuro escrito en una  clave distinta, más hermosa e inteligente.

 Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.


Francisco de Quevedo 


 

 

No hay comentarios: