miércoles, 3 de julio de 2013

Hace siete años


Hoy es tres de julio. Tal día como hoy, pero en 2006, a las 13'00 horas un accidente de metro en Valencia, mató a 43 personas y dejó 47 heridos y 0 responsables. Siete años han pasado sin que las autoridades de esta Comunidad Autónoma hayan dado alguna explicación. Ni se haya querido investigar la causa o las causas de tal desgracia, ya anunciada muchas veces por los trabajadores, denunciando el estado de la vía y la curva más que peligrosa entre las estaciones de Jesús y Patraix. El silencio sigue siendo el cómplice peor de este delito negligente. Los afectados y familiares de las víctimas que no aceptaron el chantaje o que con el tiempo han comprendido que el dinero no puede comprar la pérdida de los seres queridos, de la dignidad, de la verdad ni tampoco  el olvido, siguen reuniéndose con los ciudadanos el día 3 de cada mes . Y siguen esperando una respuesta, que alguien les atienda y les explique la verdadera causa del accidente y por qué la investigación judicial del accidente se cerró en cinco días, por qué se destruyeron las pruebas que aclaraban el caso. Por qué la Genralitat ha escurrido el bulto constantemente, como si no hubiese pasado nada hasta pretender cambiar el nombre de la estación de metro de Jesús por el de Joaquín Sorolla, para borrar de la memoria colectiva la atrocidad. No lo conseguirán. Porque ese dolor causado, esas vidas destrozadas y las secuelas físicas imborrables de los heridos, estarán presentes, quieran o no, en sus recuerdos, en el hueco que debería haber ocupado la conciencia y no el dinero y el chanchullo. Ese recuerdo, esa huella terrible y cómplice con el asesinato por negligencia y mala administración, les acompañará mientras vivan, lo mismo que a las víctimas y familiares. 
Para los muertos, la paz, la luz y el descanso eternos. Para los vivos que perdieron a sus seres queridos, la verdad y la justicia. Para los verdugos, el remordimiento y la oscuridad, hasta que se arrepientan, confiesen, restituyan y sean dignos del perdón. Y para los jueces, magistrados y autoridades que deberían actuar en consecuencia, la lucidez y el sentido ético de su profesión, sin concesiones a leyes amigables ni miedo, ni indecisión.
Y para todos, un país mucho más honesto, ético y solidario.


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