Si has llegado a este blogg para pasar el rato,
solamente,
para llenar tu mente de palabras
y dormirte después entre expertas milongas
al abrigo entrañable de los reality show,
yo misma te adelanto
que no vas a encontrar lo que tanto te mola;
sólo quiero decirte que me empuja la vida
y su fidelidad hecha presente,
que me lanza sin red y sin pedir permiso,
a este tiempo de tod@s
l@s que somos ahora como ceniza pulcra
en suspensión del volcán de La Palma,
que atraviesa las calles de este mundo
en rebajas de Covid-19
y se filtra en los bares,
se sienta en las terrazas de la niebla
convocando la nada
a un raro picoteo de carbonilla
con salsa original de piroclastos.
En este plan absurdo y un mucho estrafalario,
sin embargo,
hay una incertidumbre que respira
y no sé si estas letras y estos versos
son lágrimas rebeldes
o espectros de la sombra
que se rompen de noche y levedades
varias.
Solo sé que he nacido con vocación
de asombro, con textura de versos
y de búsqueda;
sé que he venido a ser , como tú y como tod@s,
testigo presencial de la llama que arde
en el hogar sin fin del universo.
Que hemos llegado aquí para levantar acta
de que vale la pena y la alegría
abrazarse a la tierra sin renunciar al cielo,
para encontrar el alma y su alfabeto
donde la carne rasga su espesura
en medio de la noche,
y despertar de pronto una mañana
en el núcleo sutil de la consciencia.
Voy a correr el riesgo inevitable
de lanzar estos versos
en las cuencas vacías y resecas
de un agujero negro, lleno a su vez
-¡con vocación de oximoron!-
de mentiras sin rumbo que cruzan bulevares
flotando entre los libros y la fugacidad de
de los escaparates,
la prisa incontinente de los coches,
como si todo fuera un estertor de nieve pasajero
bajo el párpado gris de la costumbre
envuelta y resguardada de cualquier tentación
que signifique cambio de una bendita vez,
en su capa perenne y resistente
de humos demoledores y CO2 .
Hoy quiero sospechar que no estoy sola
al contemplar el reino del vacío
y sus marrones, que existen muchos ojos
distintos a los míos: ojos de hierba y bosques,
de cansancio, de valles y montañas,
de duda y titubeos, ojos de libertad
no secuestrada, ojos que no se duermen
si no llega el amor para cerrarlos,
ojos que son la llave y cerradura
de mil mundos posibles, incontables,
que de nosotros nacen, cuando somos Nosotros.
Hoy prefiero sentir y comprobar
que ya es recuperable
el pleno territorio de la esencia
y apuesto lo que soy y lo que encuentro
por el canto sutil que enciende y endereza
las curvas invisibles de la noche perpetua
y por eso propongo otra jugada
quizás más peligrosa y con más riesgo
para el sistem in failure que nos rompe:
Que el cielo se convoque en la palabra.
Comenzaré pelando y haciendo mermelada
los gajos más cañeros del dolor inhumano
que oscila en el abismo de cada no saber,
de cada no existir si no se Es.
Perdonad si os araña este lenguaje,
no quiero más dolor, más culpas ni más miedos,
ni la satisfacción(¿?) de vuestro llanto,
solo busco fundir en un nuevo Nosotros
oscuridad con luz, calma con brisa,
cerebro y corazón, problemas y esperanza,
materia y energía, miedo y valor,
dudas enfermas
con la sana certeza que nace del amor,
no del apego ansioso que perpetra en el ego
su mundo más atroz.
Podéis venir conmigo
si es que lo deseáis y es oportuno,
a inventaros el mar en las alcantarillas,
a diseñar galaxias en el supermercado,
a pintar corazones
en los labios helados de internet.
Iremos recortando montañas virtuales
o dibujos de Escher,
nos morderá la duda, la tentación de huir,
de regresar al valle de la comodidad demoledora
y terminator
para seguir durmiendo mientras todo se ahoga
en el mar de la mierda universal
con su cutre diseño de plástico y basura...
Pero si resistimos caminando en la brisa
de adentros compartidos, en presente constante,
-por eso, siempre nuevos-, aunque sean reciclados
mano a mano,
pronto descubriremos el rastro de la luz
que no se agota ni se paga ni se cobra.
Un viaje sin maletas ni mochilas pesadas.
Sin más móvil que el alma,
ni más ordenador que la conciencia.
Sin más redes sociales
que solidaridad y compasión;
la nueva inteligencia imprescindible:
esa que simplifica y se comparte,
en vez de complicar
y que nunca le teme
a su socia más sana y poderosa:
La verdad.
Un viaje al infinito inevitable
dadas las circunstancias del fregado actual,
si queremos salir de lo execrable.
No rebusques aquí metáforas e ingenio
ni imágenes adjuntas para rizar el rizo del poema,
que dejen evidente
el estilo gremial de la tendencia,
la clasificación y el veredicto,
(tod@s somos el texto, yo tan solo una voz)
Ya no nos queda tiempo para tejer tapices
e inventar trabalenguas de estética aparente,
donde clasificarnos en apartados varios
o ser distribuidos con gusto y sobriedad
por las estanterías del rol consumidor.
Y por esa razón insisto y te repito:
Si has abierto ese libro que me nombra
o entrado en este blogg tan solo
para pasar el rato y distraerte
huyendo de la mugre y la pandemia,
esquivando las honduras del Ser
que sin saberlo, Eres,
yo misma te adelanto y te aseguro,
despistad@ y querid@ lector@,
que un sacrificio así no merece la pena.
Y por esa razón, si no buscas más luz
que el cigarrillo y los razonamientos de cajón
del ego repartido en tripas somnolientas,
si ya tienes bastante con lo que te maneja,
te controla y te encierra en ese chiringuito
de pufos sin fronteras, mejor que no te canses,
¡déjalo!
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