lunes, 17 de septiembre de 2018

El síndrome de la herencia sin superar



Por lo bajini

Mis colegas catalanes me cuentan que les duelen los oídos de escuchar a soberanistas de rompe y rasga suspirar por algún acuerdo que acabe con esta locura

La voz de Iñaki Gabilondo. / CADENA SER
 

Roberto Alcázar y Pedrín salieron de caza mayor a la búsqueda del elefante blanco y han regresado con un par de conejitos en el morral. Iban a por el plagio de la tesis del presidente y han vuelto con simples reparos a la calidad de esa tesis. Con esta oposición de bisutería no llegaremos a nada, me decía un empresario importante ferviente de Ciudadanos, pero me lo decía por lo bajini.
Alguien que tuvo galones en el Partido Popular me hacía una confidencia crítica también por lo bajini: "No hemos ganado nada poniendo pegas a la exhumación de Franco, fíjate lo que ha hecho Macron con las torturas en Argelia y nadie le ha acusado de abrir viejas heridas; y eso que allí hay una extrema derecha muy potente".
Ni les cuento a cuántos socialistas de pedigrí les he oído decir que a Pedro Sánchez La Moncloa le ha cegado, que comete un gran error al no convocar elecciones pronto o que lo de la venta de armas a Arabi Saudí es un monumento a la descordinación. Dicho todo esto por lo bajini.
Mis colegas catalanes me cuentan que les duelen los oídos de escuchar a soberanistas de rompe y rasga suspirar por algún acuerdo que acabe con esta locura. Por lo bajini, naturalmente. El escrito Fernando Aramburu día ayer en El Diario vasco decía que mucha gente de la izquierda abertxle me ha confesado que Patria le había gustado mucho. Lo decía en secreto, por supuesto. Es la segunda voz. Palabras que se pronuncian mirando a los lados por si hay moros en la costa. Como en los viejos tiempos. Cuánta racionalidad desperdiciada.

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Querido Iñaki, a nuestra generación, especialmente la que nació tras la guerra civil en los 40, lo bajini le resulta tan conocido y como familiar que enseguida lo detecta. En nuestras infancias, adolescencia y juventud, lo bajini era el hábitat y el hábito que hacía a todos los monjes, si querían como si no, porque nadie preguntaba los por qués, los para qués ni quien es quien.Era inútil,  y la respuesta standard, idéntica: "los niños buenos se callan y no preguntan tonterías ni cosas de mayores que no entienden y además no lloran como si fuesen niñas,les pase lo que les pase" "Las niñas buenas están calladitas y son obedientes, tienen permiso para llorar pero no para enfadarse como marimachos maleducadas y respondonas" A ver, si no hubiera sido por lo bajini, no habríamos podido sobrevivir a la bomba atómica salvapatrias en dosis intesivas, uniformadas y convertidas en herramienta pedagógica. Demasiado bien hemos resultado para lo que nos cayó encima sin comerlo ni beberlo. Nos lo encontramos todo ya pensado, decretado y expuesto al apabullante toque de corneta en los diarios hablados y para rematar, en el no.do de  los domingos en la sesión infantil. Y todo por nuestro bien. Para ir viviendo y creciendo solo nos dejaron lo bajini. Y eso, tacita a tacita, gota a gota, tipex a tipex, ha hecho escuela, se ha heredado en los genes. Y ahí está. Como un revival constante de aquellas inolvidables "Historias de la frivolidad" de Ibáñez Serrador. 
Ahora, lo bajini, una vez asimilado adecuadamente, durante unas cuantas generaciones, ya se ha hecho uno de los nuestros, o mejor, de los suyos, porque algunos perros verdes no han acabado nunca en estar por la labor. Y son, precisamente los que detectan el bajinismo y lo hacen visible. Algo que debe ser la labor del periodismo ético. Y que algunos informadores e informadoras, analistos y analistas, afrontan con valor, a pesar de la inercia convertida en tradición (santa). 
Es un alivio que lo bajini no nos gobierne del todo por mayoría absoluta como en los tiempos del contubernio fachifranquista, en aquellas infancias, adolescencias y juventudes en blanco y negro. Con la bombilla a ralentí de la lucecita de El Pardo para superar el apagón del mantra Millán Astray fashion tras la muerte súbita de la inteligencia. Ahora, estamos en una madurez política color sepia. Vamos mejorando. Des-pa-ci-to. Hay que darles tiempo aunque no lo haya. Lo inventamos y yastá. Como los masteres. 
Ains!

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