Es muy interesante leer lo que otros piensan de nosotros. Podemos practicar la sana autocrítica y la reflexión. Y también darnos cuenta de cómo se puede llegar a ser periodista de "fuste" y de deformación profesional cuando se escribe de oído, como los músicos amateurs componen canciones. 
Este señor, suponemos que alemán, se lo ha montado más o menos así. Y digo "suponemos" por el nombre germánico del autor, porque su estilo investigador adolece del rigor y de la imparcialidad propia del trabajo teutón, que suele ser de una honestidad y de una base cultural inconfundibles.
Medias verdades y mucha literatura de artículos superficiales, que comentan lo que otros escriben de primera mano; mucha wikicultura a vuela pluma y nada más. Si desde luego este periodista ha venido a España personalmente, y ha paseado sus encantos perceptivos por Latinoamérica, un poco más allá del cotilleo picoteante del bloguero lleno de prejuicios y de curiosidad marujil, lo disimula muy bien; sus supuestos viajes han debido ser por negocios rápidos o por vacaciones de fin de semana alojado en una colonia alemana o sueca. Si ha leído la historia ha debido quedarse sólo en el margen de la leyenda negra de la época del bajo imperio español . Y por supuesto que su rigor histórico es comparable al de los comentarios de peluquería o de cafetín. El hecho de que algo así se cuele de rondón en los medios periodísticos serios es índice de la baja cota a que navega el periodismo on line.
Si leeis el post ireis viendo y asombrandoos de los descubrimientos encandilantes sobre nuestro país que nos hace este don Sebas Schoeppen de todo a un euro, al que Andalucía y Castilla le caen fatal no sabemos por qué. Descubrireis como Franco, en su inteligentísima política de apertura al mundo, después de mutilar España, matando a la mitad de la población, de asesinar y condenar a la cárcel o al exilio a los intelectuales, a los éticos y a los civilizados, ayudado por la Legión Cóndor alemana y por el fascio italiano, fue un precursor del europeísmo que nos abrió las playas a la civilización del bikini, que nos hizo emigrar a Europa alucinados por el gusto de hacer turismo en sus fábricas laboriosas donde lo españoles no trabajaban nada y se dedicaban al dolce far niente, que nos dejó enamoraítos del yugo y las flechas de los Reyes Católicos y que fue un pionero del futuro ahora presente, junto con ese maravilloso Aznar y su burbuja ladrillera y encementada, su corrupción galopante y su excepcional sentido ppepero de la justicia y de la civilización heredada del prócer enmedallado. 
Descubrireis que lo que somos de verdad, además de vagos y estúpidos, es anarquistas frustrados y a la vez tan católicos que no hay quien nos entienda; no sabemos qué ha hecho este buen señor con el estudio de la transición ni con el peso muerto de la monarquía; por qué no habla del caciquismo y de la España trabajadora y oprimida ni del poderoso movimiento sindical ni de los logros culturales e innovadores de la democracias en las energías alternativas, ni sus logros sociales como la ley de la igualdad, única de momento en toda la UE, de la dependencia, de la Institución de Libre Enseñanza, de la educación para la ciudadanía, de lo que la España avanzada tiene que esforzarse para sobreponerse a mentalidades como la suya, que ahora mismo gobiernan este castigado y dividido país. Sin olvidar su afirmación de que el 15M no sabe por donde le da el aire inutilmente subversivo, que él diluye en una periférica rabieta indignada e inoperante, incapaz de convertirse en partido político para que pueda ser mejor controlado y remodelado por su kaiser con faldas y a lo bidelberg. Este pionero del europeísmo está tan bien informado que leerle significa anular los libros de historia y tener que hacer una tesis doctoral sobre su acervo cultural y sus profundos conocimientos para ponerse a su altura. 
Si este genio de la información es cierto que ocupa un puesto relevante en un periódico europeo de postín, va a ser cuestión de repensarse la continuidad del aislamiento español detrás de los Pirineos. De volver a la peseta y que sea lo que tenga que ser.
Más vale lo malo conocido, que lo pésimo por conocer. Es broma. Por supuesto.

Afortunadamente no es ése el destino de la civilización. Ni del buen periodismo. La línea de apertura en la historia europea no la puede cerrar la especulación y la tacañería de la miseria miope. Europa también es España. Y de ella partió la multiculturalidad del conocimiento, de una Escuela de Traductores en Toledo; que durante ochos siglos de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos, impregnó Occidente de sabiduría como de la Aquisgrán de Carlo Magno partió el concepto de las Escuelas Palatinas que después derivaron en la universidad o de Bingen emergió Hildegard la universal.
Este "periodista" que todo lo mira con el cuarto ojo legañoso de los dineros y los oros, se olvida de este nimio detalle: también los Pirineos unen, porque tienen dos vertientes. Y en vez de separar son el signo de la unidad sólida como una cordillera inexpugnable, una vía de encuentro y de unidad entre las dos rutas de una civilización milenaria, que mientras la Europa germánica no existía y sus habitantes vivían aún en la protohistoria, como animales, allí ya se hablaba latín y griego, se conocía el derecho, la democracia y la filosofía, una arquitectura que aún sigue en pie y en Emérita Augusta, en Tarraco o en Itálica, se aplaudía a Eurípides, a Esquilo, a Sófocles y a Plauto, y en esa Andalucía tan miserable a los ojos de la ignorancia venida a más, se engendraba a Séneca, a Lucano y a Adriano, antes de que llegase el esplendor de la cultura andalusí.

Hable la inteligencia y calle lo contrario, don Sebas. Y si no le alcanza la neurona para más, dedíquese a otra cosa, por favor.








La crisis bancaria actual hunde sus raíces en el pensamiento anti-económico que domina el país desde la Reconquista y el descubrimiento de América, y que han impedido el desarrollo. Una situación que la adhesión a la UE en 1986 no ha cambiado. Extractos.
¿Qué pasa con España? Todavía en los tiempos en que José María Aznar era presidente del Gobierno (entre 1996 y 2004) España era la niña prodigio del crecimiento en la UE y 150.000 millones de euros en ayudas estructurales fluyeron desde Bruselas hacia la cuarta economía del ámbito europeo.
Sin embargo, en las austeras tierras de Andalucía y Castilla se alzan, en vez de negocios florecientes, las ruinas de inversiones fallidas; allí yacen tan muertas y abandonadas como los pueblos de la época de El Cid. En una y en la otra se expresa un modelo de sociedad antieconómico que España viene conformando desde hace medio milenio.

España entró tarde en la modernidad

En la época contemporánea España vivió en un aislamiento que se impuso a sí misma y que solo acabó en los años sesenta del siglo pasado, cuando el dictador Francisco Franco abrió el país al turismo. España entró en la modernidad, pues, tarde y a trompicones, excitada y a toda prisa como un invitado que llega el último al banquete y quiere recuperar lo perdido como pueda, según escribía Juan Goytisolo en 1969 en su ensayo, válido todavía, "España y los españoles".
Con el mismo exceso de entusiasmo empezaría España veinte años después a gastar el maná que, en forma de ayudas estructurales del UE, le caía del cielo. Pero en vez de invertir en una sociedad productiva, quiso modernizarse lo más deprisa posible, y modernizarse significaba sobre todo: parecer moderno. El dinero se fue en construir, primero con tino, después, con el acicate de la política ultraliberal del suelo de Aznar, con frenesí.
La marcha triunfal de lo antieconómico había empezado, sin embargo, ya en 1492. Ese año, España no solo descubrió América; derrotó también al último reducto del dominio árabe en Granada y expulsó en los siglos siguientes a moros y a judíos. Ambos grupos se ocupaban de la artesanía y del comercio. El hidalgo cristiano aborrecía el trabajo, que le estaba prohibido por un absurdo código de honor; solo en la carrera militar veía una tarea otorgada por Dios.
Las riquezas de las colonias manaron hacia España como oro líquido. La Europa central se enriquecería con el oro de los incas mientras la nobleza española se condenaba en ruinosos latifundios.

Históricamente en contra del progreso

La Inquisición se pasó trescientos años persiguiendo como a una herejía a todo lo que oliese a productividad. Quien investigaba, se atareaba, leía, corría el riesgo de acabar en la hoguera.
Tras el fin de la Inquisición, la oposición al progreso sobrevivió en el nacionalcatolicismo. Tampoco la secularización permitió romper el caparazón. Se crearon conexiones, sin duda, pero no tropezaron con menos obstáculos. Solo aparecieron estructuras industriales en el País Vasco y en Cataluña.
Se construyó una red de ferrocarriles, pero con un ancho de vía distinto al francés, para no acercarse demasiado a Europa. Así que Europa acabaría en los Pirineos.
El siglo XIX crearía tan solo los rudimentos de una burguesía dinámica, mercantil, políticamente consciente. España sería el único país de la Tierra con un movimiento anarquista fuerte. Sobrevive todavía en los indignados de la Puerta del Sol de Madrid, a los que une su rebelión contra el capitalismo, pero sin que lleguen realmente a encontrarse.
El anarquismo triunfó en los años treinta, pero el golpista Franco los vencería en la Guerra Civil. Franco catapultó a España hacia el tiempo de la Inquisición. En pos de la calma, Franco fomentó deliberadamente el inmovilismo.
Mediante la construcción de viviendas e incentivos económicos convirtió en masa a los españoles en propietarios de inmuebles. Y puso los cimientos del boom especulativo posterior. Si bien España afrontó el cambio político tras el fin de la dictadura en 1975 con bravura y creó una sociedad tolerante, en lo económico, siguió atascada en la Edad Media.

Reformar la economía y la educación

En muchos periódicos y blogs españoles imperan todavía los gestos retóricos dirigidos al propio ombligo o las mezquinas reyertas partidistas. El pensamiento de campanario impide a los castellanos o andaluces que se les pegue algo de los productivos vascos o catalanes, mientras que estos, recíprocamente, se niegan tozudamente a compartir su capacidad con el resto del país.
A los españoles, escribe Goytisolo, les es más importante el hecho mismo de participar personalmente en una tarea que las ganancias materiales que reporte. Pero los mercados anglosajones, inscritos en la fría eficiencia protestante, no le dejan a España tiempo alguno para que eso se convierta en algo provechoso socialmente. La necesaria conversión a una educación y una investigación con un sentido práctico ha quedado ahora empantanada en la obligación de ahorrar.
Mientras Europa no se decida a derribar la frontera de los Pirineos mediante ayudas específicas que pongan en marcha la modernización de las estructuras de la economía y de la educación, España deberá buscar refugio en una característica que, según Goytisolo, siempre le ha sido un estorbo para prosperar: su conformismo.
Los españoles saben qué es soportar una crisis. Llevan quinientos años haciéndolo.