miércoles, 7 de marzo de 2018









Los seres humanos no podemos convivir sin explicarnos el por qué y el cómo de nuestra convivencia. Esto es lo que nos diferencia radicalmente de los demás individuos del reino animal. Los animales coexisten. Los seres humanos convivimos. Y para transitar de la pura coexistencia animal a la convivencia humana, los seres humanos hemos necesitado construir ficciones explicadoras y justificadoras de dicho tránsito. Dichas ficciones constituyen la materia de la que se compone la POLÍTICA primero y el DERECHO después. La política es la que nos califica como animales. Los seres humanos somos animales políticos. El derecho da estabilidad a dicha calificación. A partir del momento en que la convivencia humana adquiere determinada dimensión poblacional y territorial, POLÍTICA Y DERECHO son esferas distintas pero inseparables.







Obviamente, a lo largo de la presencia del ser humano en el planeta el sistema de ficciones con base en el cual se ha explicado y justificado la convivenvia ha evolucionado incesantemente. No ha sido el mismo siempre ni en el tiempo ni en el espacio. De ahí que la historia de la teoría política o la historia del derecho hayan sido y continúen siendo áreas de investigación universales. Y de ahí también que la política y el derecho comparados hayan despertado siempre el interés en todas las sociedades.
De entre todas las ficciones explicadoras y justificadoras de la convivencia una de las más exitosas, por no decir, la más exitosa, ha sido el contrato social. Es la ficción contemporánea, en la que descansa la democracia como forma política y el Estado Constitucional como su expresión jurídica. Con base en dicha ficción se ha conseguido alcanzar la mejor forma de organización de la convivencia conocida hasta el momento.
Todavía hoy sigue siendo la mejor ficción explicativa de la convivencia humana. Pero ya no goza de la aceptación acrítica que ha tenido en el pasado. Y no porque en el día de hoy el contrato social sea menos inclusivo de lo que lo fue en el pasado, que no es el caso. Todo lo contrario. El contrato social en sus orígenes y durante sus dos primeros siglos de vida fue un contrato entre varones propietarios, del que estaba excluido no solamente la población femenina en su totalidad, sino gran parte de la masculina también. El Estado Constitucional ha sido durante sus primeros decenios un club de propietarios. Hasta llegar al sufragio universal, masculino primero y femenino después, trasncurrió mucho tiempo. En este momento ya se ha conseguido la igualdad en el ejercicio del derecho de sufragio activo, que es muy importante. Pero queda mucho camino por recorrer todavía en el derecho de sufragio pasivo. Porque en el derecho de sufragio activo la titularidad y el ejercicio se confunden. Pero en el derecho de sufragio pasivo, no.
El sufragio activo es el componente cuantitativo de la democracia. El pasivo es el componente cualitativo, el que detemina quienes van a ejercer el poder, es decir, quienes van a tomar las decisiones políticas y elaborar las normas jurídicas que van a ordenar la convivencia en toda la superficie de la sociedad. En el sufragio activo está la titularidad del poder. En el pasivo está el ejercicio. En la titularidad todos somos iguales. En el ejercicio las diferencias son enormes.
El Estado no es propiedad de nadie, pero el peso de los varones en la gestión del mismo sigue siendo abrumador. Y cada vez más de los varones en una posición económica privilegiada. De ahí la deriva cada vez mayor hacia un creciente desequilibrio en la distribución de la riqueza, en la que las decisiones de política económica adoptadas básicamente por varones juegan un papel determinante.
El contrato social cada vez es más inclusivo desde una perspectiva formal y más excluyente desde una perspectiva material. Las mujeres son las que soportan la mayor parte del costo de la disonancia entre ambas perspectivas, porque se produce de manera generalizada en todos los escalones de la pirámide social. La discriminación de género es la única discriminación universal. Y la única discriminación que se manifiesta en todas las direcciones imaginables.
De ahí que la crítica feminista al contrato social sea la más universal y la más radical de todas. La más difícilmente asimilable. Por eso, quien viera el programa dirigido por Ana Pastor en La Sexta el domingo por la noche, en el que participaron portavoces femeninas de todos los grupos políticos, comprobaría cómo las portavoces de los partidos de la derecha española, PP y Ciudadanos, se mostraban “comprensivas” con la huelga del día 8, pero se posicionaban inequívocamente contra la misma, mientras que ocurrió lo contrario con las portavoces de los partidos de izquierda.
La línea divisoria entre la derecha y la izquierda, que se había dado por desaparecida, ha vuelto a hacer acto de presencia con la convocatoria del 8 de marzo.
¿Querrá decir algo? 


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Como siempre un análisis acertadísimo del Profesor Pérez Royo. Sólo un detalle filológico que aportar por si sirve de algo: en griego clásico el concepto zoon no equivale exactamente nuestro actual concepto de animal irracional frente al de animal racional. Para los griegos en la época de Aristóteles, que es cuando se aplicó el término a la humanidad, la palabra zoon significaba: ser viviente capaz de sentir y ahí se quedaba todo enunciado.
  
Para los griegos de entonces todo ser vivo era zoon por el hecho de estar vivo y poder sentir. Al aplicarle el calificativo politikon, Aristóteles añade al concepto inicial la cualidad  de ser capaz de organizar una convivencia regulable y armónica, puesto que  polis /politikós define esa capacidad intelectiva y creativa de la especie humana compuesta por  seres vivientes capaces de organizarse con inteligencia y capacidad para expresarla por medio del pensamiento y el lenguaje, además de sentir en su registro específico como todos los demás seres vivos, que también sienten y se organizan biológicamente pero que carecen del sentido politikós.
Es decir que no disponen de herramientas cognitivas complejas para organizarse en libertad social e individual (de momento ni las abejas ni las hormigas ni los saltamontes, ni los chimpancés, ni las manadas de lobos tienen ideologías, proyectos sociales, ni democracia, ni  hacen elecciones municipales o legislativas ni tienen poder judicial, que se sepa al menos...) En ellos manda la lógica de la naturaleza exclusivamente y el imperativo no categórico sino perentorio de la necesidad estricta.  
Es el poder volitivo y universal en lo parcial sobre el instinto, sobre la emocionalidad y sobre las ideas, que nos proporciona  la libertad -eleuthería para los griegos- lo que en realidad nos distingue como especie y nos coloca en un grado de responsabilidad consciente del que que no disponen, hasta el momento presente, las demás especies vivas. Es lo que hemos dado en llamar cumscientia -en latín significa con-ciencia-  una especie de sexto sentido cognitivo no material que necesita de la'ciencia'  entendida como comprensión y como experiencia vital de libre elección y no sólo como teoría que viene de fuera de nosotras mismas para instruirnos en detalles eruditos, en plan asignatura lectiva, que dependiendo del tipo de educación que se practique en las comunidades humanas, puede ser meramente informativa y memorística o además, una praxis formativa y orientativa en valores, del carácter, de las cualidades personales, y al mismo tiempo del alma colectiva y co-responsable , de la convicencia, la ética y la moral social práctica, además y por supuesto, de iluminar y despejar las facultades individuales.


Sólo desde ese ángulo se puede entender la diferencia entre nuestra especie y las demás especies animales, que no son de rango vital inferior al nuestro sino simplemente distintas e igualmente necesarias en la cadena biológica e inteligente del Planeta y del Cosmos. Todo lo que existe y vive tiene un por qué, que puede ser no entendido en ciertos niveles elementales  y por ello demasiado complicados a veces, pero esa limitación no significa gran cosa en la dinámica de la existencia universal y sus inimaginables posibilidades creativas y recursos modificadores y autocorrectores. Una especie de justicia poética y cuántica a la vez, que se plasma en la evolución de las especies de un modo natural, pero que el ser humano tiene la posiblidad de canalizar desde su conciencia o desde su inconsciencia, según en qué aspectos decida utilizar su libre albedrío, algo de lo que las demás especies vivas no disponen. Dependiendo de la libre voluntad humana, esa particularidad puede ser un privilegio o una desgracia. la liberación o la caverna de Platón.

Que se sepa ninguna otra especie animal aparte de la humana tiene problemas tan perversos de machismo ni de malos tratos, de brecha salarial ni de léxico sexista, tal vez  porque carecen de conciencia para lo bueno como para lo malo, según parece y cuentan las leyendas, esas epecies no pasaron el test del paraíso terrenal, no se han visto nunca en la tesitura de tener que elegir cum scentia entre la sopa boba de la perfección pensada por un dios factotum y manejantón de sumisos y un libre albedrío endemoniado al estilo del obispo de San Sebastián. Menudo marronaco evolutivo para la especie y menudo chollo para los animales de bellota con disfraz de persona y entendederas de besugo al horno.
Es el reto al que desde la antigüedad más remota nos enfrentamos como especie, y para cuyo desafío contamos con la espiritualidad y su iluminación como camino alternativo y clarificador (que las religiones egocéntricas han usurpado como cosa propia), que nos han aportado a lo largo de la historia algunos seres más adelantados en evolución con lucidez suficiente como para ayudarnos a despertar y a comprender, aunque sea a un ritmo mucho más lento que el de nuestro ego  bulímico y ansioso,-esa herramienta necesaria y peligrosísima, que cuando la educas y la pones en su lugar te sirve, pero que  te hace puré si es ella la que te controla a su aire y se sirve de ti-.

Poco a poco vamos despertando, con mucha pereza para lo importante y mucha ambición para lo prescindible, aunque también tenemos el riesgo de las prisas por pillar lo que sea cuanto antes y demostrar lo chulis que somos, y ése es el riesgo con más peligro: el ansia de controlar, de poder, de ganar, de comprar y vender, de especular y de poseer compulsivamente objetos, valores materiales y hasta personas, antes de llegar a asimilar qué y quién se es, quienes somos juntos y por separado, y para qué. Nos falta desarrollar la capacidad pedagógica y el entrenamiento de nuestras mejores cualidades poniéndolas al servicio gratuito del bien común, a descubrir que felicidad no es sinónimo de poderío y triunfo sobre las debilidades de los demás ni de enriquecimiento material y poder adquisitivo. Felicidad es el combustible de la realización humana y el motor del equilibrio personal, político y social. Económico también. 
Tendría que ser un deber y un compromiso colectivo para gobernantes y gobernados, encontrar el modo de instituir un PIB de felicidad personal y colectiva, como han hecho en Buthan, donde el bien común ha logrado un modo de vivir justo y equitativo para los ciudadanos sin distinción ni diferencia de status. Los que más tienen más dan y los que tienen menos dan en calidad y cualidades lo que no pueden dar en material financiero mientras tienen lo  necesario como todos los demás. En ese tipo de sociedades la pobreza y la desigualdad se consideran una injusticia de lesa humanidad y una vergüenza humillante para la sociedad que permite  barbaridades terribles.

El bien supremo consiste en ser dueñas y dueños de sí mismas/os sobre todo lo demás. Una vida mejor consiste en entender ese dilema y dejar limpiamente y con serenidad que la vida nos lo explique cada día y no en empeñarnos en ser nosotros los que le demos lecciones frikis a la vida de lo que no tenemos ni idea. Un poco más niños para acoger la sorpresa diaria con ideas nuevas y un poco más viejos en sabiduría para no ponernos de los nervios por lo que nos incomoda y deberíamos resolver con más humor que malas pulgas y rabietas, transformando la tentación de resignarse en la sana rebeldía de innovar e innovarse y co.-innovarse sí o sí. Por pura ética. Por pura justicia igualitaria y fraterna. Por puro amor. 

En el sentido en que  andamos por estos andurriales me da mucho que pensar una película viejísima, del genial Frank Capra, que de vez en cuando vuelvo a ver porque siempre me aporta algo nuevo que descubrir: Horizontes Perdidos eleborada sobre la novela El Valle de Shangri-Lá de James Hilton. Una metáfora integral e intemporal de la existencia humana. Un cuadro revelador de nuestra condición zoon polikón fashion, inestable y mutante y en constantes cambios naturales e imprescindibles. Y un mundo de riquísimas sugerencias infinitas, que las mujeres de hoy están tratando de recuperar en la realidad social, como canta Rozalen en "La puerta violeta", junto a colectivos como los pensionistas, o los dependientes o las victimas de la falta de memoria histórica que nunca se acepta. 
Otro mundo es posible y lo será si nos empeñamos en no bajar la guardia ni aceptar gato por liebre a base falsas seguridades y sentencias tóxicas.

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