sábado, 11 de febrero de 2017

Ruido y furia

Gaspar Llamazares - Coportavoz y fundador de Izquierda Abierta





Después de dos campañas electorales, a cual peor para la izquierda y las fuerzas del cambio puesto que terminaron en el fiasco de la oportunidad y favorecieron la continuidad del Gobierno de Rajoy, creíamos haber llegado al límite de nuestra incompetencia. Pero es evidente que nos equivocábamos y parece que en lo político también funciona el muy extendido en el ámbito empresarial 'Principio de Peter': avanzar en el camino de alcanzar mayor grado de incompetencia.
Por si fuera poca la torpeza de no habernos puesto de acuerdo para gobernar –y dividir con ello a la derecha, abocando al PP y su corrupción a la extinción, la refundación y la regeneración profundas–, hoy somos incapaces de aglutinarnos en la oposición para defender un programa de mínimos. Mínimos dirigidos a darle una salida social a esta crisis, en paralelo a la reconstrucción y avances democráticos en las instituciones frente a las prácticas corruptas y retrógradas que han herido de gravedad una democracia llamada a madurar.
Pero no, preferimos declarar la guerra en nuestro propio seno y buscar el enemigo interno para su exclusión. De nuevo, líneas rojas y listas negras en nuestro fallido frente amplio, a mayor gloria del PP, Mariano Rajoy, la Europa de Maastricht, el Brexit y la extrema derecha oligárquica de Donald Trump. Las izquierdas y fuerzas del cambio estamos coqueteando con el desastre.
Para ejemplo, un botón. O un muestreo, en este caso. Las recientes encuestas, salvaguardando sus sesgos y la incierta distancia electoral, prueban que seguimos operando más desde el deseo que a partir de la realidad. Siendo la ilusión necesaria e irrenunciable, de poco sirve si no la impulsa y la sustenta un análisis realista. O aún peor, de nada sirve que la ilusión se convierta en quimera porque se ha fundamentado en una ficción.
Si hablamos de realidades, aquí van algunos datos: empezando por lo nuestro, hubo desencuentro y confrontación en las primeras elecciones de diciembre de 2015. Y antes, en las Europeas de 2014. Todo ello dejó heridas imposibles de cerrar con una decisión política encaminada más a la contención que al sorpasso. La pérdida de un millón de votos (y, por suerte, el mantenimiento de escaños) no fueron solo fruto de la resistencia de una parte de IU, sino que la mayoría eran exvotantes de Podemos ya entonces críticos con la gestión de líneas rojas de unos y otros entre diciembre y junio que malogró la oportunidad. La decepción y frustración consiguientes requerían una autocrítica y rectificación de la estrategia que no se dieron.
Precisamente, porque se siguió con la política ilustrada de hechos consumados y fusión exprés llegamos hasta las crisis internas actuales. La ilusión quimérica en la izquierda se nos ha vuelto como un boomerang. El ruido de entonces se ha transformado en la furia de ahora.
Y si hablamos de aliados necesarios en todo este proceso fallido, al PSOE hay que achacarle la desconfianza en un candidato cautivo, la personalización de los resultados, las líneas rojas con Unidos Podemos y, finalmente, la maniobra palaciega disfrazada de responsabilidad, cuando era sólo un pulso interno para desplazar a ese candidato interino.
¿Qué nos queda, llegados a este punto? Asumir nuestros errores y cambiar. Cambiar la estrategia política del sorpasso por la del acuerdo plural. Cambiar la cultura organizativa del aparato frente al enemigo interno por la gestión del consenso; del modelo plebiscitario y personalista de dirección por la dirección colectiva y la participación. Cambiar la conspiración por la colaboración y la amabilidad. O nos esforzamos en todo ello o esta crisis política se quedará a medio camino fuera del gobierno, impregnando el propio seno de las organizaciones y la forma de hacer política en la izquierda.

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Este análisis de Llamazares también ayuda a ver mejor el panorama y a pensar qué debe hacer la ciudadanía ante la realidad actual: cualquier cosa que no sea tirar la toalla y acabar pensando que 'como todos son iguales', no importa que nos siga arruinando el pp con la bendición de la ejecutiva del Psoe como apoyo logístico y la impotencia cuantitativa en votos de IU y el guirigay de un Podemos que no sabe lo que es ni donde está, porque ya se ha decidido que más vale lo malo y mal organizado conocido, que lo teóricamente bueno y caótico por hacer.
No es así. La izquierda progresista es muy capaz de hacer una buena organización y mucho más sensata, humana, inteligente y honesta que cualquier derecha; de hecho, nunca habría resistido en minoría ni sobrevivido en clandestinidad durante una dictadura de 40 años sostenida tanto por el caciquismo de los cuatro ricos como por el miedo y la apatía de millones de pobres y clase media autoamordazada por el garbancismo, la comodidad y la indiferencia.
España ha pasado de ser un campo de concentración y el paraíso de la taberna y el café como terapia, a ser el redil de la tele, del 'guasap', el sofá, la mantita y la cerveza y sólo quiere por mayoría absoluta que vayan apareciendo salvadores con el maletín de las soluciones, mientras ella se debate sin parar eligiendo  entre series de tv o partidos...de la Champions Leage, Nadal o Federer, Jorge Lorenzo o Márquez, Iglesias o Errejón, sajones o normandos, moros y cristianos, papá o mamá tras el divorcio. Una madurez de alucinar en la antropología del desastre.

Quizás el peor fallo de la izquierda post-franquista haya sido aceptar sumisamente esa realidad sociológica completamente apolítica en el peor de los sentidos y cooperar a su mantenimiento sine die y acoplándose a que podríamos estar peor, posponiendo el cambio real eternamente, hasta llegar a pensar, como los burgueses cretinos y mediocres del 36-39, que a lo mejor con Franco se estaba mejor...Sí, ése es el triunfo final de la mediocridad como sistema de subdesarrollo infinito. Y es verdad que en los cementerios de la inteligencia la paz es total, porque es la paz de los muertos por fuera y por dentro.
En un país de mediocres lo lógico es que los políticos lo sean también. Está claro que los no mediocres no son creíbles y dan miedo. Por eso en un país de ciegos los tuertos, bizcos, miopes, hipermétropes y astígmatas, son la crème de la crème que además no se ponen gafas porque no saben lo mal que ven y nunca han podido comprobar las dimensiones y la nitidez real de los objetos y el panorama. Ellos, no ven bien, ni distinguen distancias, ni personas de objetos, ni arribas de abajos ni izquierda de derecha para combinarlas y hacer un sistema bien articulado y ambidiestro que permita organizarse sin masacrar contrarios y convivir en común como en cualquier democracia con dos dedos de frente y con más inteligencia que estrategias para hacer la puñeta al "enemigo" e impedir cualquier tipo de estado decente y viable.

El único arreglo a dos bandas que puede funcionar es que la ciudadanía, ya en vías importantes de desarrollo consciente, coopere e intervenga como árbitro y brazo institucional, ideológicamente "laico", sectorial, sindical, activista y operativo, y empiece a producir y educar políticos y portavoces a la altura y exigencia de su nuevo nivel, como se está demostrando en los ayuntamientos del cambio, donde todas las tendencias se ven obligadas a trabajar por exigencia de los votos, para conseguir el bien común o, al menos, no impedirlo con corruptelas y egopatologías.
De lo contrario, el pp se convertiría en el segundo franquismo de nuestra historia, -atado y bien atado por una monarquía que sólo se cuestiona seriamente en IU- pero esta vez, elegido aposta y votado en libertad (¡¿!?) por un rebaño ibérico que habría renunciado a su condición de pueblo y de ciudadanía responsable de ese pueblo.

En fin...que los políticos discapaces y corruptos que dominan el tablero estatal no han venido de otra galaxia, que son producto autóctono,  made in Spain. Y la primera autocrítica debe ser en casa, en la escuela privada pero también en la pública, en la parroquia y sus catequesis, en los bares y en las asociaciones taurinas, deportivas, peñas, fallas, sanfermines, ferias y fiestas varias...y también en las redes sociales. Establecer un observatorio práctico de conciencia individual, colectiva y sociopolítica para ver y reconocer nuestros graves gazapos que se camuflan en ese ingenio gracioso, picaresco, garrulo- campechano,trivial, macheras (en hombres y mujeres) e irresponsable, de la marca España, en la que el parlamento real y más valorado suele ser el peso político y ético de El club de la comedia, la mejor clínica terapéutica de rehabilitación el sofá de Bertín Osborne y el mejor telediario y prensa de opinión con exhaustivo análisis, Sálvame. Y de luxe, si es preciso, para rematar y no dejar ni un cabo suelto. Alucineibol.
Ains!




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