miércoles, 6 de julio de 2016

109 Premios Nobel insensatos: o de cómo la “ciencia” se pone al servicio del “colapsar peor”


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2016-07-06 

 
Aunque siempre advierto de que el argumento de autoridad no es científicamente válido, llevo unos 20 años promocionando el Warning to Humanity, que es una extensa carta escrita y dirigida a la Humanidad advirtiendo de que íbamos derechos a “chocar con el iceberg a bordo del Titanic” (la analogía es mía). La firmaron más de 1.500 científicos y más de la mitad de los premios Nobel de ciencias vivos en 1992.
Siempre he apuntado que su autoridad no venía por su premio Nobel, pero, en todo caso, merecía nuestra atención por proceder de tantos científicos.
A partir de esa carta construyo los datos y los analizo para concluir que la intuición y razonamiento de aquellos científicos eran correctos.
También suelo señalar que en los días que siguieron al lanzamiento de esa carta, ningún medio de comunicación de impacto nacional o internacional, norteamericano o europeo, se hizo eco (a decir de sus promotores).
Frente a este Warning acaba de salir a la luz una carta firmada por científicos bien vociferada por parte de los medios de comunicación de masas (aquí en España El País, el ABC, El Mundo, etc.). La carta la firman 109 premios Nobel, casi todos de física, química o medicina y fisiología (hay algún economista, un literato y un Nobel de la Paz).
Es una carta cortita pero muy dura, de ataque directo a Greenpeace y otras organizaciones ecologistas por sus ataques a los OGM (organismos genéticamente modificados).
Puesto que el tema del que hablan está relacionado con la biología molecular y la genética, eso descarta la autoridad científica de todos los físicos: vale tanto su opinión como la de mi vecino metido en una ONGD; seguramente bastante menos, como veremos.
También deberíamos descartar a la mayoría de los químicos. Desde la ciencia deberíamos escuchar (en este tema) sólo a los Nobel que hayan obtenido ese galardón por sus conocimientos en genética, biología moelcular, etc., ya que la carta tiene que ver, supuestamente, con la biotecnología, que son su herramienta de estudio y trabajo.
Además, tendremos que hacerlo con sentido de la precaución, por los posibles intereses privados —económicos o de otra índole—, ya que su Nobel —y el montante económico que supone— y sus décadas de dedicación a una herramienta que ha sido denostada y criticada en sus aplicaciones prácticas agrícolas los influirá hacia un cierto sesgo (inevitable y que todos tenemos).
He buceado aleatoriamente en la biografía de una docena de los Nobel de medicina y fisiología firmantes de la carta en cuestión, y todos ellos, como esperaba, han contribuido a la ciencia básica de la genética y la biología molecular en su sentido reduccionista: genética autoinmune, exones-intrones, cascadas de proteínas, etc. No he encontrado a ninguno cuya contribución sea sobre el arroz dorado —que cita la carta— o sobre alguna biotecnología que en teoría pudiese mejorar la agricultura para alimentar al mundo y sus hambrientos.
Mi primera impresión tras leer la carta me ha recordado cuando se supo que el amianto, el plomo en la gasolina, el tabaco, los CFCs o la quema de combustibles fósiles perjudican al medio ambiente humano y a nuestra salud. En aquel entonces y aún hoy, unos pocos científicos se pasaron al lado oscuro —las más de las veces por intereses económicos— para sembrar dudas o defender lo indefendible. En el caso que nos ocupa la cosa es mucho peor porque puede dar la sensación de que, para el caso de los OGM de aplicación agrícola, los defensores de esta técnica aplicada a la agricultura representan la mayoría científica y no una minoría despistada o corrupta como en otros casos históricos o actuales de preocupación ambiental.
¿Quién se atreverá a cuestionar a tantos premios Nobel y expertos? Es justo el apoyo científico lo que Greenpeace y otros han buscado, por ejemplo cuando tratan de defender del cambio climático el ecosistema Ártico: el consenso de la mayoría científica. Greenpeace puede cometer errores, claro, pero desde luego las réplicas que ya está dando a la susodicha carta están cargadas de mucha más seriedad, sentido común, capacidad crítica y ciencia.
Pasemos, pues, al terreno concreto de la carta y su cadena de razonamiento. Empecemos con su primer párrafo:
The United Nations Food & Agriculture Program [FAO] has noted that global production of food, feed and fiber will need approximately to double by 2050 to meet the demands of a growing global population. Organizations opposed to modern plant breeding, with Greenpeace at their lead, have repeatedly denied these facts and opposed biotechnological innovations in agriculture. They have misrepresented their risks, benefits, and impacts, and supported the criminal destruction of approved field trials and research projects.
La FAO —que no es una organización científica, por cierto— dice que la producción de alimentos y fibras deberá doblarse para 2050 para cubrir la demanda de una población global en crecimiento.
Debemos señalar que la misma FAO que citan, también dice que esa necesaria duplicación es en parte debida al crecimiento de la población y, sobre todo, al aumento de la riqueza económica esperada: se prevén dietas más carnívoras y derrochadoras de alimentos (sólo lo que se pierde/tira en la ineficiente cadena alimentaria de Estados Unidos entre el agricultor y el comensal bastaría en teoría para alimentar a todos los hambrientos de los que dice preocuparse la carta de estos Nobel).
Nos encontramos, así, con una primera frase sesgada que no debería haber pasado el mínimo criterio de cualquier científico, por tratar de asociar a un único factor ese hipotético aumento de necesidades. Es más, la misma FAO dice que la cantidad de alimentos que hoy se produce a escala mundial daría para alimentar a toda la población humana digna y sanamente, por lo que se infiere que el tema no es sólo una cuestión tecnológica. Cualquier científico que empiece con una cita de la FAO debería saber eso. Segundo fallo lógico, por tanto: la gente pasa hambre principalmente porque no tiene dinero para comprar alimentos, no porque no existan, sean estos OGM o no.
Los científicos pasan a afirmar que Greenpeace y otras organizaciones que se oponen al modern plant breeding (producción moderna de plantas) han negado esos hechos y se han opuesto a las innovaciones biotecnológicas en la agricultura. De nuevo aquí cometen varios fallos lógicos hasta llegar a la simple mentira. Cualquier firmante debería haberse preocupado, como científico, de revisar lo que se dice. Las técnicas modernas de producción de plantas no son sólo las biotecnologías de los OGM (confunden el todo por una parte): hay técnicas actuales que se basan en otros principios y deberían conocerlas para opinar. Además, el término moderno que emplean tiene un sesgo claro que pretende inducir a que sus opositores están atrasados (por contraposición a moderno). Además, ¿qué hechos niega Greenpeace: que la FAO dice que hay que doblar la producción de alimentos y fibras? Y ¿qué tiene que ver negar o afirmar eso con oponerse a los OGM o la biotecnología aplicadas a la agricultura? Ni siquiera niega Greenpeace que vayamos a necesitar más alimentos, claro: esa frase es una simple mentira. El salto en el vacío que contiene esa afirmación es gratuito y sin ningún sentido lógico ni científico. De nuevo, no están escribiendo como científicos porque los fallos en la cadena de razonamiento la convierten en obviamente falsa.
Terminan este primer párrafo diciendo que han interpretado mal los riesgos, impactos y beneficios de las innovaciones biotecnológicas en la agricultura y que han defendido la “destrucción criminal” de proyectos de investigación en el campo. A parte de que se les está acusando de cómplices de “criminales”, los riesgos, impactos y beneficios de la biotecnología es obvio que van más allá de cuestiones técnicas sobre cortar y pegar un gen en un organismo vivo (es de lo que estos científicos saben); sin embargo, ni son ecólogos para saber cuáles son los posibles riesgos sobre los ecosistemas, ni son expertos en economía ni en geografía del hambre para saber evaluar cuáles son los impactos y beneficios de esa biotecnología. De nuevo confunden el todo por su parte, cuando son precisamente Greenpeace y otras organizaciones las que saben, por el contacto con la realidad directa y por la información procedente de otros expertos (médicos, ecólogos, etc.) de la mayor parte de ese todo y de sus relaciones. Lejos de ser humildes y razonar con un método científico, vuelven a fallar.
Los siguientes párrafos siguen con un blablablá insufrible cargado de sesgos y fallos lógicos cuya detección ya le dejo a los lectores, para concluir que Greenpeace se deja llevar por la emoción y el dogma e insinuar que son unos genocidas indirectos:
…Opposition based on emotion and dogma contradicted by data must be stopped. How many poor people in the world must die before we consider this a “crime against humanity”? (la negrita es suya).
¡Qué paradoja que un científico se arrogue el papel de tal, pero usando únicamente la emoción y el dogma (y la mentira y la tergiversación) llegue a tan ruin conclusión!
Quizás sin saberlo, el crimen contra la humanidad lo estén cometiendo ellos y especialmente los que vociferan interesadamente una ideología neoliberal que —ésta sí— puede argumentarse que como mínimo tolera ciertos genocidios: después de todo, es la ideología de la mayoría de las élites que al caer la noche mantuvieron la velocidad de crucero del Titanic a sabiendas de que había icebergs.
El misil lanzado a la línea de flotación de Greenpeace —y por extensión a cientos de organizaciones de desarrollo humano y ecologistas— parece que no es más que una más de las batallas que se están dando en este colapso civilizatorio, un misil que a lo único que contribuye es a un peor colapso.
Ese misil daña colateralmente también a la propia ciencia y a científicos como los climatólogos, los ecólogos de la biodiversidad, los expertos en recursos energéticos y un largo etcétera que llevan décadas tratando de hacer una ciencia que sirva a la humanidad y la advierta de los peligros ambientales que enfrenta. Por tanto hace más difícil aun la labor de divulgación que algunos pretendemos.
Los firmantes de esa carta no parecen ser conscientes de que han lanzado un arma que harán suya los negacionistas (o ¿son en el fondo ellos mismos negacionistas?) cuando cualquiera de esos cientos de organizaciones quieran hacer campañas basadas en datos científicos apoyados por una mayoría científica. A pocas luces que tuvieran, deberían haberse dado cuenta de ello.
Todo se realimenta, menos —parece— en las cabezas de muchos científicos reduccionistas, por muy nobeles que sean.

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