domingo, 6 de marzo de 2016

Dos debates en uno

 

Luis García Montero

Actualizada 05/03/2016 (Infolibre)
   


Empiezo este artículo con una confesión: no pertenezco a la España que se siente orgullosa de Felipe González. Y continúo con un galimatías: no es lo mismo votar a favor de un Gobierno presidido por Pedro Sánchez que votar a favor de un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Por eso votar contra un Gobierno presidido por Pedro Sánchez no es lo mismo que votar junto a Mariano Rajoy.

Conviene enredar un poco las cosas para ver si nos entendemos. En el debate de investidura de esta semana se han mezclado dos debates: por una parte, el debate de siempre entre el PSOE y el PP en el marco del bipartidismo; por otra parte, la posibilidad de un cambio que sea algo más que el turno periódico entre los de siempre.

El enfrentamiento entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ha tenido mucho de sesión de investidura a la vieja usanza. Asistimos a una disputa parecida a las que enfrentaron a Felipe González y José María Aznar o a Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Descalificaciones, ataques, quejas sobre la herencia recibida, escenificación de una distancia más espectacular que real, ya que el PSOE y el PP han compartido las líneas básicas de gobierno desde que Felipe González asumió el mestizaje ideológico y la transversalidad: aplicar políticas neoliberales en nombre del socialismo.

El PSOE ha pretendido, con la ayuda de Ciudadanos, presentar una nueva versión del debate bipartidista de siempre. Que sean tres fuerzas en vez de dos afecta poco a la realidad si se hace un pacto para perpetuar las reglas de juego anteriores. Las mejoras de algunos aspectos institucionales de transparencia y agilidad democrática pueden servir para mantener la lógica regulada por las élites económicas. Es una factura asumible. Después de la indigestión de avaricia e impudor que hemos sufrido, no parece mucho castigo limitar algunos privilegios institucionales y recortar los campos propicios para la corrupción.

PSOE y PP han representado así el debate bipartidista de siempre, aunque un poco aguado por la nueva situación. Es significativo que la estrategia del miedo no haya cobrado una importancia mayor en sus discursos. En otras ocasiones, la boca de uno lanzaba profecías negras y alertaba de graves peligros si gobernaba el otro para buscar el voto a la contra. Ahora, si acaso, planea la sombra de la gran coalición propuesta por el PP. Es el reconocimiento de todo lo que comparten. De ahí que los miedos quieran situarse en otro lugar.

Y es que estaba sucediendo en la Cámara otro debate que no participaba ya de la lógica del bipartidismo. La corrupción, la desigualdad, el recorte de los servicios públicos, la degradación del mundo del trabajo y la complicidad de una política bipartidista ineficaz para solucionar los problemas de la ciudadanía, han provocado una nueva realidad política. Se ha consolidado en votos una mezcla perturbadora de la indignación, el cambio generacional y la conciencia de que debe crearse otra dinámica en España y en Europa si queremos conservar algo de sentido en palabras como democracia y soberanía.

La posibilidad de un pacto a la izquierda encabezado por Pedro Sánchez suponía asumir esta nueva realidad, aceptar las consecuencias de todas las movilizaciones de los últimos años, romper con los turnos bipartidistas y dar pie a un tiempo nuevo. Por eso no es lo mismo votar a Pedro Sánchez en coalición con la derecha que votar a Pedro Sánchez en una corriente de verdadera transformación. Y por eso no es lo mismo conseguir que Mariano Rajoy se vaya de la pista de baile para que se produzca un cambio de pareja bipartidista que conseguir una orquesta y una música nueva.

Los resultados electorales le han dado a Pedro Sánchez la posibilidad de liderar junto a Podemos, Compromís e Izquierda Unida un tiempo de cambio. No sé si por convicción propia o por la realidad de su partido, prefirió intentar una perpetuación enmascarada del bipartidismo, acogiéndose a las añagazas de los viejos debates.

Cuando los debates se mezclan, la representación es confusa. Hemos asistido a errores o aciertos personales, a meteduras de pata en las estrategias y a sobreactuaciones. Hemos asistido incluso, aunque algunas cuestiones internas son poco visibles en el circo político, al drama de líderes que han maltratado a sus propias formaciones debido sólo a una mediocre ambición de poder. Todo lo hemos visto y de manera muy revuelta.


Pero conviene no olvidar lo que hay en el fondo del vaso. Esta semana han debatido unas formaciones políticas dispuestas a perpetuar el bipartidismo, aunque sea con ayudas externas, y otras formaciones, todas las que no se sienten orgullosas de la España de Felipe González, que han apostado por iniciar un tiempo nuevo.


¿Qué pasará? Depende de Pedro Sánchez. Ya que no ha sido posible un Gobierno de Pedro Sánchez, tal vez sea posible ahora un Gobierno de Pedro Sánchez.  
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                     Desearía que el anillo nunca hubiera venido a mí,
                     que nada de todo esto hubiera pasado...
                     Como todos los que viven horas tan sombrías,
                     no les corresponde a ellos elegir.
                     Todo lo que nosotros debemos decidir es qué hacer
                     con el tiempo que se nos ha dado. 

                                              J.R.R. Tolkien 

                                      'El señor de los anillos






Gracias, Luis, por este análisis. Todas las ayudas son pocas para aclarar el embrollo en lo que se pueda, para crear y mantener en alto la expectativa de que aún  es posible cambiar el rumbo en esta antología del disparate, de la que la ciudadanía está, más que cansada, saturada y dolida. Decepcionada y estafada, una vez más.  Sin embargo no es útil ni sano quedarse enganchados en este mal rollo decepcionante, que solo es un paso más hacia algo mucho mejor: la refundación y la reinvención de nosotros mismos y de nuestro proyecto común, aunque todavía no se puedan ver indicios tangibles. Todo está naciendo y un parto social y político no es cosa de unas horas ni de unos días. Por eso tus reflexiones son tan interesantes como constructivas. Gracias.

Al menos hay algo positivo en este carrusel de vértigo político: por primera vez desde hace muchos años, la convocatoria democrática de la vida pública e institucional, saliendo de su hibernación acostumbrada, se ha convertido en el primer foco de interés ciudadano. Ni siquiera el  esperado juicio de Cristina Borbón, ni siquiera el fútbol ni la debacle corrupta del pp que cada día descubre más motivos para la repulsa y el cambio, han conseguido mantener un grado de interés tan alto como el debate en el Parlamento para dar forma al nuevo tiempo social, político y económico. Ideológico, también. Eso ya dice mucho acerca de la importancia de este tiempo, acerca del despertar de la inteligencia y la voluntad colectivas, al hacer evidente el cambio de conciencia y la pedagogía que a partir del 15M viene practicando la realidad en unos pueblos aún tribales que se están convirtiendo, por fin, en ciudadanía, con todo lo que eso significa y compromete. 

El pueblo es el conjunto de individuos que se agrupan en una extensión geográfica, como lo haría un rebaño, pero la ciudadanía es un paso más en la civilización, se trata de la integración cognitiva, consciente, co-responsable, participativa, modificadora de la cultura y los hábitos sociales y privados, un impulso vivo, directo y solidario de los individuos, que se educan mutuamente en la convivencia para dar forma a la cooperación vinculante y gestionar sus necesidades, problemas, conflictos, derechos, libertades y aspiraciones legítimas desde un proyecto plural, co-gestionado, flexible y respetuoso, no solo formal y protocolario, litúrgico, sino, sobre todo, taumatúrgico desde la normalidad, sanador, esencial y transformador a la vez.

Cuando en los debates televisados desde el Parlamento, desde un plano participativo y consciente se observan las conductas y argumentos, el marco y la dinámica en el debate entre los portavoces que se han votado, lo que solo era pueblo teledirigido hasta hace cinco años, más o menos, y ahora comienza a sentirse ciudadanía, se ve también a sí mismo reflejado en el espejo de sus ideas convertidas en debate, analiza con sencillez, recapacita con sentido común, analizando lo visto y escuchando lo oído,  recapacita sobre lo que votará o no, por más milongas que le cuenten otra vez. Esta crisis está siendo nuestra "revolución francesa", nuestra verdadera "reforma protestante", nuestra "ilustración". Es esa especie de bifurcación necesaria que provoca la entropía de los sistemas cuando se degradan sin remisión, como afirma el Nobel de Química Ilya Prigogine tras descubrir las 'estructuras disipativas' en su visión del universo. 
Algo sí está sucediendo en esta España nuestra apalancada desde hace tanto tiempo en el formato "de espíritu burlón y de alma quieta", que describen los versos de Antonio Machado. Ya es hora, ¿verdad? Al fin y al cabo una potencia política pensante, pero sin alma ni inteligencia emocional canalizada hacia el bien común, además de estar mutilada, es simplemente monstruosa. Y está en el origen de toda entropía. Ya que lo estamos viendo y sufriendo, no podemos ni debemos consentirlo por más tiempo, pero solo funcionará lo que intentemos desde la cercanía, desde el diálogo limpio de maldades y de polisemias tóxicas. Sin retrancas ni retorcimientos. Sin dobles caras, sin acciones que desautorizan las buenas palabras y desactivan la credibilidad. Si no es así, nunca llegaría el verdadero cambio. No se puede aportar nada sano y útil al nuevo tiempo si no se supera el miedo, los prejuicios de partido, la prepotencia, la arrogancia, la chulería  y la manía de que siga habiendo siempre vencedores y vencidos. Arribas y abajos. Alguien que pisa y alguien que es pisoteado. O se parte de la igualdad práctica y el respeto mutuo o no habrá nada que hacer. La herida histórica de la violencia material, mental y verbal debe curarse urgentemente con honestidad. La compasión es empatía imprescindible, no una ñoñería de blandengues, como al parecer, creen algunas señorías muy poco señoras de sí mismas y demasiado proclives a echarse al monte facilón de la más baja catadura, y que deberán reconsiderar, por el bien de todos, su falta de educación racional-emotiva si es que pretenden que se las tome en serio. Los portavoces deben tener muy claro que no se llega al Parlamento para ser un remedo de Ruiz Mateos y su exhibicionismo impresentable. La estética del respeto es una manifestación inseparable de la ética. Claro, que cuando ni siquiera se conoce de cerca a Kant y se confundem sus Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica, Crítica del juicio con la Fundamentación de la metafísica de las  costumbres, o con un tratado de derecho, que uno no recuerda muy bien de qué le suena, y se tiene, para más inri, el atrevimiento de querer gobernar las vidas ajenas, la cosa se pone feísima. Y se queda en un nivel vergonzoso. Hay que poner remedio inmediato a que los políticos no tengan ni idea de lo que es el imperativo categórico kantiano, que a pesar de ese nombre tan rimbombante es tan simple como procurar vivir de tal modo que nuestra conducta pueda convertirse en una ley universal que beneficie al bien común. No es tan difícil de entender. Claro, que para entender, lo primero es tener un mínimo interés y una mínima aproximación experiencial al objeto de conocimiento cuya  comprensión ya se da como cosa hecha de oídas y confundidas, sin tener más  idea que las palabras desordenadas del título de un libro, que evidentemente no se ha leído. Fardar ya es chungo, pero encima intentar dar lecciones, es insensato y necio. Y si se añade a ello la pretensión de gobernar, es patético. Tan solemnes meteduras de pata, Hidalgo del Lazarillo fashion, ya resultan feísimas y ridículas por sí mismas, pero practicadas por los hipotéticos gerifaltes que pretenden gobernar, se convierten en insulto a la inteligencia y a la dignidad de los ciudadanos y ciudadanas. No les exigimos que sean licenciados en filosofía, ni en nada, si no han tenido la oportunidad ni las ganas de hacerlo, pero sí exigimos la coherencia decente de no intentar  aparentar que se sabe todo. De reconocer que uno aún no ha podido asaltar los cielos de todo saber. Porque es imposible. Para todo el mundo y a pesar de los intentos estupendos y embarullados de la Wikipedia. Y que eso no es malo en absoluto mientras exista la sabia humildad de reconocerlo, que si bien no es un certificado de superioridad erudita, en cambio, sí es una garantía de decencia, de transparencia y de ética natural, que siempre es un aval de peso, mucho más honorable y elegante que las fantasmadas cosméticas.

 Importa menos el cerebro que aquello que lo guía: la fuerza de carácter, el corazón, la generosidad y la apertura de espíritu.

                                                                       Fiódor Dostoievsky

                                                


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