viernes, 4 de octubre de 2024

ZOO - 05 LA MESTRA | VIDEOLYRIC OFICIAL

Estimadíssima familia de Compromís, moltes graçies per la vostra invitaciò a disfrutar totes i tots juntes, les festes del barri, sempre tan bonicas i entranyables 💫😍👋👋👋🙌🙌🙌💓💜💚💛💙👧👦👨👩👪👪👪 👌🏾👌🏽👌🏼👌🏿👌🏻!!!!!!


València - Patraix

Trobada a les festes de Patraix

Bon dia!

Des del col·lectiu de Compromís Jesús-Patraix vos convidem a unir-nos a les festes del nostre barri de Patraix que tindran lloc en les properes setmanes.

Com a col·lectiu arrelat als nostres barris és important tindre presència en les activitats i accions que l'associació de veïns i veïnes i resta d'entitats organitzen, any rere any, mantenint viva una identitat de la qual ens sentim ben orgulloses.

Per això, vos adjuntem el programa complet d'activitats i, en especial, vos convidem a participar en el Pregó de les festes que tindrà lloc este dissabte dia 5, a les 22:30 hores, a la plaça Patraix. Des de Compromís estarem representats amb regidors i regidores del Grup municipal.

Ens veiem allí ���

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jueves, 3 de octubre de 2024

Les Montses - Navegants (Videoclip Oficial) "Col·laboració amb Open Arms"

Poema de los átomos ~ Rumi

Gracias, querido hermano Juez Garzón. Este testimonio reflexivo es, sin duda, parte del tratamiento urgente que este mundo necesita cada día más. Esa cruda realidad sólo la puede remediar un cambio verdadero de conciencia personal y social, mientras no demos esos pasos en nuestro presente y sigamos pensando y creyendo que todo es cosa de recordar el pasado y soñar con el futuro, el presente seguirá siendo la reproducción del pasado, y el futuro sólo un cuento cada vez más chino e imposiblemente regenerador, mientras La pobre Tierra se va convirtiendo exponencialmente en un cementerio universal, en una inmensa tumba planetaria tan turística como migratoria agonizante en medio de un creciente feudalismo inimaginable en el siglo XXI de una Era, que cada vez se aleja más de SER en presente de indicativo para convertirse en pretérito anterior, o sea, en un FUE, paradójicamente, sin haber llegado a SER nunca algo que valga más la justicia, el equilibrio, la inteligencia consciente con el amor sorofraterno y su alegría, mucho más que tanta pena...😱😱😱😱🙈🙉🙊😴😴😴...Ains!!!!


Cementerios

En la isla de El Hierro, los cementerios se han quedado pequeños después de un año de entierros. En la localidad de El Pinar, de apenas 1825 habitantes, reposan, por ahora, los cuerpos de 30 migrantes mientras los ayuntamientos vecinos se han visto obligados a albergar a las víctimas del terrible naufragio de un cayuco en el que perdieron la vida más de medio centenar de seres humanos, recién iniciada la semana. Las autoridades buscaban el lunes la manera de instalar una carpa refrigerada para conservar los cadáveres. Y mientras se rastreaba en el mar para encontrar a los 48 desaparecidos en la tragedia, 77 personas más arribaban a puerto en otro barquichuelo imposible. Suma y sigue. Y más que fueron llegando en días sucesivos… Es un ir y venir sin parar hacia El Hierro.

La cruda realidad me ha hecho reflexionar acerca de este cruce de vivos y muertos avanzando hacia un destino fatal para muchos, difícil y esperanzador para todos quienes lo protagonizan, y logran superar los peligros reales de un mar que no distingue de razas o religión pero que implanta sus reglas de exterminio a quien lo desafía.

La promesa de futuro, que viaja en cayuco, choca contra la muralla despiadada que levanta la derecha y la visión radical, xenófoba e inhumana de la ultraderecha, en España y en casi todos los países desarrollados. Son muros de incomprensión y negación, de odio y rencor acumulado en quienes, en gran medida, han (hemos) sido causantes de este atropello a la humanidad.

En nuestro país se ha encapsulado la política, volviéndose en contra de una realidad que se desconoce y se rechaza. Lo de menos es la verdad, la ética, la moralidad y la buena convivencia, si estas contradicen los intereses espurios por alcanzar el poder. Todo es válido para rascar un espacio electoral. Entre todos, el PP va más allá y está determinado a demostrar que para ellos no importan los límites o cordones sanitarios con las posturas facciosas. Si es necesario, se asumen y así, hablan de enviar barcos militares al océano para combatir a hombres, mujeres y niños que empuñan dos armas sumamente peligrosas: la desesperación y el miedo. Tal “amenaza” hace preciso que se aplique mano dura, para la formación que lidera como puede Alberto Núñez Feijóo, y de esta forma salvar a la civilización occidental. ¡Porca miseria!

Se ha encapsulado la política, volviéndose en contra de una realidad que se desconoce y se rechaza

En un pulso absurdo y barato, el PP se negó a aprobar la reforma de la Ley de Extranjería, para cobrarse una muesca más en la culata, sobre las normas que no consigue sacar adelante el Ejecutivo. Vamos, para que Sánchez muerda el polvo.

“… Le aseguro, ahora como diputado, que en el Congreso de los Diputados el señor Sánchez no para de perder votaciones. Ya hemos superado las 35 ocasiones”, se vanagloriaba Feijóo en una entrevista publicada el pasado lunes en La Vanguardia. Me pregunto si se sentirá más realizado por eso. Está claro que no importa si esas leyes o iniciativas eran favorables, como lo eran, o si pretendían mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Lo principal es que caiga el oponente.

Para colmo de cinismo, Feijóo añadía: “Mi país (es decir el nuestro) lleva seis años sin hacer política útil, sin implementar una sola reforma estructural y viviendo además de la división y del enfrentamiento”. Pero esto ni siquiera es verdad. Es sabido que, para dividir y enfrentar, hacen falta al menos dos. Y en esta ocasión, el partido de Feijóo pierde la ocasión de hacer propuestas constructivas y dejar ver su valía. Frente a esa política deseable, la dinámica, por el contrario, se basa en la provocación y en impedir cualquier opción diferente a la suya propia. La política de consenso necesaria en toda sociedad democrática, para él no existe.

El absurdo

Eso determina que las prioridades de la oposición nos sumerjan en el absurdo. El PP va a lo suyo en una Europa y un mundo en que Israel extiende sus hostilidades tras la masacrada Gaza, lleva la muerte a Beirut, la destrucción a Yemen, y, en una escalada vertiginosa, la guerra a toda la región. Hasta llegar al escenario buscado; con Irán dando respuesta; con el soporte ominoso de EEUU a Israel. Pero nuestra derecha patria obvia la difícil situación, plantea necesidades extrañas, haciendo suyos problemas de otros, sin prever las consecuencias: Ataca a empresas que trabajan, por ejemplo, en Venezuela, pero le parece bien que lo hagan en China, Libia, Qatar, o en Arabia… países que como es conocido son “democracias consolidadas”. En esa línea de sinrazón insultan y descalifican o consideran prioritario nombrar presidentes legítimos en naciones ajenas, sin preocuparse por el deterioro de la política interna de la que sí son corresponsables.

En Europa, no parece sin embargo que les inquiete el tremendo avance de la ultraderecha en Austria, o al menos no lo explicitan, o tampoco les importa votar de la mano de los partidos que la representan en el Parlamento Europeo. Ni tampoco el alarmante desprecio que ostenta Estados Unidos por el Derecho Internacional, como se ha visto con el asesinato de Nasralá en Beirut, calificado por Joe Biden como “forma de justicia”. Aunque ya tenemos el antecedente de Bin Laden, igualmente ejecutado en tiempos del presidente Obama sin que pudiera rendir cuentas de sus crímenes ante un tribunal. Los vengadores sin ley se equiparan a los asesinos a los que persiguen haciéndose partícipes del gran desorden y agonía de nuestro mundo.

Todo ello con el fondo de unas Naciones Unidas que cada vez labran un mayor descrédito y una agonía casi absoluta. Baste la insolente presencia de Netanyahu y de Milei en su Asamblea General, el uno simultaneando su discurso con la orden de bombardeos, el otro denostando al propio organismo reclamando su desaparición. El sentido común y la moral nos deberían llevar a repudiar tales comparecencias.

Un futuro desalentador

Cabe preguntarse qué pasaría de alcanzar la derecha el bastión de la Moncloa. Con los migrantes, cuya desaparición es ahora el gran estandarte en que se envuelven los conservadores, tenemos algunas pistas. El presidente popular acudió a Italia para aprender de la presidenta Giorgia Meloni, quien envía a estos desafortunados a Albania previo elevado pago. ¿Dónde tramará el político gallego recluir a quienes llegan en similares circunstancias a nuestro país? Las antípodas no están lo suficientemente lejos.

 Para la derecha, lo urgente es quitar de la vista a estas personas. Encerrarlos y tirar la llave, que no se conozca que están hacinados de mala manera, enviarlos a la nada como pretende la presidenta madrileña construyendo un edificio para menores en un lugar alejado y donde se ignore lo que pueda ocurrir, así sean los malos tratos denunciados en Canarias contra niños y adolescentes, en alguno de los centros que los alojan.

En cuanto a los asuntos bélicos, son temas delicados y los asesores de Génova, 13 consideran seguramente que es mejor no posicionarse, no sea que gane el otro y acaben enfrentados cuando por fin se consiga el Gobierno, objetivo real al que dirigen sus esfuerzos.

La memoria, en algunos casos, es muy frágil y la epidermis de rinoceronte que visten lo populares lo asume todo

La política ficción que ejerce la oposición es asunto delicado y complejo. Ante todo, y siguiendo la estela de Rajoy, no hay que entrar en pugna contra los poderosos. La alarma que se encendió en tantos otros temas, como las investigaciones bajo cuerda del Ministerio de Interior o el tema de la corrupción por la que el partido fue condenado mediante sentencia íntegramente ratificada por el Tribunal Supremo, ya importan poco, más allá de decir que son agua pasada. La memoria, en algunos casos, es muy frágil y la epidermis de rinoceronte que visten lo populares lo asume todo. Qué más da que Cataluña haya vuelto a ser un territorio agradable en el que la preocupación mayor sea el bienestar social. Lo determinante es encender la mecha del polvorín para incendiarlo, establecer la idea del malestar y profundizar en las llagas sociales obtenidas, en muchos casos, con la ayuda inestimable de la suprema justicia, que, salvo excepciones, siempre está al quite.

Nichos

Lo que me sigue preocupando, lo que no me deja dormir, es esa imagen de que mientras los políticos mecen sus sueños de gloria, en la isla de El Hierro los cementerios no tienen nichos para tanto muerto y la constancia de que, según estoy escribiendo estas líneas, decenas de personas están jugándose la vida a bordo de una embarcación de juguete, huyendo de la precariedad, en manos de organizaciones criminales o de gobiernos que, si son devueltos, los pondrán en el desierto hacia una muerte más que segura.

Pero, si logran alcanzar nuestro pretendido paraíso, ¿cuál será el futuro que les espera? El panorama presente es el de unas políticas hostiles que revierten en ellos como causantes de todos sus males, males que, en realidad, son consecuencia de la falta de políticas humanas sostenibles.

Lo anunciaba así el escritor y Premio Nobel José Saramago, con verbo justo y preciso:

“Los sobrevivientes de los nuevos naufragios, los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, tendrán a su espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio por su piel, de la sospecha, de la humillación moral. El que antes había sido explotado y perdió la memoria de haberlo sido, explotará. El que fue despreciado y finge haberlo olvidado, afinará su propia manera de despreciar. Al que ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y ahí están, todos juntos, tirándole piedras al que llega a la orilla de acá de este Bidasoa, como si nunca hubiesen emigrado ellos, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubiesen sufrido de hambre y de desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas”.

 Por su parte, el poeta sevillano del la Generación del 27 Luis Cernuda, desde su exilio inglés, evocaba un idílico cementerio andaluz en su poema “Elegía anticipada”.

En la primera estrofa nos ofrece una visión panorámica del privilegiado enclave de este campo santo:

 “Por la costa sur, sobre una roca

alta junto a la mar, el cementerio

aquel descansa en codiciable olvido

y el agua arrulla el sueño del pasado”.

En la última, concluye:

El recuerdo por eso vuelve hoy

al cementerio aquel, al mar, la roca

en la costa del sur: el hombre quiere

caer donde el amor fue suyo un día.”

Desgraciadamente, el cementerio malagueño evocado por el poeta no es el que ahora acoge miles de cuerpos inertes de mujeres, hombres, niños y ancianos procedentes de África, sino que se enclava en las fosas atlánticas y mediterráneas en las que no existen nombres ni lápidas y el recuerdo de las víctimas acaba engullido por políticas migratorias inhumanas, racistas y xenófobas.

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Baltasar Garzón Real es jurista y autor, entre otros libros, de 'Los disfraces del fascismo'.

miércoles, 2 de octubre de 2024

Y al rematar la jornada, aquí va el regalo más adecuado para leer antes de irse a dormir y a descansar: Un soneto de nuestro hermano Pedro Miguel Lamet, acompañado de un toque profundo de nuestro hermano Rumi, el danzarín del amor infinito inseparable del conocimiento sin costuras ni telares, en la sinfonía del milagro y la sorpresa constante , la partitura en que todo fluye y todo descansa al mismo tiempo...Gracias, hermano Pedromi, y bendita sea La Presencia que nunca falla, pase lo que pase...


Liberarse de la red del pensamiento La presencia

La presencia
La presencia

LA PRESENCIA

“Si no hablas, tu palabra será la de Él.
Si no tejes, Él te tejerá”.
Rumi


Como una red me envuelve el pensamiento,
el ayer y el mañana, lo vivido,
y ese miedo a perder lo más querido
que el futuro me trae al sentimiento.

Vivo en una telaraña al viento
que yo mismo tejiendo he esparcido
por culpa, miedo y llanto que no olvido
sin disfrutar del instante y este aliento.

Despójame del yo que runrunea
en mi mente y calla la querencia
del cuento que me cuento cada día,

para ir más allá de quien desea,
y, perdido en el mar de tu Presencia,
halle el ser en tu Ser el alma mía.


Pedro Miguel Lamet


Aquí va una verdadera enciclopedia de ética, conciencia y responsabilidad judicial, que debería ser el modelo aplicable, limpio, sano y habitual de la Justicia. Ojalá todos l@s magistrad@s fuesen como nuestro hermano Joaquim Bosch. Muchas gracias a él y a eldiario.es. por hacer este servicio imprescindible y pedagógico desde la misma experiencia del Poder Judicial, una medicina preventiva que nos puede vacunar ante la pandemia mundial con la que la prehistoria antievolutiva pretende hacer que la democracia desaparezca en la Caverna de Platón, al mismo tiempo que lo hacen el alma y la conciencia de los serese humanos, borradas del mapa evolutivo. Despertemos, porfis, querida familia, antes de que sea demasiado tarde. 🧐🧐🧐🧐🙏🙏🙏🙏🙏🙌🙌🙌🙌🙌!!!!!!

🙏🙏🙏🙏🙏🙌🙌🙌🙌🙌

ENTREVISTA
Magistrado y autor del libro 'Jaque a la democracia'

Joaquim Bosch: “Los jueces somos un poder del Estado y debemos ser supervisados, cuestionados y criticados”

El juez Joaquim Bosch, en la Ciudad de la Justicia de València.

Elena Herrera

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Joaquim Bosch (Cullera, Valencia, 1965) es juez desde hace casi dos décadas. La suya es una “Justicia de trinchera”, alejada de los casos mediáticos y de una cúpula que, denuncia, es en ocasiones demasiado permeable a las “injerencias partidistas”. Se muestra crítico con el excesivo “corporativismo” de sus colegas de profesión y afirma que los jueces son un poder del Estado y deben ser “supervisados, cuestionados y criticados”, aunque eso es algo que “no siempre está asumido en la judicatura”. 

Además de titular de un juzgado de Instrucción en Moncada, Bosch colabora de forma habitual con publicaciones jurídicas y medios de comunicación. Acaba de publicar el libro 'Jaque a la democracia. España ante la amenaza de la deriva autoritaria mundial' (Ariel), donde alerta de los “retrocesos democráticos” que se pueden producir en España y pone encima de la mesa varias propuestas para reforzar las instituciones. Entre ellas, medidas para reforzar la independencia del Poder Judicial, pero también para luchar contra la “desinformación”, que considera “uno de los problemas más graves de nuestra democracia”. 

La ultraderecha ganó este domingo las elecciones en Austria y la extrema derecha ya es mayoritaria en Alemania oriental por primera vez desde la II Guerra Mundial. ¿A qué se debe este auge ultraconservador? 

El resultado de Austria confirma todos los datos de transformaciones relevantes que se están produciendo a nivel mundial y que pueden llevar a democracias de tipo autoritario. El punto de partida son la revolución digital y las transformaciones económicas que se desarrollaron a partir de la llegada del siglo XXI, que provocaron cambios en el mundo financiero y en el mercado de trabajo. Además, la Gran Recesión de 2007 provocó desigualdades sociales y un descontento muy notable con las instituciones democráticas, así como un comprensible miedo al futuro en amplios sectores de la población. 

Esos cambios tecnológicos facilitaron un incremento de la movilidad en forma de migraciones que no fue bien recibido por las sociedades de acogida ante la falta de medidas de integración y las dificultades económicas. Todo ello, mientras las nuevas tecnologías modificaban el debate público, rompiendo la hegemonía de unos partidos tradicionales que estaban ya muy desgastados y con unos algoritmos que favorecen los discursos ultraconservadores. 

En su libro afirma que nos hemos acostumbrado a que la democracia pluralista sea el sistema democrático vigente, pero hemos olvidado que no siempre fue así. ¿Cree que existen riesgos potenciales de que en el futuro se puedan producir en España retrocesos democráticos como ya ha ocurrido en países como Hungría?

Los grandes expertos en la materia —como [Steven] Levitsky o [Daniel] Ziblatt— nos dicen que las involuciones autoritarias ahora se producen desde dentro, no a través de tanques y de ejércitos sino de modificaciones del sistema democrático que pueden hacerlo irreconocible. En España no creo que haya riesgo de una dictadura al estilo de un golpe militar, pero hay indicadores de riesgo que no deberíamos minimizar. 

¿Cuáles son esos indicadores?

Todos los estudios internacionales nos indican que somos la democracia occidental con mayor porcentaje de rechazo de la democracia como sistema político. Eso es una herencia del franquismo y de algunas condiciones de la Transición. No hay una identificación absoluta de toda la sociedad con la democracia, como puede haber en democracias más avanzadas. Hay varias señales de alarma, como los discursos constantes de negación de la legitimidad del Gobierno y del Parlamento, la petición de ilegalizar a otros partidos o la discriminación de las minorías. 

Pero creo que esas señales de alarma no son absolutamente determinantes. No es lo mismo la extrema derecha de Dinamarca que la de Hungría, por ejemplo. En una democracia liberal cabe una extrema derecha que pueda ser muy crítica con la inmigración o no apostar abiertamente por la igualdad de género, pero que se mantenga dentro de los márgenes de la democracia liberal. Al menos hasta ahora, Vox ha aplicado su programa, pero no ha forzado las estructuras del Estado de Derecho ni ha apoyado actuaciones violentas. Hay signos de peligro, pero todo dependerá de la evolución de la extrema derecha en España y del panorama internacional.

En su libro apunta también a la responsabilidad de la derecha tradicional. 

En la reflexión sobre el futuro de la democracia es fundamental el enfoque de la derecha convencional porque hay dos posibilidades en la quiebra de los principios democráticos: el ascenso de la extrema derecha o la mutación de la derecha convencional, que me parece más peligrosa y es algo de lo que sí veo riesgo en España. No tenemos nada más que ver el giro en aspectos xenófobos del Partido Popular y de Junts bajo la presión de Vox y de Alianza Catalana. Podría bastar un cambio de liderazgo en la derecha convencional española para ir a fórmulas que pudieran llevar a concepciones de democracia autoritaria, tal y como ha pasado en Israel, Hungría o Estados Unidos. 

Siguiendo con la responsabilidad de la derecha clásica… Hemos visto que en ocasiones incluso ha copiado las estrategias de la extrema derecha. ¿En qué aspectos o discursos cree que han influido más partidos como Vox e incluso Alvise sobre el PP? 

La cuestión de la xenofobia es muy importante porque puede suponer rupturas importantes de la convivencia. Vivimos en una sociedad multicultural y eso no tiene vuelta atrás. Y esto es algo que se puede gestionar desde la convivencia constructiva y la integración o desde los discursos de confrontación, la propagación de discursos de odio y la difusión masiva de bulos como vincular a los extranjeros con la delincuencia cuando los datos oficiales nos dicen que el 98% de los extranjeros no cometen delitos. Esto lo subrayo porque una cosa es que ese discurso lo enarbolen sectores minoritarios, pero otra que sea asumido por un partido que puede tener la responsabilidad de gobernar. 

La extrema derecha también ha influido en la derecha convencional en unos planteamientos de orden público más rígidos en materia de endurecimiento del Código Penal y de renuncia de perspectivas sociales para resolver los problemas de marginalidad. La presión ideológica de la extrema derecha en la derecha convencional ha provocado lo que se llama polarización afectiva, en el sentido de que el discurso democracia cristiana, que era el que históricamente había utilizado PP, puede estar basculando hacia posiciones de derecha más dura.

Antes aludía a cómo afecta la difusión de bulos a la expansión de este tipo de discursos xenófobos. ¿La desinformación puede llegar a ser un problema grave para el sistema democrático? 

La desinformación es uno de los problemas más graves de nuestra democracia porque vulnera el derecho constitucional de la ciudadanía a recibir información veraz y, al mismo tiempo, favorece los discursos de odio en situaciones de conflicto que pueden acabar en auténticas tragedias humanas. Lo vimos en Reino Unido y podía haber pasado perfectamente en España con lo que ocurrió recientemente en Mocejón

Las redes sociales han contribuido a una mayor libertad de información y de expresión, pero también han favorecido las mentiras tóxicas que se propagan masivamente y mediante formatos que no facilitan un diálogo constructivo. Además, sus algoritmos estimulan la propagación masiva de postulados de la ultraderecha porque están basados en reacciones de tipo emocional o generadoras de conflicto. Incluso propietarios de algunas de estas plataformas, como Elon Musk, están alineados indisimuladamente con los postulados de la extrema derecha.

¿Cómo se debería actuar desde las autoridades contra la desinformación y los difusores de bulos? 

Como jurista lo que más me preocupa es que se vulneren derechos fundamentales. Y por eso creo que se debería regular un nuevo procedimiento contra la desinformación bajo control judicial, pues es peligroso que algo así pudiera estar gestionado por el poder político por los riesgos de que pudiera ser usado para perseguir la disidencia. Pero sí que se puede regular un nuevo procedimiento judicial que sustituya al antiguo derecho de rectificación —que ha quedado desfasado— y que pueda declarar cuando se producen actos intencionados de desinformación, incluso con un catálogo de sanciones. 

Esos bulos, como comenta, se difunden en plataformas que incentivan su difusión. Pero también hay medios que ejercen de altavoz. ¿Qué le parece medidas como el registro para conocer la propiedad de los medios que anunció el Gobierno hace unas semanas? ¿Será útil para detener la difusión de bulos?

Es una medida necesaria, entre otras. Los medios todavía tienen bastante credibilidad. Y, sin embargo, hay poca formación crítica para saber discriminar cuáles mienten y cuáles generan credibilidad o confianza. Las medidas de transparencia son importantes. Hay que conocer quiénes son sus propietarios y, muy especialmente, cómo están financiados, porque el origen del dinero que reciben puede dar pistas sobre cuáles son sus intenciones. Además, creo que los medios que tengan resoluciones judiciales que declaren que se dedican a difundir desinformación no pueden recibir subvenciones públicas. Es un contrasentido que los ciudadanos sufraguen contenidos que vulneran su derecho a recibir información veraz.

En su libro afirma que una de las “falsedades estelares” en España en los últimos años es la de la ocupación, con la transmisión de la idea de que hay centenares de delincuentes que ocupan a diario viviendas habituales. Usted trabaja en un juzgado. ¿Son de verdad habituales los datos de ocupación de viviendas familiares? 

En veinte años como juez de instrucción no he tenido ni un solo caso de una persona a la que hayan ocupado su vivienda habitual. Estas cosas las comentamos los jueces en nuestros foros y todos sabemos que es una leyenda urbana o incluso un bulo malintencionado para generar inseguridad. Entrar a una vivienda habitada es un delito de allanamiento de morada y el desalojo es inmediato. 

En cambio, sí que existe, en unos niveles más relevantes, la ocupación de inmuebles vacíos, que en un 90% son propiedad de los bancos u otras entidades. Eso es un delito leve en el Código Penal. Y aunque es un problema jurídico que debe resolverse, no es el principal problema de este país. En los juzgados resolvemos asesinatos, casos de violencia machista o de padres que no pagan la pensión… no todo tiene la misma prioridad. Pero, sin duda ninguna, los jueces acabamos desalojando a los ocupantes. 

Hablemos ahora sobre las debilidades del sistema institucional. En su libro recoge un dato muy llamativo: más de la mitad (56%) de los españoles considera que la independencia de sus tribunales es muy mala o bastante mala por las presiones partidistas. Usted es juez. ¿Existen esas presiones? 

Tenemos un sistema que permite fuertes injerencias partidistas, especialmente en la cúpula judicial. Eso se traslada por los medios y es lo que hace que la ciudadanía tenga esa percepción. Esto es problemático porque la cúpula judicial tiene funciones de supervisión de los tribunales inferiores y todo poder sin límites tiene tendencia a la corrupción y al abuso. Por decirlo más claramente, se pueden estimular casos de lawfare si el juez que actúa abusivamente cree que desde arriba nadie lo va a cuestionar. 

¿Una vía para remediar eso es objetivar los nombramientos en las cúpula judicial? 

Sí, la vía va por ahí. En Francia, Alemania, Italia o Dinamarca —que son países que conozco bien— no se dan estos debates tan intensos sobre lo que ocurre con los tribunales o con la cúpula judicial. No he visto que en esos países la cúpula judicial esté diez años para renovarse. Si esto no pasa allá y pasa aquí será porque la regulación de España no es la misma que la de otros países. 

La solución está en dos niveles. Por un lado, con que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) se configure sin injerencias partidistas. Y, por otro, con baremos objetivos para configurar los altos tribunales, que es una carencia que nos reprochan continuamente los organismos europeos. Respecto a la conformación del CGPJ hay dos posibilidades: seguir el sistema mixto de los países europeos, donde una mitad se configura por los parlamentos y la otra por los jueces; u optar por una elección parlamentaria de verdad, transparente, abierta a los medios de comunicación y que impida trasladar al CGPJ a comisarios de los partidos. 

¿Es partidario de mantener los aforamientos? En su libro, vincula esta figura con las “feroces batallas” de los partidos por la supremacía en el CGPJ. 

La figura del aforamiento se debería reformular de manera drástica. Lo que ocurre en España no tiene equivalente en ningún país democrático. Lo habitual es que esté aforado el presidente del Gobierno y, como máximo, los ministros. En nuestro país hay tribunales especiales para políticos y esto casa mal con el principio de igualdad. A los políticos los tiene que juzgar el tribunal que le corresponda, igual que a cualquier otro ciudadano. Las batallas por el control de la cúpula judicial vienen por ahí porque el CGPJ configura los tribunales que juzgan a los políticos. Si se acabara con esto, se acabaría la mayor parte de las pugnas para controlar la cúpula judicial.

Otra parte del libro va dedicada al lawfare. Muchos de sus compañeros niegan incluso su existencia. ¿Cómo lo ve usted? ¿Existen esos abusos en la práctica judicial? 

En España ha existido lawfare con casos sentenciados. Un caso claro es la condena al juez Salvador Alba por intentar perjudicar la actividad política de Victoria Rosell. La mejor manera de saber si hay una actuación dolosa en la actividad judicial es que exista una clara apariencia de imparcialidad en los altos tribunales, que son los que juzgan los casos más relevantes. Es muy importante que estén configurados con criterios objetivos de mérito y capacidad y no de forma discrecional. La mejor receta contra el lawfare es que haya fuertes elementos de imparcialidad en la configuración de los altos tribunales.

¿Cómo se debería actuar cuando se dan esos abusos en la práctica judicial?

Hay dos situaciones muy distintas en las que una actuación judicial puede ser cuestionable. Puede haber una interpretación incorrecta del ordenamiento jurídico y ahí la regla general son los recursos. Es habitual que todos los días se revoquen miles de resoluciones en España y eso no implica —incluso en los casos de tipo político— que sean casos de lawfare en los que haya una actuación judicial para interferir en la actividad política. No necesariamente una actuación incorrecta tiene que estar derivada del lawfare. Pero hay otros casos en los que sí hay una actuación de tipo doloso para perjudicar a unos protagonistas políticos o para beneficiar a otros. Y para ello la vía debe ser el proceso penal a través de acciones judiciales por prevaricación. Para esto es importante que quienes supervisan estas actuaciones estén configurados en órganos imparciales. 

En todo caso, querría remarcar que el lawfare no debe traducirse del original inglés como guerra de los jueces. El lawfare es la guerra legal o jurídica que supone trasladar las batallas políticas al escenario de los tribunales. A veces hay acciones judiciales que están planteadas de una manera que necesariamente tienen que abrir un proceso judicial. Y eso no significa que el juez actúe dolosamente, sino que el lawfare es practicado por partidos para amplificar sus acciones políticas. 

El PSOE y Junts pactaron un documento en el que se hacía una referencia un tanto ambigua al concepto de lawfare. La reacción de todas las asociaciones de jueces fue contundente y unánime e incluso hubo manifestaciones de jueces delante de las sedes judiciales. ¿No contribuye ese corporativismo a extender la idea de casta?

Que hubiera manifestaciones de jueces ante las puertas de los juzgados forma parte de la libertad de expresión y del derecho de manifestación. Pero esos jueces también deben aceptar ser criticados por la ciudadanía y por los medios de comunicación. Y eso es algo que no siempre está asumido en la judicatura y que me parece muy cuestionable. Hay posiciones corporativistas en la judicatura que sí que creen que los jueces son figuras absolutamente intocables. Los jueces somos un poder del Estado y debemos ser supervisados, cuestionados y criticados. 

Por otro lado, las reacciones a ese acuerdo se debieron a un apartado que tenía ambigüedades y que hablaba que desde comisiones parlamentarias de investigación se pudiera sancionar a los jueces. Se tocaban espacios sensibles de equilibrio entre la separación de poderes que era incuestionable y que posteriormente fueron aclarados o rectificados. Y, de hecho, no se han creado comisiones de investigación para poder sancionar a jueces. 

Taizé Instrumental 1

 

El alma, la conciencia y la música. Un trío fundamental para que el perdón y sus secuelas, en la profundidad del toma y daca sorofraterno, se funda con la vida y las mejores intuiciones con la realidad materializable del presente infinito: la única materia prima de que disponemos a la hora de vivir para llegar a ser sin vegetar entre zarpazos y meteduras de pata demoledoras "valoradas" y hasta exigidas como "normalidad", hasta derecho y virtud...

Mil gracias, hermano Santi Alba Rico y a Público, por esta estupenda recarga con más madera p'a la hoguera, en el puñetero asunto de las pedidas de cuentas en plan histórico-trastornado. Es imposible que la verdadera vida y su energía infinita den marcha atrás sin partir por el eje almas, inteligencias y conciencias, destrozando las mejores posibidades del mejor futuro posible para nuestra especie, más perdida en sus propios barullos que le ética de Putin, la lucidez profética de los USA, la humildad responsable de Zelensky, la clarividencia compasiva de Netanyaju, como la empatía y las luces de las guerras religioso-culturales pasadas por el petróleo y el comercio de armas a tutiplén...Hay une evidencia más clara que el agua limpia: es inútil, banal e (im)puro teatro pedir disculpas por algo si no existe previamente una conciencia que distinga la culpa y el fallo de la virtud y del acierto, la vida del exterminio, la verdad del paripé, el acierto del gazapo, la idiotez de la soberbia y la humildad de la verdadera inteligencia...Ainsss!!! Es un alivio leerte, querido Santi. Un abrazo de abuela peregrina.🧓🏻😍😍🙌🙌🙏🙏 !!!


Dominio público

¿Quién tiene que pedir disculpas?

Santiago Alba Rico

Público

¿Quién tiene que pedir disculpas?
La princesa Leonor y El Rey Felipe VI en la jura de bandera en el Patio de Armas de la Academia General Militar de Zaragoza. Raúl Terrel / Europa Press

Uno de los grandes triunfos del Derecho, trabajosamente alcanzado tras siglos de luchas, fue el de romper con la ecuación pecado/enfermedad/delito, en virtud de la cual no solo se rechazaba al doliente como si fuese un criminal sino que se consideraba el crimen como una dolencia contagiosa entre las generaciones: los padres, es decir, legaban las culpas a los hijos, que a su vez las transmitían, como deudas insaldables, a sus descendientes. El Derecho, como sabemos, solo reconoce la responsabilidad individual. No puede emprender causas contra familias o colectivos: no puede juzgar a un ciudadano por lo que hizo su padre ni por pertenecer a una determinada etnia ni por profesar una determinada religión. Las leyes democráticas imponen esta restricción protectora en un mundo en el que todo se experimenta, en cambio, a través de alguna forma de comunidad, filiativa o afiliativa: nos sentimos parte de nuestra familia hasta el punto de que podemos avergonzarnos, congratularnos o sentirnos responsables de la conducta de nuestro hermano; y hacemos de tal manera propio el grupo de afinidad (partido o religión o incluso esa "comunidad imaginada" llamada nación) que nos regocijamos profundamente con los éxitos de sus componentes y nos culpabilizamos de sus derrotas. Fuera de las doctrinas jurídicas democráticas, la sociedad es un lío donde se mezclan sin parar la solidaridad y el linchamiento y donde casi siempre los hijos se sienten orgullosos de sus padres, a veces incluso de padres criminales; y donde, del otro lado, se sigue estigmatizando o marginando o despreciando a ciertos individuos por los "pecados" de sus antepasados. Ningún tribunal se atrevería a sentar en el banquillo a los hijos de Adolf Eichmann, Hans Frank u Otto Wachter, pero cada uno de ellos gestiona como puede ese legado maldito, según ilustran las obras de Gunther Anders y Philippe Sands. Del mismo modo, el hecho de que no sea delito la condición de extranjero o de negro o de musulmán o de transexual no impide el racismo y la homofobia, es decir, formas de rechazo social que conducen a la infelicidad y al suicidio de miles de personas. Frente al neoliberalismo, hay que defender los lazos sociales; frente al comunitarismo holístico hay que defender los derechos individuales.

Leyendo estos días noticias y comentarios sobre el litigio diplomático entre la futura presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el rey de España, pensaba en este embrollo antropológico y me acordaba de un texto clásico. Joseph de Maistre, en efecto, el más famoso y brillante de los pensadores reaccionarios, detractor feroz de la revolución francesa y apologista exaltado de la Inquisición española, escribió en los primeros años del siglo XIX (aunque fue publicado póstumamente en 1827), un Tratado sobre el sacrificio. Allí el autor aprueba, como "propio de todos los tiempos y todos los países", el "inconcebible misterio de los hijos castigados por delitos de los padres" o, con otro nombre, "la herencia feliz o desgraciada" de las generaciones. Para Maistre, cristiano taciturno, "la sociedad es una" y "la familia es una", y ello tanto en horizontal como en vertical o, lo que es lo mismo, tanto a lo largo del tiempo como en cada momento presente. Esa unidad, asegurada por el cristianismo y definitoria del ancien régime, es la que rompe la revolución de 1789, momento a partir del cual las leyes se emancipan de la religión y las familias de la estricta reproducción. La familia no es una, como quiere el pensador reaccionario, ni son los padres los dueños de los destinos de sus hijos. En la lenta conquista de derechos de los últimos dos siglos (hoy en parte amenazados), hay un momento en el que se produce una inversión ética fundamental en virtud de la cual el derecho de los padres a moldear a los hijos a su imagen y semejanza es sustituido por el derecho inalienable de los hijos (que sólo la escuela pública puede garantizar, como siempre señala Carlos Fernández Liria) a ser diferentes de sus padres. Niklas Frank, hijo de un monstruo, no solo no puede ser encarcelado por los asesinatos que cometió su padre Hans, gobernador nazi de Polonia, juzgado y ahorcado en Nuremberg; es que además tiene derecho a odiar a su padre y a vivir una vida radicalmente distinta de la suya.

De Maistre, que ve en la revolución una revuelta contra Dios y contra la sociedad misma, razona de un modo interesante, sin embargo, a la hora de sostener que "la gloria y la infamia son hereditarias" por igual. Dice así: "se suele preguntar muchas veces con poca reflexión por qué la vergüenza del crimen y del suplicio debe recaer sobre la posteridad del culpable y los mismos que hacen esta pregunta se vanaglorian poco después del mérito de sus padres y abuelos, lo cual es una contradicción manifiesta". Los que nos indignamos frente a la pretensión de juzgar a los hijos por los delitos de los padres, ¿con qué derecho nos sentimos orgullosos de nuestros antepasados? "No hay termino medio", afirma tajante el autor de Consideraciones sobre Francia: "o admitir voluntariamente la infamia hereditaria o renunciar a la gloria". En realidad de Maistre tiene razón: mis padres, ¿solo tienen que ver conmigo para lo bueno? ¿Son "míos" cuando realizan grandes acciones, ganan mucho dinero o salen en la televisión y no cuando violan o matan o prevarican o mienten? Como a de Maistre le parece natural vanagloriarse de los antepasados, exige a cambio que aceptemos, como principio, el contagio intracomunitario de los males, lo que lleva dócilmente, por ejemplo, a la defensa de la Inquisición española, que perseguía a los hijos y los nietos de los conversos por la religión que habían practicado los padres y los abuelos. Ahora bien, esta correspondencia (si me apropio los bienes tengo que asumir los males) podría servir más bien para censurar al jactancioso que para culpabilizar al inocente. Desde un punto de vista individual, quiero decir, podríamos dar la vuelta al razonamiento y considerar que lo mismo que hace injusta "la herencia de la infelicidad" hace absurda también la vanagloria familiar: los méritos de nuestros antepasados nos son tan ajenos, en definitiva, como sus crímenes. ¿Por qué no renunciar a la gloria? Este conflicto emocional cada uno lo debe gestionar como quiera o como pueda. Es verdad que necesitamos creer que nuestros padres han sido buenos y sabios y es verdad que este extraño y formidable vínculo filiativo nos lleva muchas veces al negacionismo: es el caso de Horst von Wachter, el hijo del asesino nazi Otto Wachter, incapaz de reconocer, al contrario que Niklas, los crímenes de su padre. En todo caso, ninguno de estos conflictos psicológicos cuenta para un Estado democrático, el cual solo identifica (o solo debería identificar) individuos iguales ante la ley: nadie nace nazi, aunque su padre sea Goebbels, y nadie nace vencedor del Tour, aunque su padre sea Miguel Indurain o Tadej Pogacar. Solo podríamos justificar la culpabilidad hereditaria si hubiese personas que, al revés, recibiesen una medalla olímpica o un doctorado honoris causa por el solo hecho de nacer. Pero nadie -nadie- recibe un premio oficial por su nacimiento.

¿Nadie? La familia es una, sostenía de Maistre en la lógica primitiva del ancien régime con el objeto de justificar así la ecuación sacrificial delito/enfermedad/pecado. Todos somos prolongaciones sin sutura de nuestros padres y esto, añade enseguida, "es particularmente cierto en las familias soberanas". Digamos que esto solo es cierto, de hecho, en las "familias soberanas", es decir, entre los reyes y por la razón que de Maistre apunta a continuación: porque "el Soberano cambia de rostro y nombre, pero existe siempre". O de otra forma: porque "no es este Rey sino el Rey el que es inocente o culpable", y ello hasta tal punto de que, dice, "pueden justamente discurrir siglos entre el acto meritorio y la recompensa, así como entre el crimen y el castigo". En efecto, el del rey es el único caso de una criatura que no nace como individuo sino como Rey o, valga decir, como nazi o como vencedor del Tour. Naturalmente que detrás de un monarca hay un ser humano y que entre ellos hay diferencias que dejan además su rastro en la historia, pero de ninguna otra persona puede decirse que solo existe como continuidad estricta de sus antepasados: no ha habido nada "individual" en su llegada a la jefatura del Estado (ni estudios ni carisma ni desde luego elecciones) y no hay nada "individual" en el ejercicio de su cargo, como lo indica el hecho de que, según la Constitución, ni siquiera puede cometer un delito. El rey consiste en la comunidad histórica de sangre a la que pertenece por nacimiento. Se trata, sin duda, de una anomalía en una sociedad libre en la que los hijos pueden decidir la relación que mantienen con sus padres y hasta qué punto quieren parecerse a ellos; solo el rey debe ser lo mismo que sus antepasados y, precisamente porque es rey, no tiene derecho a ser otra cosa (lo que explica, por cierto, la atracción morbosa que ejerce sobre nosotros su vida privada).

No tengo por qué pedir perdón, lo he dicho, por los delitos de mis padres ni tampoco por qué vanagloriarme de sus triunfos. Ahora bien, el caso de los reyes, como señala de Maistre, es diferente. Un Rey no es un ser individual salvo en el acto de abdicar, cuando se despoja voluntariamente de esa vestidura nominal; ha recibido el poder de la historia misma y por lo tanto, al igual que el Papa, solo existe en cuanto que miembro de una comunidad simbólica de la que es una mera manifestación provisional. El rey, porque es un símbolo heredado y no una persona viva, representa de manera inmediata, sí, y hereda sin residuos todos los actos, buenos y malos, de sus antepasados. Es la historia completa de su dinastía; es directamente Historia como una hormiga o un ratón son directamente su especie. Creo que el papa Francisco entendió muy bien el carácter de la Iglesia cuando pidió disculpas por acciones ocurridas hace siglos y en las que no estuvo personalmente involucrado. Creo que el rey Felipe VI, en cambio, demuestra no entender la naturaleza del poder monárquico cuando descarta pedir disculpas por las tropelías de la conquista de América: pretende ser un individuo, sin vínculos con el pasado de los Borbones y los Austria, cuando en realidad no posee ninguna existencia, en términos institucionales, fuera de los dos linajes de los que es descendiente.

Digamos la verdad. Es comprensible que México no haya invitado al rey de España. Y es comprensible asimismo que el gobierno español, por razones de política interna, se haya desmarcado de la ceremonia de investidura de Sheinbaum. El conflicto diplomático viene definido sobre todo por dinámicas endógenas y no tiene mucho recorrido. Pero nos interpela en cuanto que prisioneros de nuestra propia historia nacional. Sólo el rey, decimos, es culpable de lo que hacen sus antepasados. Nosotros no. No se trata, pues, ni de que nos disculpemos ni de que nos exculpemos. Hace cinco años, la carta de López Obrador no pedía reparaciones de ningún tipo; quizás sí reflexiones. Hoy la decisión de Claudia Sheinbaum y la respuesta de Pedro Sánchez no deberían preocuparnos demasiado. Mucho más preocupante es la reacción de muchos de nuestros medios, nuestros analistas y nuestros pseudohistoriadores, con sus regüeldos imperiales y su reivindicación del mal. Un rey, según hemos dicho, sí debería disculparse, pero incluso si el nuestro no lo hace, ¿esta crisis no proporciona a los españoles la ocasión, no de pedir perdón por algo que no hemos hecho, no, pero sí la de conocernos un poco mejor? ¿No podríamos aprovechar esta escaramuza para entender el papel del imperio castellano en la historia mundial y nacional en lugar de tratarnos a nosotros mismos como si fuéramos hijos filiativos de los Reyes Católicos y reivindicar ofendidos la gloria de una dudosa aventura que experimentamos sin distancia, de modo íntimo y personal, como si se tratara de nuestra familia? Al igual que Wachter, necesitamos reivindicar la memoria de nuestros padres, negar sus crímenes, ensalzar sus hazañas. De Maistre insistía en que no hay término medio: "o admitir voluntariamente la infamia hereditaria o renunciar a la gloria". Pero ese es el dilema de los hijos, no de los ciudadanos de un país democrático. Al reivindicar la infamia trasmutada en gloria nos comportamos como "herederos" biológicos del pasado y, aún más, como sus prolongaciones inmanentes: renunciamos, por así decirlo, al derecho a la diferencia y al cambio.

No eran nuestros padres: no tenemos que pedir disculpas. No eran nuestros padres: no tenemos que enorgullecernos de lo que hicieron. Solo dos expedientes, en efecto, permiten defender la conquista castellana de América: uno el relativismo histórico, el otro el etnocentrismo negacionista. El relativismo resulta paradójico por parte de esos que, al mismo tiempo, mantienen viva su nostalgia y su sed de imperio; y que predican valores eternos y absolutos. Pretenden, por ejemplo, que el contexto era imperial y que, en comparación, el imperio español fue más benigno que el inglés. Esa comparación es sin duda interesante desde un punto de vista historiográfico, pero, incluso en el caso muy dudoso de que los ingleses hubiesen cometido más crímenes y de peor catadura, ningún crimen puede absolver otro crimen, al menos desde la ética democrática del siglo XXI. El contexto puede explicar a Sepúlveda, a Cortés o incluso a Lope de Aguirre, pero nuestro propio contexto nos obliga hoy a distanciarnos tanto del orgullo como del deseo de repetición.

El otro expediente consiste en invocar todas las cosas buenas que los españoles "llevamos" a América. ¿Qué nos han dado los españoles? Nos han dado a los mudos la lengua más hermosa y antigua del mundo, la que llevó a la península ibérica Túbal, nieto de Noé, cuyos hijos, a su vez, la llevaron a Grecia, donde, ya un poco degradada, dio lugar a la lengua inmortal de Homero; y que, redorada de nuevo, dio habla a los indios y a los esclavos del Nuevo Mundo. ¿Qué nos han dado los españoles? Nos han dado a los bárbaros los derechos humanos contenidos en las encomiendas y las minas, en los perros grandes y los caballos piafantes, desde cuyas monturas el hombre acorazado nos leía el Requerimiento que nos conminaba, en la lengua fabulosa que no entendíamos, a entregar de buen grado nuestras tierras a la reina castellana, so pena de muerte y destrucción. ¿Qué nos han dado los españoles? La civilización del tráfico de esclavos, la tolerancia de la Inquisición. ¿Qué nos han dado los españoles? Las universidades de un pueblo al que no se dejaba estudiar, las bibliotecas de un pueblo al que no se dejaba leer. ¡Y la viruela! La viruela, sí, cuya intención genocida nadie puede proponer en serio, pero que, junto a otras violencias premeditadas, redujo la población americana en un 90%, según distintas estimaciones. No pidamos disculpas; pensemos en qué hacer en el momento presente; pero no neguemos que la conquista imperial de América fue una catástrofe cultural, humanitaria y demográfica sin precedentes para los que vivían allí en 1492; y cuyas consecuencias duran hasta nuestros días. Siempre hay algún detalle por el que se puede salvar una obra de destrucción: a Hitler por el volkswagen, a Stalin por el metro de Moscú, a Franco por la clase media. Por supuesto, la conquista de América es inseparable del nacimiento del derecho internacional, pero de la misma forma en que los tribunales de Nuremberg son inseparables del nazismo: la obra de Francisco de Vitoria y de la escuela de Salamanca, por ejemplo, nace justamente para cuestionar la empresa imperial en América. En cuanto a los españoles, valientes y compasivos, que denunciaron sus crueldades (Montesinos, de Las Casas, José de Acosta, Motolinía, Cieza de León, Fernández de Oviedo), legitiman y glorifican el imperio castellano tanto como las denuncias de Chomsky la invasión y ocupación de Irak. Donde hay imperio hay siempre resistencia, externa e interna, pero la interna sigue siendo resistencia y no un mérito o un logro de la política imperial.

No podemos ni odiar ni enorgullecernos de Hernán Cortés: era un hombre de la Castilla de su tiempo. Hay una España que se siente hija biológica de la conquista de Tenochtitlan y necesita glorificar como hazañas todas las acciones de sus antepasados, las buenas y las malas. Y otra España que ya tiene bastante con lidiar con sus padres concretos (que discuten en la cocina) y que, hija de la democracia, nieta del estudio, prima del Derecho, quiere entender pero no repetir, quiere comunidad pero no unidad, quiere memoria pero no mitos. No somos responsables, no, de las acciones de nuestros antepasados, pero sí de decidir qué pasado nos ha traído hasta aquí y qué España queremos hoy.


martes, 1 de octubre de 2024

Cuando las metáforas se utilizan para confundir en vez de para aclarar y comprender, se convierten en manipulación y dejan de ser explicación aclaratoria, para convertirse en estafa pseudocognitiva que se queda impresa en el inconsciente colectivo y personal, con resultados como los que estamos obteniendo social, política, histórica y personalmente. Si perdonar se reduce a metáfora, la hemos liado. Hay que evolucionar para no acabar en lo mismo de siempre, no sólo en lo que hacemos, sino también en cómo lo expresamos, pues el lenguaje es la digestión y asimilación del alimento mental y emocional.Por eso hay que cuidarlo y sanearlo lo mejor posible a la hora de cocinarlo y servirlo en la mesa común. Ains!!!

 

TRIBUNA DE OPINIÓN

Sobre perdones y otras metáforas

Felipe VI y López Obrador durante la visita del monarca al país latinoamericano para la investidura del expresidente (2018)
Felipe VI y López Obrador durante la visita del monarca al país latinoamericano para la investidura del expresidente (2018)

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Si en los últimos tiempos, las relaciones diplomáticas entre España y Latinoamérica ya eran bastante complejas –llamada a consultas en mayo a la Embajadora en Buenos Aires, como respuesta a las declaraciones públicas del presidente Miley sobre Begoña Gómez; más recientemente, amenaza de ruptura de relaciones, incluso comerciales. por parte de Venezuela– esta semana se ha producido una nueva vuelta de tuerca con el veto al jefe del Estado español en la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como presidenta de México. El motivo: no responder a la carta enviada en marzo del 2019 por su antecesor,  López Obrador –si bien no se hizo pública de manera oficial en conferencia de prensa por parte del exmandatario hasta enero del 2021– donde instaba a Felipe VI, a  pedir perdón por los desmanes producidos durante la Conquista y la Colonia. 

Dejando de lado la oportunidad de la acción por parte de la nueva presidenta, la respuesta del Gobierno o asistencia de representantes de los partidos a la izquierda del PSOE a dicho acto, tal vez sería necesario plantearse de nuevo si tiene sentido una petición perdón por unos acontecimientos que tuvieron lugar más de quinientos atrás [I].

No debemos olvidar que la sociedad española actual es fruto de un devenir histórico que ha configurado su identidad y parte de esa identidad es su relación con Latinoamérica

Desde un punto de vista estrictamente social, los españoles y españolas del siglo XXI, para nada tienen responsabilidad sobre unos hechos, pese a su gran luctuosidad, causados por sus antepasados en épocas remotas. Sin embargo, tanto en esos años, como en la actualidad, las razones y reacciones sobre la petición varían: desde la indignación de quienes reivindicarán la gesta de la Conquista y la Colonia como garante de un proceso de civilización, a la postura mucho más comprensiva de quienes consideran necesario asumir como parte de la historia el etnocidio cometido, en unas circunstancias sociohistóricas que nada tienen que ver con las actuales y que tampoco justifican el retraso y la pobreza de la región. 

Si Felipe VI no ha pedido disculpas a su país por los excesos cometidos por la monarquía en la persona de Juan Carlos, difícilmente los va a pedir por unos hechos acaecidos hace 500 años

Dicha petición de perdón por unos hechos ajenos a las generaciones actuales no serían otra cosa que una metáfora sobre una nueva óptica para analizar los acontecimientos que nos ocupan y posiblemente un buen ejercicio como sociedad. Así, no debemos olvidar que la sociedad española actual es fruto de un devenir histórico que ha configurado su identidad y parte de esa identidad es su relación con Latinoamérica. En este sentido, queremos resaltar las palabras del Papa Francisco que sí respondió a una carta formulada en términos parecidos con respecto al proceso evangelizador: seguir dando pasos en vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de intereses particulares, las tensiones y los conflictos.

Por el contrario, siendo realistas, podemos afirmar sin demasiado temor a equivocarnos, que dicha petición no se va a producir. Felipe VI no ha pedido disculpas a su país por los excesos cometidos por la monarquía en la persona de Juan Carlos; más ahora, cuando se han hecho publicas imágenes y detalles de su relación con una artista muy conocida en su momento que –además de la participación de los servicios secretos para facilitarla primero y ocultarla después; el conocimiento y por ello la connivencia de los gobiernos de turno– ha sido financiada con dinero público. Si no ha pedido perdón por esos acontecimientos de nuestra historia reciente, difícilmente los va a pedir por unos hechos acaecidos hace 500 años y realizados en parte por una dinastía a la cual él no pertenece-. Por supuesto que actuar de esta manera, no solucionaría nada, pero tal vez contribuiría a mejorar, y más en estos últimos días, su ya bastante deteriorada imagen.  

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Comentario del blog:

 

Aprovechemos esta circunstancia lectora y escribiente para aclarar situaciones peliagudas, como muy bien  lo expresa este artículo de Antonio Ureña en Nueva Tribuna, aludiendo al concepto del término perdón. Aclaremos que esa palabra de morfología latina no existe como tal en el latín antiguo, es una expresión innovadora materializada en la vieja lengua original, pero construida a partir del siglo IV de la Era Cristian, cuando Constantino incorpora la nueva religión de procedencia oriental como sistema renovador y sustituto del viejo Imperio politeísta y en las antípodas del cristianismo, dejando atrás, al menos teóricamente, un sistema ya desgatado superado con creces en humanidad y en calidad de vida y valores por un cristianismo recién estrenado, e implantado en el Imperio por el Edicto de Milán, como si los caminos del Espíritu se pudiesen transplantar igual que los vegetales. Así se derivó en lo que luego fue sucediendo durante siglos y siglos...amén.

El término per donare, significa literalmente para dar. O sea, para desprenderse, entregar, renunciar, ceder, aceptar por encima del ego primitivo, lo que no es fácil y cambiar de actitudes vitales, y así superar los errores, los delitos y las ofensas, desde una nueva realidad, que ya no depende de tomar la justicia como venganza y castigo para quienes han hecho el mal, sino de una nueva concepción de las relaciones humanas, entendiendo desde la empatía y la salud psicoemocional, -la energía del espíritu- el nuevo camino de la vida. 

Veamos, desde este plano, cómo ha ido entendiendo la humanidad ese proceso. ¿Cómo aplicar el perdón como un paso esencial de nuestra evolución y no sólo como un trámite que pide disculpas sin ninguna conciencia que acompañe el mero gesto protocolario? 

En el caso de Méjico y España es imposible que haya perdón auténtico, consciente y sanador histórico, tanto para pedirlo como para darlo. Casi seiscientos años transcurridos entre la conquista de Méjico en el siglo XVI, sin tomar conciencia ni los unos ni los otros -¿sería justo y normal que los mejicanos ahora se pusieran a exigir a sus representantes políticos una indemnización estatal y pedida de perdón para las víctimas de la religión y de la cultura azteca, que asesinaba como ritual a los jóvenes más valerosos y heroicos, en sus templos y ceremonias dedicadas a Quetzalcoalt y a sus amiguetes compañeros de "diosidad"? Pues lo que los actuales mandatarios mejicanos pretenden es eso mismo. ¿Ha sido Felipe VI el que ha mandado una flota invasora para conquistar América? ¿Hemos sido los españoles del siglo XXI los que invadimos el Nuevo Continente y matamos a los indígenas para robarles sus riquezas haciéndolos esclavos? ¿Estaríamos los españoles y españolas ahora mismo al nivel social, político, intelectivo y humano para comprender causas y efectos, y al mismo tiempo repetir las barbaridades de aquellos antepasados? 

Afortunadamente millones de mejicanos y mejicanas no comparten semejante visión del mundo, son mucho más inteligentes y socialmente adultos, que rabieta-dependientes. Personalmente tengo familia política mejicana, que para colmo se apellidan Villa, como Pancho: un yerno y tres nietos. Y unos consuegros fuera de serie. Son extraordinarios y de una humanidad ejemplar. Muy por encima de esa inmadurez social y política de la señora Sheinbaun y su antecesor en el trono del taco, el chile y el guacamole. Mucho más ocupados en el Bien Común que en el folklore carca-revolucionario del montaje y del espectáculo político dando marcha atrás a una historia que ya no tiene sentido, sino simplemente, huellas primitivas, que sustituir por la verdadera inteligencia mejicana y española; mundial. ¿Acaso podríamos alfabetizar a los neanderthales y matricular en Bellas Artes a los pintores de las Cuevas de Altamira, o civilizar a los Reyes Católicos para que comprendan en plan momia, después de seis siglos, la que liaron con su manía de conquistar todo lo que pillaban subidos, para colmo,  al púlpito de la Inquisición? Pues ese mismo ridículo más histérico  que histórico equivale a intentar que tenga sentido resucitar la Conquista de América en el siglo XXI, xd! O que pidamos perdón por haber provocado el diluvio universal o la Batalla de Waterloo...

Es una ofensa a la inteligencia pensar que una civilización sana y centrada en su curso vital pueda arrepentirse de lo que jamás ha hecho ni sería capaz de hacer, hoy en día, excepto si se padece el síndrome de Netanyanju, Putin o Zelensky, Trump, Milei, Maduro, también Sheinbaum... porque esa nueva tierra en gestación, lo rechaza en todos los sentidos. Máxime cuando hasta en su presente actual , se consideran hermanos de su familia ultramarina, no sólo mejicana, sino de todos los continentes y de todos los pueblos, que es el estado que necesita asimilar y disfrutar nuestro Planeta para poder seguir siendo la Casa de Tod@s y no irse a la mierda sin remedio. 

O todos y todas nos reconocemos desde ya mismo, parte integrante del perdón tan imprescindible, como respirar, hidratarse y comer, o adiós humanidad, bonica, for ever and ever! 

¿El mejor arrepentimiento? No seguir repitiendo las mismas causas que hacen necesario el perdón como único y mejor resultado constante, eso sí, siempre disponible...que no nos falte!