martes, 23 de enero de 2018

Cántame una nana y cuéntame un cuento para no despertar y seguir durmiendo...


Érase una vez un país remoto. Muy remoto. Tan remoto que sumergido en su condición remota, apenas se enteraba de lo remotísimo que era. 

Llevaba siglos funcionando a su aire con una especialidad muy original: no tenía una historia objetiva como todos los demás, sólo disponía de una colección interminable de relatos subjetivos almacenados en bibliotecas de convento, archivos de cuarteles y en hemerotecas subvencionadas por los sostenedores de los conventos y los cuarteles, también en romerías devotas, casetas de feria andaluza, casales "culturales" de falla valenciana, asociaciones de crecimiento personal tipo  Toro de la Vega y clubs de lectura La Manada, o  San Fermín Fashion, . Un primor, que es en realidad el esplendor de la cualidad de "primo" o también de la pri-vacía, ya convertida en especialidad universitaria y todo. Un lujazo de ocurrencias/escurrencias interestelares como llegó a calificarla su máximo exponente prêt-a-porter del ingenio patrio y  trending topic, el venerable Chiquito de la Calzada, q.e.p.d., subido a los altares de la genialidad y canonizado por el pueblo y la intelectualidad en un mismo pack.


Aquel país de países como estaba empeñado en llamarse a sí mismo -sin que eso modificase para nada su unilateralidad banderil en plan "a por ellos oé" que era su grito de guerra-, había dado con la clave para conseguir la inmortalidad de su sistema: convertir en relato pedagógico con (a)moraleja adjunta, la repetición obsesiva de lo mismo, erre que erre. Se hiciera lo que se hiciese y gobernase lo que gobernara, daba igual, ellos y ellas tenían clarísimo el camino hacia la inmortalidad del imposible una vez aposentados en el trono del parné y el poderío que eran las siglas preferidas por la mayoría del cacicato manejante. PP-C's-Psoe. Todo un logro, que en determinado momento llegó a convertirse en contra-ciencia política y a punto estuvo de que hasta la Academia Sueca inventase un nuevo premio Nobel a la Supervivencia del Oxímoron y el Dislate Impolítico. 
Según cuentan las crónicas, los académicos suecos despertaron a tiempo de la melopea que se habían pillado en una cena de amiguetes y rectificaron en los lavabos del restaurante tras refrescarse las entendederas obnubiladas por las copas de más y la lucidez de menos provocada por la mezcla a tutiplén de distintos fluidos alcohólicos nada anónimos, todos con nombre y apellido de origen vikingo. 

Claro que estos pormenores no fueron nunca del dominio público, se mantuvieron en secreto para que no cundiese el pánico y la gente no descubriera cosas tan poco edificantes en la élite cultural-negociante del Occidente chupicanely y demás pedigrises. La estrategia les había dado resultados increíbles durante generaciones que con el tiempo habían derivado en una unilateral degeneración compartida y asumida como modus vivendi, operandi, robandi, expoliandi, engañandi...y sine die ad infinitum para rematar, literalmente. Un bombazo social con retranca. Una dinamita autopropulsada siempre acompañada del mantra indeleble: '¿de cuánto estamos hablando, Borjamari de Santa Gurtelia i Trespercent?' 


En ese dulce balanceo de lo habitual, en la estabilidad del Virgencita que me quede como estoy, el desastre dejaba de ser una amenaza para convertirse en normalidad, la poca vergüenza  en dogma salvífico, la demagogia en devoción, las familias irreales en realidad contante y sonante con muchísimo noos, o sea, conocimiento a la griega, nada despistadas, con el regio empoderamiento de saber lo que se hace en todo momento, a pesar de que a  alguna infanta implicada, imputada pero no procesada de verdad sino de paripé mediatico, ni convicta ni confesa por conexión dinástica y muy legal, aunque indecente, ilegítima y moralmente repugnante, le flaquease la memoria de vez en cuando, si le preguntaban detallejos sin la menor trascendencia  y siempre por cuenta de jueces rebeldes y nada comprensivos con las debilidades y flaquezas de los grandes y magníficos evasores, que también tienen su corazoncito aunque no lo parezca, jolines,  a los ojos de quienes son incapaces de experimentar lo que vale un compiyogui bien avenido. Ains!

En esa épica tan tradicional como traicionera de cualquier principio que no se fundamente en salvar el pellejo de los amos del cortijo, aquel país remoto y a la puta bola de los delitos de odio,  leyes, tribunales amigos, fiscales y jueces a la carta en plan Queridaconcha y Fran-cospedales rajoyanos-faes, por tierra, mar y aire, se forjó hasta una marca comercial autóctona como la picaresca y el pensar mal de todos y de todo, que conformaba la rentabilidad a largo plazo del sistema rancio, agotado, podrido, pero que convertido en relato machacón y letanías ad hoc, troceado en jaculatorias justificadoras y mantras reconfortantes por los cuentacuentos mediáticos sufragados y subvencionados por un consorcio de tunantes y filibusteros de las mejores familias patricias, infiltrados hasta en la sopa nada boba, que dio en llamarse Ibex35 unido a la ya consuetudinaria política de bandas mafiosas tipo Quesejodan, autoconvocadas a las urnas con el único fin de forrarse por medio del delito instituido y adecentado por la misma Constitución manipulada y formateada desde su nacimiento para hacer posible cualquier barbaridad intersada o contradecirse a sí misma con todos  los tribunales de su parte, si se trataba de salvar a la Patria-chollo, fabricante de banderas y  delitos de odio a cascaporro, como parte de la dinámica de un estado de desecho, hasta conseguir que la confusión y el descoloque  desesperase a la gentuza ignorante y ya les diese igual una cosa que otra con tal de dejar de oirles machacando con las mismas marhuendeces indacutres, que sin solución de continuidad se habían convertido en insoportables soliloquios monocordes  y deleznables, pero infinitos en su duración temporal y gestionados por periodistas 'imparciales y equidistantes' en apariencia, claro, cuyo ideal, además de la supervivencia, era el mismo que el de los mangantes: sacar tajada profesional a base de blandir la demagogia vendiéndola como democracia al mejor postor a base de estrategias retorcidas y rentables en todos los casos. 

El conjunto era un laboratorio zombi de narcóticos sociales para mentes, sensibilidades y desconciencias aturdidas que se sentían huérfanas de discernimiento y abandonadas a su suerte por los dioses de todas las religiones y a pesar de ello, seguían convencidas de que tal vez apareciese el avatar maravilloso que las sustituyera en la vigilia, en el despertar en la responsabilidad de participar en las instituciones para cambiarlas de contenidos y darles sustancia democrática. Sin ver ni asumir que había llegado el momento de comprender y agarrar por los cuernos situaciones irreversibles en las que nadie puede alimentarse , pensar, decidir y actuar en lugar de otro. Los tiempos, definitivamente, no tienen marcha atrás. Los cambios en la esencia humana, tampoco. La evolución existe aunque ni el catolicismo ni Marx lo admitiesen  y lo considerasen una mera especulación de Darwin. 

 La lucha social se había convertido en flojera comercial encubierta por las formas agresivas, picajosas, chistosas y graciosillas para despistar banalizando sin perder un sentido del humor tan suyo, que simplemente era el esperpento ridículo de su misma inicativa. El lenguaje por el lenguaje se había reducido sólo a la expresión del icono que hacía chistes cínicamente en la tele porque no le faltaba la comida ni el trabajo o el techo ni la libertad, con una sobrecarga de inconsciencia que cuanto más estrepitosa y destarifada se exhibía, más aplausos enlatados obtenía en las redes y más barullo mediático causaba. Luego, en pocos días y hasta en pocas horas todo seguía igual. Inerte. Idéntico. Nada que cambiar. Nada que mejorar. Aquel dopaje repetitivo  palurdo y ramplón con ínfulas de genialidad de alcantarilla, el país-corralón de cadrúpedos mentales disfrazados de bípedos aparentes había conseguido entre pillaje camuflado de institución y tragadreras infinitas, la mejor arma de auto-destrucción masiva que se había inventado en Europa y en el mundo. Y sin revoluciones aparatosas, sin golpes de efecto hollywoodiense, sin declaraciones de principios (¿sería, tal vez, porque es imposible declarar lo que no existe?). 


Y así, por la costumbre del café, como decían los Hermanos Álvarez Quintero en uno de sus sainetes, el machacón canto del cuento logró por fin la paz, tras ímprobos no-esfuerzos, pero eso sí, con muchísimo cabreo teledirigido para entretener ingnorancias envueltas en el despotrique más obsceno e impresentable, ése que oscila entre la queja inútil del ayayayay, el victimismo, la autocomplaciencia masoquista y la envidia furiosa y sádica contra los países y sociedades a las que no les va tan mal, utilizando el método ya denunciado por la sutil ironía de Unamuno: que inventen ellos. Que vivan ellos. Que mejoren ellos. Que cambien ellos. Que lo hagan ellos primero que ya les imitaremos divinamente en cuanto veamos que lo suyo triunfa y gana la eurocopa una vez y otra como nosotros. O si no fíjate qué subidón de Riverita Micron en cuanto ha ganado Macron en la Francia gabacha...

¿Intentar algo nuevo para que todo acabe en nada como nos pasa siempre y con lo que cansa trabajar por algo que no produce ganancias a toca teja y ya mismo? Amos, anda... con pamplinas a nosotros y a esas alturas. Con lo bien que se está en twitter atentos al último grito, poniendo como un trapo a todo el que no mola y los 'me gusta' a lo más chachi...pero, eso sí,  traquilitos, desde casa, sin riesgo de que la poli te atice como a los catalanes pacíficos pero desobedientes civiles.
Sí, desde casa mucho mejor, que con el cambio climático lo mismo te cueces que te congelas, ya te digo. Nosotros a lo nuestro, que nadie mejor que uno mismo sabe lo que le conviene, anda que nos van a decir ahora lo que ya sabemos desde los Reyes Católicos. Qué sabrán ellos de nuestras cosas, ya lo dice el refrán: sabe más el tonto en su casa que el listo en la ajena. Es que no aprenden dando malos rollos con lo de las energías limpias en Bruselas y dejando suelto a Puigdemont por esas Dinamarcas haciendo del Hamblet, xd!...
En cambio nosotros nos las sabemos todas. Y el caso es que siendo así no se entiende que todo lo que intentamos hacer bien nos salga al revés, ¿verdad?
Será la mala suerte, o que nos viene mirando un tuerto desde el siglo XVI p'acá. Seguro que nos hicieron mal de ojo los indios de América, los protestantes alemanes o los ingleses que nos tenían una manía horrible y hasta nos arruinaron la Armada Invencible estrellándola contra sus acantilados... Sí, sí, los elementos, ese Felipe II que era un bendito y todo lo disculpaba con eufemismos, ay, ese piadoso pacifista incomprendido por la historia y aquel desagradecido Antonio López...


Así se consiguió en aquel país de cuento, remoto y legendario, la más sólida y eterna de las paces. El verdadero R.I.P. El más absoluto de los requiems solemnísimos: la paz inalterable de los países muertos, con verdadero empeño por la autoloquidación y por su propia iniciativa, a base de una eutanasia rarita, que más bien se convirtió en  kakotanasia colectiva por su falta de arranque sostenible o sea, inactiva voluntaria de sopor resignado, por no dar crédito a la realidad y llamarla alarmismo y desestabilización rojales, anticonstitucionalista y subversiva, merecedora de prisión sin fianza; sí, unidos en el mismo empeño desde los cuatro puntos cardinales, -excepto una pequeña parte que se repartió entre la prisión  forzosa sin sentido alguno y el exilio, (como en la guerra civil)- bajo el poder de sus bandera y leyendas negras, verdaderos y verdaderas novios y novias  de la muerte, lograron su mayor hazaña: aquella paz sui generis que tan requetebién describió Juan Rulfo en Pedro Páramo.  La paz de los fantasmas que gobiernan las ruinas desde el ectpolahsma y de losh zombiesh que no she van a jubilar jamásh shegún shush propiashs declaracionesh, tan laborioshosh, que aprovechan el tiempo del trabajo para adquirir espléndidash habilidadesh políticash y estratégicas jugando al Candy Cruss.

Demassié.

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