sábado, 15 de octubre de 2016

Inconoclasta anti iconoplastas



Seré una inculta irredenta, quizás es que las peroratas en inglés cantadas  en norteamericano con el timbre del Pato Donald, no acaban de seducirme, pero no puedo evitar que me parezca un muermo rencoroso y machista esa canción interminable de Bob Dylan, Like a rolling stone. 

El Niño de la Hipoteca resume ese sentimiento de frustración contra la moza que le ha dado calabazas, con mucho más ingenio y capacidad de síntesis en su breve tratado sobre la decepción amorosa repartido en dos cancioncitas sencillas y maravillosas. Con menos rencor y más humor, que para mí es lo que a Dylan le sobra y le falta, respectivamente, para alcanzar la gloria universal, quitarse el ceño fruncido, el gesto hostil y esa mirada de vinagre y acíbar que vienen a ser la tinta con que están escritos la mayoría de sus textos. No se puede evitar: la cara es el espejo del alma y a la hora de conceder un premio,  la belleza y la salud del alma de los candidatos debería ser  fundamental.  Ya hubo bastante exhibicionismo consumista con Vargas Llosa y su glamour erótico-parejil en las revistas de casquería eclipsando el atractivo de su literatura ingeniosa y tan estudiada, pero, a la vez, tan cínica y sin más valor que su estética palabrera y graciosa, tan lejos del alma, tan cerca del pastón y del subidón neocapitalista que premia lo más afín al sistema imperante y ningunea o, directamente, censura lo menos afín.

Al mundo ya le sobra mala leche como para ir premiando estas cosas machaconas que se hace famosas más por la persistencia publicitaria en los medios acústicos y visuales, más aun, por el dineral que mueven libros y discos vendidos como ristras de chorizos o de perritos calientes, que por la verdadera calidad del producto. Definitivamente, El Niño de la Hipoteca for the next Nobel. Aunque no creo que el Nobel tenga capacidad para ver más allá de la chequera y de las influencias de Mordor enchufadas en vena. Así que ahora mismito, que he caído en la cuenta, me retracto con otra seclfie, de esa afirmación insensata que acabo de hacer: EL Niño de la Hipoteca for the next Nobel, no, please!, for never & never, gensanta, que la criatura no merece algo así de pastoso, pringosillo y revenío. Ya os vale 'nobeleros' con el negocio de la pólvora comercial. Que os den! O, casi mejor, que os quiten, que ya sois los plutos amos de toda Disneylandia, o sea de ese mundo idiotizado donde solo es real el sufrimiento que causa y las secuelas que dejan sus guerras  y miserias interminables.
Vamos, y para terminar la reseña, que por mucho que se intente vender Like a rolling stone como la metáfora de una sociedad destrozada, no cuela, la misoginia juedo-bíblico-católica asoma los colmillos en el inconsciente del autor; ya quisiera Bob Dylan que le cayeran como lluvia, unas chispitas del ingenio fresco y reconfortante de este par de videos, aunque se canten  descalabros y desajustes emocionales, xd! Reivindico, con el niño del cuento y el de la hipoteca,  la libertad de proclamar en medio del desfile de la raza y del género -otro más en 72 horas- que el premiado va en bolas, aunque todos lo vean vestido por  Kalvin Klein.


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