miércoles, 25 de febrero de 2015

Estación de Arezzo



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A Roberto Benigni





Los hay que son adictos a la sombra,
tristes caricaturas del ingenio, pobres de letanía,
pierdepanes obtusos, cuervos de manicomio,
que pasan por la tierra violando las esquinas de la gracia,
haciendo dogma y fe del exterminio. Campos minados
y cosecha de napalm
donde todo se muere de espaldas a las rosas.
Son yonkies del vacío que habitan sin vivir
un fosa común anticipada.

Pero existe otra gente
que cuando te la encuentras es de lluvia en Agosto
y tú la tierra. Son lo mismo que  playas
en las que desembarca una bondad-bondad
sin adjetivos
y arabescos de miel en unos ojos
que siempre, cuando inventan, te adivinan.

Como tienen el don de lo imposible,
pueden ir  al infierno, y bajarle los humos
y vaciarlo de lutos y obsesiones.
Es una rara especie que sabe amanecer
de sonrisa y geranios.
Es posible encontrarles
una tarde cualquiera saltándose las normas
sin pedirle permiso a las formalidades
para resucitar algún jilguero,
fabricando tapices de colores
o sembrando en un parque nueces de Macadamia 
o tomando café con aire de cronopio distraído.

Lo suyo es un silencio que les brilla en las manos.
Si tuvieras la suerte de tropezar con ellos
en la lista de embarque imprevisible de la materia oscura,
abandona la fila y píllales al vuelo,
olvida el pasaporte, el euro, las maletas
y apúntate a su viaje 
hacia donde les lleve la alegría.



(Gografías de interior. 1998)
 

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