lunes, 7 de abril de 2014

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El último paso o el primero

EL PAÍS
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¿Es legítima una ley que ya no responde a la realidad social y política de un estado? ¿Es lícito que un Estado profundamente inmoral trate de imponer a la fuerza sus leyes caducadas e irrevisables al alza ética y cívica, a ciudadanos a los que les repugna acatarlas con motivos de sobra? Este panorama recuerda El Planeta de los simios, aquella metafórica y emblemática película de Charlton Heston, en la que los monos eran los gobernantes y los hombres los animales enjaulados. Tras una catástrofe mundial, un astronauta, que no sabe nada, regresa a la Tierra y se encuentra el mundo al revés. Así estamos. La crisis nos ha puesto todo patas arriba, de cara a la verdadera realidad de España, una realidad que podría cambiar, desde luego, pero que no lo hará mientras los simios gobiernen y los humanos estén en minoría y enjaulados por unas leyes territoriales y gestoras que sólo se reformarán si se desobedecen por mayoría . Una pescadilla que se muerde la cola. Para que la ley se obedezca debe ser cambiada y para que cambie, deben cambiar los que la imponen...que odian el diálogo y las reformas que avanzan pero adoran las contrarreformas que involucionan y se pasan el consenso por los antidisturbios. 
Lo primero sería recordar que Cataluña ha aceptado ser parte del Estado español durante toda la democracia que llevamos compartiendo sin reclamar nada. ¿Qué le está pasando ahora al Estado, que no pasaba antes, para que los catalanes se planteen con desesperación esa consulta que es legítima aunque no esté "legalizada" por unos poderes que consideran "legal" el soborno en sobres si se declara a Hacienda? ¿No será que el Estado actual no es creíble ni ofrece garantías de justicia para millones de ciudadanos? 

En vez de asustarse y blindarse contra Cataluña, los poderes estatales deberían aprovechar la ocasión para hacer un examen de conciencia primero y revisar lo que hacen y como lo hacen. La ley  está al servicio del bienestar y del crecimiento integral del ser humano, no es la jaula en que el ego simio trata de aprisonar a la conciencia superior del hombre, sino la escalera que le sube de nivel consciente e intelectivo, social y político. La humildad y la escucha son propias del Yo superior, la soberbia y la cerrazón son propias del estado pre-humano y del ego animal, que necesita marcar el territorio, llevar "su" razón para imponerla, depredar lo que le rodea y acumular rapiñas que aseguren su poder sobre los demás. Si lo miramos serenamente, desde la antropología, ése es el nivel de esa disputa territorial, que no tiene más solución que evolucionar y desapegarse de prejuicios rancios y ñoños para avanzar juntos hacia el mismo futuro del que no se puede huir hacia delante porque se está negando el presente, prisioneros  del pasado, de sus prejuicios y sus miedos tan históricos como histéricos. 

El problema no es sólo Cataluña, el problema es la precariedad ética, incongruente y caótica del Estado entero en que estamos atrapados. Todos. Algo que también está presente en Cataluña, por supuesto. Como la corrupción de CIU, sin ir más lejos. La porquería no conoce fronteras y es multicultural, habla todos los idiomas y se adapta a todas las culturas. Ni una Cataluña corrompida, como está, será mejor separada de España ni España mejorará sólo si Cataluña no da un tijeretazo al mapa. La mugre es internacional y no se acaba cambiando fronteras ni nombres. Sino eliminándola de la sociedad, empezando por los individuos que la componen. Y quizás el primer paso sea la escucha y el respeto del Estado por los miembros que lo componen. O sea, permitir la consulta legítima y con los resultados comenzar la etapa siguiente para entenderse bien y sin heridas incurables. No se puede imponer una nacionalidad que uno no lleva en el corazón, pero que debe "por ley" sostener con sus impuestos, como no se puede querer a la fuerza a una familia que no es la que sientes como tuya. El "problema catalán" es psicoemotivo y sólo pueden comprenderlo quienes tienen sana la inteligencia emocional. No es el caso del pp. Por desgracia. Por eso es casi natural que gobernando ese partido no haya herramientas para consensuar acuerdos. No hay capacidad para empatizar con nada que no sea el dinero de corto alcance y sus intereses inmediatos. 

Ojala esto fuese como Inglaterra y Escocia...allí el problema no es el Estado en crisis, sino la simple afirmación territorial de la historia y la tradición escocesas, que unidas al sentido común de los británicos y a su pragmatismo anglicano, hacen posible el entendimiento por encima del enfrentamiento. Cosa de educación.  Los pueblos sensatos y respetuosos se acaban entendiendo siempre. Los insensatos, en cambio, consideran que el entendimiento les merma y les humilla. Y si encima gobierna el lado más heavy de la insensatez, estamos listos. Virgencita, virgencita, que no nos quedemos como estamos!

El Roto

Forges

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