domingo, 10 de noviembre de 2013

A Dios rogando y con el mazo dando


Rouco Varela asegura el día de la patrona de Madrid que la forma de "salir verdaderamente
de la crisis" pasa por el "amor fraterno".
 Ana Botella es una mujer de fe como las de antes. De arraigadas y pías convicciones. De felices iniciativas borderline. Del relaxing people café con leche ha pasado a la plegaria devota por sus propias víctimas. Todo un detallazo. 
Primero, de la mano de Josemari se pasa unos añitos soplando en el canutillo de las burbujas de la construcción y de la banca amiga íntima de la construcción, de Josemari y de ella misma. Mas, fulminada en su camino de Damasco hacia la alcaldía por el relumbrón esplendoroso del bodorrio filial, cuyo iluminado milagro le vino concedido por San Gurteliano de los Tapadillos Trincones, cuando las pompas burbujeras empiezaron a estallar una detrás de otra y la dura prueba de la realidad golpeó a su clarividente esposo en la batalla de Atocha, ella no claudicó, al contrario, aparcó a Josemari ya bastante sobado y fané por su plan redemptor mundis, para que se fuese recuperando dando masters de cómo hundir un país con mando a distancia y se apuntó al carro gallardonoso de la capitalidad gestora, con tanta fe y ahínco, que acabó sustituyendo al faraónico alcalde. Y desde ese marco incomparable que combina la horterada cognitiva con el chandal subolímpico, mira el estado basuril de su feudo, y en vez de pedir a la Virgen que le diga como salir de mierdoland, el rincón más apestoso de la república de Basuristán gestionada por su habilidad edilicia, en un acto de generosidad sublime, se olvida de sí misma y de su entorno  para centrarse en "quienes cargan hoy con las cruces de la crisis", que su Josemari incubó y que su delfín Mengano Gafoy ha apuntillado y apuntilla cada día sin vacilación alguna y que el amigo y exjefe Gallardón legisla a golpe de mandoble contra los portadores de las cruces y hasta convertido en uno de los maderos más pesados. 
¿Qué importa todo eso, -se dice Ana Botella en un arranque místico total- cuando los penitentes se arrastran de rodillas desde Leganitos a San Bernardo, son flagelados en Las Vistillas y coronados de espinas delante de la Cibeles que ella misma contempla horrorizada por la crudeza de la escena, desde su palacio del Ayuntamiento, esperando ser crisisficados en la Plaza Mayor por los desahuciadores y evasores que le subvencionan el chollo municipal mientras pasan en silencio, maniatados, golpeados y hechos puré, por delante de los leones del Congreso, que, abochornados,  se tapan los ojos con las garras y las melenas para no ver el desfile fantasmagórico, como si Halloween no  se acabase nunca? 
En estos casos horribles sólo la fe y la Virgen pueden hacer el milagro imposible de salvar a los pobres crisisficados por culpa de una circunstancia que nada tiene que ver con la voluntad de ella ni del gobierno de su partido ni de Josemari, que sigue sacando cada mes tan ricamente la subvención para su FAES, cobrando un pastón por haber sido el promotor más preclaro de la burbuja arruinadora y publicando sus variopintas memorias, mucho más dignas de una tesis de Freud o de Rojas Marcos, que de La Casa del Libro y la Cuesta de Moyano.
Ana Botella es un alma cándida y compasiva, que espera con su fe ciega en los milagros marianos a que el ciudadanicidio de la crisisficación se acabe por sí mismo, o sea, que los torturados mueran en paz y vayan al cielo derechitos, espiritualmente reconfortados por Rouco Varela, bendecidos on line urbi et orbe por Francisco de  Asisa, por supuesto, con ayuda de la Virgen tanto en versión Paloma como Almudena y por el Cristo de Medinaceli, empático total, como es lógico;  por falta de méritos y paciencia de las víctimas no será. Si lo sabrá ella. Pobrecillos, qué manera de sufrir! Y reza que reza, asomada  a la cristalera de su despacho oval, para que la Virgen haga el milagro de correr con los gastos del sepelio, porque al Ayuntamiento ni al Gobierno les queda ya ni un euro. Lo poco que les sobró del evento olímpico-festero se lo han gastado todo en kleenex. Es lo que tienen la caridad y el amor fraterno irrefrenables cuando son tan grandes y tan intensos. Se llora tanto...que no hay manera de quitarse el rimmel ni con aguarrás.


 

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